sábado, 28 de septiembre de 2019

POSEER A DIOS


Si quieres poseer a Dios, te será imposible. A Dios no se le puede poseer. Todo lo que es grande no puede ser poseído, y eso precisamente es una de las tonterías más grandes que sigue haciendo el ser humano. Queremos poseer. Te enamoras y entonces quieres poseer, y al hacerlo destruyes el amor. El amor es la cualidad de Dios.

Jesús lo dijo de manera muy exacta: “Dios es amor”. Si realmente quieres estar enamorado de Dios, no intentes poseerlo. Al poseerlo lo matas, lo envenenas. Eres tan pequeño… y el amor tan grande… ¿Cómo podrías poseerlo?

Lo pequeño no puede poseer a lo más grande. Es muy sencillo pero muy difícil de comprender.

Cuando amamos a alguien queremos poseer el amor, queremos poseer al ser amado, al amante. Queremos dominar por completo porque antes de que alguien se lo lleve. Dejará de estar ahí. En el momento en que empiezas a pensar en poseer, lo has matado. Ahora será algo muerto, un cadáver. La vida habrá desaparecido.

La vida no puede poseerse porque es Dios.

Hay veces en que miras una flor hermosa –una rosa en un arbusto- e inmediatamente la arrancas de él. La quieres poseer. ¡Pero la has matado! Ahora, sí, te la pondrás en el ojal, pero estará muerta, será un cadáver. Ha dejado de ser hermosa. ¿Cómo puede ser hermosa si está muerta? Es sólo un recuerdo que va desvaneciéndose. Estaba tan viva cuando se hallaba en el arbusto… Era tan joven y tan feliz, y había tanta vida en ella, que hasta era pura música. Pero lo has matado todo. Y ahora llevas una flor muerta en el ojal.

Y lo mismo hacemos con todo. Tanto si es belleza, como amor, o Dios. Todo lo queremos poseer.

No puedes aprehenderlo, recuerda, pero tampoco perderlo.

Qué hermoso. Sí, no puedes poseerlo, pero tampoco hay manera de que lo pierdas. Está ahí. Siempre está ahí. Si permaneces en silencio empezarás a sentirlo. Debes sintonizar con ello. Para poder escucharlo debes guardar silencio. Debes permanecer en silencio para que la danza de Dios pueda penetrar en ti. Debes abandonar tu ajetreo, tu prisa, tus ideas de ir aquí y allá, de llegar, de convertirte, de ser esto o lo otro. Debes dejar de devenir. Y ahí estará; no puedes perderlo.

Al no poder aprehenderlo acabas teniéndolo.

En el momento en que comprendes que no puedes poseerlo, y abandonas tu posesividad, ahí está… lo habrás conseguido. En el momento en que comprendas que el amor no puede poseerse, surgirá en ti una gran comprensión y lo tendrás, y será para siempre. No podrás agotarlo.

Pero sólo lo tendrás cuando hayas comprendido la cuestión de que no puede poseerse, de que no hay manera de conseguirlo.

Y esa es la paradoja zen; el zen es el camino de la paradoja. Dice que si quieres poseer a Dios, por favor, no lo hagas… y lo poseerás. Si quieres poseer el amor, no lo poseas, y ahí estará, tuyo para siempre. No puedes perderlo; no es posible perderlo.


sábado, 21 de septiembre de 2019

DONDE ESTÀ DIOS


Si empiezas a buscar por el cielo, nunca lo hallarás. Si empiezas a buscar y te lo tomas muy en serio, nunca encontrarás el cielo. ¿Dónde lo hallarás? El cielo no está en algún sitio, está en todas partes… y lo que está en todas partes no puede buscarse. No se puede localizar; no puedes decir que está en el norte, ni en el sur; no puedes decir que está ahí… porque está en todas partes. Lo que está en todas partes no puede encontrarse en algún sitio.

