sábado, 30 de junio de 2018

ADAN Y EVA


Es adecuado comprender la antigua historia bíblica de Adán y Eva. Fueron expulsados del Paraíso, fueron expulsados del Jardín del Edén. Es una historia profundamente psicológica. Dios les permitía comer cualquier fruto excepto uno. Había un árbol que no debía ser tocado y ése era el Árbol del Conocimiento. ¡Es algo extraño ver a Dios prohibiendo a sus criaturas comer el fruto del Árbol del Conocimiento! Parece algo muy contradictorio. ¿Qué clase de Dios es éste? ¿Y qué clase de padre es aquel que está en contra de que sus hijos crezcan en conocimiento y sabiduría? Esta historia ha preocupado a muchos. ¿Por qué Dios tuvo que prohibir el conocimiento? Valoramos en mucho al conocimiento, pero fue prohibido.

Adán y Eva existían en un mundo animal. Eran dichosos, pero eran ignorantes. Los niños son felices, pero también son ignorantes. Y los niños, si han de crecer, han de crecer en conocimiento. No hay otra forma de crecimiento. Si eres ignorante puede que seas feliz, pero no eres consciente de tu felicidad.

Esto se ha de entender correctamente. Puedes ser dichoso siendo ignorante, pero entonces no puedes percibir tu dicha, no puedes ser consciente de tu felicidad. En el instante en que empiezas a percibir tu felicidad, dejas de ser ignorante. El conocimiento ha entrado, te has convertido en uno que sabe. Por eso Adán y Eva existían como animales, absolutamente ignorantes y dichosos. Pero esta felicidad no era algo de lo que ellos se dieran cuenta. Eran sencillamente felices sin saberlo.

La historia dice que el Diablo tentó a Eva para que comiera del fruto, y la razón por la que el Diablo pudo tentar a Eva fue ésta: le dijo, “Si comes de esta fruta, serás como los dioses. Esto es altamente significativo. A menos que comas de ese fruto del Conocimiento, del fruto del Árbol del Conocimiento, nunca podrás ser como los dioses, seguirás siendo como los animales. Y èse fue el motivo por el cual Dios les había prohibido, vedado, el tocar ese árbol. ¡Pero fueron tentados!

Esta palabra “diablo” (*) es muy hermosa y, en particular, para los hindúes. Tiene un significado diferente que para los cristianos porque “diablo” proviene de la misma raíz, de la misma palabra, de la cual proviene “deva” o “devata”, dios. “Diablo” y “divino” provienen de la misma raíz. De este modo parece que la historia cristiana es parcial, incompleta de alguna forma. Una cosa sì se sabe: el Diablo mismo era un dios rebelde, un ángel rebelde que se alzó contra Dios. Pero en sí, él era un dios.

¿Por qué digo esto? Porque para mí no existen dos fuerzas en el mundo como Dios y el Diablo. Esa dicotomía es falsa. ¡Solamente existe una fuerza! Y la dicotomía no es de dos enemigos, sino de dos polaridades de una misma fuerza, de Dios y el Diablo. Es una misma fuerza operando a través de dos polaridades, porque a menos que una fuerza se manifieste en dos polaridades, no puede operar.

Para mí esta historia bíblica adquiere un nuevo significado. Dios lo prohibió porque solo puedes tentar si prohíbes. Si no se hubiera mencionado para nada al Árbol del Conocimiento, parece improbable que Adán hubiera pensado o imaginado comer de este árbol, en particular. El Jardín del Edén era inmenso, había infinitos árboles. Desconocemos el nombre de cualquier otro árbol.

Este árbol se volvió importante debido a que fue prohibido. Esta prohibición se convirtió en una invitación; esta prohibición se convirtió en la tentación. No fue realmente el diablo quien tentó. El primero fue Dios mismo. Esta fue la tentación, “No os acerquéis al Árbol del Conocimiento; no comáis de su fruto. Solamente hay un árbol prohibido excepto en eso, sois libres”. De repente este árbol se convierte en el más importante del Jardín.

Y para mí, “Diablo” es simplemente otra denominación de Divino, la otra polaridad. Y el Diablo tentó a Eva porque entonces podría ser como los dioses; ésta era su promesa. ¿Y a quién no le gustaría ser como los dioses? ¿A quién no le gustaría?

