sábado, 29 de agosto de 2015

LA TIERRA Y EL CIELO

La tierra y el cielo no están desconectados. Ya están unidos. Están en una unión profunda, en comunión. La idea de una escalera surge porque nos han enseñado que hay una brecha entre este mundo y el otro. No la hay. No hay que unirlos. La otra orilla está en esta orilla. No tienes que ir a ningún lugar, no tienes que hacer nada. El potencial está presente, y el primer paso es el último paso. Pero la mente se espanta, para la mente es inconcebible, porque ella siempre quiere que haya pasos, escaleras.

La mente puede arreglárselas con una escalera, la mente no puede concebir un salto cuántico. Entiende la evolución, pero no la revolución. Por eso la mente no es nunca revolucionaria; siempre es ortodoxa, siempre es convencional. La mente no puede ser revolucionaria por su misma naturaleza.

Te han enseñado una y otra vez que el cuerpo y el espíritu son dos, que Dios y el mundo son dos. Te han dicho que tienes que encontrar a Dios en contra del mundo, que tienes que ir más allá del mundo para encontrarlo.

Yo te estoy dando un mensaje totalmente nuevo: no tienes que ir más allá, tienes que ir hacia adentro. El más allá está en el interior, y en el interior está el más allá. Todo está aquí y ahora. En este mismo momento está presente toda la existencia, en todas sus posibilidades. Es sólo un cambio de consciencia, no es una escalera. Es un cambio de gestalt, no una escalera. Nada cambia, todo permanece igual, sólo se produce un salto en tu interior. De repente empiezas a ver cosas que no estabas viendo pero que ya estaban presentes; que siempre han estado ahí.

¿Has leído algún libro de psicología gestalt? Tienen fotos. Una muy famosa es aquella en la que hay una anciana y también, oculta en las mismas líneas, una mujer joven. Ves de inmediato a la mujer anciana, pero si sigues mirando un rato, de repente llegará un momento en que la consciencia cambiará a otra gestalt diferente y empezarás a ver a la mujer joven. Si continúas mirando a la mujer joven durante un tiempo suficiente, de repente algo cambiará y comenzarás a ver de nuevo a la mujer anciana. Cuando has visto a ambas, y aun sabiendo perfectamente que ambas están ahí, eres incapaz de ver las dos a la vez. Como la mujer anciana está realizada con las mismas líneas que la mujer joven, sólo puedes ver una cada vez. En otro momento puedes ver a la otra, pero no puedes ver a ambas a la vez, simultáneamente.

Si miras al mundo, no puedes ver a Dios, eso es verdad, pero Dios no es el opuesto del mundo, es sólo otra gestalt. Si miras a Dios el mundo desaparece. No quiere decir que hayas trascendido el mundo. Es el mismo mundo, sólo que tu visión tiene una nueva gestalt. Por eso encontrarás que una y otra vez, desde hace siglos, Charavakara, Epicuro, Karl Marx y todos los materialistas del mundo dicen que sólo existe la materia, y que la consciencia es un derivado, un epifenómeno. La consciencia es ilusoria, lo real es la materia: ésta es una gestalt. No están equivocados.

Después existe otra tradición: Shankara, el Vedanta, Ber¬keley, dicen que el mundo no existe, que sólo Dios es, que sólo existe la consciencia. La materia es ilusión, maya. Tampoco están equivocados; esa es otra gestalt. Pero ninguna de las dos es absolutamente verdad.

El auténtico hombre de comprensión dirá que Dios puede ser visto como si fuera el mundo, y que se puede mirar al mundo como si fuera Dios.

Se cuenta que William James dijo: «La mente es una manera de ensamblar el mundo y de reunir cosas; la materia es otra»; simplemente una manera de ensamblar y reunir cosas. Ni la materia existe en contra de la mente, ni viceversa. Tú eres el cuerpo, esto es una gestalt; tú eres el espíritu, esto es otra gestalt. No hay una escalera entre ambas, porque son dos gestalts diferentes.

Recuerda otra vez la foto: ¿existe una escalera entre la anciana y la joven? No, porque están compuestas de las mismas líneas. Nada cambia, la foto sigue siendo la misma, y tú no te vas a ningún lado..., pero hay un cambio, un movimiento rápido en la consciencia. Y ves las cosas de una manera, las ensamblas de una forma determinada, y luego ves las cosas de otra manera, las unes de otra manera. Los materialistas no tienen razón, toda la razón, la tienen sólo parcialmente; ni tienen toda la razón los seguidores del Vedanta, la tienen sólo parcialmente. Ambos sufren de parcialidad. Por eso su discusión puede continuar eternamente, nunca será concluyente.

