sábado, 27 de abril de 2019

TRASCENDER LA MENTE


San Agustín dice: "muero a cada momento". Uno que se ha hecho alerta de su mente y del proceso de la continuidad de sí mismo que arrastra imponiéndola al futuro, se ha hecho consciente y morirá a cada momento. A cada instante el pasado será rechazado, y espontáneo, nuevo, joven estará listo para saltar al nuevo momento que adviene.

Sólo esta conciencia espontánea, eternamente jóvenes, receptiva, hallase abierta. No la cercan paredes; está completamente abierta, como el espacio inmenso.

Los upanishads lo llaman "el espacio interior del corazón", donde hay simplemente espacio. Eso es conciencia, sakshi, la expresión de la conciencia. Esta trascendencia de la mente, con respecto al pasado, te hace abierto y vulnerable por todos lados, en todas las dimensiones. Te llega la gracia de todas partes, de los árboles, del cielo, de los seres humanos, de los animales, de todo. Incluso la piedra muerta está henchda de gracia, y sientes como la gracia te invade.

Entonces no puedes decir que esto es simple existencia sino: "esto es Dios". Esta metamorfosis, esta transformación de tu mente en la eterna conciencia viva; este salir de la basura de la mente al cielo abierto de la conciencia, cambia tu actitud hacia la Existencia. Toda ella es sólo un fluir de amor, amable, compasivo, amoroso, lleno de gracia; entonces eres amado a través de miles de manos.

Así la religión hindú ha creado deidades con mil manos, lo que significa que, por doquiera, hay una mano tendida hacia ti. A ninguna parte te encaminas que la Divina Mano no esté presente. Dondequiera está el abrazo. La Divinidad palpita en todo lo creado.

Nanak fue a Kaba. Estaba cansado cuando llegó a la mezquita; dejó su fardo a un lado y se echó a dormir. El sacerdote estaba furioso porque sus piernas se extendían hacia la piedra sagrada; le sacudió diciéndole: "¡Qué tontería cometes! Ni siquiera sabes guardar un mínimo respecto a la piedra sagrada. ¿Eres ateo?". Nanak se despertó, se sentó y le dijo: "pon mis piernas hacia la dirección en que Dios no esté, y no me molestes." No hay sitio en que Dios no esté porque toda la Existencia es divina; pero debes estar abierto a ella.

Esta profunda tragedia, el dilema de la mente humana, es que está cerrada, y va en pos de la libertad. La mente es una prisión, y es esta prisión la que busca la libertad. He ahí la tragedia de la existencia humana.

La mente es una prisión; no puede encontrar libertad en ninguna parte; ha de morir para que tú la encuentres. Pero nos hemos confundido con la mente, identificado con ella, y la mente no muere.

La mente es algo distinto de mí, pero seguimos unidos a ella. ¿Cómo puedes escaparte del pasado si te has identificado con él? Aquel que ha olvidado que es un prisionero es el más aprisionado, porque carece de la posibilidad de ser libre. Pero incluso el prisionero puede hallarse en estado de alerta. Más prisionero es todavía el que se ha hecho uno con su prisión, cuyas paredes son su cuerpo; su mente es el total encarcelamiento.

Está alerta, sé consciente de tu mente, y sé tú, porque tú eres algo diferente. El sueño puede desvanecerse, pues tú no eres el sueño. Sueñas, pero no eres el sueño. Puedes hacer pedazos esta prisión y salir, porque tú no eres la prisión. ¡Pero es tan intrincada la asociación entre cuerpo y mente! Hay que entender bien esto: que el cuerpo es nuevo, cada nacimiento es nuevo, cada comienzo es nuevo, pero la mente es vieja, continuación de tus previos nacimientos. Si alguien te dice que tu cuerpo está enfermo, no te enojas, piensas que simpatiza contigo; en cambio si te da a entender que tu mente está enferma, que estás mentalmente trastornado, te enojas; no lo sientes simpático ni amistoso contigo.

Con el cuerpo hay una nueva asociación, sólo de este nacimiento. Los otros cuerpos con los que estuviste asociado han muerto; en cada muerte se rompe la asociación con el cuerpo. Esto ha sucedido tantas veces, que ni siquiera el que se cree el cuerpo se halla identificado con él. Leí la historia de un alcohólico: había sido sentenciado muchas veces y por la décima vez el mismo juez que lo condena le dice: "la culpa de sus problemas la tiene el alcohol". El hombre le agrega: "Gracias; usted es el único en comprenderme, todos los demás dicen que el culpable soy yo".

