sábado, 26 de noviembre de 2016

LO OBJETIVO, LO SUBJETIVO Y EL AMOR

Por naturaleza somos capaces de ver el mundo objetivo. Pero esto es solamente el comienzo del viaje. Muchos se han detenido ahí creyendo que han llegado. Desde luego, no han llegado, por eso son desgraciados.

Más allá de lo objetivo está la abertura a otro mundo, el mundo de la subjetividad. Lo objetivo es el mundo de las cosas, de los objetos; lo objetivo es el mundo de la ciencia, de las matemáticas, de la física, de la química. Lo objetivo es muy claro porque por naturaleza, hemos nacido perfectamente capaces de ver lo objetivo.

Lo subjetivo ha de ser explorado; nadie nace con una visión de lo subjetivo. Lo subjetivo ha de ser explorado, uno ha de aprender lo que es; uno ha de probarlo poco a poco y ha de entrar en ello poco a poco. El mundo de la música, de la poesía, del arte, el mundo de la creatividad, es el mundo de lo subjetivo. El hombre que empieza a moverse hacia adentro se va volviendo más poético, más estético. Posee un diferente aroma a su alrededor, un aura distinta. El científico vive con cosas; el poeta vive con personas. El científico es consciente de quién es; simplemente es consciente de lo que le rodea. Puede que sepa de la Luna y de Marte y de las estrellas lejanas, muy lejanas, pero es completamente ajeno a su propio. Interior. En realidad, cuanto más se ocupa de lo lejano, más se olvida de sí mismo. Permanece casi en una especie de sueño sobre sí mismo.

El poeta, el pintor, el bailarín, el músico, están cerca de casa. Viven en lo subjetivo; saben que son personas. Y cuando sabes que eres una persona, de repente eres capaz de mirar en las demás personas. Para un poeta, incluso un árbol es una persona, incluso los animales son personas; para un científico, un hombre o una mujer no son más que objetos. Un científico considera al hombre como si fuera un objeto. Y si no es consciente de su propio interior, ¿cómo va a ser consciente del interior de los demás?

Cuando empleo la palabra «persona» quiero decir que hay un «interior» que no es observable mediante la observación exterior, mediante el análisis, mediante la disección. Una roca existe, no posee interior; puedes partirla y lo verás todo. Si rompes una roca, no cambia nada, no se destruye nada, Incluso. Reduciéndola a trocitos es la misma roca. Pero si «rompes» una persona, de inmediato algo de un tremendo valor desaparece. Te quedas con un cuerpo sin vida, y el cuerpo sin vida no es la persona. La roca en pedazos es todavía la misma roca, pera la persona no es ya la misma persona. En realidad, la persona «rota» no es, en absoluto una persona. En la mesa de operaciones de un cirujano dejas de ser una persona. Solamente cuando un poeta te toca y sostiene tu mano, te haces persona.

Por eso la gente anhela el amor. La razón de este anhelo de amor no es otro que éste: te gustaría que alguien se diera cuenta de que eres una persona, no una cosa.

Vas al dentista. El no se preocupa por ti, simplemente está interesado en tus dientes. Incluso si voy al dentista... le estoy viendo. ¡Qué milagro! No se interesa por mí, simplemente observa mi dentadura. Yo estoy allí, sentado en la silla, y él es totalmente ignorante de mi presencia. Hay un gran espacio disponible en su habitación, pero ni me mirará; eso no le interesa. Solamente le interesan los dientes, solamente está interesado en su propia técnica. Su conocimiento del mundo objetivo es su único conocimiento.

La gente suspira por el amor porque solamente el amor hará de ti una persona, solamente el amor puede revelarte tu propio interior, solamente el amor puede hacerte sentir que tú no eres únicamente eso que se ve desde el exterior. Eres algo más, eres algo totalmente distinto a eso que aparentas ser. El reflejo en el espejo no es tu totalidad; el reflejo en el espejo es solamente el reflejo de tu exterior, no de tus profundidades. No dice nada de tu interior.