Imagínate a dos personas discutiendo; una dice: «En esta foto hay una mujer joven», y la otra dice: «Hay una mujer anciana». Pueden continuar discutiendo eternamente porque tienen una verdad parcial, y ésta nunca puede ser concluyente. Nunca serán capaces de comulgar entre ellos, de entender lo que está diciendo el otro, porque ¿cómo puede uno haber visto a la mujer joven y creer que la anciana está también en la foto, y viceversa? El materialista y el espiritualista siguen discutiendo.

Yo no soy ninguno de los dos. Simplemente estoy diciéndote lo que hay. Ambos existen, pero no están separados. Los llamamos dos porque los vemos de dos maneras.

sábado, 22 de agosto de 2015

SOMOS DIOS

Cuando Cristo declara: «Soy Dios», simplemente está diciéndote: «Tú eres Dios. ¡Mira! Tengo el coraje de declararlo. Tú también puedes participar. Míralo desde este punto de vista. Soy tan de carne y hueso como tú, soy cuerpo tanto como tú». No hay nada especial en Cristo; lo único especial es su valentía. De otro modo es como tú. Yo soy como tú; la única diferencia es que yo me respeto a mí mismo, y tú no te respetas; yo me amo, y tú no te amas.

No quiero que te conviertas en un iluminado. ¡Declaro que estás iluminado! Pero no tienes la suficiente valentía; dices: «¿Cómo puedo estar iluminado? Tengo que esperar. Algún día me iluminaré». Eres tan cobarde que necesitas tiempo incluso para reconocer tu divinidad. Te has censurado tanto a ti mismo que no puedes concebir que puedas ser Dios, y por ello tampoco puedes entender que Buda pueda ser Dios, o que Cristo pueda ser Dios.

Además, eres muy desconfiado. Por eso me hago llamar Bhagwan. (Nombre por el que Osho fue conocido durante años y que significa el Bendito.) Surgen preguntas: «¿Por qué?». ¡Porque lo soy! Y tú también lo eres, pero no tienes coraje. Este oasis de energía búdica se está creando para que puedas reunir el coraje, para que te puedas volver osado, para que puedas decir las cosas como son y verlas como son.

No te estoy proporcionando ninguna escalera. Te gustaría muchísimo, porque entonces podrías posponer. Te estoy diciendo simplemente, ¡salta... y sé! ¡Da un salto cuántico!

No hay paradas entre tú y Dios. En el momento en que te concentras en tu coraje, de repente la gestalt cambia; Dios se revela en millones de formas. Y en el momento en que te conviertes en Dios, toda la existencia se transforma en Dios. Si alguien dice: «Yo soy Dios y tú no eres Dios», entonces es un charlatán, está jugando un juego, está en un viaje del ego.

Hay otro tipo de espera que no es impotente, una espera que está encendida, que es apasionada, que está llena de oración; una espera que no proviene de la consolación sino de la comprensión.

¿Qué es la comprensión? La comprensión es: «Yo solo no puedo hacerlo, pero Dios lo puede hacer a través de mí». Y cualquier momento es el correcto, y cualquier estación es la apropiada. La iluminación no ocurre en una estación especial en la que, como sucede en la primavera, florecen las flores. Si hubiera una estación determinada para la iluminación, entonces se habría iluminado mucha gente cuando el Buda se iluminó, y también se habría iluminado mucha gente cuando yo me iluminé. No hay estaciones. En lo que concierne a la iluminación, siempre es primavera, siempre es la estación adecuada. Pero ¿por qué no te sucede a ti?

Y yo digo que lo único que se puede hacer es esperar, pero recuerda, tiene que ser una espera llena de oración, llena de anhelo, de gran intensidad; no impotente, no letárgica; esperando con una energía muy, muy activa, no sólo pasiva. Y éstas son dos formas diferentes de espera.