Adán y Eva fueron tentados y luego expulsados del Cielo. Pero esta expulsión forma parte del proceso. En realidad, ese Cielo equivalía a una existencia animal, dichosa, pero ignorante. Debido a que comieron del fruto del Árbol del Conocimiento, Adán y Eva se convirtieron en seres humanos. Antes no eran en absoluto humanos. “Se convirtieron en seres humanos” y cuando digo esto, quiero decir que se convirtieron en un problema.

Se dice que las primeras palabras que Adán dijo cuando salió por la puerta del Jardín, fueron: “Estamos viviendo tiempos revolucionarios”. Fue una época revolucionaria. La mente humana no conocerá otra vez una revolución de tal calibre como esta expulsión del mundo animal, esta expulsión de una existencia de felicidad, de ignorancia. Los tiempos fueron verdaderamente revolucionarios. Las demás revoluciones no son nada si las comparamos con ésta. La mayor revolución fue ésta: la expulsión.

Pero. ¿por qué fueron expulsados? En el instante en que te vuelves consciente, en el instante en que sabes, dejas de vivir en la felicidad. Surgirán problemas. Y aunque te sientas dichoso, este problema surgirá en tu mente: “¿Por qué soy feliz? ¿Por qué?”. Y no puedes ser dichoso a menos que te sientas angustiado, porque todo sentimiento es posible únicamente con su extremo opuesto. Puedes sentir la felicidad solamente si comienzas a sentirte infeliz; puedes empezar a sentirte sano solamente cuando has empezado a conocer la enfermedad; no puedes ser consciente de la vida si no has temido a la muerte.




sábado, 23 de junio de 2018

LA CONSCIENCIA Y LA MUERTE


Los animales viven, pero no son conscientes de que viven porque no son conscientes de muerte alguna. La muerte no es un problema para ellos; por lo tanto viven, pero no están vivos en el mismo sentido en que el hombre está vivo. El hombre está vivo, consciente de que está vivo, solamente debido a la muerte. Con el saber nace el extremo opuesto, y con la polaridad surgen los problemas. Entonces, cada instante es un conflicto. En todo momento te hallas dividido en dos. Nunca volverás a ser uno. Estarás siempre dividido, en conflicto, en agitación interna.

Por eso, ésa fue realmente una revolución; más bien “la revolución”. Adán y Eva fueron expulsados, fueron desterrados. En realidad ésa es una historia muy bonita. Nadie los expulsó, nadie se lo ordenó, nadie les dijo, “¡Marchaos!”. Ellos estaban ya fuera. En el momento en que se hicieron conscientes dejaron de estar en el Jardín. Fue automático. Piensa en esto: un perro sentado aquí y que de repente se vuelve consciente de la situación. Ha sido expulsado. Nadie le expulsa, sino que ya no es más un animal. Ha sido expulsado del estado animal y nunca más podrá volver a ser el mismo.

Adán y Eva trataron una y otra vez de entrar, pero aún no han encontrado la puerta de nuevo. Siguen y siguen dando vueltas, pero no encuentran la puerta. No hay tal puerta. La expulsión es total y definitiva. No pueden entrar otra vez porque el conocimiento es un fruto amargo y dulce; amargo y dulce al mismo tiempo. Dulce, porque por primera vez te vuelves un ego, y amargo, porque con el ego adquieres todos los males. Es una espada de doble filo.

Adán fue tentado porque el Diablo le dijo, “Te volverás como los dioses. Serás poderoso”. El saber es poder, pero si sabes, tienes que conocer ambas caras de la moneda. Puedes sentirte más vivo, puedes sentirte más dichoso, pero serás consciente de la muerte. Serás más dichoso, pero en la misma proporción sufrirás mayor angustia. Este es el problema, esto es lo que es el hombre: una profunda angustia, una profunda escisión entre dos polaridades.