Cuando te acercas a un científico o a una persona que está absolutamente absorbida con la dimensión objetiva, te observa como si solamente fueras el reflejo en el espejo. No te mira a ti; mira a tu alrededor. Su acercamiento no es directo, su acercamiento no es íntimo y tú sientes que hay algo que falta. Te está maltratando porque no está aceptando tu personalidad. Te está tratando como si fueras una cosa. Hace sus cosas, pero no te llega a ti en absoluto. Para él permaneces siendo algo casi inexistencial!.

Y a menos que alguien te toque con amor, te mire con amor, tu propio interior permanecerá sin ser reconocido, sin ser colmado. Eso es lo que es la necesidad de ser necesitado.

La subjetiva es la dimensión, la dimensión interior, de la poesía, de la canción, de la danza, del arte. Es mejor que la dimensión científica porque es más profunda. Es mejor que la dimensión objetiva porque está más cercana a tu hogar. Pero todavía no es la dimensión de la religión; recuérdalo. Hay mucha gente cuya mente está obsesionada con lo objetivo; cuando piensan en Dios, Dios se convierte en un objeto. Entonces Dios es algo exterior. Pregúntale a un cristiano dónde está Dios y él mirará hacia arriba, hacia algún lugar en el cielo; en el exterior. Cuando le preguntas a alguien que dónde está Dios y él mira hacia alguna otra parte distinta de su propio interior, entonces él pertenece a la dimensión no-religiosa: La gente pregunta, «¿Qué prueba tenemos de Dios?» Las pruebas son necesarias solamente para las cosas. Dios no necesita pruebas. Si yo te amo, ¿cuál es la prueba de ello? Para la poesía no existen las pruebas; para la química sí. Pero la poesía existe. Y un mundo sin química no sería mucho peor, pero un mundo sin poesía dejaría de ser humano.¬

La poesía aporta significado a la vida; lo que no es sustentado con pruebas aporta significado a la vida. Lo que ha sido probado, a lo sumo, te hace sentirte más cómodo. Dios no es un objeto y no puede ser demostrado. Dios es más como la música. Existe, ciertamente existe, pero no hay forma de aprehenderlo. No puedes tenerlo en tu puño, no puedes encerrado en tu cámara de los tesoros; no hay forma.

El amor existe, pero no puedes poseerlo: Si tratas de poseerlo, entonces perteneces a la dimensión objetiva y estás matando al amor; por eso la posesividad es destructiva. Si posees una mujer, si dices, «Es mi esposa y la poseo», entonces deja de ser una persona. La has reducido a una cosa y ella nunca podrá perdonarte. Ninguna esposa ha sido capaz de perdonar a su marido; ningún marido ha sido nunca capaz de perdonar a su esposa, porque ambos se han reducido a objetos el uno al otro. Un marido es una cosa, una esposa es una cosa y cuando te conviertes en una cosa, entonces te vuelves repugnante, pierdes la libertad, pierdes tu espacio interior, pierdes la poesía, pierdes el romance, pierdes significado. Simplemente te conviertes en una cosa en el mundo de las cosas. Lo útil está ahí, pero ¿quién vive para lo útil? Lo útil nunca puede ser satisfactorio. Estás siendo utilizado, ¿cómo va a ser satisfactorio? Siempre que sientes que estás siendo utilizado, te sientes ofendido. Y deberías sentirte ofendido porque utilizar a alguien es un crimen y permitir que alguien te utilice también es un crimen. Es un crimen contra Dios.

Pero hay gente que también utiliza a Dios. Cuando vas y oras por algo, estás tratando de emplear a Dios. Desconoces lo que es la oración, desconoces lo que es el amor, desconoces lo que es la poesía, desconoces por completo lo que es el mundo subjetivo. Tus rezos, si ocultan alguna motivación, algún deseo, son repugnantes. Pero somos gente muy astuta; encontramos, descubrimos, caminos y medios.

Pero seguimos siendo los mismos. Cambiamos las formas, pero seguimos siendo los mismos.

