Existe
un
dicho
en
latín:
agere
sequitur
esse,
el
hacer
sigue
al
ser,
la
acción
sigue
al
ser.
Es
totalmente
maravilloso.
No
trates
de
cambiar
tu
acción;
trata
de
descubrir
tu
ser,
y
la
acción
será
una
consecuencia.
La
acción
es
secundaria;
el
ser
es
primario.
La
acción
es
algo
que
tú
haces;
ser
es
algo
que
tú
eres.
La
acción
surge
de
ti,
pero
la
acción
no
es
más
que
un
fragmento.
Aunque
juntes
todas
tus
acciones
no
equivaldrán
a
tu
ser;
porque
todas
tus
acciones
juntas
serán
tu
pasado.
¿Qué
pasa
con
el
futuro?
Tu
ser
contiene
tu
pasado,
tu
futuro
y
tu
presente;
tu
ser
contiene
tu
eternidad:
Tus
acciones,
aunque
las
reúnas,
serán
sólo
parte
del
pasado.
El
pasado
es
limitado,
el
futuro
es
ilimitado.
Aquello
que
ha
ocurrido
es
limitado;
puede
ser
definido;
ya
ha
ocurrido.
Aquello
que
no
ha
ocurrido
es
ilimitado,
indefinible.
Tu
ser
contiene
la
eternidad;
tus acciones
sólo
contienen tu
pasado.
De
modo
que
es
posible
que
un
hombre
que
hasta
ahora
ha
sido
un
pecador
se
convierta
en
santo
en
el
futuro.
No
juzgues
nunca
a
un
hombre
por
sus
acciones;
júzgalo
por
su
ser.
Hay
pecadores
que
se
han
convertido
en
santos,
y
santos
que
han
caído
y
se
han
convertido
en
pecadores.
Todo
santo
tiene
un
pasado
y
todo
pecador
tiene
un
futuro.
No
juzgues
nunca
a
un
hombre
por
sus
acciones.
Sin
embargo,
no
existe
otra
alternativa,
ya
que
ni
tú
mismo
conoces
tu
propio
ser.
¿Cómo
vas
a
conocer
el
ser
de
los
demás?
Una
vez
que
conozcas
tu
propio
ser,
aprenderás
el
lenguaje,
conocerás
la
clave
para
ver
el
ser
de
los
demás.
Sólo
puedes
ver
en
los
demás
en
la
medida
en
que
eres
capaz
de
ver
dentro
de
ti
mismo.
Si
te
has
visto
a
ti
mismo
plenamente,
serás
capaz
de
ver
a
los
demás
plenamente.
Si
a
través
de
tus
meditaciones
te
estás
volviendo
frío,
¡cuidado!
Si
tu
meditación
te
está
haciendo
más
cálido,
más
afectuoso,
más
fluido,
muy
bien,
estás
en
el
camino
adecuado.
Si
te
estás
volviendo
menos
afectuoso,
si
está
desapareciendo
tu
compasión
y
la
apatía
se
está
instalando
dentro
de
ti,
entonces,
cuanto
antes
cambies
de
dirección
mucho
mejor.
De
lo
contrario,
te
convertirás
en
un
muro
de
piedra.
No
te
conviertas
en
un
muro
de
piedra.
Sigue
vivo,
palpitando
discurriendo,
fluyendo,
derritiéndote.
Por
supuesto
que
hay
problemas.
¿Por
qué
las
personas
se
convierten
en
muros
de
piedra?
Porque
los
muros
se
pueden
definir.
Te
dan
una
frontera,
unos
límites
definidos
y
una
norma;
lo
que
los
hindúes
llaman
nam
roop,
nombre
y
forma.
Si
estás
derritiéndote
y
fluyendo,
no
tiene
límites;
no
sabes
dónde
estás,
ni
dónde
terminas,
ni
dónde
empieza
el
otro.
Continúas
estando
tan
cerca
de
los
demás
que
las
fronteras
se
desvanecen
poco
a
poco.
Y
un
día
desaparecen.
Así
es
la
realidad.
La
realidad
no
tiene
límites.
¿Dónde
piensas
que
terminas?
¿Dónde
termina
tu
piel?
Normalmente
pensamos:
«Claro,
estamos
dentro
de
nuestra
piel,
y
la
piel
es
nuestra
muralla,
la
frontera».
Pero
tu
piel
no
podría
vivir
si
no
estuviera
rodeada
de
aire.
Si
tu
piel
no
estuviera
constantemente
respirando
el
oxígeno
que
le
proporciona
el
aire
que
la
rodea,
tu
piel
no
podría
vivir.
Elimina
la
atmósfera
y
tu
piel
morirá
inmediatamente.
Morirá
aunque
no
haya
sido
siquiera
rozada.
Así
que
esa no
puede
ser
tu
frontera.
Hay
tres
mil
trescientos
kilómetros
de
atmósfera
alrededor
de
la
tierra.
¿Es
ésa
tu
frontera?