Puedes sentir la vida, pero cuando la muerte se halla presente todo resulta envenenado. Cuando la muerte está ahí, cada instante está envenenado. ¿Cómo puedes estar vivo si la muerte está ahí? ¿Cómo vas a sentirte dichoso si el sufrimiento está ahí? incluso si alcanzas un instante de felicidad, es efímero. Y cuando la ocasión se presenta, eres consciente de que en algún lugar, oculta tras la felicidad, la infelicidad está presente, la desgracia está ahí, escondida. Surgirá pronto, antes o después. Por eso, incluso un solo instante de felicidad se halla envenenado si se es consciente de que la infelicidad está oculta, aproximándose. Está a la vuelta de la esquina y tendrás que afrontarla.

El hombre se hace consciente del futuro, consciente del pasado, consciente de la vida, consciente de la muerte. Kierkegaard lo ha denominado “angustia consciente”. Puedes volver atrás, pero es una medida temporal. De nuevo ascenderás. Por eso, la única posibilidad es crecer. Crecer en conocimiento hasta un punto desde el que puedes saltar, porque el salto solo es posible en los extremos. Poseemos un extremo: el retroceder. Podemos hacerlo, pero es imposible desde el momento en que no podemos quedarnos para siempre en él. Somos lanzados hacia delante, una y otra vez. La otra posibilidad es la de que, si creces en consciencia, alcanzas un punto en el que eres totalmente consciente, y desde allí trasciendes.

Ya hemos “conocido”. Ahora debemos descubrir algo más allá del conocimiento. Hemos salido del Jardín por causa del conocimiento y podemos entrar en ese jardín, de nuevo, solamente si nos desprendemos de este conocimiento. Pero este desprenderse no es posible mediante la regresión. No podremos encontrar nunca otra vez esa puerta a través de la cual Adán fue expulsado. Podemos encontrar otra puerta, a través de la cual Cristo fue invitado o Buda fue invitado. Podemos abandonar ese conocimiento, podemos desprendernos de esa consciencia, pero solamente desde el punto extremo en el que seamos totalmente conscientes.

Cuando uno se vuelve totalmente consciente, cuando se ha desprendido hasta del sentimiento de que “Soy consciente”, cuando uno se vuelve simplemente como los animales en el estado en que son felices y dichosos –ellos no sabes que cuando eres totalmente consciente, te conviertes en un dios-, si esa consciencia es total, entonces eres sencillamente consciente sin darte cuenta de que eres consciente. Esta simple consciencia será el comienzo, será la entrada. Estarás de nuevo en el Jardín, ahora no como un animal, sino como Dios. Y este proceso es inevitable. Esta expulsión del Adán y el surgimiento de un Jesús, es un proceso ineludible. Uno ha de ser expulsado de su propia ignorancia; éste es el primer paso. Y luego uno ha de ser expulsado de su propio conocimiento; ése es el segundo paso.

sábado, 16 de junio de 2018

CIENCIA Y RELIGIÒN


La ciencia cree que los problemas son objetivos, que provienen de alguna parte en el exterior, que pueden ser cambiados sin que tú cambies. La religión cree que los problemas están en el interior, en mí, o mejor, que yo soy el problema. A menos que yo cambie, nada será distinto. Las apariencias cambiarán, los hombres serán diferentes, pero la substancia seguirá siendo la misma. Crearé otro mundo de problemas. Seguiré proyectando nuevos problemas.

El hombre, inconsciente de su propio ser, inconsciente de sí mismo, es el creador de los problemas. Sin saber quién es, qué es, con un desconocimiento absoluto de sí mismo, sigue generando problemas porque, a no ser que te conozcas a ti mismo, no puedes saber para qué estás viviendo y existiendo.

No puedes saber adónde has de ir, no puedes saber cuál es tu destino, y nunca podrás percibir cuál es el sentido. Seguirás haciendo muchas cosas, pero todo te conducirá, en último término, a la frustración. Porque si haces algo sin saber por qué existes, sin saber qué es lo que eres, eso no te va a proporcionar satisfacción alguna. Carecerá de sentido. Has errado el objetivo, tu esfuerzo será desperdiciado y al final todo el mundo se sentirá frustrado. Los que alcanzan el éxito se sienten más frustrados que los que no lo alcanzan porque los que no lo alcanzan pueden seguir albergando esperanzas. Pero aquellos que tienen éxito no poseen ni esperanzas. Su caso no tiene solución. Por eso digo que no hay fracaso tan grande como el éxito.