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL CONOCIMIENTO

El conocimiento no es posible aquí donde estoy. Solamente queda el conocedor; lo conocido ha desaparecido. Solamente queda el continente, el contenido ha desaparecido. Para que exista el conocimiento se necesita realmente una gran división: el conocedor y lo conocido. Entre los dos, surge el conocimiento. Lo conocido es un requisito para que el conocimiento se dé.

El espacio en el que yo estoy, es absolutamente indiviso e indivisible. No es posible el conocimiento. Así que, para ser exactos, yo no sé nada.

Y me gustaría que tú también llegaras a esta inocente ignorancia, a este estado en que no sabes nada. Porque este estado de ausencia de conocimiento es el más alto estado de sabiduría; no de erudición, ¿oyes?, de sabiduría. Y esta sabiduría no posee contenidos. No es que sepas sobre algo; no hay nada que saber. Simplemente eres. Yo soy, pero no sé quién soy. Todas las identidades han desaparecido; solamente queda detrás un tremendo vacío.

Lo llamo vacío porque tú estás lleno de identidades, si no, sería una absoluta presencia, no una ausencia. Es la presencia de algo, que por su propia naturaleza es un misterio y no puede ser reducido a conocimiento.

Por eso no sé quién soy, pero estoy tremendamente satisfecho de no saberlo. Y todo aquél que ha llegado a la puerta del no-saber, se ha reído de toda la erudición y de toda la estupidez que gira en torno al conocimiento. La erudición, el conocimiento, es algo mediocre. Estar en el estado de ausencia de conocimiento es inteligencia, es consciencia. Y no es acumulativo. A cada momento que aparece, desaparece. No deja ninguna pista tras de sí, ninguna pista existencial. Uno sale de él, puro de nuevo, de nuevo inocente, de nuevo como un niño.

Por esto soy un niño a la orilla del tiempo, coleccionando conchas, piedrecillas de colores. Pero estoy tremendamente satisfecho. No sé quién soy porque yo no soy. Cuando digo que «yo no soy», quiero decir que ese «yo» ha dejado de tener importancia. Empleo la palabra, y obviamente he de usarla y no existe ningún impedimento para ello, pero ha dejado de tener importancia para mi mundo interior. Contigo aún es de utilidad, pero cuando estoy solo, no soy. Cuando estoy contigo, entonces se ha de emplear esa palabra, «yo», como truco para comunicamos, pero cuando estoy solo, «yo» no existo. La soledad está presente, la cualidad de «ser» está presente, pero el «yo» no está ahí. Por eso, ¿quién debería saber? ¿Y qué?

Antes te dije que el contenido había desaparecido, ahora quisiera decirte pues cuanto más dispuesto y receptivo te encuentras, más cosas puedo decirte, que el continente también ha desaparecido. El continente solamente es signifi¬cativo en función del contenido; sin el contenido ¿qué significado tiene el continente? Ambos, el contenido y el continente, ya no están ahí. Hay algo, algo tremendo, verdaderamente hay algo, pero no es posible nombrarlo. Sumido en el amor, lo llamas «Bhagwan» y con un profundo respeto yo también lo llamo «Bhagwan».

«Bhagwan». La palabra «Bhagwan» es muy bella. La palabra inglesa «Dios», no es tan bella. «Bhagwan» simplemente significa, «aquél que ha sido bendecido». Eso es todo. El bendecido. Y yo me declaro a mí mismo como «el que ha sido bendecido». Y lo declaro así solamente para que te llegue al corazón y te esfuerces por ello, de modo que mi presencia pueda crear un sueño en ti, de modo que mi presencia sea capaz de incitarte a viajar, de modo que mi presencia pueda crear un fuego en ti, un fuego que te abrasará y a través del cual vas realmente a renacer. Un fuego que va a destruirte, a aniquilarte totalmente, y aun así, a través de él surgirás absolutamente nuevo, sin identidad, sin nombre, sin forma.

Me he declarado a mí mismo «Bhagwan» porque me gustaría que también tú llegarás a este reconocimiento. Has olvidado el lenguaje. Ha de haber algo delante de ti que sea una realidad, que exista no como concepto, no como alguien de las escrituras. Krishna existe en el Gita, Cristo existe en la Biblia. Puede que hayan existido o puede que no hayan existido, nadie puede tener una certeza absoluta.