Tampoco
puede
ser
ésa
tu
frontera.
El
oxígeno,
la
atmósfera,
la
calidez
y
la
vida
no
podrían
existir
sin
el
sol.
Si
el
sol
dejara
de
existir
o
se
apagara...
Esto
es
algo
que
va
a
ocurrir
un
día.
Los
científicos
dicen
que
un
día
el
sol
se
enfriará
y
morirá.
Entonces,
de
repente,
la
atmósfera
no
tendrá
vida.
Entonces,
¿es
el
sol
tu
límite?
Ahora
los
científicos
dicen
que
el
sol
está
conectado
a
una
fuente
central
de
energía
que
todavía
no
hemos
descubierto,
pero
que
intuimos,
porque
no
hay
nada
que
no
esté
relacionado.
Así
que
¿dónde
decimos
que
está
nuestro
límite?
La
manzana
que
está
en
el
árbol
no
eres
tú;
en
cambio,
si
te
la
comes
se
convierte
en
ti.
Así
que
sólo
está
esperando
para
convertirse
en
ti.
Es
tu
potencialidad,
es
tu
futuro
tú.
Después
defecas
y
expulsas
todo
lo
inservible
del
cuerpo.
Hace
un
momento
era
parte
de
ti.
Así
que
¿dónde
decides
que
está
el
límite?
Yo
estoy
respirando;
el
aire
que
está
dentro
de
mí
soy
yo,
sin
embargo,
hace
un
momento
puede
que
haya
sido
tu
respiración.
Debe
de
haber
sido
así,
ya
que
respiramos
en
una
atmósfera
común.
Nos
respiramos
los
unos
a los
otros;
somos
miembros
unos
de
otros.
Tú
me
respiras,
yo
te
respiro.
Además,
esto
no
es
algo
que
ocurra
únicamente
con
la
respiración;
ocurre
lo
mismo
con
la
vida.
¿Te
has
dado
cuenta?
Hay
personas
con
las
que
te
sientes
muy
vivo,
rebosan
energía.
Y,
a
veces,
provocan
en
ti
una
respuesta
y
tú
también
te
sientes
desbordante
de
energía.
Sin
embargo,
hay
otras
personas...
¡Sólo
verles
la
cara
y
te
sientes
decaído!
Su
sola
presencia
es
suficiente
veneno.
Deben
estar
difundiendo
algo
venenoso
en
ti.
Cuando
te
acercas
a
una
persona
y
te
vuelves
radiante
y
feliz,
y
de
repente
algo
empieza
a
palpitar
en
tu
corazón,
y
tu
corazón
late
más
rápido,
eso
quiere decir
que
esta
persona ha
difundido
algo
en
ti.
Nos
difundimos
unos
en
otros.
Por
eso,
en
Oriente,
el
satsang
se
ha
convertido
en
algo
muy
importante.
Estar
con
alguien
que
ha
conocido,
estar
simplemente
en
su
presencia,
es
suficiente,
porque
no
hace
más
que
derramar
su
ser
en
ti.
Puede
que
te
des
cuenta
o
puede
que
no.
Puede
que
lo
reconozcas
hoy,
o
puede
que
no
lo
reconozcas
hoy,
pero
más
tarde
o
más
temprano
florecerán
esas
semillas.
Nos
difundimos
unos
en
otros.
No
somos
islas
separadas.
La
persona
fría
se
convierte
en
una
isla
y
es
una
desgracia,
una
gran
desgracia,
porque
se
podía
haber
convertido
en
un
vasto
continente,
pero
ha
decidido
convertirse
en
una
isla.
Ha
decidido
seguir
siendo
pobre
cuando
podía
haber
sido
todo lo
rico
que
hubiera querido.
No
seas
un
muro
de
piedra,
y
nunca
intentes
reprimirte;
de
lo
contrario,
te
convertirás
en
un
muro
de
piedra.
Las
personas
reprimidas
llevan
máscaras,
caretas.
Fingen
ser
otra
persona.
La
persona
reprimida
carga
con
el
mismo
mundo
que
tú;
sólo
hace
falta
la
mínima
oportunidad,
una
provocación
e
inmediatamente
la
realidad
saldrá
a
la
luz.
Por
eso
los
monjes
abandonan
el
mundo
porque
hay
demasiadas
provocaciones,
demasiadas
tentaciones.
Para
ellos
es
difícil
contenerse,
aguantar.
Así
que
se
van
al
Himalaya
o
a
una
cueva,
se
retiran
del
mundo
de
forma
que,
aunque
tengan
ideas,
tentaciones,
deseos,
no
encuentren
la
forma
de
cumplirlos.
Sin
embargo,
ésta
no
es
una
manera
de
transformación.
Las
personas
que
se
vuelven
frías
son
personas
muy
calientes.
Las
personas
que
hacen
votos
de
permanecer
célibes
son
personas
enormemente
sexuales.
La
mente
pasa
de
un
extremo
a
otro
con
mucha
facilidad.