Con el cuerpo, si hay alguna culpa, no te sientes responsable. Pero si la mente es culpable entonces sí lo sientes. La identidad es sutil y más profunda. Tiene que ser pues el cuerpo es la envoltura externa de tu ser: la mente es la interna, ella es tu interior. Puedes identificarte más con ella, porque ha estado contigo muchas vidas; es lo viejo, la continuidad; pero tú no eres la mente. Y esto puede saberse sin dificultad alguna.

Sé espectador solamente. Siempre que la mente esté trabajando, siéntate y obsérvala cómo trabaja. No interfieras, no te entrometas. La interferencia fortalece la identidad. No di¬gas nada, ni seas juez. Siéntate simplemente calmado, como si miraras el tráfico de la calle, sin emitir juicio alguno. Si por un instante puedes hacer esto, sentarte y mirar el tráfico de la mente, verás la brecha que existe entre tú y ella, brecha que puede agrandarse, ensancharse, desvincularse.

Cuando esto sucede desaparece el puente. Has visto desde todos los puntos que el círculo de la mente es algo donde tú no estás. Tú estás siempre dentro, en otra parte. Cuando este hecho no sea teoría sino realidad, te abres, saltas al espacio interno, al cielo interno, al espacio del corazón. Estás allí.

Sabrás entonces que siempre estuviste abierto, dormido en el amplio cielo abierto, pero soñando que estabas en prisión, pues los pensamientos no son sino sustancia de sue¬ños. En el día los llamas pensamientos y en la noche sueños, pues por ser transparentes, la identificación es fácil. Con cualquier cosa transparente puedes olvidar. Si hay un vaso totalmente transparente entre tú y yo, no existirá el vaso para mí, y pensaré que te estoy mirando directamente. Mis ojos y el vaso se unifican. Los pensamientos son más transparentes que cualquier vaso a través del cual puedes mirar: no son, por lo tanto un estorbo. He ahí porque la identidad se ahonda. La transparencia de los pensamientos se halla tan cercana de ti, que desaparece totalmente la mente que siempre te acompaña, siempre entre tú y el mundo, cualquiera que sea la circunstancia; entre tú y el amado, entre tú y el amigo, entre tú y Dios.

A dondequiera que vas, tu mente te adelanta un paso. No sólo te sigue como una sombra sino que te precede, aunque nunca lo notas por su transparencia.

Siempre que entras en un templo tu mente se adelanta; si abrazas a un amigo, tu mente lo abraza antes, y puedes notarlo. Tu mente está siempre ensayando; ensayando el paso que va a dar. Antes de que tú hables ensaya lo que vas a decir; antes de actuar, ensaya lo que vas a hacer; antes de hacer o no hacer algo, ensaya. El ensayo es constante, o sea, que la mente se prepara antes que tú; es la barrera transparente entre tú y todas las cosas con las que te cruzas y encuentras.

sábado, 20 de abril de 2019

LA AGRESIVIDAD DE LA MENTE


Desde que la mente nace, siempre se está salvaguardando. Nuestro entrenamiento, nuestra educación, nuestra cultura humana es así. Nuestra mente descansa en la agresión, la competencia, el conflicto. Aún no hemos madurado lo suficiente para aprender el secreto de la cooperación, para saber que el mundo existe no en conflicto; que el prójimo no es un competidor, sino la existencia complementaria que me enriquece; que sin él yo valdría menos. Incluso cuando un individuo muere en el mundo, valgo yo, un poco menos, porque ya no existen sus valores. En algún lugar algo quedó vacío. Nosotros existimos pues, en convivencia, no en oposición. Y es que a causa del entrenamiento de la mente el inconsciente colectivo está pensando siempre en términos de lucha. Si hay alguien, pienso ahí está un enemigo: el enemigo, presunción básica. Puedes desarrollar una amistad, pero debe desarrollarse. La amistad puede alternar con la enemistad, porque la base es conflictiva: no puedes relajarte nunca.

Por eso, muchas veces no confías en tus amistades, porque en la base hay enemistad. Y te quedas con la amistad fingida. Has agregado algo superficial; y así, incluso con el amigo no te portas con naturalidad. Ni siquiera con el ser amado eres natural. Siempre que hay alguien estás tenso, y aunque la tensión es menor si has creado la fachada de la amistad, existe.