Yo estoy simplemente aquí, retándote. Si eres suficientemente valeroso como para abrirte a mí, de repente un brote empezará a salir de tu semilla, empezarás a crecer hacia una dimensión desconocida. Para hacer esta dimensión asequible a ti.

Pero solamente me puedo declarar «Bhagwan», porque «no soy». Solamente uno que «no es» puede llamarse a sí mismo «el que ha sido bendecido».

Si tú «eres», sigues sufriendo, tu mismo ser es tu aflicción. El infierno no está en ninguna otra parte; el infierno es el estado de confinamiento, el infierno es el estado de aflicción que se da cuando vives en el «yo». Vivir con el ego es vivir en el infierno.

¡Alégrate de que yo esté aquí! Si decides ser un discípulo, entonces solamente tú podrás comprender lo que estoy haciendo aquí, entonces solamente tú podrás comprender este loco juego, este juego locamente loco. Es un juego, de hecho es el juego supremo en la vida. Has jugado otros muchos juegos. Este es el último. Has jugado a ser amante, a ser amigo, a ser padre, a ser marido, a ser una esposa, una madre, un hermano, a ser rico, a ser pobre, a ser el líder, a ser un seguidor; has jugado todos los juegos. Y solamente aquellos que han jugado todos los juegos son capaces de jugar este juego, porque son lo suficientemente maduros cómo para jugarlo.

Este es el último juego. Después de este juego, no hay más juegos, se deja de jugar a juegos. Una vez has jugado correctamente el juego, el juego del Maestro-discípulo, poco a poco llegas a un punto donde desaparece todo jugar. Solamente quedas tú. Ahí no existe ni el Maestro ni el discípulo. Es solamente una estratagema.

Entre el Maestro y el discípulo, si se siguen adecuadamente las reglas del juego, surge la devoción. Esa es la fragancia, el río que fluye entre las dos orillas que son el Maestro y el discípulo. Por eso es que le es tan difícil a uno del exterior el comprenderlo. Pero a mí no me interesa en absoluto que uno ajeno lo comprenda; es un juego muy esotérico. Solamente es para los que están dentro, solamente es para los locos. Por eso es que no estoy interesado en contestar a la gente que no son del círculo, porque no entenderían. No tienen esa actitud del «ser» en la cual la comprensión se hace posible.

Simplemente observa. Si dos jugadores de ajedrez están jugando y tú desconoces lo que es jugar al ajedrez y empiezas a plantear preguntas, simplemente te dirán, «¡Cállate! Primero aprende a jugar, Es un juego complicado».

iY el ajedrez no es nada comparado con esta locura de juego! Tu vida al completo, tus emociones, tus sentimientos, tu intelecto, tu cuerpo, tu mente, tu alma, todo se halla implicado, todo está en juego. Es la última aventura.

Por eso, solamente aquellos que están dentro pueden entenderlo; los del exterior siempre se sentirán incómodos con ello. Desconocen el lenguaje.

No estoy aquí para jugar al juego del sacerdote, no estoy aquí para jugar al juego del profeta. De hecho, el profeta no es más que el político disfrazado. El lenguaje del profeta es el lenguaje del político, aunque sea, desde luego, en nombre de la religión. El profeta es revolucionario, desea cambiar al mundo, al mundo entero, según el deseo de su corazón. Yo no tengo planes para cambiar al mundo. Está perfectamente bien tal y como ésta. Y va a seguir tal y como es. Todos los profetas han fallado. Ese juego, está condenado a ser un fracaso.

No soy un sacerdote porque no pertenezco a religión alguna; simplemente pertenezco a la religión tal cual es. No soy un judío, no soy un hindú, no soy un cristiano, no soy un musulmán, no soy un jaino, no pertenezco a ninguna religión. Por eso no soy un sacerdote, no soy un predicador. Sencillamente amo la pura religión.

sábado, 12 de noviembre de 2016

EL SOÑAR

El desear es soñar y el soñar te aleja de ti mismo. Esa es la naturaleza del sueño.

