sábado, 25 de junio de 2022

LA MENTE Y LA MEDITACIÓN


Todo lo que la mente pueda hacer no puede ser meditación, es algo que está más allá de la mente, la mente es absolutamente impotente ahí. La mente no puede penetrar la meditación; donde acaba la mente empieza la meditación.

Es necesario recordar esto, porque en la vida, cualquier cosa que hagamos, la hacemos a través de la mente; cualquier cosa que logremos, la logramos a través de la mente. Y entonces, cuando nos volvemos hacia el interior, de nuevo empezamos a pensar en términos de técnicas, métodos, actos, porque toda la experiencia de la vida nos muestra que todo puede hacerse con la mente. Sí. Excepto la meditación, todo puede hacerse con la mente; todo se hace por medio de la mente excepto la meditación. Porque la meditación no es un logro, es ya así, es tu naturaleza. No tiene que lograrse; solo tiene que reconocerse, solo tiene que recordarse. Está ahí, esperando por ti,solo volverse hacia adentro y está disponible. La has elevado contigo siempre.

La meditación es tu naturaleza intrínseca, es tú, es tu ser, no tiene nada que ver con tus actos. No puedes tenerla, no puedes no tenerla, no puede ser poseída. No es una cosa. Es tú. Es tu ser.

Una vez que entiendes lo que es la meditación, las cosas se vuelven muy claras. De lo contrario, puedes seguir andando a tientas en la oscuridad.

La meditación es un estado de claridad, no un estado mental. La mente es confusión. La mente nunca es clara. No puede serlo. Los pensamientos producen nubes a tu alrededor, son nubes sutiles. Producen una niebla y se pierde la claridad.

Cuando los pensamientos desaparecen, cuando ya no hay más nubes en torno a ti, cuando estás en tu simple ser, ocurre la claridad. Entonces, puedes ver a gran distancia; entonces, puedes ver hasta el mismo final de la existencia; entonces, tu mirada se vuelve penetrante, hasta e1 mismo centro del ser.

La meditación es claridad, absoluta claridad de visión. No puedes pensar en ella. Tienes que abandonar el pensamiento. Cuando digo: “Tienes que abandonar el pensamiento", no saques conclusiones apresuradas, porque tengo que utilizar el lenguaje. Así que digo: “Abandona el pensamiento”, pero si empiezas a abandonar, perderás el significado, porque de nuevo lo reducirás a un hacer.

"Abandona el pensamiento" significa sencillamente: no hagas nada. Siéntate. Deja que los pensamientos se serenen por mismos. Deja que la mente abandone por su cuenta. Tú solamente siéntate, mirando a la pared, en un rincón silencioso, sin hacer nada en absoluto. Relajado. Suelto. Sin esfuerzo. Sin ir a ningún lugar. Como si estuvieras quedándote dormido despierto; estás despierto y relajándote, pero todo tu cuerpo está quedándose dormido. Permaneces alerta dentro, pero todo el cuerpo se mueve hacia la relajación profunda.

Los pensamientos se apaciguan por su cuenta, no necesitas saltar en medio de ellos, no necesitas intentar ponerlos en orden. Es como si un arroyo se hubiera enfangado... qué haces? Saltas dentro y empiezas a ayudar a la corriente a volverse clara... La volverás más turbia. Simplemente te sientas a la orilla. Esperar. No se puede hacer nada. Porque cualquier cosa que hagas enturbiará más la corriente. Si alguien ha cruzado un arroyo y las hojas secas han salido a la superficie y se ha levantado fango, solo se necesita paciencia. Simplemente te sientas a la orilla.

Observa, con indiferencia. Y la corriente continua fluyendo, las hojas secas serán arrastradas y el barro empezará a asentarse porque no puede flotar por siempre.

Después de un tiempo, súbitamente, te darás cuenta: el arroyo es cristalino de nuevo.

Cada vez que un deseo cruza tu mente, la corriente se enturbia. Así que siéntate solamente. No trates de hacer nada. En Japón, a ese “solamente sentarse” se le denomina Hanna znzeii; sentarse solamente y no hacer nada. Y un día ocurre la meditación. No es que tú la traigas a ti, ella viene a ti. Y cuando viene, inmediatamente la reconoces; ha estado siempre ahí, pero tú no mirabas en la dirección correcta. El tesoro ha estado contigo, pero estabas ocupado en algún otro lugar: en los pensamientos, en los deseos, en mil y una cosas. No estabas interesado en la única cosa...y esa cosa era tu ser.

