sábado, 27 de julio de 2019

INICIARSE EN EL CONOCIMIENTO


Te contaré una historia, muy esotérica. Es una historia budista de un ladrón maestro. Era tan eficiente, tan capaz, que nunca pudo ser aprehendido. Siempre que penetraba en alguna casa dejaba tras de sí algo que mostrara que el ladrón maestro lo había hecho. Su arte le hizo tan famoso, que las propias casas conocieron la envidia, pues el ladrón maestro sólo entraba en las que eran dignas de su destreza. Hasta el emperador del país quería conocerle. Se anunciaban, pues, sus fechorías. Cuando iba a robar a alguien, circulaba un rumor; la persona interesada lo sabía de alguna manera. Se trató de ver si algo le fallaba, pero en tal día y a tal hora se producía el robo, nunca era el ladrón atrapado.

Pero envejeció y su hijo le dijo: "Padre, ya eres viejo y yo no conozco el ABC de tu arte. Entréname". El padre le respondió, "Es muy difícil, no es una ciencia, no es algo mecánico: no te lo puedo explicar a menos de que seas ladrón innato. Yo lo he vivido; no ha sido una perversión en mí, sino mi propia tendencia. Así que, ya veremos".

Una noche invitó a su hijo a seguirlo. Fueron a un palacio; rompió la pared; ya tenía unos setenta años, pero no le temblaban las manos. En cambio el hijo más joven, más fuerte, estaba sudando. La noche está fría, y él tiembla. Su padre le pregunta: "¿Por qué tiemblas? Tú sólo sé un testigo, el ladrón soy yo". Pero cuanto más trataba de estar tranquilo más temblaba, y su padre trabajaba como si estuviera en su propia casa.

Finalmente entraron. Abrió una cerradura y pidió a su hijo que pasará. Tras él su padre, pero cerró la puerta, e hizo tal ruido que todos los de la casa despertaron. Huyó y quedó allí el hijo encerrado. Todos empezaron a buscar al ladrón. Ya te imaginas lo que le sucedería al muchacho.

El padre regresó a su casa. La noche era muy fría y se acostó. Dos horas después entró el hijo corriendo. Tiró de las frazadas de su padre diciéndole: "Casi me matas, ¿así me entrenas? El padre lo miró y respondió: "Está bien, ya estás de regreso. No me cuentes la historia, no vale la pena, no importan los detalles, estás de regreso, esto basta; el arte ha sido transmitido. No me digas cómo".

Pero el hijo arde por contar; "Déjame decirte, primero, que eres cruel. ¡Casi me matas! ¡A tu único hijo!". El padre insistió: "Dime lo que sucedió, no lo que tú hiciste. ¿Qué aconteció después de que cerré la puerta?". El hijo exclamó: "Me convertí en otra persona. La muerte estaba tan cerca. Nunca sentí tanta energía como entonces. Todo estaba en riesgo. La vida o la muerte. Me volví tan agudamente lúcido como nunca. Me volví la lucidez misma, pues, cada momento era precioso. De un modo o de otro, todo iba a acabar. Entonces una criada pasó frente a mi puerta con una vela en la mano. Y tú bien preguntaste, ¿qué sucedió? No puedo decir lo que hice: empecé a hacer ruido como si un gato estuviera adentro, y ella abrió la cerradura y empujó la puerta asomándose con la vela. No sé lo que hice, sino lo que sucedió. Apagué la vela, empujé a la muchacha y corrí. Corrí con tal ímpetu que no puedo decir que yo corría, sino que sucedía. No era yo, yo estaba ausente, era una fuerza moviéndose. Me seguían, y me topé con un pozo profundo. Sucedió que, no puedo decir que yo lo hice, cogí una piedra y la arrojé al pozo. Todos lo rodearon y pensaron que el ladrón allí había caído. Así es como estoy aquí".

El padre estaba profundamente dormido, ni siquiera había oído el relato. En la mañana dijo: "Los detalles no importan, un arte no puede explicarse, sólo enseñado con ejemplos vivos, con una comunión constante".

El Conocimiento Supremo puede transferirse y conservarse y algunas veces los grupos esotéricos lo hicieron en aras de alguien que había de venir.