Es explicable esta actitud: corresponde al proceso evolutivo. El hombre ha salido de la jungla, su desarrollo ha pasado por muchas etapas animales. Fisiológicamente también, y el cuerpo lo sabe, porque el cuerpo no es tuyo. Cuando digo mi cuerpo, me estoy adjudicando algo que no puedo adjudicarme. Me ha llegado a través de siglos de desarrollo. La célula básica es heredada, y en ella yo heredo todo lo que me ha precedido: vida animal, vegetal, todo esto ha contribuido a mi célula básica. En esa célula se ha acumulado la entera experiencia de conflictos, luchas, violencias, agresiones. Toda célula encierra el pasado evolutivo. Fisiológica y mentalmente tu mente no se ha formado en esta vida; la recibiste tras larga jornada, tal vez más larga aún que tu mismo cuerpo, que desarrollado en esta Tierra, no puede tener más de cuarenta millones de años: no puede ser más viejo que la Tierra.

Pero la primera mente procede de otro planeta. Y ha vivido más hondas experiencias evolutivas, esas experiencias que te hacen violento y agresivo. Uno tiene que estar alerta de este fenómeno, pues a menos de que lo estés; no puedes liberarte de tu propio pasado. Y el problema es que hay que liberarse de él, tan grande ¡tan incomprensiblemente grande!

Todo lo que ha vivido, está viviendo todavía en ti. Todo lo que ha sido es aún semilla en ti, potencialidad. Arrancas del pasado, eres el pasado; y la mente orientada por lo que ha sido, sigue creando agresión, sigue pensando en términos de agresión.

Así, cuando la religión dice: "sé receptivo", el consejo queda sin oír: la mente ha conocido solamente una cosa para la que es receptiva; la muerte, y sobre la cual nada ha podido hacer, en nada ha podido actuar. Así cuando alguien dice: "sé receptivo", en algún lugar entre las sombras, sientes a la muerte. Si te digo "sé receptivo", la mente dirá: "Entonces morirás; sé agresivo si quieres sobrevivir; el más apto el más agresivo sobrevive".

He ahí por qué la receptividad no es entendida, ni siquie¬ra oída. Se ha explicado de tantos modos. Algunos dicen: "entrégate", que significa: "sé receptivo"; no seas agresivo, o "ten fe", o no seas agresivo con tu lógica. Acepta la Existencia tal como es; deja que entre. La mente no puede amar porque amor corresponde a ser receptivo hacia alguien. Incluso en el amor somos agresivos. Si observas, verás que el amor no es más que un tipo de violencia, violencia mutua en la que dos están de acuerdo. Y el que sabe esto, sabe algo. Si tú ahondas cualquier manifestación conocida como amor, encuentras raíces animales. El beso puede convertirse en mordida, simple forma de la mente. Algunas veces los amantes se dicen: "quiero comerte", como una expresión muy amorosa. Y realmente tratan de hacerla. Algunas veces esto se intensifica, entonces el sexo no es sino una pelea. Así, dos amantes siempre alternarán amor y lucha. En la tarde pelean, en la noche se aman; en la mañana pelean, en la tarde se aman y en la noche vuelven a pelear. El círculo sigue: peleando y amándose. Si preguntas a D.H. Lawrence te responderá: "Si no puedes pelear con tu amante, no puedes amar". La pelea hace al amor intenso; crea una situación.

La mente humana tal como es procedente del pasado, no puede amar porque no puede ser receptiva, sólo agresiva. Así que tú no eres amoroso, sino que siempre pides amor. E incluso si actúas amorosamente es sólo para forzar la demanda. Hay una lógica artera: siempre estás pidiendo amor; y si lo das es sólo para obligar al otro: la mente humana no puede amar.

Si preguntas por quienes saben, quienes realmente han conocido el amor, a Buda, te dirán: "Hasta que la mente no muera, el amor no puede nacer". Y únicamente en el amor podrás sentir tal gracia, pues sólo en el amor te abres. No puedes amar a un individuo en particular porque es imposible estar abierto a uno y cerrado a todos: no es en modo alguno posible.

Si te digo "te amo", es como decir que cuando estás junto a mí respiro, de otra manera no respiraré. Si este fuera el caso, cuando volvieras me encontrarías muerto. Pero respirar no es algo que puedas hacer o dejar de hacer; tampoco el amor. Pero lo que conocemos como amor es así. He ahí por qué tarde o temprano encontrará el amante que el amor del amado ha muerto y ambos lo sabrán. Ambos reconocerán que ya el amor no existe. Cuanto más se conozcan uno a otro, más triste es la situación; cuanto más se tratan, menor es la esperanza y mayor la desilusión: saben que el amor muere. Le han hecho tan angosto el pasaje que no puede sobrevivir.