Puede que estés durmiendo en La India y sueñes que estás en Filadelfia. Por la mañana no te levantarás en Filadelfia; te despertarás en La India.

En sueños puedes ir adonde quieras. El soñar posee una tremenda libertad porque es irreal. En un sueño puedes estar en cualquier parte: en la Luna, en Marte,... puedes escoger cualquier planeta; es tu juego. En sueños puedes estar en cualquier parte; solamente hay un lugar en el que no puedes estar: el lugar en el que estás. Esto es lo primero que has de comprender sobre la naturaleza del soñar. Si estás donde estás, entonces el sueño no puede existir, porque no tiene sentido soñar; entonces soñar carece de significado. Si estás exactamente en el lugar en el que estás, y si eres exactamente el que eres, ¿cómo va a existir el sueño? El sueño solamente puede existir si te alejas de ti mismo. Puedes ser un pobre y soñar que eres un emperador. Puedes ser un hombre corriente y soñar que eres alguien extraordinario. Caminas por la tierra y sueñas que vuelas por el cielo. El soñar ha de ser una falsificación de la realidad; el sueño ha de ser algo más que la realidad.

Verdaderamente no existe el soñar, por eso aquellos que quieren conocer lo real han de dejar de soñar.

En la India hemos dividido la consciencia humana en cuatro niveles. Al primer nivel lo llamamos el estado común de vigilia. Ahora mismo estás en el estado normal de consciencia de vigilia. ¿Qué es una consciencia común de vigilia? Parece que estás despierto, pero no lo estás. Estás un poco despierto, pero es tan poca cosa que no significa nada.

Puedes caminar hacia tu casa, puedes reconocer a tu esposa o a tu marido, puedes conducir tu coche... ese poquito es suficiente para esas cosas. Te permite una cierta movilidad; eso es todo. Pero es una consciencia muy pequeña, que se agota con facilidad, que se pierde fácilmente. Si alguien te insulta, la pierdes, se agota. Si alguien te insulta, te enfadas. Dejas de ser consciente. Por eso tras un enfado la gente dice, «¿Por qué hice esto?-¿Cómo pude hacerla? ¿Cómo he podido hacerla? Sucedió muy a mi pesar». Sí, están en lo cierto. Sucedió a pesar tuyo porque perdiste tu consciencia. Al enfadarte, al encolerizarte, la gente es poseída. Hacen cosas que nunca harían si fueran un poquito conscientes. Son capaces de matar, de destruir; incluso pueden destruirse a sí mismos.

Al estado común de consciencia de vigilia se le llama «de vigilia» a título anecdótico. En lo profundo, el sueño prosigue. Solamente una puntita del iceberg está alerta; la mayor parte está enterrada en la oscuridad. Obsérvalo a veces. En cualquier lugar cierra los ojos y mira en tu interior; verás los sueños flotando como nubes que te rodean. Puedes sentarte en una silla, en cualquier momento del día, cerrar los ojos, relajarte y verás que de repente el soñar ha empezado. De hecho no ha empezado, continúa, del mismo modo que durante el día las estrellas desaparecen del Cielo. En realidad no desaparecen, están ahí, pero debido a la luz del sol no las ves. Si bajas a un pozo muy profundo, muy profundo y oscuro, desde el interior podrás mirar al cielo y reconocer algunas estrellas, aunque sea al mediodía. Las estrellas están allí; cuando llega la noche no reaparecen, siempre han estado allí, las veinticuatro horas del día. No van a ninguna parte; simplemente la luz del sol las oculta.

Exactamente el mismo caso ocurre con tu soñar. Está bajo la superficie; enterrado continúa. En la parte más alta hay algo de consciencia; debajo hay mil y un sueños. Cierra tus ojos a cualquier hora y te encontrarás soñando.

