sábado, 29 de enero de 2011
LA INOCENCIA
La inocencia es coraje y claridad, ambas cosas. Si eres inocente no necesitas tener coraje. Tampoco necesitas tener claridad, porque no hay nada tan claro y tan transparente como la inocencia. La cuestión es cómo proteger nuestra propia inocencia.
La inocencia no es algo que tengas que alcanzar. No es algo que tengas que aprender. No es un talento: pintura, música, poesía, escultura. No es ninguna de estas cosas. Es más parecido a la respiración, es algo con lo que naces.
La inocencia es la naturaleza de todo el mundo. Todo el mundo es inocente al nacer.
¿Cómo puedes nacer y no ser inocente? El nacimiento significa que entras en el mundo como una tabla rasa, no hay nada escrito. Sólo tienes futuro, no tienes pasado. Ése es el significado de inocencia. Primero intenta comprender todos los significados de inocencia.
El primero es: no hay pasado, sólo hay futuro.
El pasado te corrompe porque provoca memorias, experiencias, expectativas. Las cuales, combinadas entre sí, te vuelven listo pero no claro. Te vuelven astuto, pero no inteligente. Pueden ayudarte a triunfar en el mundo, pero en el fondo de tu ser, serás un fracasado. Todo el éxito en el mundo no se puede comparar con el fracaso que tendrás que enfrentar finalmente, porque al final sólo te quedas con tu ser interno. Se pierde todo: tu gloria, tu poder, tu nombre, tu fama... empiezan a desaparecer como si fuesen sombras.
Al final sólo te queda con lo que tenías al principio. Sólo te puedes llevar de este mundo lo que trajiste, nada más.
En India, la sabiduría popular dice que el mundo es como la sala de espera de una estación; no es tu casa. No te vas a quedar en la sala de espera para siempre. Ninguna de las cosas que hay en la sala de espera te pertenecen: los muebles, los cuadros de las paredes... Los usas —miras los cuadros, te sientas en la silla, descansas en la cama— pero nada te pertenece. Sólo te quedas unos minutos, o como mucho, unas horas, y después te irás.
El mundo es sin duda una sala de espera. Tal vez la espera no sea en segundos, en minutos, en horas, en días, quizá sea en años; pero ¿qué diferencia hay entre estar esperando siete horas o setenta años?
¿Qué puedes obtener en este mundo? ¿Qué puedes llevarte contigo? ¿Tu nombre, tu prestigio, tu respetabilidad? ¿Tu dinero, tu poder... qué? ¿Tu erudición? No puedes llevarte nada. Tendrás que dejarlo todo aquí. Y en ese momento comprenderás que todo lo que poseías no era tuyo; la misma idea de posesión es errónea. Las posesiones te han corrompido.
Para aumentar tus posesiones —para tener más dinero, más poder, para conquistar más tierras— estabas haciendo cosas que ni tú puedes decir que están bien. Estabas mintiendo, no eras honrado. Tenías cientos de caras. No eras sincero con los demás o contigo mismo ni un solo instante; no podías serlo. Tenías que ser falso, mentir, Fingir, porque éstas son las cosas que te ayudan a triunfar en el mundo. La autenticidad no te va a ayudar. La honradez no te va a ayudar. La sinceridad no te va ayudar.
Sin posesiones, sin éxito, sin fama, ¿quién eres? No lo sabes. Eres tu nombre, eres tu fama, eres tu prestigio, eres tu poder. Pero, aparte de eso, ¿quién eres? Tus posesiones se han convertido en tu identidad. Te dan un sentido de identidad falso. Eso es el ego.
El ego no es algo misterioso, es un fenómeno muy sencillo. No sabes quién eres, y es imposible vivir sin saber quién eres. Si no sé quién soy, entonces ¿qué estoy haciendo aquí? Haga lo que haga, dejará de tener sentido. Lo primero y primordial es saber quién soy. Después, tal vez pueda hacer algo de acuerdo con mi naturaleza, que me dé satisfacción, que me lleve a casa.