Cuando la energía se vuelve al interior súbitamente se alcanza la claridad. Entonces, puedes ver las nubes a miles de kilómetros de distancia y puedes oír la música antigua de los pinos. Entonces, todo está a tu disposición.

Hay que entender unas cuantas cosas respecto a la mente. Porque cuanto más entiendas el mecanismo de la mente, más posibilidades hay de que no interfieras. Cuanto mejor entiendas cómo funciona la mente, hay más posibilidades de que puedas sentarte en zazen, de que seas capaz de solamente sentarte, sentarte y no hacer nada; de que puedas permitir que la meditación ocurra. Es algo que ocurre.

Pero la comprensión de la mente será útil; de lo contrario, podrías seguir haciendo algo que ayude a la mente a continuar funcionando, algo que continúe dando cooperación a la mente.

Lo primero sobre la mente es que es un parloteo continuo. Estés hablando o no, sigue con la charla interior; estés despierto o dormido, la charla interior continúa como una corriente subterránea. Puede que estés haciendo algún trabajo, pero la charla interior continúa; vas manejando, o estás cavando un hueco en el jardín, pero la charla interior continúa.

La mente está hablando constantemente. Si la charla interior puede cesar aunque sea durante un momento, podrás tener un atisbo de la no-mente. De eso se trata la meditación. El estado de no-mente es el estado correcto. Es tu estado.

Pero cómo llegar a un intervalo donde la mente detenga el parloteo interior? Si lo intentas, de nuevo lo perderás. Pero no es necesario intentarlo. De hecho, el intervalo está ocurriendo continuamente; solo se necesita un poco de estado de alerta. Entre dos pensamientos hay un intervalo; incluso entre dos palabras hay un lapso. De lo contrario, las palabras se atropellarían; de lo contrario, los pensamientos se trasladarían. Y no lo hacen.

Cualquier cosa que digas... Dices: “Una rosa es una rosa es una rosa”. Entre dos palabras, hay un lapso; entre ‘una’ y ‘rosa’ hay un lapso, aunque sea muy pequeño, aunque sea invisible, aunque sea imperceptible. Pero el lapso está ahí; de lo contrario ‘una’ atropellaría a Rosa’. Solo un poco de actitud de alerta, solo un poco de atención y puedes ver el lapso: una- rosa-es-una-rosa-es-una-rosa. El lapso está ocurriendo continuamente; después de cada palabra, el lapso es recurrente.

Hay que cambiar el enfoque. Habitualmente, te fijas en las palabras, no en los lapsos. Te fijas enla”, te fijas en ‘rosa’, pero no te fijas en el espacio que hay entre las dos. Cambia tu atención. Has visto? Hay cuadros que se pueden mirar de dos formas: en uno de ellos, si miras de una manera, hay una anciana, pero si sigues mirando, de repente el cuadro cambia y puede verse una bella joven. Las mismas líneas producen ambas caras: la de una anciana y la de una joven. Si continúas mirando la cara joven, cambia de nuevo, porque la mente no puede permanecer constante en nada, es un flujo. Y si continúas mirando la cara vieja, volverá a cambiar a una cara joven.

Notarás una cosa: cuando ves la cara vieja, no puedes ver la cara joven, aunque sabes que está escondida en alguna parte; la has conocido, la has visto. Y cuando ves la cara joven, no se puede ver la cara vieja; desaparece, aunque sabes que está ahí.

No puedes ver las dos juntas. Son contradictorias. No pueden verse juntas. Cuando ves la figura, desaparece el fondo. La mente tiene una capacidad de conocer limitada; no puede conocer lo contradictorio. Por eso, no puede conocer a Dios, Dios es contradictorio; por eso, no puede conocer el centro más íntimo de tu ser, es contradictorio, incluye todas las contradicciones, es paradójico.