Cuando esperas a tu amado no hay pasividad: estás inflamado, estás lleno de energía. De hecho nunca estás tan lleno de energía como cuando estás esperando a tu amado. Eres todo consciencia. Se mueve en el camino una sola hoja con el viento, y sales corriendo a abrir la puerta: «¿Quizás sea ella?». Pasa el cartero, oyes sus pasos, y sales corriendo: «¡Quizás sea ella!». Todo, cada sonido, se convierte en su sonido. Llega el viento, golpea la puerta, y sales corriendo. «¡Por fin ha llegado!». No es letárgico, no estás tumbado en la cama. Estás esperando muy activamente.

La energía tiene que estar allí totalmente, vibrando, pulsando, fluyendo; y a la vez estás esperando, estás sin hacer nada. ¿Qué puedes hacer? ¿Qué se puede hacer? El hombre en sí mismo es diminuto, pero puede rezar, puede llorar.

Deja que tu espera esté llena de lágrimas y de oraciones. No permitas que sea pasiva, sino inmensamente activa. Eso es lo que hace falta. Tendrás que hacer una distinción muy clara.

La verdadera oposición no está entre esperar y hacer. La verdadera oposición está entre espera activa y espera pasiva. La espera activa y la espera pasiva son enemigos. Hacer y no hacer no son los enemigos.

sábado, 15 de agosto de 2015

EL INOCENTE Y EL VIRTUOSO

La gente inocente, ignorante, es más sincera que las personas sofisticadas y cultas. La civilización sólo hace gente astuta. Pierden toda su inocencia, toda la fragancia de la inocencia.

¿Recuerdas a María Magdalena? Ella parece ser la única verdadera seguidora de Jesús. Su autenticidad, su atrevimiento, es inmenso. Jesús ha ido a su casa y ella derrama su mejor perfume en sus pies, lava sus pies con el perfume y después los seca con su pelo. Estaba allí sentada derramando lágrimas y más lágrimas, y naturalmente los virtuosos se ofendieron.

Alguien le dijo a Jesús: «Esto no está bien. Es una pecadora, ¡no se le debería permitir que te tocara!». Así se ha comportado siempre el egoísta, el virtuoso, el intelectual.

Judas tampoco estaba contento con esto. Dijo: «Esto es un despilfarro. Ese perfume es muy caro, ¿por qué gastarlo? La gente se muere de hambre. El perfume podría venderse; es raro. Podríamos haber alimentado a algunos pocos». Parece lógico. Tú tenderás a estar de acuerdo con Judas en vez de con Jesús. Lo que éste dijo era muy ilógico; él dijo: «Pero siempre habrá pobres; cuando yo no esté os podréis ocupar de ellos. No entendéis el corazón de esta mujer. ¡No le puedo decir no a ella! Dejadle hacer lo que quiera. Dejadle que se descargue, dejadle llorar, dejadle tocarme.

Dejadle que derrame su perfume, caro o barato, eso carece de importancia. No le puedo decir que no a ella. Puedo ver cómo surge de su corazón un gran sentimiento. Eso es oración, está en un estado de oración. No puedo molestar su oración».

Jesús comprendió que María Magdalena tenía un hermoso corazón. Ella fue la primera que lo reconoció después de la resurrección. Sólo había tres mujeres cuando descendieron a Jesús de la cruz; una de ellas era María Magdalena. Todos esos grandes apóstoles habían desaparecido, y debes recordar, Judas era el único estudioso entre los seguidores de Jesús, el único profesor, el único intelectual, el único estudioso, y él le traicionó. Esto es simbólico: el intelecto traiciona.

La mente es astuta. Siempre crea conspiraciones en contra de la verdad. Deja que Judas sea el símbolo de la mente. Era el más intelectual, la persona más articulada. Si no hubiera traicionado a Jesús se hubiera convertido en el fundador de la Iglesia. ¿Por qué le traicionó? La mente traiciona, la lógica traiciona. Tu mente está en contra de tu ser.

He estado con santos y con pecadores. Mi propia observación es que los denominados pecadores son las personas más auténticas del mundo, y los denominados santos son, la mayoría, las personas más falsas del mundo. Estos últimos son sólo pseudo; el pecador tiene realidad. Y a partir de esa realidad, el salto cuántico es posible. Sólo el auténtico puede ir a lo auténtico. El falso sigue siendo falso, no puede tener ningún encuentro con la verdad.

Por eso, recuerda, la barrera más grande entre tú y Dios es tu ego, y el ego se alimenta de conocimiento, virtud, respetabilidad, nombre, fama, poder. Recuérdalo, y no alimentes tu ego.