Por eso la gente se encuentra con grandes dificultades cuando empiezan a meditar. Vienen a mi y me dicen, «Es divertido, extraño. Nunca supusimos que hubiera tantos pensamientos». Nunca habían cerrado sus ojos, nunca se habían sentado en una postura relajada, nunca habían ido hacia adentro para ver lo que allí sucedía porque estaban demasiado ocupados con el mundo exterior. Estaban demasiado atareados. Debido a este estar ocupados nunca se dieron cuenta de esta constante actividad interior. .

En la India, al estado de consciencia normal de vigilia se la llama el primer estado. El segundo estado es el del soñar. Cierras los ojos en cualquier momento y estás en él. Por la noche estás continuamente en él; casi continuamente. No tiene importancia el que te acuerdes o no te acuerdes por la mañana de lo soñado durante la noche. Sigues soñando. Hay, al menos, ocho ciclos de sueño durante la noche. Un ciclo dura unos quince, veinte minutos, luego surge una pausa; luego, de nuevo, otro ciclo y entonces otra pausa; luego, de nuevo, otro ciclo. Durante toda la noche estás continuamente soñando, soñando y soñando. Este es el segundo estado de consciencia.

Por lo general, todos los deseos existen en este segundo estado de consciencia, en el estado de sueño. El desear es un sueño y trabajar para un sueño es una pérdida de tiempo desde el mismo comienzo, porque un sueño nunca podrá ser real. Incluso si a veces sientes que se ha hecho casi realidad, nunca se hará real. Un sueño está, por naturaleza, vacío. No contiene substancia.

El tercer estado es el del sueño profundo. En él, todo sueño desaparece, pero también desaparece toda consciencia. Mientras estás despierto estás algo consciente, muy poco; cuando estás soñando, incluso ese poco desaparece. Pero aún así existe una minúscula consciencia; por eso eres capaz de recordar por la mañana que has soñado, que tuviste éste y este otro sueño. Pero en el sueño profundo, incluso eso desaparece. Es como si hubieras desaparecido por completo. Nada permanece. Y un vacío te rodea.

Esos son los tres estados corrientes. El cuarto estado es el de un Buda. Es casi como el estado de sueño sin sueños, pero con una diferencia. Y esa diferencia es enorme. Es tan calmado como el sueño profundo, como el sueño profundo sin sueños, pero es un estado de absoluta alerta, de absoluta consciencia. Krishna dice en su Gita que un verdadero yogui nunca duerme. Esto no quiere decir que un auténtico yogui esté durante toda la noche despierto en su habitación. Hay algunos estúpidos que sí hacen esto. Que un auténtico yogui nunca duerma quiere decir que mientras duerme, permanece consciente, alerta.

Ananda vivió con Buda durante cuarenta años. Un día le preguntó a Buda, «Hay una cosa que me sorprende mucho. Estoy intrigado. Tendrás que contestarme. Es pura curiosidad, pero no puedo contenerme más. Te he observado muchas veces cuando duermes por la noche, durante horas, y duermes de una forma que parece como si estuvieras despierto. ¡Duermes con tanta dignidad! ¡Tu cara, tu cuerpo, todo es tan bello! He observado a muchos otros mientras duermen y empiezan a murmurar, sus caras se vuelven feas, dejan de parecer hermosos...» Toda belleza ha de ser inducida, controlada, practicada. En el sueño profundo, desaparece. «y una cosa más,» dijo Ananda, «nunca cambias tu postura, siempre permaneces en la misma postura. Tu mano permanece en la misma posición en que la pusiste cuando te fuiste a dormir. Nunca la cambias. Parece que, en lo más profundo, te mantienes absolutamente alerta». Buda le contestó, «Estás en lo cierto. Esto ocurre cuando la meditación es perfecta».

Entonces la consciencia penetra tu ser tan profundamente que te mantienes consciente en los cuatro estados. Cuando estás consciente en los cuatro estados, el soñar desaparece por completo porque con una mente atenta el soñar no puede surgir y el normal estado de vigilia se convierte en un estado de vigilia extraordinario; eso que Gurdjieff llama «recuerdo de sí». Uno se recuerda a sí mismo siempre, en todo momento. No hay discontinuidad. El recordarse es un continuo. Entonces uno se convierte en un ser luminoso.