Uno tiene que ser amante, no un amante; tiene que amar; amor que ha de ser una manifestación intensa natural, no un atributo, un agregado, una cualidad. Ha de ser como un florecimiento interior, no como un perfume externo. Puede existir esta manifestación del amor. Pero uno tiene que estar alerta a su entero pasado y en el momento en que eres consciente de él lo has trascendido. Estás más allá, porque lo que está alerta no es la mente. Es la conciencia que no tiene pasado; es eterna, está siempre en el presente; es siempre nueva, está siempre aquí y ahora. Esa conciencia la conoces cuando estás alerta, cuando no te has identificado con tu mente. Hay una brecha entre tú y la mente. Conoces que esto es la mente: la agresividad, el odio, el infierno. . .

La mente perdura, y seguirá perdurando hasta que estés alerta. Y esto es el milagro: tan pronto como te haces consciente, la continuidad no existe: tú eres, pero ya sin el pasado; eres en el momento, espontáneo, joven, nuevo. Entonces a cada momento mueres y resucitas.

sábado, 13 de abril de 2019

LA DIVINIDAD Y LA GRACIA


Decir que la Divinidad existe no es correcto, porque todo lo que existe es divino. Todas las cosas existen, sólo la Divinidad no puede decirse que exista: Divinidad es Existencia. Ser divino y existir es decir lo mismo de dos modos diferentes. Así, la cualidad de la existencia no puede atribuirse a la Divinidad.

Todas las demás cosas pueden decirse que existen, pues pueden llegar a ser inexistentes. Yo puedo decir que existo porque no existiré: tú puedes llamarte existente porque hubo un tiempo que eras inexistente. Pero la Divinidad no puede considerarse que existe porque siempre está ahí, su no existencia es inconcebible. Así que la existencia no puede atribuirse a la Divinidad, puesto que significa Existencia.

Nada existe que no sea divino, lo sepas o no; esto no importa en lo que concierne a tu divinidad. Si tú lo sabes, entonces te conviertes en Existencia, gozo; si no lo sabes sigues sufriendo, pero eres divino. Aunque duermas, aunque ignores, eres divino. Incluso la piedra es divina, ignorante de sí misma.

La Existencia es divina. Los que tratan de probar que Dios existe no saben: esto es crasa tontería. También lo es el tratar de demostrar que Dios no existe. Nadie probará que la Existencia existe. La pregunta para que se demuestre es absurda. Para mí, la afirmación de que Dios existe significa lo mismo, que la Existencia existe: Dios y Existencia son sinónimas. En cuanto te percatas de lo que la Existencia es, la llamas Dios, pero tan pronto como tomas conciencia del Ser total, no puedes usar la palabra Existencia. Al ponerte en íntimo contacto con ella, usas un nombre más personal: Dios. Llamar a la Existencia, Dios, significa esto y nada más; que puedes establecer una íntima relación con El. O sea, llamar a la Existencia. Dios, significa que estás en contacto personal con la Existencia.

Esto no es algo muerto; no es algo con lo que tú no puedes relacionarte; indiferente hacia ti. Cuando decimos que Existencia es Dios, implica que ella está íntimamente relacionada con nosotros, que no es indiferente a nosotros. Pero en lo que a la mente humana se refiere, no podemos usar palabra más adecuada que Dios.

Si preguntas a un judío ortodoxo, no usará la palabra Dios, sino DIS: la O se elimina. Los judíos ortodoxos no usan el término completo. Si les preguntas por qué, te responden que las palabras son menos de lo que son: así la "O" se elimina para simbolizar que usamos un vocablo que no puede comprender el todo, que no puede ser totalmente inclusiva. "O" es símbolo de cero, símbolo de perfección, símbolo de totalidad, del todo; así, pues, se elimina y sólo "DIS" queda.

La palabra nunca incluye el todo, lo que indica, no algo acerca de lo Divino, sino de la mente humana. Si dices "Existencia" usas un término neutral, al que puedes ser indiferente, como ella serIo en relación contigo. Con "Existencia" no hay diálogo entre tú y ella, no hay un puente. Pero aquellos que han conocido la Existencia saben que hay un diálogo con todo lo que existe, y que la relación puede ser íntima, amorosa. Esta posibilidad de diálogo, de relación, de enamoramiento, hace al término Dios más dignificante que Existencia, pero quieren decir lo mismo.

