sábado, 28 de agosto de 2021

EL AMOR Y EL EGO


 El amor no se puede aprender, no se puede cultivar. El amor cultivado no será en absoluto amor. No será una auténtica rosa; será una flor de plástico. Cuando aprendes algo, significa que algo te llega desde el exterior; no es un crecimiento interior. Sin embargo, el amor tiene que ser tu crecimiento interior si va a ser auténtico y real.

El amor no es un aprendizaje, sino un crecimiento. Todo lo que necesitas no es aprender los caminos del amor; sino desaprender los caminos del desamor. Hay que eliminar los estorbos, hay que destruir los obstáculos; el amor es tu ser natural y espontáneo. Una vez que se han eliminado los obstáculos, que se han suprimido los escollos, comienza a fluir. Está ya ahí, oculto tras numerosos escollos, pero la primavera está ya ahí. Es tu verdadero ser.

Es un don, pero no algo que vaya a ocurrir en el futuro; es un don que ya has recibido en tu nacimiento. Ser es ser amor. Ser capaz de respirar es suficiente para ser capaz de amar. El amor es como la respiración. Lo que la respiración supone para el cuerpo físico, supone el amor para el ser espiritual. Sin respiración el cuerpo se muere; sin amor el alma se muere.

Por tanto, esto es lo primero que hay que recordar: no es algo que puedas aprender. Si lo aprendes, no habrás captado la esencia; aprenderás otra cosa en nombre del amor. Será un pseudo amor, falso. La falsa moneda se parece a la moneda auténtica; si no conoces la auténtica, la falsa te puede seguir engañando. Sólo si conoces la auténtica serás capaz de distinguir entre la falsa y la auténtica.

Éstos son los obstáculos: celos, deseo de posesión, apego, expectativas, deseos... Tu miedo está justificado: «Si desaparece todo esto, ¿qué quedará de mi amor?». No quedará nada de tu amor. Quedará el amor…, pero el amor no tiene nada que ver con «yo» o «tú». De hecho, cuando desaparecen el deseo de posesión, celos, las expectativas, no desaparece el amor; desapareces, el ego desaparece. Aquéllas son sombras del ego.

No es el amor el que es celoso. Mira, contempla, observa otra vez. Cuando sientes celos no es el amor el que se siente celoso; el amor desconoce los celos. Al igual que el sol desconoce la oscuridad, el amor desconoce los celos. Es el ego el que se siente herido, el que se siente competitivo, en una lucha constante. Es el ego el que es ambicioso y quiere superar a otros; quiere ser alguien especial. Es el ego el que empieza a sentir celos, deseos de posesión, porque el ego sólo puede existir con la posesión.

Cuanto más posees, más se refuerza el ego; sin posesiones el ego no puede existir. Se basa en la posesión, depende de la posesión. Por tanto, si tienes más dinero, más poder más prestigio, una mujer bella, un marido guapo, unos hijos guapos, el ego se siente enormemente alimentado.

Cuando desaparezcan las posesiones, cuando no poseas nada en absoluto, no hallarás el ego en tu interior. No habrá nadie que pueda decir «yo».

Si piensas que éste es tu amor, ciertamente desaparecerá también tu amor. Tu amor no es realmente amor. Son celos, deseos de posesión, odio, ira, violencia; son mil cosas, menos amor.

Se encubren como amor porque todas esas cosas son tan feas que no pueden existir sin una máscara. Hay una antigua parábola muy bella:

Dios creó el mundo y enviaba cada día cosas nuevas a él. Un día envió a la Belleza y a la Fealdad. Hay un largo camino desde el paraíso a la tierra; llegaron por la mañana temprano, cuando estaba saliendo el sol. Llegaron cerca de un lago y decidieron bañarse porque tenían toda la ropa y el cuerpo cubiertos de polvo.

Sin conocer las costumbres del mundo —eran unas recién nacidas—, se quitaron la ropa; completamente desnudas se zambulleron en el agua fría del lago. El sol estaba saliendo; la gente comenzó a llegar. La Fealdad le gastó una broma: cuando la Belleza se alejó en el lago nadando, la Fealdad salió a la orilla, se puso la ropa de la Belleza y escapó. En aquel momento, la Belleza se dio cuenta de que estaba llegando la gente y ella estaba desnuda. Miró a su alrededor... ¡Su ropa había desaparecido! La Fealdad se había ido y la Belleza estaba de pie, desnuda bajo el sol, mientras la gente se acercaba. Sin saber qué hacer, se puso las ropas de la Fealdad y fue en su busca para cambiárselas.

Cuenta la historia que todavía está buscándola..., pero la Fealdad es muy lista y siempre se escapa. La Fealdad sigue con las ropas de la Belleza, disfrazada de Belleza, y la Belleza sigue con las ropas de la Fealdad.

Es una parábola bellísima.