Y el sueño profundo está allí, pero entonces cambia por completo su cualidad. El cuerpo está dormido, pero el alma está despierta y alerta, atenta. Todo el cuerpo está en una oscuridad profunda, pero la lámpara de la consciencia arde con brillante luz.¬

sábado, 5 de noviembre de 2016

LA VERDADERA RELIGIÒN

Una anécdota.

El Sr. y la Sra. Goldberg habían hecho algunos ahorros para que su hijo mayor pudiera ir al Instituto. Por fin reunieron el dinero y decidieron enviarlo a un internado refinado y culto del este. Le vieron partir en el tren y con los ojos llenos de lágrimas se despidieron.

Al cabo de unos meses él volvió a casa durante las vacaciones de Navidad. Sus padres estaban sumamente felices por tener de nuevo a su hijo, Samy, con ellos. Su madre le dio la bienvenida con una «Samelah! ¡Qué alegría el verte!»

«Madre», le replicó el hijo, «deja ya de llamarme Samelah. Al fin y al cabo ya soy un hombre ahora y preferiría que me llamaras Samuel»

Ella se disculpó y le preguntó, «Espero que solamente comieras comidas kosher mientras estuviste lejos».

«Madre, vivimos en la edad moderna y es absurdo aferrarse a las viejas tradiciones. Me complací tomando todo tipo de comida y créeme, ¡sería mucho mejor si tú también lo hicieras»

“Bien, dime, ¿fuiste de tanto en tanto a la sinagoga a ofrecer una plegaria de gratitud?

El hijo le contesto, «¿Crees realmente que ir a la sinagoga, cuando te relacionas con un gran tanto por ciento de no judíos, es lo más adecuado qué puedes hacer? Honestamente, madre, no está bien por tu parte pedirme que haga esto»

En este momento la Sra. Goldberg, controlando su enfado, se encaró a su hijo y le dijo, «Dime Samuel, ¿estás aún circuncidado?»

No me interesa si estás o no estás circuncidado. No me interesa si eres un judío, un hindú, un cristiano o un musulmán. Para mí, ese tipo de cosas son pura estupidez. No te estoy enseñando ninguna religión. Todo mi esfuerzo, o todo mi juego aquí, es que te hagas consciente de la realidad tal cual es, es hacerte consciente del hecho, sin proporcionarte ninguna fantasía en torno a ello; el hacerte consciente de la verdad. Sin darte teoría alguna sobre ella. No soy un teòrico, no soy un teòlogo, de hecho, la teología ha acabado con Dios y el que haya tantas religiones ha creado tal confusión en la mente de la gente que, más que ayudar han sido un veneno y un mal. Más que ayudar a la gente a ser religiosa, han creado la mayor política en nombre de la religión.

En nombre de la religión se ha generado gran violencia, conflicto, odio.

Para mí, la religión simplemente significa la dimensión del amor. Estoy aquí para mostrarte la belleza de la vida, la grandiosidad que te rodea. Desde esa misma grandeza tendrás los primeros destellos de Dios.

Estoy aquí para seducirte y que te enamores de la vida, para ayudarte a que te vuelvas algo más poético, para ayudarte a morir para lo mundano y lo ordinario de forma que lo extraordinario explosione en tu vida. Pero solamente será posible si decides ser un discípulo.

El sanyas es un tremendo acuerdo, un pacto. Cuando te inicio en el sanyas, te estoy iniciando en el mundo de mi juego. Y si tù estás dispuesto a ir conmigo, hay unas enormes puertas esperando abrirse para ti. Pero esas puertas no son las de la mezquita, las de la iglesia, las del templo; esas puertas son las de la misma vida. La vida es el único templo de Dios y jugar con ella es la única plegaria.

Si decides ser un discípulo, puedo continuar y continuar, en el cuerpo y fuera del cuerpo, con la mente y sin la mente, en la vida y en la muerte, en los confines de la vida y màs allà de la vida. Este juego es un juego eterno por eso lo llamo el juego supremo. Aquellos que decidieron jugar con Cristo, todavía estàn jugando, continùan con nuevos planes, con nuevos horizontes. Aquellos que decidieron jugar con Buda, estàn todavía jugando. El juego es tan hermoso, tan eterno que ¿quièn desea pararlo?