No diré, pues, que la Divinidad existe, sino que todo lo que existe es divino. Existir es ser divino. No hay nada que no lo sea. Puede que lo sepamos, puede que no; que seamos conscientes, de ello, o que no lo seamos. Esto no importa.

¿Cuál es la diferencia entre cualidad y naturale¬za? Una cualidad es algo de lo que puedes privarte; existir con la cualidad o sin ella; no es tu naturaleza intrínseca, es algo atribuido a ti, agregado; no tu naturaleza.

Naturaleza es algo sin lo cual no puedes existir. Así que cuando alguien dice que Dios es amoroso, no corresponde exactamente a lo correcto. Jesús dice bien: "Dios es amor". Amor es su naturaleza, no su cualidad; no puede reemplazarse. Dios puede ser amor, amor puede ser Dios, porque amor es la naturaleza intrínseca de Dios.

Amor no es algo agregado. No es posible concebir a Dios sin amor. Si lo concibes sin amor, estás concibiendo un Dios que no es Dios, un Dios sin deidad, porque en cuanto el amor se borra la deidad se elimina. Así que, repito, amor no es un atributo, ni tampoco la gracia lo es: son naturaleza.

Esopo nos ha contado la siguiente fábula: a la orilla de un río un alacrán le pidió a una tortuga: "por favor, llévame hasta la otra orilla en tu espalda". La tortuga le respondió: "No seas tonto, no me creas tan estúpida; puedes picarme a mitad de la corriente y yo me ahogaría". El alacrán insistió: "No soy tonto; tú eres la tonta, porque no conoces la simple lógica. Pertenezco a la escuela aristotélica, así que te enseñaré una simple lección de lógica: si te pico y te ahogas, yo también me ahogaré contigo. Así que por lógica, no puedo picarte". La tortuga lo pensó un momento y dijo: "Está bien, parece sensato, salta sobre mí y vámonos". Y exactamente a mitad de la corriente sintió la tortuga el piquete: ambos se estaban ahogando. Antes de morir la tortuga pregunta: "¿Dónde está tu lógica? Me has dicho que, por lógica, nunca lo harías y lo has hecho. Dame otra lección de lógica antes de morir". El alacrán manifestó: "No es cuestión de lógica, éste es mi carácter, mi naturaleza. No puedo evitar el hacerlo; sólo hablar de ello".

Algo que eres incapaz de hacer, o no hacer, indica tu naturaleza. No podemos concebir a la Divinidad sin amor o sin gracia. El amor siempre está ahí, la gracia también. Usamos dos palabras: amor y gracia, debido a nuestras limitaciones lingüísticas, pero tú puedes llamarlo de igual manera amor o gracia.

Usamos dos palabras porque con el amor esperamos siempre algo en retorno, no así con la gracia. Cuando amamos a alguien, algo esperamos de él. Es una transacción, aunque velada; expresada o no; conocida o ignorada; es una transacción interna. Algo se espera en cambio. Por esto usamos dos palabras: amor y gracia, pues con la gracia nada se espera, y Dios nada espera de nosotros.
Para la Divina Existencia, amor y gracia son lo mismo. Èl es amor y eso es Su gracia, pero no son cualidades atribuibles a Èl: son su naturaleza. La diferencia es una falacia; Dios es siempre gracia y amor. Pero nosotros no somos siempre receptivos, y a menos que lo seamos no podemos recibirla. Si no recibes la gracia no es por causa de la Divinidad, sino por la barrerá que la intercepta. No estás abierto y vulnerable a ella. Somos naturalmente agresivos.

Si la mente es agresiva, no puede ser receptiva. Sólo una mente no agresiva está en estado de receptividad; así las cualidades que encierran algún tipo de agresividad tienen que suprimirse y uno quedar como una puerta para entrar: como una matriz, en total receptividad. La gracia está en constante fluencia, como el amor. En todo momento y lugar está fluyendo; es la naturaleza de la Existencia, pero nosotros no la recibimos, debido a la mente, siempre agresiva.