¿Dónde buscarás? Empezarás a dar vueltas por el cielo, de aquí para allá. Y todo es cielo. Dios es como el cielo, como el cielo vacío. Carece de límites, así que no puede ser definido. No puedes decir dónde comienza y dónde acaba. Es extremo, infinito… y no obstante, está justo aquí, justo enfrente de ti. Si estás relajado, ahí está; si estás tenso, desaparece.

Un maestro zen solía decir: “Está claro, así que es difícil de ver. Había una vez un tonto que buscaba una hoguera con un farol encendido. Si hubiera sabido lo que era el fuego, hubiera podido prepararse mucho antes el arroz”.

Ahora estás buscando un fuego con un farol encendido, y resulta que ya llevas ese fuego en las manos desde siempre. Sí, el maestro zen tenía razón: si hubieras sabido lo que era el fuego, podrías haberte preparado mucho antes el arroz. Y tienes hambre, hace siglos que tienes hambre, llevas teniendo hambre toda la eternidad. Y has estado buscando fuego con un farol encendido en la mano.

La gente va por ahí preguntando que dónde está Dios, y lo tienen justo enfrente. Os rodea. Está dentro y fuera porque sólo él es. Pero la gente zen lo llama “ello” o “eso”, o no lo nombra de manera que no se quedan atrapados en la palabra “Dios”.

Cuando intentas conocerlo, no puedes verlo.

¿Por qué? Porque cuando quieres conocerlo, tu propio querer se convierte en algo tenso.Te estrechas, te concentras. Cuando intentas conocerlo no puedes verlo. Lo pierdes, porque sólo puede ser visto cuando se está completamente relacionado, totalmente abierto, cuando no se está concentrado.

Escucha. Por lo general, la gente que no sabe qué es la meditación escribe que la meditación es concentración.

Existen miles de libros en los que hallarás esa afirmación, esa estupidez, que la meditación es concentración. Pero la meditación no es concentración… Es lo último que la meditación puede ser. De hecho, concentración es justo lo contrario. En la concentración se está tenso, centrado, buscando algo. Sí, la concentración está muy bien cuando buscas cosas diminutas. Si lo que buscas es una hormiga, entonces la concentración es estupenda… pero no para buscar a Dios. Dios es tan vasto, tan tremendamente vasto… Si buscas mediante la concentración, encontrarás una hormiga, pero no a Dios. Para Dios deberás estar totalmente abierto, no concentrado, abierto por todas partes, sin buscar, sin mirar. Una consciencia desenfocada, eso es la meditación… consciencia sin enfoque.

Si enciendes una lamparita, la luz está sin enfocar, se desparrama en todas las direcciones. No va a ninguna parte, está simplemente ahí, cayendo en todas las direcciones. Todas las direcciones se llenan de ella. Luego está la linterna. Una linterna es como la concentración; está enfocada. Cuando quieres buscar a Dios, la linterna no te sirve, pero la lamparita sí. Si lo que buscas es una hormiga, entonces fenomenal; si buscas una rata, fantástico, la linterna te servirá. Para lo pequeño hace falta una consciencia enfocada.

En ciencia, la concentración es perfectamente correcta. La ciencia no puede existir sin concentración… busca lo pequeño, y más pequeño, y cada vez más pequeño… busca la molécula, y luego el átomo y a continuación el electrón y más tarde el neutrón. Busca y busca lo pequeño. Así que la ciencia cada vez se concentra más y más, se enfoca.

La religión es justo lo contrario: desenfocada, “infocada”, amplia, abierta en todas las direcciones, a todos los vientos. Con todas las puertas y ventanas abiertas. Abajo los muros, uno es simplemente una apertura.

“Cuando intentas conocerlo, no puedes verlo”.