La religión piensa en términos subjetivos, en términos objetivos: “Cambia la situación no al hombre”. La religión dice: Cambia al hombre; la situación es irrelevante”. Sea cual sea la situación, una mente distinta, un ser transformado se sitúa más allá de los problemas. Por eso Buda puede estar en absoluta paz viviendo como un mendigo y un Midas no puede vivir tranquilo ni poseyendo el milagro alquímico: toque lo que toque se transforma en oro. La situación con Midas se ha vuelto dorada; todo lo que toca se convierte en oro. Pero esto no cambia nada, al contrario, Midas se encuentra en una situación más complicada.

Nuestro mundo ha creado, mediante la ciencia, una situación como la de Midas. Todo lo que tocamos se convierte en oro. Un Buda, viviendo como un mendigo, se encuentra en una paz y en un silencio tan absoluto que los emperadores se sienten celosos de él. ¿Cuál es el secreto? El énfasis en el hombre, en el interior del hombre, es lo importante, no la situación. Debes, pues, cambiar el interior del hombre. Y solamente hay un cambio posible. Si creces en consciencia, cambias, mutas. Si disminuyes tu consciencia, también cambias, mutas. Pero si tu consciencia es disminuida, retrocedes hacia el mundo animal. Si tu consciencia es incrementada, asciendes hacia el mundo de los dioses.

Este es el único problema para la religión: cómo incrementar la consciencia. Por eso las religiones han estado en contra de las drogas desde siempre. La razón no es moral ni ética, ¡no! Y los llamados puritanos moralistas le han dado un tinte equivocado a todo el asunto. Para la religión no es una cuestión de moralidad el que alguien ingiera drogas. No es una cuestión concerniente a la moralidad, porque la moralidad sólo aparece en escena cuando yo entro en contacto con alguien más. Si bebo alcohol y caigo inconsciente, no es asunto de nadie más. Estoy haciendo algo conmigo mismo. La violencia concierne a la moralidad, no al alcohol. Si prometo encontrarme contigo a una hora determinada y no acudo, es inmoral, porque hay alguien más implicado. El alcohol concierne a la moral solamente si implica a alguien más; sino, no es una cuestión moral en absoluto. Es algo que haces contigo mismo. Para las religiones éste no es un tema de moralidad. Para las religiones existe un tema más profundo: la cuestión de incrementar o disminuir la consciencia.

Una vez que adquieres el hábito de sumergirte en la inconsciencia, será más y más difícil incrementar tu consciencia. Será más y más difícil, porque tu cuerpo será incapaz de sostenerte en un estado de consciencia incrementada. Te ayudará a mantenerte inconsciente. No te ayudará a ser consciente. Y cualquier cosa que se convierta en una barrera en la adquisición de consciencia es un problema religioso, no un problema moral.

Por eso, a veces sucede que puedes encontrar que un alcohólico sea una persona de mayor moralidad que un no-alcohólico, pero nunca será una persona más religiosa. Un alcohólico puede ser más compasivo que un no-alcohólico, puede ser más tierno que un no-alcohólico, puede que sea más honesto, pero nunca más religioso. Y cuando digo “no será nunca más religioso”, quiero decir que “no será nunca una persona más consciente y despierta”. Este crecimiento en consciencia provoca angustia.






sábado, 9 de junio de 2018

LOS PROBLEMAS DE LA CONSCIENCIA


Para la filosofía, son muchos los problemas; infinitos. Pero para la religión sólo existe un problema, y ese problema es el hombre en sí mismo. No es que el hombre tenga problemas, sino que el hombre mismo es el problema. Y ¿por qué es el hombre el problema?

Los animales no tienen problemas. Son tan inconscientes, tan dichosamente inconscientes, tan ignorantes, que no existe la posibilidad de la existencia de conciencia alguna sobre los problemas. Los problemas existen, pero los animales no son conscientes. No hay problema para los dioses, porque ellos son totalmente conscientes. Cuando la mente es totalmente consciente, los problemas sencillamente desaparecen como la oscuridad. Pero para el hombre existe la angustia. La misma existencia del hombre, su mismo ser, es un problema porque el hombre existe entre esos dos espacios: el reino de los animales y el reino de los dioses.