La mente solo puede ver una cosa a la vez, y lo contrario no es posible al mismo tiempo. Cuando ves lo contrario, lo primero desaparece. La mente se mantiene fijándose en las palabras, así que no puede ver los silencios que van después de cada palabra. Cambia de foco. Simplemente siéntate en silencio. Empieza a fijarte en los espacios. No con esfuerzo, no hay necesidad de tensionarse. Relajado, fresco de una forma juguetona, solo como diversión. No hay necesidad de ser religioso respecto a ello; de lo contrario te vuelves serio, y una vez que te vuelves serio, es muy difícil pasar de las palabras a las no-palabras. Es muy fácil si permaneces suelto, fluyendo, no serio, juguetón, como si fuera solo diversión.

sábado, 18 de junio de 2022

EL SILENCIO DEL SER


Millones de personas se pierden la meditación porque la meditación ha adquirido una connotación errónea. Parece muy seria, parece sombría, tiene algo de la iglesia, parece como si fuera solo para personas que están muertas, o casi muertas, que son lúgubres, serias, de cara larga, que han perdido el aire festivo, la diversión, el carácter juguetón, la celebración. Estas son las cualidades de la meditación. Una persona realmente meditativa es juguetona: para ella la vida es diversión, la vida es bella, un juego. La disfruta tremendamente. No es serio. Es relajado.


Siéntate en silencio, relajado, suelto, y simplemente permite que tu atención fluya hacia los lapsos, deslízate de los bordes de las palabras a los intervalos. Deja que los intervalos se vuelvan más prominentes y permite que las palabras se desvanezcan. Es como si estás mirando a un pizarrón y yo pongo un puntito blanco en él: puedes ver el punto, entonces el pizarrón se va lejos, o puedes ver el pizarrón, entonces el punto se vuelve secundario, un fenómeno en la sombra. Puedes continuar cambiando la atención entre la figura y el fondo.


Las palabras son figuras; el silencio es el fondo. Las palabras vienen y van; el silencio permanece. Cuando naciste, naciste como un silencio, solo intervalos e intervalos, lapsos y lapsos. Viniste con infinito vacío, trajiste a la vida contigo vacío sin límites; después, empezaste a coleccionar palabras.


Por eso, si retrocedes en la memoria, si tratas de recordar, no puedes ir más atrás de la edad de cuatro años. Porque antes de los cuatro años, estabas casi vacío; las palabras empezaron a reunirse en tu memoria desde la edad de cuatro años. La memoria puede funcionar solo cuando funcionan las palabras, el vacío no deja huella en ti.


Por eso, cuando retrocedes y tratas de recordar, puedes recordar, como mucho, los cuatro años de edad. O, si eras muy inteligente, entonces tu recuerdo puede retroceder a los tres años de edad. Pero llega un punto en el que súbitamente no hay recuerdo. Hasta ese momento eras un vacío: puro, virgen, no corrompido por las palabras. Eras puro cielo. El día que mueras, de nuevo, tus palabras caerán y se esparcirán; te trasladarás a otro mundo o a otra vida de nuevo con tu vacío.


El vacío es tu mismo ser.


He oído decir que Shankara acostumbraba a contar la siguiente historia sobre un pupilo que preguntaba continuamente a su Maestro sobre la naturaleza del ser esencial. Cada vez que surgía la pregunta, el Maestro se hacía el sordo, hasta que finalmente se volvió a su pupilo un día y dijo: “Te lo estoy enseñando, pero no me sigues. El ser es el silencio”.


Mente significa palabras, ser significa silencio. La mente no es nada más que todas las palabras que has acumulado; el silencio es aquello que siempre ha estado contigo, no es una acumulación. Ese es el significado del ser. Es tu cualidad intrínseca. Sobre el fondo del silencio vas acumulando palabras, y las palabras en total se conocen como la mente. El silencio es meditación. Es una cuestión de cambiar el enfoque, de mover la atención desde las palabras hacia el silencio, que está siempre ahí.


Cada palabra es como un precipicio: puedes dar un salto al valle del silencio. Desde cada palabra puedes deslizarte al silencio. . . esa es la utilidad de un mantra. Mantra significa repetir una sola palabra una vez y otra y otra. Cuando repites una sola palabra una vez y otra y otra, te aburres de esa palabra, porque se pierde la novedad. Te hartas de esa palabra, quieres deshacerte de esa palabra. El aburrimiento ayuda. Te ayuda a deshacerte de la palabra; ahora puedes caer más fácilmente en el silencio.