Así que el mismo esfuerzo por tratar de verlo, el propio deseo de verlo, se convierte en un obstáculo. No busques a Dios. No busques la verdad. En lugar de ello, crea la situación de desenfoque y Dios vendrá a ti… vendrá a ti. Está ahí.





sábado, 14 de septiembre de 2019

LOS FUNDAMENTOS DEL ZEN


El zen es pasivo. Por eso, en el zen sentarse se convierte en una de las meditaciones más importantes. Sólo sentarse… zazen. La gente zen dice que si simplemente te sientas, sin hacer nada, empiezan a suceder cosas. Las cosas empiezan a ocurrir por sí mismas; no necesitas ir tras ellas, ni ellas buscarte a ti, ni tú a ellas. Llegan por sí mismas. Tú simplemente permaneces sentado. Si puedes sentarte en silencio, si puedes caer en una tremenda quietud, si puedes relajarte, si puedes abandonar todas las tensiones y convertirte en un estanque silencioso de energía, sin ir a ninguna parte, sin buscar nada, Dios empieza a verterse en ti. Dios viene a ti desde todas partes. Sólo sentado, sin hacer nada, llega la primavera, y la hierba crece por sí misma.

Y recuerda, cuando el zen dice “solo sentarse”, quiere decir sólo sentarse, nada más, ni siquiera un mantra. Si repites un mantra entonces no estás sólo sentado, estás otra vez implicado en tonterías, dándole vueltas a algo mental. En cambio, si no haces nada de nada… Los pensamientos llegan y llegan, y luego se van… Si llegan, bien; si no llegan, bien. No te implicas en lo que sucede, estás simplemente sentado. Si te sientas cansado, te rindes. Si te sientes que las piernas se tensan, entonces estíralas. Permanece natural. Ni siquiera observes. No hagas esfuerzo alguno, de ningún tipo. Eso es lo que quiere decir cuando dicen “sólo sentarse”. Sucede sólo sentándose.

El zen es el enfoque femenino, y la religión es básicamente femenina. La ciencia es masculina, la filosofía es masculina… la religión es femenina. Todo lo que tiene el mundo es hermoso –poesía, pintura, danza- proviene de la mente femenina.

No tiene por qué venir de las mujeres, porque las mujeres todavía no son libres para crear. Pero ya les llegará. Cuando el zen vaya cobrando importancia en el mundo, la mente femenina experimentará un gran despliegue, una enorme explosión. Las cosas se mueven al unísono. El pasado ha estado dominado por lo masculino, de ahí el islam, el cristianismo y el hinduismo. El futuro va a ser más femenino, más suave, más pasivo, más relajado, más estético, más poético. Y en esa atmósfera poética el zen se convertirá en la cosa más significativa del mundo.

La filosofía es lógica; la poesía es amor. La filosofía disecciona, analiza; la poesía es revitalizadora. El análisis es el método de la filosofía, y el de la ciencia, y el de los psicoanalistas. Más tarde o más temprano, el psicoanálisis será reemplazado por la psicosíntesis, más profunda. Assagioli tiene mucha más razón que Sigmond Freud, porque la síntesis está más cerca de la verdad. El mundo es uno. Es una unidad. Nada está separado. Todo palpita a la vez. Estamos unidos a otros, interconectados. La vida entera es una red. Incluso la hojita más diminuta de uno de los árboles que rodea este auditorio está conectada con la más lejana de las estrellas. Si algo le sucede a esta hoja, entonces algo le acabará pasando a esa estrella distante.

Todo es junto… es unidad. La existencia es una familia.

El zen dice que no disecciones, que no analices.

En lo que le ha ocurrido a la humanidad… algo le ha sucedido. Al ser humano le han despedazado. Ahora hay especialistas: los hay que se ocupan de los ojos, otros del corazón, y algunos más de la cabeza, e incluso de otras cosas. Así que el hombre está dividido.

El zen dice que el hombre es un organismo integral.