El hombre existe como un puente entre dos infinitos: el infinito de la ignorancia y el infinito de la sabiduría. El hombre ni es animal, ni es divino. O bien, el hombre es ambas cosas, animal y divino. Ese es el problema. El hombre es un ser inacabado, es algo incompleto, algo por terminar, un proyecto, no una realidad.

Los animales poseen un “ser”. El hombre es un proyecto. No “es”; solamente es un proyecto. El hombre es un proceso. El proceso está incompleto. Ha abandonado el mundo de la ignorancia y todavía no ha alcanzado el mundo de la sabiduría. El hombre está entre dos aguas. Eso crea el problema, la tensión, la angustia y el conflicto constante.

Solamente hay dos formas de estar en paz, de estar sin problemas: una es retroceder, volver atrás, regresar al mundo de los animales; la otra es trascender, ir hacia delante y ser una parte del Divino Ser. Ser o animales o dioses; esas son las dos alternativas.

Retroceder es fácil, pero es algo temporal porque una vez que has crecido no puedes retroceder de forma permanente. Puedes regresar por un instante, pero luego eres lanzado de nuevo hacia delante porque realmente no existe el camino para regresar. No hay ninguna posibilidad real de retroceder. No puedes ser un niño de nuevo si ya te has convertido en un adolescente, y tú no puedes ser otra vez un adolescente si ya te has vuelto viejo. Si sabes algo, no puedes retroceder al estado en que estabas cuando eras ignorante. No puedes retroceder, pero por un instante puedes olvidarte del presente y liberar el pasado en tu memoria, en tu mente.

De este modo el hombre puede regresar al estado animal. Es algo dichoso, pero temporal. Esta es la razón por la que los intoxicantes, las drogas, el alcohol, tienen de atractivo. Cuando te quedas inconsciente mediante algún químico, has vuelto atrás por un instante. En ese momento dejas de ser un hombre, dejas de ser un problema. De nuevo eres parte del mundo animal, de la existencia inconsciente. Entonces no eres un hombre; por eso tienes problemas.

La Humanidad ha estado constantemente buscando cosas, a través de las drogas para poder olvidar, para regresar, para ser simplemente un niño, para recuperar la inocencia animal, para no tener problemas. O sea, para carecer de humanidad, porque, para mí, humanidad significa ser un problema. Este retroceso, esta regresión, es posible, pero sólo temporalmente. Tendrás que volver otra vez, serás de nuevo un hombre y habrá los mismos problemas aguardándote. En realidad se habrán agudizado. Tu ausencia no va a disolverlos. Se habrán vuelto más complicados y complejos. Así se crea un círculo vicioso.

Cuando estás de vuelta y eres consciente tienes que afrontar problemas que se han complicado debido a tu ausencia. Se han multiplicado. Y así has de olvidarte de ti mismo una y otra vez, y cada vez que te olvidas y regresas, tus problemas se han acrecentado. Tendrás que enfrentarte a tu humanidad una y otra vez. Uno no puede escapar de este modo. Uno puede engañarse, pero no puede escapar de ese modo.

La otra alternativa es ardua. Es crecer hasta llegar a ser un “Ser”. Cuando digo “regresar”, quiero decir volver a ser inconsciente, perder la poca consciencia que tenemos. Cuando digo, “ser un Ser”, quiero decir, perder la inconsciencia y ser totalmente consciente.

Tal como somos, solamente una parte de nosotros es consciente, un diminuto fragmento del Ser es consciente y el continente restante es pura oscuridad. Una pequeña isla es consciente, y todo el continente, la tierra firme está a oscuras. Cuando esta islita también se queda a oscuras, has vuelto atrás, has retrocedido. Esta ignorancia es dichosa porque entonces no eres consciente de los problemas. Los problemas están ahí, pero no eres consciente de ellos. De modo que, para ti, parece que no existen los problemas. Es el método del avestruz: cierras tus ojos y tu enemigo desaparece solamente porque no puedes verlo. Esta lógica infantil, juvenil, dice que cuando no alcanzas a ver algo, esto deja de ser real. A menos que veas algo, esto no existe. ¡De modo que si no eres capaz de percibir los problemas, estos no existen!