Pero si no sé quién soy y sigo haciendo cosas, ¿cómo puedo llegar a donde debería ir mi naturaleza, a donde ésta me conduce? He estado yendo de aquí para allá pero nunca podré decir: «He llegado, éste es el lugar que estaba buscando.»
No sabes quién eres, necesitas sustituirlo con otra identidad falsa. Tus posesiones te dan esa falsa identidad.
Llegas al mundo como un observador inocente. Todo el mundo llega de la misma manera, con conciencia de la misma calidad. Pero empiezas a tratar con el mundo de los adultos. Ellos te pueden dar muchas cosas; tú sólo tienes una cosa para dar, y es tu integridad, tu amor propio. No tienes muchas cosas, sólo una, puedes llamarlo como quieras: inocencia, inteligencia, autenticidad. Sólo tienes una cosa.
Naturalmente, al niño le interesa mucho todo lo que ve. Quiere tener esto y aquello; es parte de la naturaleza humana. Si te fijas en un niño pequeño, incluso en un recién nacido, verás que sus manos están buscando a ciegas; intentan encontrar algo. Ha empezado su viaje…
sábado, 22 de enero de 2011
LA CONFIANZA Y LA CREENCIA
Crees en Dios; si, de repente, quiebra tu empresa, aparecerá la incredulidad. Dirás: «No creo, no puedo creer en Dios.» Si crees en Dios y se muere tu hijo o tu amada, surgirá la incredulidad. Crees en Dios ¿y basta que se muera tu hijo o amada para destruir tu creencia? No tiene demasiado valor. La confianza no se puede destruir nunca, una vez que está ahí, no habrá nada que la pueda destruir. No la puede destruir nada, absolutamente nada.
Para investigar es preciso que haya confianza porque vas a adentrarte en lo desconocido. Es preciso que haya una enorme confianza y coraje, porque vas a alejarte de lo convencional y lo tradicional, vas a alejarte de la multitud. Vas a sumergirte en mar abierto sin saber si existe la otra orilla.
Una persona que tiene poca confianza dudará poco. La persona que no tiene confianza sólo finge que duda. No puede investigar en profundidad. La profundidad llega con la confianza, y hay que tomar algún riesgo.
Imagínatelo: ¿cómo puedes confiar en nada o en nadie si no confías en ti mismo? Es imposible. Si dudas de ti, ¿cómo vas a confiar? Tú eres el que tiene que confiar, pero si no confías en ti, ¿cómo vas a confiar en la confianza' Es absolutamente necesario que el corazón se abra antes de que el Intelecto se transforme en inteligencia. Ésta es la diferencia entre intelecto e inteligencia.
En manos del corazón, el intelecto se vuelve inteligente. Es una transformación, una transformación absoluta de energía. Ahora la persona no se vuelve intelectual, simplemente se vuelve sabia.
sábado, 15 de enero de 2011
EL CAMINO DE LA INTELIGENCIA
La persona que está lista para salir a explorar lo que se llama verdad, también tiene que estar lista para cometer muchos errores, equivocaciones, tiene que ser capaz de arriesgar. Puedes perderte, pero es la forma de llegar. Al perderte muchas veces, aprendes a no perderte. Al cometer muchos errores aprendes lo que es un error, y cómo no cometerlo. Sabiendo lo que es un error, te vas acercando más a la verdad. Es una exploración individual; no puedes depender de las conclusiones de los demás.
Tú has nacido como no—mente. Permite que esto cale dentro tu corazón todo lo posible, porque de este modo, se abrirá una puerta. Si has nacido como no—mente, significa que la mente es producto de la sociedad. No es natural, es cultivada. Te lo han ido amontonando encima. En el fondo sigues siendo libre, puedes salirte de ahí. No puedes salirte de la naturaleza, pero siempre que lo decidas puedes salirte de lo artificial.