El silencio está siempre ahí en la esquina. Si continúas repitiendo ram, ram, ram... durante cuánto tiempo puedes repetirlo? Más pronto o más tarde te hartas, te aburres. El uso de un mantra puede producir tal aburrimiento que quieres deshacerte de él, porque entonces no hay otra vía que caer en el silencio. Deja atrás la palabra y muévete hacia el intervalo; usa la palabra como trampolín y salta al abismo.


Si las palabras cambian —ordinariamente cambian, por supuesto—, tú nunca te hartas. Una palabra nueva es siempre atractiva; un sueño nuevo, un deseo nuevo, siempre son atractivos. Pero si puedes ver que la mente está sencillamente repitiendo lo mismo una y otra vez, o bien te quedas dormido o saltas al silencio, esas son las dos posibilidades. Y sé que la mayoría de personas que recitan mantras se quedan dormidas. Esa es también una posibilidad que hemos conocido durante siglos. Las madres lo saben bien. Cuando un niño no se queda dormido, dicen un mantra, ellas lo llaman una canción de cuna. Repiten dos o tres palabras en tono monótono y el niño empieza a sentir sueño. Sigue repitiendo y el niño se aburre, y no puede escapar, no puede ir a ninguna parte, así que el único escape es el sueño. Dice: !sigue repitiendo! !Yo me voy a dormir!”, y se queda dormido.


Muchos recitadores de mantras se quedan dormidos; de ahí el uso de la Meditación Trascendental para las personas que padecen de insomnio; de ahí su atractivo en Estados Unidos. El insomnio se ha convertido en algo normal. Cuanto más insomnio haya, mayor será el atractivo de Maharishi Mahesh Yogi, porque la gente necesita tranquilizantes. Un mantra es un tranquilizante perfecto, pero ese no es su uso real. No hay nada malo en ello, si te da un buen dormir, bueno, pero ese no es su uso real. Es como si utilizaras un aeroplano como una carreta de bueyes. Puedes utilizarlo. Puedes poner el aeroplano detrás de los bueyes y utilizarlo como carreta, no hay nada de malo en ello, servirá para un pequeño propósito, pero no es su uso. Podrías volar muy alto con él.


Un mantra tiene que usarse con la consciencia plena de que es para producir aburrimiento y tienes que recordar no quedarte dormido. De lo contrario, te pierdes su sentido. No te duermas. Continúa repitiendo el mantra y no te permitas quedarte dormido. Entonces, es mejor que lo repitas de pie, o repítelo caminando, para que no te quedes dormido.


Uno de los grandes discípulos de Gurdieff, P.D. Ouspensky, se estaba muriendo. Los médicos le dijeron que descansara, pero él no quiso hacerlo; en lugar de ello, continuó caminando toda la noche. Pensaban que se había vuelto loco. Se estaba muriendo, su energía estaba desapareciendo, qué estaba haciendo? Ese era el momento de descansar; moriría más pronto si continuaba caminando. Pero él no se detenía.


Alguien preguntó: Qué está usted haciendo?”.


Él dijo: “Me gustaría morir alerta, despierto. No quiero morir dormido, me perdería la belleza de la muerte”. Y murió caminando. Esa es la forma de hacer un mantra. Camina.


Si vas a Bodhgaya, donde Buda alcanzó la iluminación, cerca del árbol de bodi, encontrarás un pequeño sendero. En ese sendero caminaba Buda continuamente. Meditaba durante una hora bajo el árbol y después caminaba durante una hora.


Cuando sus discípulos preguntaban por qué, él decía:


“Porque si me siento demasiado bajo el árbol, entonces empieza a llegar la somnolencia”.


En el momento en que empieza a llegar la somnolencia, uno tiene que caminar, porque de lo contrario cae en el sueño y todo el mantra se habrá perdido. El mantra es para producir aburrimiento, al mantra es para producir un hastío, de forma que puedas saltar al abismo. Si se cae en el sueño, entonces se pierde uno el abismo.


Todas las meditaciones budistas se alternan. Las haces sentado, pero cuando sientes que la somnolencia se presenta, entonces te levantas y empiezas a hacerlas caminando. Entonces, en el momento en que veas que la somnolencia ha desaparecido, siéntate de nuevo, haz la meditación de nuevo. Si continúas haciendo esto, llega un momento en el que súbitamente sales de las palabras, como una serpiente que sale de su vieja piel. Y ocurre muy naturalmente. No hay esfuerzo en ello.

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