Por esto insisto en que la meditación significa "no-mente", no agresividad, sino receptividad y abertura. La lógica no puede ser tampoco receptiva, sino agresiva; cuando actúas no puedes ser receptivo; sólo en estado inactivo, no haciendo nada absolutamente, simplemente existiendo, estás abierto a todas partes, y de todas llega el flujo de la gracia; llega, pero estamos cerrados, nos escapamos, y aunque toque a nuestra puerta, nada oímos.

sábado, 6 de abril de 2019

JESÙS


Jesús murió para el cristianismo a la edad de treinta y tres años. En realidad él no murió; vivió hasta los ciento doce. Pero ésa es otra historia, sin relación alguna con el cristianismo, y murió como uno plenamente Iluminado como Buda, Mahavira y Krishna. Esto es lo primero que ha de ser entendido.

El cristianismo solamente dice esto, que él fue visto resucitado después de su crucifixión. Durante tres días fue visto por algunos discípulos en unos sitios y por otros en lugares distintos, y luego desapareció. Una cosa es pues cierta: incluso el cristianismo cree que, tanto si murió como si no murió en la cruz, él fue visto durante tres días después de su crucifixión.

Ellos creen que murió en la cruz y que luego resucitó, pero entonces no dicen nada de lo que le sucedió a este Jesús resucitado. La Biblia guarda silencio. ¿Qué le sucedió a ese hombre que vieron? ¿Cuándo murió de nuevo? ¿Qué le sucedió pues a este hombre Jesús? La Biblia está incompleta porque Jesús desapareció de Israel.

En Cachemira se encuentra una sepultura que se cree fue la de Cristo; su tumba. Él vivió en Cachemira, en la India, y luego murió cuando tenía ciento doce años. Al ser crucificado estaba entrando en el centro de la luna. En ese mismo día de la crucifixión. Eso es lo siguiente que hemos de entender.

El Jesús de la Biblia no es como Buda, Mahavira o Lao Tse. ¡No lo es! No te puedes imaginar a un Buda yendo a un templo y golpeando a los prestamistas. ¡No puedes imaginártelo! Pero Jesús lo hizo. Fue al templo; se estaba celebrando la fiesta anual. Muchas cosas estaban relacionadas con ese gran templo de Jerusalén. Asociado a él coexistía un gran negocio de préstamos. Esos prestamistas del templo explotaban al país entero. La gente acudía a la reunión anual y a otras celebraciones durante el año y obtenían dinero a un elevado interés, pero resultaba imposible ir amortizándolo. Lo perdían todo y este templo se iba haciendo más y más rico. Era un imperialismo religioso. Todo el país estaba sumido en la pobreza y en el sufrimiento, pero el dinero fluía automáticamente hacia este templo.

Jesús entró en él un día con el látigo en la mano. Volcó los puestos de los prestamistas y luego empezó a pegarles. Creó el caos en el templo. No puedes imaginarte a un Buda haciendo esto. ¡Imposible!

Jesús fue el primer comunista y, en realidad, por esto pudo el cristianismo originar el comunismo. Los hindúes no podrían haberlo hecho, ninguna otra religión podría haberlo engendrado; ¡imposible! ¡Solamente el cristianismo! Con Jesús esto posee una relevancia. Èl fue el primer comunista, y era ardiente y rebelde.

El lenguaje mismo que emplea es absolutamente diferente. Se enfada con una higuera. La destruyó porque él y sus discípulos estaban hambrientos. Profirió amenazas en un lenguaje que Buda nunca hubiera empleado. Los que creyeran en él y en su Reino de Dios serían “arrojados al fuego del infierno”, al fuego eterno del infierno, y no podrían regresar.

Únicamente el infierno cristiano es eterno. Todos los demás infiernos son castigos temporales. Vas allí, sufres, y regresas. Pero el infierno de Jesús es eterno. Parece injusto, absolutamente injusto. Sea cual fuere el pecado, el castigo eterno no tiene justificación, ¡no puede tenerla! ¿Y qué son los pecados? Bertrand Russell ha escrito un libro, “Porqué no soy un cristiano” y en ese libro una de las razones que argumenta es que “Jesús parece absurdo”. Bertrand Russell dice, “Si confesara todos los pecados que he cometido y todos los pecados en los que pensado, pero no cometido, entonces a lo sumo, no me impondrías más de cinco años de prisión”. ¿Castigo eterno? ¿Un castigo que nunca acaba? ¡Jesús emplea el lenguaje de un revolucionario!
Los revolucionarios siempre miran al otro polo, al extremo.