Puede que no estè aquí en el cuerpo, pero eso solamente serà una perdida para aquellos que no estèn cerca de mi, eso serà una perdida para aquellos que no fueron suficientemente valerosos como para estar conmigo.

Cuando haya dejado el cuerpo, eso no supondrà una perdida si tu realmente has sido un discìpulo. El juego continuarà. Yo seguirè siendo accesible, tu seguiràs siendo accesible, es una cuestiòn del corazòn, es una cuestiòn de consciencia, y la consciencia no conoce el tiempo; la consciencia esta màs allà del tiempo, la consciencia es intemporal.

Si tù eres alguien que està dentro sabes que hay un comienzo para este juego, pero no un final. Has entrado en algo que va a durar para siempre.

Un juego ha de ser jugado, no explicado. Si lo explicas, pierde todo el encanto. Ven, participa, implícate en él.

Hay algunas cosas que no pueden ser explicadas; con la explicación misma, mueren. Por ejemplo, un chiste no puede ser explicado. Esa es la belleza del chiste: o lo entiendes o no lo entiendes. Si pides, «Por favor, explícamelo» no se puede explicar. Si alguien te lo explica, si se te hace perfectamente evidente, no surgirá risa alguna. La risa surge cuando, de repente, el chiste alumbra tu ser; cuando hay un salto, un salto cuántico, entonces surge la risa. Discurrías por un plano, la historia discutirìa en un determinado plano y entonces, repentinamente, un giro inesperado, que no podías imaginarte, sucede. Ese mismo giro, que no podías ni imaginarte que se diera, le otorga su belleza. Ese mismo giro es el que te golpea.

Ese mismo giro es el que libera la tensión que se estaba acumulando. El suspenso iba creciendo ¿Qué va a suceder?

¿Qué va a suceder? y todo era normal hasta que, de repente, la historia da un vuelco extraordinario. El impacto ha de ser un giro súbito. Entonces la tensión acumulada se relaja y empiezas a reír. La tensión es liberada, explota. Pero si alguien te lo explica, si disecciona el chiste de una forma lógica, si te lo explica todo y así lo comprendes, entonces la gracia desaparece. El chiste está para ser disfrutado, no entendido.

Este mundo al completo es una broma cósmica. Si tratas de comprenderlo, te lo perderás... por eso los filósofos siempre se lo pierden. Han estado tratando de resolverlo, han estado tratando de buscar pistas. No hay pistas. Es puro misterio. No hay llaves ni cerraduras. Es accesible si tú eres accesible. Pero una mente que anhela comprenderlo se pone tensa y se vuelve inasequible.

No trates de entender la vida. ¡Vívela! No trates de entender el amor. Enamórate. Entonces sabrás, y ese saber surgirá de tu ¬experiencia. Ese saber nunca destruirá el misterio; cuanto más sepas, más sabrás que hay mucho más que está ahí para ser conocido. La vida no es un problema. Considerarla como un problema es dar un paso equivocado. Es un misterio para ser vivido, amado, experimentado.

En realidad, la mente que anda siempre en busca de explicaciones, es una mente asustada. Debido a que tiene mucho miedo quiere que todo tenga una explicación. No puede sumergirse en nada si antes no le ha sido explicado. Con las explicaciones siente que el territorio le es familiar, que ahora conoce su geografía; que ahora puede desplazarse con un mapa y la guía de viaje y un esquema. Nunca se encuentra dispuesta a adentrarse en un territorio desconocido; no cartografiado, sin un mapa, sin una guía. Pero la vida es así. Y los mapas no son posibles porque la vida cambia y cambia. A cada momento es nueva. No hay nada viejo bajo el sol, te lo aseguro. Todo es nuevo. Hay un tremendo dinamismo, un movimiento absoluto. Solamente es permanente el cambio, solamente el cambio nunca cambia; todo lo demás va cambiando.

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