En la ciencia moderna se ha impuesto un nuevo concepto; lo denominan sinergia. Buckminster Fuller ha definido la sinergia como la característica de un sistema completo, un organismo. Un organismo tiene algo que no es sólo la suma total de sus partes… y se llama sinérgico: es decir, más que la simple suma de sus partes. Cuando estas partes están unidas en un todo operativo, funcionando perfectamente, aparece un dividendo sinérgico, el “tictac”. Si abres un reloj y separas todos sus componentes, desaparece el tictac. Unes las partes de nuevo y el tictac vuelve a aparecer. El tictac es algo nuevo; ninguna parte puede responsabilizarse de él; no pertenece a ningún componente en especial. El todo es el que hace tictac.

Este “tictac” es el alma. Si me cortas la mano, si me cortas la pierna, si me cortas la cabeza, el tictac desaparece. El tictac es el alma. Pero sólo permanece en una unidad orgánica.

“Dios” es el tictac de toda esta existencia. Diseccionando no puede hallar a Dios; a Dios sólo se le puede encontrar en una visión de unidad poética. Dios es una experiencia sinérgica. La ciencia no puede revelarlo, ni tampoco la filosofía. Sólo puede hacerlo un enfoque poético, muy pasivo, muy amoroso. Cuando caes en la cuenta de tu relación con la existencia, cuando dejas de estar separado como buscador, cuando dejas de estar separado como observador, cuando dejas de observar, cuando te pierdes en ello, del todo, entonces allí, en el fondo está… el tictac.

La tercera cuestión es que el zen no es ciencia, sino magia. Pero no es la magia de los magos, es la magia de una manera de ver la vida. La ciencia es intelectual. Es un esfuerzo por destruir el misterio de la vida. Aniquila la maravilla. Está contra lo milagroso. El zen está totalmente a favor de lo milagroso, de lo misterioso.

El misterio de la vida no debe resolverse porque no puede ser resuelto. Debe ser vivido. Uno debe subirse a él, amarlo. Que la vida sea un misterio es una gran alegría. Y algo que debe celebrarse. El zen es magia. Te da la llave para abrir lo milagroso. Y lo milagroso está en ti, y la llave también está en ti.

Cuando vas a ver a un maestro zen, él sólo te ayuda a estar silencioso, de manera que puedes hallar tu propia llave, que llevas encima desde hace mucho tiempo. Y así hallarás tu puerta –que está ahí-, y podrás penetrar en tu santuario más íntimo.

Y el último punto fundamental acerca del zen: el zen no es moralidad, sino estética. No impone un código moral, no te da ningún mandamiento tipo “haz esto o no hagas lo otro”. Simplemente te hace más sensible a la belleza, y esa sensibilidad se convierte en tu moral. Pero a continuación se alza más allá de ti, fuera de tu conciencia. El zen no te proporciona ninguna conciencia, ni está contra ninguna; simplemente te proporciona “más conciencia” se torna tu conciencia. No hay ningún Moisés que te dé mandamientos, ni viene de la Biblia, el Corán o los Vedas… no viene de fuera. Viene de tu centro más íntimo.

Y cuando proviene de ahí, no es esclavitud, sino libertad. cuando proviene de ahí, no es algo que haya que cumplir como un deber, de mala gana. Disfrutas haciéndolo. Se convierte en tu amor.

Esos son los fundamentos.

sábado, 7 de septiembre de 2019

EL ZEN Y LA TOTALIDAD


El zen significa madurez. El zen significa desechar todos los deseos y ver cuál es la situación. No interpongas tus sueños frente a la realidad. Límpiate los ojos de sueños, para así poder ver la situación. Esta talidad se llama konomama o sonomama. Kono- o sonomama significa la talidad de una cosa; la realidad es su talidad. Todas las ideologías impiden que lo veas.

Las ideologías son vendas que te obstruyen la vista. Un cristiano no puede ver; tampoco puede un hinduista, ni un musulmán. Porque estáis tan llenos de ideas que sólo veis lo que queréis ver, no hacéis más que ver lo que no está presente, proyectáis, interpretáis, creáis una realidad propia y particular, que no está ahí. Eso crea una especie de delirio. Noventa y nueve de cada cien de vuestros pretendidos santos son gente que delira.