Èl le dice a un rico, y no puedes imaginarte a un Buda o a un Mahavira diciendo esto, que “Un camello pasará por el ojo de una aguja, pero un rico no atravesará las puertas de mi Padre que llevan al Reino de Dios”. ¡No podrá cruzarlas! Esta es la semilla del comunismo, la simiente básica. Jesús fue un revolucionario. No se preocupaba solamente de la espiritualidad, sino de la economía, de la política, de todo.

En realidad, si hubiera sido un hombre espiritual no hubiera sido crucificado. Fue crucificado porque se convirtió en un peligro para todos, para toda la estructura social, para el status quo.

Pero no fue un revolucionario como Lennin o Mao. Desde luego, Marx y Mao son inconcebibles, si no hubiera habido un Jesús en la historia. Pertenecen a ese mismo Jesús, al Jesús de los primeros tiempos, al Jesús que fue crucificado.

Era un hombre fiero, rebelde, dispuesto a acabar con todo, pero no era un simple revolucionario. También era un hombre espiritual. En cierto modo era una mezcla de Mahavira y Mao. Pero el Mao fue crucificado y el Mahavira permaneció con él.

El día en que Jesús fue crucificado no solamente fue el día de la crucifixión. Fue el día de una profunda transformación interna. El día en que fue crucificado, Pilatos, el Gobernador Romano, le preguntó, “¿Qué es la Verdad?”. Jesús permaneció en silencio. Esto no era propio de Jesús. Era más propio de un Maestro zen. Si analizas la vida previa de Jesús, este quedarse en silencio cuando se le pregunta, “¿Qué es la Verdad?”, no es propio de Jesús. Èl no era esa clase de Maestro que permanece en silencio.

¿Por qué permaneció en silencio? ¿Qué ocurrió? ¿Por qué no habló? ¿Por qué fue incapaz de hablar? ¿Por qué se quedó callado? Èl fue uno de los más grandes oradores que haya conocido el mundo, o, podemos afirmar sin dudarlo, el mejor. Sus palabras son realmente penetrantes. Era un hombre de palabras, no un hombre de silencio. ¿Por qué de repente guardó silencio? Estaba ascendiendo, camino de la cruz. Pero Pilatos le dijo, “¿Qué es la Verdad?”. Durante toda su vida estuvo definiendo exclusivamente eso; durante toda su vida estuvo hablando únicamente de la Verdad. Ese es el motivo por el que Pilatos le preguntó. Pero él guardó silencio.

¿Qué le había sucedido al mundo interior de Jesús? Nunca se ha dicho nada sobre ello porque es difícil hablar sobre lo que sucedió. La teología cristiana ha permanecido superficial, porque el mundo interior de Jesús puede ser únicamente interpretado en la india y en ninguna otra parte. Solamente la India conoce los cambios internos, la transformación interna que tuvo lugar.

¿Qué sucedió de repente? Jesús se encuentra a las puertas de la muerte. Va a ser crucificado. Ahora, toda la revolución carece de sentido. Haya dicho lo que haya dicho es fútil, haya vivido lo que haya vivido, está llegando a su final. Todo se ha acabado y debido a la proximidad de la muerte él debe ir hacia adentro. ¡No hay tiempo que perder! ¡Ahora no se puede desperdiciar ni un solo segundo! Debe ir hacia adentro antes de que sea crucificado; debe completar el viaje interior.

El ha estado inmerso en el viaje interior, pero también ha estado inmerso en problemas exteriores. Y debido a esos problemas exteriores, no podía alcanzar ese frío punto que los Upanishads llaman “el punto de la luna”!. Seguía siendo ardiente, fiero. En cierto modo, debió de hacerlo conscientemente.

Hay una historia, Vivekananda alcanzó su primer satori, su primer vislumbre de samadhi, y Ramakrishna le dijo, “Ahora guardaré esta llave conmigo, no voy a entregártela. Te la daré solamente tres días antes de tu muerte. Antes de que mueras, solamente tres días antes, te será devuelta la llave. Se acabaron los vislumbres de samadhi”.

Vivekananda empezó a llorar y dijo, “¿Por qué? No deseo nada. No deseo todo el imperio del mundo. Entrégame tan sólo mi samadhi. El único vislumbre fue muy bello. No quiero nada más”.

Ramakrishna dijo, “El mundo te necesita y hay algo que se ha de hacer. Y si entras en samadhi no serás capaz de hacer nada. No te apresures. El samadhi te esperará. Ve al mundo, esparce mi mensaje. Y cuando mi mensaje haya sido divulgado, la llave te será devuelta”.