Por ejemplo, Mahavir tenía cincuenta mil monjes. No todos pudieron alcanzar la iluminación entonces; así, algunos se quedaron en el camino, Mahavir no regresaría al mundo, para ellos era indispensable el conocimiento. ¿Quién lo proporcionaría? Mahavir no estaría allí. Las escrituras no son dignas de confianza, son más bien absurdas; alguien tuvo que dar su interpretación, no más allá de su entendimiento. Tenía que perdurar, pues, un grupo que conservara la clave para transmitir el conocimiento a personas de cierto nivel mental, de otro modo tendrían que luchar innecesariamente, sin motivo o cam-biar de maestro.

Así, cuando el maestro no está, estos grupos esotéricos conservan el conocimiento, y es ese conocimiento el que funciona como un maestro, y funciona porque continúa a través de personas vivas. De estas nueve personas del círculo de Ashoka, cada una es adepto en cierta rama particular: individualmente no tienen todas las claves. Cada uno es especialista en una, y el grupo estuvo formado de nueve porque Buda hablaba de nueve puertas, nueve claves de conocimiento.

Otros trabajos corresponden a los grupos esotéricos. Algunas veces la humanidad olvida lo que previamente ya sabía. En alguna parte del "Libro de los Muertos" egipcio se dice: "Ignorancia no es sino olvido". Algo que se ha sabido y se ha olvidado. Nada es nuevo, es olvidado. Cuando llegas a conocerlo otra vez, parece nuevo.

A veces sí existe el grupo, pero nadie está listo para iniciarse en el conocimiento. Entonces ha de limitarse a conservarlo.

Muchas claves se han perdido. Muchos grupos han funcionado y muchos siguen aún; los Rosacruces han sido un grupo occidental, más antiguo que el de los cristianos. Los Rosacruces son el grupo esotérico de la Cruz Rosa. La cruz no es realmente un símbolo cristiano sino anterior. Cristo mismo fue iniciado por un grupo esotérico llamado los esenios. Así que todos los días festivos cristianos, por ejemplo, marzo 25 o diciembre 25, son anteriores al Cristo. El cristianismo sólo absorbió la vieja tradición. Jesús mismo perteneció a un grupo esotérico que le entregó lo que Él transmitió a las masas.

Sin duda, trataron los esenios de preparar el terreno, para Jesús, pero no lograron nada. Sabemos que Juan, el Bautista, llegó ante Jesús. A la orilla del Jordán estuvo por treinta o cuarenta años con una enseñanza: "Yo soy sólo el antecesor, el Verdadero está por venir. He venido a preparar el terreno, y cuando venga desapareceré". Estuvo bautizando en el Jordán e iniciándoles para el Verdadero que iba a llegar.

Alguien le preguntaba: ¿Quién es el que ha de llegar? El país entero se sacudió con "ese que iba a llegar". Su nombre no era conocido ni siquiera de Juan, el Bautista, perteneciente al grupo de los esenios, y ahora Jesús llegaba para que Juan, el Bautista le bautizara. En su día fue bautizado y Juan desapareció. Nunca más fue visto.

El suceso fue gran noticia para el país: por cuarenta años fue anunciada su venida, así como la desaparición de Juan el Bautista. El bautismo precede al cristianismo, que tras él empieza.

Hay muchos grupos, pero la dificultad surge cuando falta algún miembro y nadie lo puede reemplazar: queda con un vínculo perdido. En todas las enseñanzas, aparece ese vínculo perdido, y entonces la enseñanza no puede llevarse a cabo por el grupo: los huecos subsisten. El cristianismo tiene muchos huecos, muchos. Todas las enseñanzas los tienen. Si una parte se pierde, no puede sustituirse, a menos que una persona como Jesús aparezca otra vez, lo que no es posible de predecir, no depende de organización o de planificación. Pero sí puede crearse y planificarse un grupo de iniciados al servicio de quien pueda utilizarlo.