Vuélvete más humilde. Mira tus limitaciones, mira tus fallos, mira tus errores, y sé humilde. Ese mismo ver te hará humilde. En esa humildad, la oración surge espontáneamente. !Una gran valentía nace de esa humildad! La humildad es fuerte, el ego es muy débil. Pensarás en esta paradoja; el ego sólo aparenta ser fuerte. ¡Pero es débil! De hecho el ego es el esfuerzo de la persona débil de protegerse a sí misma. El ego es una armadura: la persona sabe que en el fondo es muy débil; el ego es un esfuerzo para proteger su debilidad. La persona débil tendrá el ego más grande. Son complementarios; cuanto más débil eres más grande es el ego que necesitas para protegerte. La persona realmente fuerte no necesita tener ego. No necesita protección, puede vivir desprotegido. Puede vivir inseguro y de un modo vulnerable.

El ego tiene la fuerza de la roca, la persona humilde tiene la fuerza del agua. Y Lao Tzu dice: «Vuélvete como el agua», «El camino del agua». Vuélvete suave como el agua y finalmente vencerás. Recuerda, la dureza te lleva a la derrota. Tu misma resistencia a la vida más pronto o más tarde te destruye. Es tu propia dureza, tu propio ego, que se vuelve veneno en ti. Observa una cascada cayendo sobre una gran roca, la roca no puede ni siquiera imaginar que esta humilde agua, suave, femenina, la va a destruir. Pero llegará un día en que la roca habrá desaparecido, se habrá convertido en arena, y el agua continuará fluyendo de la misma manera. Las rocas mueren por su propia dureza. El ego es como una roca, la humildad es como una rosa.

El ego parece ser fuerte pero no lo es, y la humildad parece ser débil pero no lo es. No te dejes engañar por las apariencias.

La libertad es para aquellos que están libres de ego. No hay otra forma de libertad. Libertad significa estar libre del ego. Eso es moksha, nirvana. Sólo hay una cosa decisiva: si estás protegiendo tu ego, perderás a Dios. Si estás preparado para abandonar tu ego, le encontrarás. En ese abandonar se produce el hallazgo.

"El hombre y Dios no son dos", dicen aquellos que saben. Pero entonces ¿por qué están separados? Desde la perspectiva de Dios no estás separado, sólo desde tu perspectiva sientes que estás separado. ¿Y por qué? Tu pensamiento te separa. No estás realmente separado; es una creencia fabricada, es una autohipnosis. Piensas continuamente que estás separado, de ahí que la idea se haya convertido en un fenómeno permanente arraigado en ti.

Éste es el ego: pensarte separado de la existencia es el ego. Pensarte a ti mismo uno con la existencia es confianza.

No te protejas. Protección significa que te has creído la falsa idea de que estás separado. No empujes el río. Ve con el flujo de la existencia. Mientras estés vivo, vive; mientras mueres, muere realmente; mientras estás muerto, sé un muerto. Si estás despierto, mantente despierto. Durmiendo, duerme. No dejes que haya separación entre tú y la vida que te rodea.

Y no actúes desde un estado de erudición; eso crea la separación. Actúa siempre desde el no saber, actúa desde la no-mente, actúa sin pasado. Actúa en el presente y hazlo de forma auténtica. Y seas quien seas, si puedes responder a la realidad auténticamente, de forma sincera, no habrá ninguna barrera entre tú y Dios.

Lo único que te ayuda a fusionarte y encontrarte con lo divino es una auténtica respuesta en el presente, una respuesta auténtica a la vida.

sábado, 8 de agosto de 2015

LOS RUEGOS EN LA ORACIÓN

El Buda se encontró con una ceremonia que se estaba celebrando, y en la que se había reunido una gran muchedumbre. Él preguntó:

-¿Qué está sucediendo? -y le dijeron que el hombre que estaba adorando había pedido algo. Su deseo se había cumplido y ahora estaba sacrificando un toro, estaba matando un toro; era una ceremonia religiosa. El Buda dijo:

-Pero ¿qué tiene que ver el toro? Si este hombre siente que Dios le ha concedido algo, que le ha sido favorable, se debería sacrificar él?

Se adentró entonces en la muchedumbre y le preguntó al hombre:

-¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estás siendo violento con este pobre toro? ¡No ha hecho nada!