La existencia precede al pensamiento. De modo que la existencia no es un estado mental, es un estado ulterior. La manera de conocer lo fundamental es ser, no pensar. Ciencia quiere decir pensar, filosofía quiere decir pensar, teología quiere decir pensar. Religiosidad no quiere decir pensar. La perspectiva religiosa es una perspectiva de no—pensamiento. Es más íntima, te acerca más a la realidad. Hace que caiga todo lo que te obstaculiza, te desbloquea; empiezas a fluir en la vida. No piensas que estás separado, mirando. No crees que eres un observador, al margen, distante. Te encuentras, te mezclas y te fundes con la realidad.
Pero hay otra forma de saber. No se puede llamar «conocimiento». Es más parecida al amor y menos parecida al conocimiento. Es tan íntima que la palabra «conocimiento» no es suficiente para expresarla. Es más adecuada la palabra «amor», más expresiva.
La religiosidad y la ciencia son dos perspectivas de la realidad. La ciencia aborda la realidad a través de lo secundario; la religiosidad va directamente. La ciencia tiene una perspectiva indirecta; la ciencia tiene una perspectiva inmediata. La ciencia da vueltas y vueltas; la religiosidad simplemente penetra el corazón de la realidad.
La verdad es una experiencia, no una creencia. La verdad nunca se conoce estudiándola; hay que encontrar la verdad, hay que hacerle frente. Quien estudia el amor es como quien estudia el Himalaya viendo un mapa de las montañas. ¡El mapa no es la montaña! Si te obsesionas demasiado con el mapa, no verás la montaña. Si te obsesionas demasiado con el mapa, puedes tener la montaña delante de ti, pero seguirás sin ser capaz de verla.
Y es así. La montaña está delante de ti, pero tus ojos están llenos de mapas, mapas de la montaña, mapas de esa misma montaña hechos por diversos exploradores. Unos han escalado la montaña por la cara Norte, otros por el Este. Han hecho distintos mapas: el Corán, la Biblia, el Gita... diferentes mapas de la misma verdad. Pero tú estás tan lleno de mapas, tan agobiado por su peso que no puedes moverte ni un centímetro. No puedes ver que la montaña está delante de ti, las cumbres de nieve inmaculada brillando como el oro bajo el sol de la mañana. No tienes ojos para verlo.
El ojo que tiene prejuicios está ciego, el corazón lleno de conclusiones está muerto. Demasiadas suposiciones a priori y tu inteligencia empezará a perder rapidez, belleza, intensidad. Se enturbia. muy frío, frío, absolutamente indiferente. Y la indiferencia mata el misterio.
Si realmente quieres tener la experiencia de lo misterioso, tendrás que abrir una nueva puerta en tu ser. No estoy diciendo que dejes de ser científico, sólo estoy diciendo que la ciencia puede convertirse en una actividad periférica para ti. Cuando estás en el laboratorio sé un científico, pero cuando salgas del laboratorio, olvídate de la ciencia. Escucha los pájaros, ¡y no de una forma científica! Mira las flores, y no de una forma científica, porque cuando miras una rosa de una forma científica, estás mirando otra cosa completamente distinta. No es la misma rosa que experimenta el poeta.
La experiencia no depende del objeto, la experiencia depende del experimentador, de la capacidad de experimentación.
La inteligencia obtusa es lo que se denomina intelecto. Los así llamados intelectuales no son realmente inteligentes, sólo son intelectuales. El intelecto es un cadáver. Puedes decorarlo, puedes decorarlo con grandes perlas, diamantes, esmeraldas, pero un cadáver sigue siendo un cadáver.
Estar vivo es una cuestión completamente distinta.
Si quieres experimentar lo misterioso tendrás que entrar por otra puerta, desde otra dimensión completamente distinta. La dimensión de la mente es la dimensión de la ciencia, y la dimensión de la meditación es la dimensión de lo milagroso, lo misterioso.
Cuando empieza a haber una unidad tan profunda en muchos aspectos de tu vida, cuando los que están a tu alrededor empiezan a tener grandiosas experiencias de desaparición, de ausencia de ego, de inexistencia... cuando la flor está ahí pero tú no estás, cuando el arco iris está ahí pero tú no estás... cuando las nubes están vagando por el cielo en el interior y el exterior, y tú no estás... cuando hay un silencio absoluto en lo que a ti respecta; cuando dentro de ti no hay nadie, sólo puro silencio, silencio inmaculado, imperturbable, sin alterarse por el razonamiento, el pensamiento, la emoción, el sentimiento..., este es el momento de meditación.