Cuando digo “ser un Ser”, “trascender la humanidad”, “volverse divino”, quiero decir ser totalmente consciente, ser no sólo una isla, sino todo el continente. Esta consciencia también te llevará más allá de los problemas porque los problemas existen básicamente en función de ti. Los problemas no son realidades objetivas; son fenómenos subjetivos. ¡Tú creas tus problemas! ¡Y a menos que seas transformado, seguirás creando problema! Resuelves uno y, en realidad, al solucionar ese uno creas muchos otros porque tú permaneces siendo el mismo. Los problemas no son algo objetivo. Son parte de ti. Debido a que eres de cierto modo, creas determinados problemas.

La ciencia trata de resolver los problemas objetivamente y opina que si no existieran los problemas el hombre estaría en paz. Los problemas podrán ser resueltos objetivamente, pero el hombre no estará en paz, porque el hombre es en sí mismo el problema. Si soluciona algún problema, crea otros. Èl es el que los crea. Si creas una sociedad mejor, los problemas cambiarán, pero los problemas seguirán. Si se consigue un nivel de salud mejor, un sistema médico màs eficiente, los problemas serán otros, pero los problemas seguirán.

Cuantitativamente, habrá tantos problemas como siempre, porque el hombre permanece siendo el mismo, solamente son las situaciones las que cambian. Cambias de situaciones. Los antiguos problemas desaparecerán pero surgirán nuevos problemas. Y los nuevos problemas son más graves que los viejos problemas porque tú ya te habías acostumbrado a los viejos problemas. Con los nuevos problemas te sientes más incómodo. Por eso, hoy en día, hemos alterado por completo nuestro entorno, pero los problemas siguen ahí, peores, creando aún más angustia.

sábado, 2 de junio de 2018

LA MEDITACIÓN


Hay algo que debe recordarse respecto a la meditación: es un camino largo y no hay atajos.

Es un viaje largo, porque el cambio es muy profundo y se le alcanza después de muchas vidas, muchas vidas de hábitos rutinarios…pensando…deseando…

Y la estructura de la mente: debes tirarla mediante la meditación. De hecho es casi imposible, pero sucede. Un hombre convirtiéndose en un meditador: es la responsabilidad más grande del mundo, no es fácil.

Esto no puede ser algo instantáneo.

De manera que desde el principio no comiences a esperar demasiado, y nunca te sentirás frustrado. Siempre estarás contento, por las cosas crecerán muy despacio.

La meditación no es una flor de estación que aparece en un plazo de seis semanas.

Es un árbol muy, muy grande…necesita tiempo para extender sus raíces.

Cuando la meditación florece, simplemente no hay nadie que tome nota de esto, nadie que reconozca este estado, nadie que diga: “Sí, esto ha ocurrido”. Apenas dices: “Sí, esto ha ocurrido”, ya se ha perdido.

Cuando la meditación está realmente ahí…un silencio te invade…sin ningún sonido…una gracia palpita…

Hay armonía. Pero no hay nadie para tomar nota de esto.

Meditación es un estado de no-mente. Meditación es un estado de conciencia pura, sin contenido.
Por lo regular, tu conciencia está demasiado llena de basura, igual que un espejo cubierto de polvo.

La mente es un tráfico constante: los pensamientos se están moviendo…los deseos se mueven…los recuerdos se mueven…las ambiciones de mueven. ¡Es un tráfico constante…! Día tras día.

Aun cuando duermes sigue inmersa en los pensamientos, aún sigue inmersa en preocupaciones y ansiedades.

Se está preparado para el día siguiente: está ocurriendo una preparación subterránea.

Este es el estado de no-meditación. Justo lo opuesto de lo que es la meditación: cuando no hay tráfico y el pensamiento se ha detenido…los pensamientos no se mueven…los deseos no se agitan y te encuentras en completo silencio.

Ese silencio es meditación. Y es en ese silencio que la verdad es conocida…nunca de otra manera.
La meditación es un estado de no-mente…no puedes encontrar la meditación a través de la mente, porque la mente se va a perpetuar a sí misma.