El hombre era un brahmán, un erudito, un conocedor de las escrituras, y citándolas, dijo:

-Tú no sabes. No estoy siendo violento con este animal. Las escrituras dicen, los Vedas dicen, que si un animal es crucificado, matado, asesinado, si se acaba con él en una ceremonia religiosa, el espíritu del animal va directamente al cielo. No estoy siendo violento con él, irá al cielo.

-¿Por qué no matas a tu padre o a tu madre o te matas tú mismo? -dijo entonces el Buda-. ¿Por qué estás perdiendo la oportunidad de ir al cielo? Este toro podría no querer ir al cielo. Si esto es cierto, entonces mata a tu padre o a tu madre, ¡O mátate tú! ¡Sí, es mejor que te mates tú!

El brahmán escuchó al Buda. Su presencia se lo aclaró: dejó allí mismo su arma, renunció a toda esa ceremonia religiosa y le pidió al Buda:

-Ahora dime tú cómo ser religioso, porque he estado haciendo todas estas cosas durante toda mi vida. Me has conmocionado, pero también me tienes que despertar.

Todos los deseos que se cumplen son sólo coincidencias. Si sigues pidiendo a Dios, algunos deseos se cumplirán -Dios no tiene nada que ver con que se cumplan-, otros no se cumplirán. Cuando un deseo no se cumple, el devoto piensa: «No he estado orando correctamente. No he llevado a cabo los rituales como debía. No he seguido bien las escrituras. Mi ceremonia no fue como debía haber sido. No recité los mantras adecuadamente. Debo haber hecho algo mal». Eso si el deseo no se ha cumplido. Si se ha cumplido, entonces: «Dios me ha sido muy favorable. Ahora tengo que dar algo como regalo para mostrar mi gratitud».

Dios no tiene nada que ver con tus ruegos o deseos. De hecho, sólo experimentas a Dios cuando ya no tienes más deseos. Única¬mente una consciencia carente de deseos llega a conocer qué es Dios, y se vuelve divina. Todos los deseos son mundanos, tanto si se cumplen como si no; es tu juego. Así es como está sucediendo en todo el mundo.

Vas a un santo y tu ruego se cumple. Entonces vas de nuevo; si no se cumple vas a algún otro santo. Algún día, en algún lugar, se producirá la coincidencia y tu deseo se cumplirá. Entonces el santo se convertirá en tu Dios, porque tu deseo se cumplió allí. Pruébalo. Es sólo un juego. Si tiras una moneda, hay un cincuenta por ciento de posibilidades de que caiga de este lado y otro cincuenta por ciento de que caiga del otro. Y si tiras la moneda millones de veces, entonces se acercará cada vez más al cincuenta por ciento; pero es sólo una coincidencia. La gente es explotada en profundidad. Sé consciente de esto.

En la antigua Grecia existía una gran escuela, los sofistas. Toda su enseñanza consistía en que no hay nada que sea verdad o mentira. Si eres listo, eres capaz de probar que cualquier cosa es verdad, y también puedes probar que cualquier cosa es mentira. Todo depende de lo listo que seas, porque no hay verdad, no hay mentira. Solían enseñar sofistería, solían enseñar cómo discutir. El argumentar lo era todo.

Este tipo de argumentación sofística ha existido en todos los países del mundo. Todavía existe, y es un juego en el que te puedes perder y olvidar lo que estabas buscando. La argumentación sofística es una manera de defender tu ego.

Recuerda, es bueno ser auténtico, es bueno no ser un hipócrita; te ayuda a crecer. Todas las falsedades que continúas defendiendo son venenosas; destruirán tu ser interno. Y los argumentos pueden ser muy lógicos, muy convincentes, pero si no son auténticos, son todos basura. Lo auténtico no es la validez del argumento como tal, sino la verdad.

Recuerda, nadie te está protegiendo; ni Cristo, ni Mahoma, ni Krishna. Nadie puede protegerte excepto tú mismo. No traspases tu responsabilidad a otro, que es algo que las personas hacen a menudo.

En el camino espiritual, pedir es ser salvado. Si lo pides, estás salvado: no es que Jesús te salve. Recuerda estas hermosas palabras de Jesús: «Pedid y se os dará. Llamad y las puertas se os abrirán».