Todas estas cosas son tan feas que no puedes soportar estar con ellas ni un minuto si ves su realidad. Así que no te dejan ver su realidad. Los celos fingen ser amor, el deseo de posesión crea una máscara de amor...; entonces te sientes a gusto.

No estás engañando a nadie más que a ti mismo. Estas cosas no son amor. Por tanto, lo que conoces como amor, lo que has conocido hasta ahora como amor, desaparecerá. No tiene nada de poesía. Sí, hay pasión, pero la pasión es un estado febril; la pasión es un estado inconsciente. La pasión no es poesía. La poesía sólo es conocida por los budas; la poesía de la vida, la poesía de la existencia.

La excitación, la fiebre, no son éxtasis. Lo parecen; ése es el problema. En la vida hay muchas cosas que se asemejan, y las diferencias son delicadas, tenues y sutiles. La excitación puede parecer éxtasis; no lo es, porque el éxtasis es algo fundamentalmente fresco. La pasión es caliente. El amor es fresco; no frío sino fresco. El odio es frío. La pasión, el deseo, es caliente. El amor está exactamente en el medio. Es fresco, ni frío, ni caliente. Es un estado de gran tranquilidad, calma, serenidad, silencio. De ese silencio surge la poesía, de ese silencio surge la canción, de ese silencio surge la danza de tu ser.

Aquello a lo que llamas poesía y pasión no son más que mentiras con bellos disfraces. De tus cien poetas, noventa y nueve no son realmente poetas, sino personas que están en un estado de torbellino, emoción, pasión, calor, deseo, sexualidad, sensualidad. Sólo uno de cada cien poetas es un auténtico poeta.

Puede que el poeta auténtico nunca escriba un poema, porque todo su ser es poesía. Su forma de caminar, su forma de sentarse, su forma de comer, su forma de dormir; todo es poesía. Él mismo existe como poesía. Puede que escriba poemas, puede que no los escriba, da lo mismo.

Pero aquello a lo que llamas poesía no es otra cosa que la expresión de tu fiebre, de tu ardiente estado de conciencia. Es un estado de locura. La pasión está loca, es ciega, inconsciente; además, es mentira. Es mentira porque te produce la sensación de que es amor.

El amor es sólo posible cuando ha habido meditación. Si no sabes cómo estar centrado en tu ser, si no sabes cómo descansar y relajarte en tu ser, si no sabes cómo estar completamente sólo y dichoso, nunca conocerás lo que es el amor.

El amor surge como una relación, pero comienza en profunda soledad. El amor se expresa al relacionarse, pero el origen del amor no está en el relacionarse; el origen del amor está en la meditación. Cuando eres completamente feliz en tu soledad, cuando no necesitas en absoluto al otro, cuando el otro no es una necesidad, entonces eres capaz de amar. Si el otro es una necesidad tuya, puedes explotarlo, manipularlo, dominarlo, pero no lo puedes amar.

Al depender del otro surge el deseo de posesión, como consecuencia del miedo. «¿Quién sabe? El otro está hoy conmigo y mañana puede que ya no esté. ¿Quién sabe qué pasará al momento siguiente?». Puede que te haya dejado tu mujer, que tus hijos hayan crecido y se hayan ido; tu marido puede dejarte. ¿Quién sabe lo que ocurrirá mañana? Como consecuencia del miedo al futuro te vuelves muy posesivo. Creas una servidumbre en torno a la persona que piensas que amas.

Pero el amor no puede crear una prisión; si el amor crea una prisión, ya no le queda nada por hacer al odio. El amor produce libertad, el amor da libertad. Es la ausencia de deseo de posesión. Sin embargo, esto sólo es posible si has conocido una clase de amor totalmente diferente; no de necesidad, sino de compartir.

El amor consiste en compartir la alegría que te desborda. Estás rebosante de alegría; ya no puedes retenerla, y tienes que compartirla. En ese momento hay poesía, y hay algo maravilloso que no es de este mundo sino que viene del más allá. Este tipo de amor no se puede aprender, pero se pueden eliminar los obstáculos.

En muchas ocasiones digo: aprende el arte de amar. Pero lo que en realidad quiero decir es: aprende el arte de eliminar todo aquello que obstaculiza el amor. Es un proceso en negativo. Es igual que cavar un pozo: al hacerlo, apartas muchas capas de tierra, piedras, rocas y, de repente, aparece el agua. El agua estaba siempre ahí; era una corriente subterránea. Cuando has eliminado todas las barreras, el agua es accesible. Lo mismo ocurre con el amor: el amor es una corriente subterránea en tu cuerpo. Está siempre fluyendo, pero hay muchas piedras, muchas capas de tierra que hay que quitar.

Esto es a lo que me refiero cuando digo que aprendas el arte de amar. No consiste realmente en aprender, sino en desaprender los caminos del desamor.

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