Me
he
dado
cuenta
de
que
muchas
personas
que
un
día
están
totalmente
obsesionadas
con
la
comida,
al
día
siguiente
se
obsesionan
con
hacer
régimen.
No
puede
ser
de
otra
manera,
porque
no
puedes
permanecer
mucho
tiempo
en
un
extremo.
Te
estás
esforzando
mucho,
pronto
te
hartarás,
te
cansarás.
Entonces,
no
hay
otra
opción;
tienes
que
pasar
al
otro
extremo.
Las
personas
que
se
han
convertido
en
monjes
son
personas
muy
mundanas.
Les
gustaba
mucho
el
bullicio,
han
vivido
mucho
en
medio
del
bullicio;
ahora
el
péndulo
se
mueve
hacia
el
otro
extremo.
Las
personas
avariciosas
renuncian
al
mundo.
Esta
renunciación
no
nace
del
conocimiento;
es
la
otra
cara
del
egoísmo.
Antes
acaparaban,
acaparaban...
Ahora,
de
repente,
ven
la
inutilidad
de
esto,
la
futilidad
de
esto
y
empiezan
a
tirar
cosas.
Antes
tenían
miedo
de
perder
siquiera
una
peseta;
ahora
tienen
miedo
de
acaparar
siquiera
una
peseta;
pero
el
miedo
sigue
ahí.
Antes
eran
muy
avariciosos
con
las
cosas
de
este
mundo;
ahora
son
muy
avariciosos
con
las
cosas
del
otro
mundo,
pero
la
avaricia
sigue
ahí.
Estas
personas
están
destinadas
a
entrar
en
un
monasterio
tarde
o
temprano;
entonces
se
convertirán
en
grandes
célibes,
en
grandes
renunciantes.
Pero
su
naturaleza
no
cambiará.
Nada
cambia
en
una
persona,
excepto
la
conciencia;
nada
en
absoluto.
Así
que
no
intentes
fingir.
Lo
que
no
ha
ocurrido,
no
ha
ocurrido.
Tienes
que
entenderlo;
no
intentes
fingir
ni
intentes
hacer
creer
a
otros
que
ha
ocurrido,
porque
la
única
persona
que
va
a
perder
con
este
engaño
vas
a
ser
tú.
Las
personas
que
intentan
controlarse
a
sí
mismas
eligen
una
forma
de
hacerlo
muy
estúpida.
No
conseguirán
controlarse,
pero
ellos
se
volverán
fríos.
Ésa
es
la
única
manera
en
que
el
hombre
se
puede
controlar
a
sí
mismo:
congelarse
de
manera
que
no
salga
la
energía.
La
gente
que
hace
votos
de
castidad
no
come
mucho;
de
hecho,
harán
a
sus
cuerpos
pasar
hambre.
Si
se
crea
más
energía
en
el
cuerpo,
habrá
más
energía
sexual,
y
ellos
no
saben
qué
hacer
con
ella.
Así,
los
monjes
budistas
comen
sólo
una
vez
al
día
y,
aun
así,
no
es
suficiente.
Comen
sólo
lo
suficiente
para
que
sus
necesidades
corporales
estén
cubiertas,
unas
necesidades
realmente
mínimas;
así
que
no
les
queda
energía.
Este
tipo
de
celibato
no
es
celibato.
Cuando
fluyes
con
energía
y
la
energía
se
empieza
a
transformar
en
amor,
es
cuando
tiene
lugar
un
celibato
maravilloso.
Una
encantadora
anciana
fue
a
una
tienda
y
compró
un
paquete
de
naftalina.
Al
día
siguiente
volvió
por
otros
cinco.
Un
día
más
tarde
volvió
por
una
docena más.
—Debe
de
tener
un
montón
de
polillas
—le
dijo
el
vendedor.
—¡Si!
—contestó
la
anciana—,
pero
llevo
tres
días
tirándoles
estas
bolas
y
sólo
he
conseguido
dar
a
una!
¡A
través
del
control
no
serás
capaz
de
dar
a
una
siquiera!
Ésa
no
es
la
manera.
Estás
luchando
con
hojas,
ramas,
cortándolas
por
aquí
y
por
allí.
Ésa
no
es
la
manera
de
destruir
el
árbol
del
deseo;
la
manera
de
destruirlo
consiste
en
cortar
las
raíces.
Pero
sólo
puedes
cortarlas
cuando
has
llegado
a
las
raíces
del
deseo.
En
la
superficie
sólo
hay
ramas:
celos,
ira,
envidia,
odio,
lujuria.
Sólo
están
en
la
superficie.
Cuanto
más
profundices,
más
lo
entenderás:
surgen
de
una
misma raíz,
y
esa
raíz
es
la
falta
de
conciencia.
Meditación
significa
conciencia.
Elimina
la
raíz.
Entonces
el
árbol
entero
desaparece
por
sí
solo.
La
pasión
se
convierte
en
compasión.