Esas puertas en realidad están abiertas, están esperando a que llames. De hecho, Dios ya te lo ha dado, pero como no lo has pedido todavía no has reconocido el regalo. El regalo ya ha sido entregado. Ya lo tienes, pero como no lo has pedido no lo puedes reconocer. En el momento en que lo pidas lo reconocerás.

sábado, 1 de agosto de 2015

LA RELIGION

La religión no puede ser algo separado de la vida. Ésta puede ser religiosa o irreligiosa, pero no puedes tener una religión separada de la vida. No puedes decir: «Durante una hora cada día me vuelvo religioso. Voy al templo o a la mezquita y rezo», o «Todos los domingos voy a la iglesia y rezo». La religión no puede ser una "religión de los domingos". O bien toda tu vida, tu vida completa, está empapada de un tipo de religiosidad, o... Ese aroma te rodea constantemente, día a día. El hombre religioso tiene una cualidad diferente del no religioso hasta cuando duerme. Si entras en la habitación donde está durmiendo profundamente una persona religiosa, percibirás un tipo de vibración muy diferente. Incluso durante el sueño es religioso, porque también entonces está relajado en Dios. De hecho una persona religiosa no se relaja durmiendo, se relaja en Dios. Cuando se mueve se mueve en Dios, cuando se sienta se sienta en Dios, cuando duerme duerme en Dios. Come Dios, bebe Dios, mira a Dios. Si todo es Dios, entonces todo tiene que ser divino.

Los sufíes insisten en que Dios no debe ser representado por nada. No debería haber ídolos, ni imágenes, porque unos y otros han creado en el mundo falsas religiones.

Mucha gente, en nombre de la religión, está ocultando sus intereses políticos internos. Está buscando el poder de la kundalini o el poder de levitar. Deseos ridículos y estúpidos que no transforman tu vida. Aunque algún día puedas llegar a volar por el cielo nada se transformará. Hay muchos pájaros que ya están volando, y no son santos y no son espirituales. Tal vez llegues a vivir en lo profundo del océano, igual que un pez, pero no por ello te volverás espiritual. Hay muchos seres que ya están viviendo allí como peces, y no son espirituales. Aunque tu columna vibre con mucha energía, no por ello te transformarás en una persona espiritual. La espiritualidad no tiene nada que ver con el poder. Incluso aunque consigas poderes mágicos, poderes milagrosos, y puedas hacer de mago, no serás por ello espiritual. Eso es una completa tontería. Esa es la indicación absoluta de que hay una mente estúpida detrás.

Siempre que ves a un hombre tratando de hacer milagros, entérate bien, es un político. No puede ser una persona religiosa. Y no estoy diciendo que los milagros no sucedan alrededor de la persona religiosa; suceden, pero no son realizados. Ocurren espontáneamente. La persona religiosa no está interesada en hacerlos, no es un hombre espectáculo, no pretende impresionar a los demás: «Mira, puede crear cenizas sagradas», «Mira, puede producir relojes suizos con sus poderes milagrosos». Esta persona está en viaje político, en un viaje del ego, y aquellos que se interesan en él también tienen intereses políticos. Ellos también quieren conseguir poder. Permanecerán alrededor de una persona así. Miles de hombres y mujeres lo hacen porque esperan aprender el truco algún día, conseguirán y también harán milagros. Los milagros suceden alrededor de la persona religiosa. No son visibles, están en relación con la transformación de las energías; pero no son hechos conscientemente, nunca son hechos de forma consciente. Siempre que una persona está haciendo algo es un mago, un político. Cuando algo sucede espontáneamente cerca de una persona, en el espacio que se crea a su alrededor, en el vacío que se crea a su alrededor... hablamos de milagros: la gente es transformada, la gente es transportada a nuevos reinos del ser. Eso es otro asunto. Pero toda la búsqueda política, toda ansia de poder, es fea y violenta.

Recuerda, siempre que vas a adorar a un ídolo no estás interesado en Dios, estás buscando alguna ventaja en la vida. Todas tus oraciones son mundanas; estás pidiendo algo. La oración real nunca pide nada. La auténtica oración nunca reclama nada. Al contrario, vierte todo en Dios, no pide nada. El auténtico devoto es aquel que va y grita desde su corazón y le dice a Dios: «Acéptame. No me lo merezco, pero a pesar de todo acéptame. Llévame de mí mismo. Disuélveme, destrúyeme, aniquílame». Él no va a pedir algo: «Dame dinero o dame poder», o dame esto y lo otro. La persona auténticamente religiosa va a dar, no a conseguir. Esto va a decidir la calidad de tu oración: si en tu plegaria en algún lugar, aparente o escondido, está el deseo de conseguir algo, entonces no es una oración religiosa.