Sólo te será posible encontrar la meditación si colocas la mente a un lado…permaneciendo sereno…indiferente, sin identificarte con la mente; viendo la mente pasar, pero no identificándote con ella, no pensando que “Yo soy ella”.

Meditación es la conciencia de que: “Yo no soy la mente”.

Cuando esta conciencia entra más y más profundo en ti…lentamente, aparecen unos pocos momentos…momentos de silencio…momentos de espacio puro…momentos de transparencia…momentos en los que nada se agita en ti y todo está quieto…en estos momentos de quietud sabrás quién eres…y conocerás el misterio de esta existencia.

Llega un día ¡un día de grandes bendiciones! En el que la meditación se convierte en tu estado natural.

La mente es algo antinatural; nunca se transforma en tu estado natural. Pero la meditación es un estado natural, que has perdido. Es un paraíso perdido, pero el paraíso puede ser recuperado.
Observa los ojos de los niños…mira y encontrarás tremendo silencio e inocencia…

Cada niño viene en estado meditativo, pero debe ser entrenado en la forma de funcionar de la sociedad. Debe aprender cómo pensar, cómo calcular, cómo razonar, cómo discutir; debe aprender palabras, lenguaje, conceptos…y lenta…lentamente, pierde contacto con su propia inocencia.

La sociedad lo contamina, lo corrompe…se transforma en un mecanismo eficiente; deja de ser un hombre.

Todo lo que necesita es recuperar ese espacio una vez más.

Lo has conocido antes; así que cuando conozcas la meditación por primera vez te sorprenderás, pues surgirá en ti una clara sensación de haberla conocido antes. Y esa sensación es real: la has conocido antes…la has olvidado.

El diamante está perdido entre montones de basura…pero si puedes removerla, encontrarás el diamante nuevamente: es tuyo. En realidad, no se puede perder, sólo puede ser olvidado.

Nosotros nacemos como meditadores, y después aprendemos las formas de obrar de la mente…pero nuestra naturaleza real permanece escondida en algún lugar, en lo profundo como una corriente subterránea.

Cualquier día, una pequeña excavación y vas a encontrar la fuente fluyendo…la fuente de aguas frescas. ¡Y la alegría más grande en la vida es encontrarla!

Meditación no es concentración. En la concentración existe un Yo concentrándose y hay un objeto sobre el cual se ejerce la concentración. Hay una dualidad.

En la meditación no hay nadie adentro y nada afuera. No es concentración.

No hay división entre lo de adentro y lo de afuera…lo interno fluye y fluye hacia lo externo, lo externo fluye y fluye hacia lo interno.

La demarcación, el límite, el borde, ya no existe.

Lo interno está afuera, lo externo está adentro: es una conciencia no dual.

La concentración es una conciencia doble; es por eso que produce cansancio; es por eso que cuando te concentras te sientes exhausto.

No te puedes concentrar durante las veinticuatro horas; tendrás que tomar vacaciones para descansar.

La concentración jamás se podrá convertir en tu naturaleza.

La meditación puede convertirse en algo constante durante veinticuatro horas, día tras día, año tras año…

Puede transformarse en la eternidad…Es la relajación en sí misma.

La concentración es un acto, un acto de la voluntad.

La meditación es un estado de no voluntad, un estado de inacción…es relajación.

Sencillamente, uno se ha dejado caer en su propio ser, y ese ser es el mismo que el ser del Todo.

En la concentración, tu mente funciona a partir de una conclusión: estás haciendo algo… la concentración surge del pasado.

En la meditación no hay una conclusión detrás, no estás haciendo algo en particular, estás simplemente siendo.

Esto no tiene pasado, el pasado no lo ha contaminado. No tiene futuro, está desprovista de todo futuro…es lo que Lao Tzu ha llamado: wu wei: acción a través de la inacción.

Es lo que los maestros Zen han estado diciendo:
“Sentado en silencio sin hacer nada, llega la primavera y la hierba crece por sí sola”,

Recuerda: “por sí sola”, nada se está haciendo…no estás tironeando la hierba hacia arriba. La primavera llega y la hierba crece por sí sola.

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