El zen proporciona cordura al mundo, cordura total. Desecha todas las ideologías. Dice: “Se vacío. Mira sin ninguna idea. Mira en la naturaleza de las cosas pero sin ninguna idea, prejuicio ni presunción”. No te preocupes… ese es uno de los fundamentos.

Así que hay que abandonar la teología; si no, te mantendrá ocupado.

¿Ves cuál es la cuestión? Si tienes una idea, existe la posibilidad de que la encuentres en la realidad, porque la mente es muy, muy creativa. Y claro está, esa creación sólo será una imaginación. Si estás buscando a Cristo empezarás a tener visiones de Cristo, y todas ellas serán imaginarias. Si buscas a Krishna empezarás a ver a Krishna, y todas esas visiones serán imaginarias.

El zen es muy realista. Dice que hay que abandonar la imaginación. La imaginación proviene del pasado… llevas desde la infancia condicionado por ciertas ideas. Desde la infancia te han llevado a la iglesia, al templo, a la mezquita; te han llevado al erudito, al pundit, al sacerdote. Te han forzado a escuchar sermones… han medito en tu mente todo tipo de cosas. No te aproximes a la realidad con toda esa carga; si no, no acabarás de saber lo que es.

Descargar, aligerar. Ese aligerar es zen.

Es muy difícil estar cuerdo en un mundo enloquecido.

El zen es sencillo pero difícil a la vez. Simple en lo que respecta al zen -es la cosa más simple del mundo, la más simple porque es espontánea-, pero muy difícil a causa de nuestras mentes condicionadas, a causa del mundo enloquecido en que vivimos, en que nos han criado, y que nos ha corrompido.

La segunda cosa es que el zen no es una filosofía, sino poesía. No propone, sino que simplemente persuade. No discute, simplemente canta su propia canción. Es estético hasta la médula, y para nada ascético. No cree en ser arrogante o agresivo hacia la realidad, sino en el amor. Cree que si participamos con la realidad, ésta nos revelará sus secretos. Crea una consciencia participativa. Es poesía, es pura poesía… igual que es pura religión.

Al zen le interesa muchísimo la belleza. Está menos preocupado con la verdad, pero muy interesado por la belleza. ¿Por qué? Porque la verdad es un símbolo áspero. No sólo es seca en sí misma, sino que las personas que se interesan demasiado por ella también acaban “secándose”. Empiezan a morir. Sus corazones se encogen, sus fluidos dejan de fluir. Se quedan sin amor, se tornan violentos, y empiezan a ser cada vez más en la cabeza.

Y el zen no es una cosa de la cabeza, sino total. No es que niegue la cabeza, sino que le otorga el lugar que le corresponde, no un estatus dominante. Debe funcionar con la totalidad… Las agallas son tan importantes como la cabeza, los pies son tan importantes como la cabeza, el corazón es tan importante como la cabeza. La totalidad debe funcionar como un organismo; ninguna parte debe ser dominada.

La filosofía está orientada hacia la cabeza; la poesía es más total. La poesía fluye más. La poesía se ocupa más de la belleza. Y la belleza es no violencia, amor, y compasión. El buscador zen mira en la realidad para hallar lo bello… en el canto de los pájaros, en los árboles, en la danza de un pavo real, en las nubes, en los relámpagos, en el mar, en la arena. Intenta buscar la hermosura.

Y claro está, buscar la hermosura tiene un impacto completamente distinto. Cuando buscas la verdad eres más masculino; cuando buscas belleza eres más femenino. Cuando buscas la verdad estás más preocupado por la razón; cuando buscas la belleza estás cada vez más interesado por la intuición. El zen es femenino, la poesía es femenina. La filosofía es algo muy masculino, muy agresivo; es una mente masculina.

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