Y por este tipo de plegarias, el hombre tuvo que crear dioses falsos. Una mente falsa crea dioses falsos. Una mente falsa necesita dioses falsos.

Recuerda, Dios es impersonal. Los ídolos son personales: el hindú tiene el suyo, el cristiano tiene el suyo, el budista tiene el suyo. Y no sólo eso, sino que cada persona mundana tiene una cierta idea de Dios y un ídolo de Dios que quiere poseer totalmente. La mente mundana es posesiva.

Escuché que una monja budista solía llevar con ella un pequeño buda de oro, un ídolo personal del Buda, porque tenía una gran aversión a adorar budas públicos. En un templo un buda es público, todo el mundo lo venera, miles de personas le rezan. La mujer quería tener su propio buda. Era un buda pequeño pero era el suyo; y ella sólo adoraría a su buda.

Una vez se quedó en un templo que tenía diez mil estatuas del Buda, estaba lleno de budas. ¡Y había algunos colosales! Toda la montaña estaba esculpida con budas, pero ella seguía adorando al suyo. Entonces se le ocurrió una idea: ella solía quemar incienso, pero tú no puedes poseer el incienso; una vez que quemas el incienso, la fragancia se esparce, y la monja pensó que podría ir a otros budas -todo el lugar estaba lleno de budas, atestado-, de modo que fabricó una pequeña pipa, quizás un bambú hueco, la sujetó a la nariz de su buda personal y luego quemó el incienso ahí, para que el humo fuera a través del tubo a la nariz de su buda.

Y no te rías. Esto es lo que está sucediendo en todo el mundo. Esto es la estupidez humana. Es muy común, es casi universal.

Estaba muy contenta por haber encontrado la manera de que ningún otro buda compartiera su adoración, su plegaria. Por la mañana se despertó y comenzó a rezar a su pequeña estatua, pero cuando le quitó el tubo se echó a llorar porque la cara del Buda se había ennegrecido.

El maestro de ese templo, un maestro zen que había estado observando toda la estupidez, se rió ruidosamente. Le dijo: «¡Fíjate! No sólo tú te has sumido en la miseria sino que has arrastrado a tu buda contigo. ¡Has destruido a tu buda!».

En el momento en que posees destruyes. La posesión es destructiva. Dios no puede ser personal. De hecho, para conocerle, tendrás que desaparecer como persona. Y haces justo lo contrario: reduces a Dios, lo impersonal, a una persona. En vez de disolverte y convertirte en impersonal, reduces a tu Dios a tu estatus. Éstas son las dos formas: una es volverte como Dios, impersonal; entonces hay un encuentro. La otra es reducir a Dios a una persona, hacer un ídolo de él, darle una cara, una forma, un nombre. Entonces él es como tú, y hay la posibilidad de tener un diálogo.

Tu personalidad es falsa. No eres realmente una persona. Tu identidad como persona es sólo una ilusión. Cuanto más profundo entres en tu interior, más encontrarás lo universal. Tú eres todo el universo, igual que cada ola es todo el océano. Si te metes profundamente en la ola te encontrarás con el océano, no con la ola. Es exactamente el mismo caso con cada persona: una persona es sólo una ola. Dios te está modelando a ti de una forma, me está modelando a mí de otra forma, está modelando incluso de otro modo en otras formas. Todas las formas son suyas. Ve detrás de la forma, ve más profundo, descorre la cortina y encontrarás una existencia impersonal.

La manera correcta de dialogar con Dios es abandonar tu personalidad. La manera equivocada es no sólo no abandonar tu personalidad, sino crear una personalidad alrededor de Dios. Esto es adorar un ídolo: haz de Dios un Rama, un Krishna, un Cristo, un Buda, después relaciónate con Rama, con Krishna, con Cristo. Lo que ocurre en el nombre de Dios no tiene nada que ver con Dios, y lo que ocurre en el nombre de la religión no tiene nada que ver con la religión. Sólo hay una religión, y es el arte de desaparecer como persona para que puedas comulgar, hacerte uno con la fuerza impersonal, la energía impersonal, la existencia impersonal.

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