La mente ha desaparecido, y cuando desaparece la mente aparece el misterio.
sábado, 8 de enero de 2011
PENSAR POR NOSOTROS MISMOS?
Entonces tu problema no consiste en porqué tenemos tal resistencia a pensar por nosotros mismos. No puedes pensar por ti mismo porque la visión del bien no forma parte de la mente. Y solo conoces la mente. Por eso es el problema. Puesto que solo conoces lo que genera la mente, no tienes claridad. Tienes centenares de pensamientos circulando continuamente en tu mente. Tienes como hora punta todas las 24 horas del día; son una multitud de pensamientos, las nubes pasan tan rápido que estás completamente oculto detrás de ellas. Tus ojos son casi ciegos. Tu sensibilidad interior está completamente tapada con tus pensamientos.
Por medio de la mente nunca podrás llega a saber realmente qué es bueno y qué es malo, tienes que depender de los demás. Esa dependencia es absolutamente natural puesto que la mente es un fenómeno dependiente. Depende de los demás, todo el conocimiento que tienes es adquirido de los demás.
Todo lo que sabe tu mente viene ya sea de tus padres, maestros, profesores, sacerdotes o de la sociedad en general. Observa bien y verás que no puedes encontrar casi una sola idea que sea tuya, que sea original. Todo es adquirido, la mente vive del conocimiento prestado. En cada situación busca a alguien que la guíe. Toda tu vida está guiada por los demás. Desde el principio, tus padres te dicen que está bien o qué está mal. Después tus maestros o profesores, luego los sacerdotes, después los vecinos… no es que ellos lo sepan, pues ellos también lo tomaron prestado de otras personas.
Ese tomar prestado has sucedido siglos tras siglos, generación tras generación. Toda enfermedad se transmite a la siguiente generación. Es una réplica, un reflejo, una sombra, de la generación de los mayores o antecesores, pero no posee originalidad propia. Por eso necesitas un dios o un guía supremo. No puedes depender de tus padres, pues a medida que maduras comienzas a descubrir algunas falsedades, algunas mentiras. Comienzas a ver que su consejo no era el perfecto, claro, son seres humanos falibles. Pero cuando eras pequeño habías creído en ellos como si fueran infalibles. No era culpa de ellos, era tu inocencia de niño. Ese niño confiaba en su padre, en su madre que le amaban, pero al avanzar hacia la madurez, finalmente llegas a saber que muchas cosas de lo que ellos te decían, necesariamente no era cierto.
sábado, 1 de enero de 2011
EL TAO DEL CORAJE
Cuándo vas por la vida, ¿qué te encuentras? Se acerca una gran tormenta, y los árboles grandes se caen. Deberían sobrevivir, según Charles Darwin, porque son los más aptos, los más fuertes, los más poderosos. Fíjate en un viejo árbol de ocho metros de altura y trescientos años. La misma presencia del árbol da fuerza, da sensación de fuerza y poder. Hay millones de raíces que se han extendido por la tierra, profundizando para que el árbol esté de pie con todo su poder. El árbol, por supuesto, lucha, no quiere claudicar, no quiere rendirse... pero cae durante la tormenta, muere, ya no está vivo y toda la fuerza que tenía se ha ido. La tormenta ha sido demasiado, la tormenta siempre es demasiado, porque viene de la totalidad y el árbol sólo es individual.
También hay plantas pequeñas y hierba corriente; cuando llega la tormenta la hierba cede, por eso la tormenta no puede hacerle daño. Como mucho la limpiará bien, nada más; arrastrará toda la tierra que se haya ido acumulando sobre la hierba. La tormenta le da una buena ducha, y cuando se acaba, las pequeñas plantas y las hierbas están de nuevo bailando felices. La hierba casi no tiene raíces, hasta un niño la puede arrancar, pero ha vencido a la tormenta. ¿Qué ha ocurrido?
