sábado, 31 de julio de 2021

LA RELACIÓN VS. RELACIONARSE

 


El amor relaciona, pero no es una relación. Una relación es algo acabado. Una relación es un sustantivo; ha llegado el punto y final, se ha acabado la luna de miel. Ya no hay alegría, no hay entusiasmo, ya ha acabado todo. Puedes mantenerla, sólo para mantener tus promesas. Puedes mantenerla, porque es cómoda, conveniente, acogedora. Puedes mantenerla, porque no tienes nada más que hacer. Puedes mantenerla porque si la rompes te va a causar muchos problemas...

Una relación significa algo completo, acabado, cerrado.

El amor no es nunca una relación; el amor es relacionarse. Es siempre un río, fluyendo sin fin. El amor desconoce el punto y aparte; la luna de miel empieza, pero nunca termina. No es como una novela que comienza en un punto y termina en otro. Es un fenómeno que está ocurriendo. Los enamorados se terminan, el amor continúa, es un continuum. Es un verbo, no un sustantivo.

Pero ¿por qué circunscribimos la belleza del relacionarse a la relación? ¿Por qué tenemos tanta prisa? Porque relacionarse es algo inseguro, y la relación supone una seguridad. La relación supone una certeza. Relacionarse consiste en el encuentro de dos extraños; quizás sea una aventura de una noche y por la mañana nos despediremos. ¿Quién sabe lo que sucederá mañana? Y tenemos tanto miedo que queremos asegurarlo, queremos que sea predecible. Nos gustaría que el mañana fuera acorde con nuestras ideas; no le dejamos libertad para que pueda decidirse por mismo. Por tanto, inmediatamente reducimos cada verbo a un sustantivo.

Te enamoras de una mujer o de un hombre y enseguida empiezas a pensar en casarte, en firmar un contrato legal. ¿Por qué? ¿Por qué aparece la ley en el amor? La ley aparece en el amor por que no hay amor. No es más que una fantasía, y sabes que la fantasía desaparecerá. Antes de que desaparezca, establécete; antes de que desaparezca, haz algo para que sea imposible separarse.

En un mundo mejor, con más personas meditativas, con algo más de iluminación esparcida en la tierra, la gente amará, amará muchísimo, pero su amor será un relacionarse, no una relación. Y no quiero decir con esto que su amor será sólo momentáneo. Es muy probable que su amor sea más profundo que tu amor, que establezca una intimidad más profunda, que tenga más poesía, más divinidad. Y es muy probable también que su amor dure más que lo que jamás ha durado eso que llamas relación. Pero esto no lo garantizará la ley, el juzgado, la policía. La garantía será interior. Supondrá un compromiso desde el corazón; será una comunión silenciosa.

Si disfrutas estando con alguien, querrás disfrutarlo cada vez más. Y si disfrutas de la intimidad, querrás explorar esa intimidad cada vez más. Hay sólo unas cuantas flores de amor que florecen únicamente después de una larga intimidad. También hay flores de estación; en seis semanas están ahí, al sol, pero al cabo de otras seis semanas han desaparecido para siempre.

Hay flores que tardan años en brotar y hay flores que tardan muchos años en salir. Cuanto más tardan, más profundo llegan. Sin embargo, tiene que ser un compromiso de corazón a corazón. Ni siquiera tiene que ser expresado verbalmente, porque el hecho de expresarlo verbalmente supone profanarlo. Tiene que ser un compromiso callado; de mirada a mirada, de corazón a corazón, de ser a ser Tiene que ser entendido no dicho.

Olvídate de las relaciones y aprende a relacionarte.

Una vez que estableces una relación, das por sentado que el otro va a estar ahí; eso es lo que destruye todas las relaciones. La mujer piensa que conoce al hombre; el hombre piensa que conoce a la mujer. ¡Nadie conoce a nadie! Es imposible conocer a la otra persona; ésta sigue siendo un misterio. Dar por sentado que la otra persona va a estar ahí es un insulto, una falta de respeto.

Pensar que conoces a tu mujer es algo realmente desagradecido. ¿Cómo puedes conocer a la mujer? ¿Cómo puedes conocer al hombre? Son procesos, no son cosas. La mujer a la que conociste ayer ya no está hoy. Ha fluido mucha agua por el Ganges; ella es otra persona totalmente diferente. Relaciónate de nuevo, comienza de nuevo, no lo des por sentado.

Por la mañana, vuelve a contemplar la cara del hombre con el que dormiste la noche anterior. Ya no es la misma persona; ha cambiado mucho. Ha cambiado mucho, muchísimo. He aquí la diferencia entre una cosa y una persona. Los muebles de la habitación siguen siendo los mismos, pero ese hombre y esa mujer ya no son los mismos. Vuelve a explorar, vuelve a empezar. Eso es lo que quiero decir con relacionarse.

Relacionarse significa que siempre estáis empezando, que siempre estáis intentando conoceros. Una y otra vez os estáis presentando a la otra persona. Estáis tratando de conocer las diferentes facetas de la otra persona. Estáis intentando ahondar cada vez más en el reino de sus profundos sentimientos, en los profundos recovecos de su ser. Estáis intentando revelar un misterio que no se puede revelar. He aquí la alegría del amor: la exploración de la conciencia.

Y si te relacionas y no lo reduces a una relación, el otro se convertirá en un espejo para ti. Al explorarlo, sin darte cuenta, te estarás explorando también a ti mismo. Al profundizar en el otro, al descubrir sus sentimientos, sus pensamientos, sus más profundas emociones, estarás descubriendo también tus más profundas emociones. Los enamorados se convierten en espejos el uno para el otro, y el amor se convierte en meditación.

La relación es algo feo; relacionarse es bello.

En una relación, ambas personas se vuelven ciegos hacia el otro. Simplemente piensa, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que miraste a tu mujer a los ojos? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que miraste a tu marido? Quizás años. ¿Quién mira a su propia mujer? Has dado por hecho que la conoces, ¿qué más hace falta mirar? Estás más interesado en los desconocidos que en la gente que conoces; conoces toda la topografía de su cuerpo, sabes cómo reaccionan, sabes que lo que ha ocurrido volverá a ocurrir una y otra vez. Es un círculo vicioso.

No es así; en realidad, no es así. Nada se repite; todo es nuevo cada día. Sólo tus ojos envejecen, tus suposiciones envejecen, tu espejo tiene ya tanto polvo que eres incapaz de reflejar al otro.

Por eso hablo de relacionarse. Con relacionarse, me refiero a permanecer continuamente en una luna de miel. Continuad buscándoos y escudriñándoos el uno al otro. Descubrid nuevas formas de amaros el uno al otro; descubrid nuevas formas de estar con la otra persona. Cada individuo es un misterio tan infinito, inagotable e insondable que nunca podrás decir: «Ya lo conozco» o «Ya la conozco». Como mucho podrás decir: «He hecho todo lo posible, pero el misterio sigue siendo un misterio».

De hecho, cuanto más lo conoces, más misterioso se vuelve el otro. De esta manera, el amor es una aventura constante.

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