Ramakrishna murió, pero esas no son llaves visibles. Y solamente tres días antes de su muerte fue Vivekananda capaz de alcanzar el samadhi, ¡solamente tres días antes! De modo que debió de ser algo muy consciente cuando Jesús no entró directamente en el centro lunar, porque una vez entras en él te vuelves absolutamente inactivo.

Una historia más. Jesús fue iniciado por Juan el Bautista. El mismo fue discípulo de Juan el Bautista, que a su vez fue un gran revolucionario y un gran espiritualista. Esperó durante años a Jesús. El día en que inició a Jesús en el río Jordán, le dijo a Jesús, “Asume ahora mi trabajo y yo desapareceré. Es suficiente”. Y desde esa fecha fue visto en pocas ocasiones. Desapareció en el bosque. En el lenguaje interior, desapareció del punto solar para ir al punto lunar. Se volvió silencioso. Había hecho el trabajo y había entregado el trabajo a alguien que podía completarlo.

Justo en el día de la crucifixión, Jesús debió de tomar consciencia de que el trabajo que estaba realizando estaba llegando a su término. Debió de pensar, “No puedo ir más allá. Ahora no puedo hacer nada más, he de ir hacia adentro. No debo perder esta oportunidad”. Por eso, cuando Poncio Pilatos le preguntó, “¿Qué es la Verdad?”, él guardó silencio. No es lo habitual en Jesús. Son los modos de un Maestro zen; es más propio de Buda. Y debido a esto, sucedió el milagro que ha permanecido siendo un enigma para la cristiandad. Debido a esto, el milagro sucedió.
Cuando se estaba dirigiendo hacia su punto más frío, hacia el punto lunar, fue crucificado. Y cuando por primera vez alguien llega al centro lunar, su respiración se detiene, porque ese respirar es también una actividad del punto solar. Todo se vuelve silencioso; todo aparenta estar como muerto.

Cuando fue crucificado entró en el punto lunar, y ellos creyeron que estaba muerto, y no lo estaba. Fue un error, un malentendido. Aquellos que le crucificaban pensaron que estaba muerto, pero realmente él había alcanzado el punto lunar donde la respiración se detiene. No hay aliento entrante ni saliente. El estaba en el punto medio.

Cuando uno permanece en esta brecha, existe tal equilibrio que uno está virtualmente muerto. Pero no era la muerte. Por eso los que le crucificaron, los que mataron a Jesús, pensaron que estaba muerto, así que permitieron a los discípulos que desclavaran el cuerpo. Como era costumbre en tierra judía, este cuerpo había de ser guardado en una cueva cercana durante tres días y luego entregado a la familia. Se dice, y de nuevo el cristianismo posee sólo fragmentos, que cuando su cuerpo estaba siendo llevado a la cueva, su cuerpo se hirió contra una piedra y manó sangre. Si hubiera estado realmente muerto, hubiera sido imposible que sangrara.

No estaba muerto. Y cuando al cabo de los tres días se abrió la cueva, él no estaba allí. El cadáver había desaparecido, y en esos tres días, él fue visto. Cuatro o cinco personas le vieron, pero nadie les creyó. Fueron al pueblo y dijeron que había resucitado, pero nadie les hizo caso.

De modo que él escapó de Jerusalén. Llegó a Cachemira y se quedó allí. Pero entonces su vida no fue la vida de Jesús, sino la vida de Cristo. Jesús fue el punto solar y Cristo el punto lunar. Y permaneció totalmente en silencio; por eso es que no hay testimonios. No habló, no predicó, no entregó ningún mensaje. Permaneció totalmente en silencio. Dejó de ser entonces revolucionario; fue simplemente un Maestro viviendo su propio silencio, de modo que muy poca gente viajó para verle.

Aquellos que se dieron cuenta, sin tener otra información sobre él, viajaron para verle. Y no fueron pocos, sino muchos. Muy pocos en comparación con el mundo, pero muchos en cierto modo. Y un pueblo entero se llegó a formar a su alrededor. El pueblo todavía se llama Belén. En Cachemira, al pueblo todavía se le llama Belén concordando con el lugar de nacimiento de Jesús, y la tumba se conserva; la tumba de Jesús.

He dicho que el cristianismo es incompleto porque conoce solamente el Jesús de los comienzos. Pero Jesús mismo murió como un hombre plenamente Iluminado, como una luna llena.

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