La hierba ha seguido el camino del Tao, el camino de Lao Tzu, y el árbol ha seguido el camino de Charles Darwin El gran árbol era muy racional: intentó resistirse, intentó demostrar su fuerza. Si intentas demostrar tu fuerza, serás derrotado. Todos los Hitlers, Napoleones y Alejandros son árboles grandes, fuertes. Serán derrotados. Los Lao Tzus son pequeñas plantas: nadie las puede derrotar porque siempre están dispuestas a ceder. ¿Cómo vas a derrotar a alguien si está dispuesto a ceder, si dice: «Ya me has derrotado», si dice: «Señor, disfrute de su victoria, no hace falta que se moleste, ya me ha vencido»? Incluso un Alejandro se sentiría inútil delante de un Lao Tzu no podría hacer nada.
La palabra «coraje» es muy interesante. La palabra coraje proviene de la raíz cor que quiere decir corazón, por tanto, ser valiente significa vivir con corazón. Los cobardes y sólo los cobardes viven con la cabeza; están atemorizados, se rodean de la seguridad de la razón. Atemorizados, cierran todas las ventanas y las puertas y se esconden detrás.
El camino del corazón es el camino del coraje. Es vivir en la inseguridad, es vivir con amor, con confianza; es adentrarse en lo desconocido. Es renunciar al pasado y permitir el futuro. Coraje es adentrarse por caminos peligrosos. La vida es peligrosa, y sólo los, cobardes pueden evitar el peligro, pero entonces, ya estarán muertos. La persona que está viva, realmente viva, vital, siempre se aventurará a lo desconocido. Allí encontrará peligros, pero se arriesgará. El corazón siempre está dispuesto a arriesgarse, al corazón le gusta apostar. La cabeza es un hombre de negocios. La cabeza siempre hace cálculos, es astuta. El corazón no es calculador.
¿Qué es tu mente? Es todo lo que has conocido. Es el pasado, lo que ha muerto, lo que se ha ido. La mente no es más que pasado acumulado, memoria. El corazón es futuro; el corazón es esperanza, el corazón siempre está en algún lugar del futuro. La cabeza piensa en el pasado, el corazón sueña con el futuro.
El futuro está por venir. El futuro todavía no existe. El futuro todavía tiene una posibilidad, llegará, ya está llegando. En cada momento, el futuro se convierte en presente y el presente se convierte en pasado. El pasado no tiene ninguna oportunidad, ya ha sido utilizado. Ya te has alejado de él, se ha extinguido, está muerto, es como una tumba. El futuro es como una semilla; está por venir, siempre está por venir, siempre llega y se encuentra con el presente. Siempre estás cambiando. El presente no es más que un cambio hacia el futuro. Es el paso que ya has dado; es ir hacia el futuro.
Sólo responde ante tu corazón y ante nadie más. Tú sólo debes responder ante tu persona. No vayas contra ti mismo, porque hacerlo es cometer un suicidio, es destruirte. Y, ¿qué puedes ganar? Aunque la gente te respete y piensen que eres una persona muy seria, respetable y honrada, eso no va a enriquecerte. Estas cosas no te van a proporcionar una mayor comprensión de la vida y de su enorme belleza.
¿Cuántos millones de personas han vivido sobre la Tierra antes que tú? Ni siquiera sabes sus nombres; no te afecta en absoluto si han vivido o no. Ha habido santos y ha habido pecadores, ha habido gente muy respetable y ha habido toda clase de excéntricos y locos, pero todos ellos han desaparecido, no ha quedado ni rastro de ellos sobre la Tierra.
Sólo deberías preocuparte de cuidar y proteger las cualidades que podrás llevarte contigo cuando la muerte aniquile tu cuerpo y tu mente, porque estas cualidades serán tu única compañía. Son los únicos valores verdaderos, y sólo las personas que lo consiguen están vivas; el resto finge estar vivo.