Cada era tiene que encontrar sus propios métodos. En cierta forma ningún método antiguo puede serte útil. Tú has cambiado, así como tu mente; la clave es exactamente como la antigua, pero no la cerradura. Los grupos esotéricos pueden sólo conservar las claves, no las cerraduras, que están en, ti. ¿Lo entiendes? Las cerraduras están en ti, no en Buda, no en Jesús. Ellos tienen la llave; las crean para abrir las cerraduras que conservan los grupos esotéricos, pero supeditadas al cambio. Tú no eres exactamente la misma cerradura que abrió el Buda: la misma llave no puede funcionar. Si fuera posible cualquier persona ignorante podría usarla: la sabiduría no sería necesaria. Yo se la doy, y ella sigue abriendo cerraduras sin necesidad de sabiduría, esto bastaría: la llave y su cerradura. Pero como estas cerraduras están cambiando constantemente, la llave debe tenerla un grupo que sea sabio, para que la modifique de acuerdo con ella.

Repito: las cerraduras van cambiando; nunca serán iguales. Así no sólo las llaves han de conservarse, sino también la ciencia de cambiarlas cuando haya cambio de cerradura. He ahí lo que guardan los grupos esotéricos. No puede encerrarse el secreto en libros porque la cerradura no es conocida: cambiará y seguirá cambiando. Ningún libro puede registrar los posibles cambios, las posibles combinaciones. Las condiciones cambian, la educación cambia, la cultura cambia, todo cambia; las cerraduras se vuelven, pues, diferentes. Aunque la llave se conserve fallará en cierto modo por no corresponder a la cerradura: la clave debe darse pues, a un grupo vivo de sabios que puedan modificarla.

He ahí la diferencia entre conocimiento esotérico y tradición exotérica. La tradición exotérica siempre guarda la llave sin ninguna referencia a la cerradura. Continúa hablando de la antigua clave; no se da cuenta que su llave no abre la cerradura. Pero la tradición la integra gente común, ejemplo: los miembros de la Iglesia Cristiana. La Iglesia guarda la clave; saben que sirvió en los tiempos de Jesús; su conocimiento es correcto; su información es buena. Por supuesto que abrió muchas cerraduras, y ellos la guardan, la adoran; no reconocen que hoy no abre nada. No pueden inventar otras llaves, carecen de tiempo, y celosamente guardan la suya, continúan adorándola, atribuyendo a la cerradura toda culpa.

La tradición exotérica siempre continúa, pues, condenando la cerradura y adorando la llave. En cambio el grupo esotérico no condena la cerradura; cambia la llave. El Vaticano guarda la llave; la tienen y la adoran. Pero la cristiandad también tiene grupos esotéricos ocultos, en conflicto como siempre sucede con el exotérico, porque éste insiste en el auténtico valor de la llave. La llave no es para ti, tú eres para la llave; tú tienes que comportarte de tal modo que la llave abra la cerradura; la llave no puede cambiarse, tú debes cambiar de acuerda con ella. Pero si alguien dice: "Nosotros podemos cambiar la llave", se le considera infiel, hereje, debe ser ejecutado por la tontería que está diciendo. "Ha cambiado la llave, que Jesús nos entregó, la de Buda, la de Mahavir: no debe sustituirse por otra".

Así es siempre, y cuando hay un maestro, un real y auténtico maestro que descubre algo, se forman dos corrientes: una exotérica. La iglesia visible con el Papa, con Shankaracharya, la ortodoxa, los que siempre insisten en la misma llave, sin darse cuenta que nada significa sino, abre la cerradura: no es llave en absoluta porque llave es la que abre, y si no abre nada, es una falacia llamarla así. Cuando la pones en la bolsa no lo es, es sólo una posible llave; es cuando abre, que se vuelve la verdadera. Si no abre ninguna cerradura pierde incluso la posibilidad. Pero las iglesias visibles están siempre obsesionadas con la llave porque la dio un auténtico maestro, quien creó un círculo interno, el que tiene la llave y el conocimiento para cambiarla bajo ciertas circunstancias. El círculo interno estará en conflicto can el externo porque el externo pensará que el otro es inferior y cambia las cosas. "¿Quién eres tú? ¿Cómo osas introducir el cambio?". Por ejemplo en el Islam algunos sufis tienen conocimientos esotéricos, pero los mahometanos los matan. Ejecutaron a Mansoor porque hablaba de muchas alteraciones.

El grupo esotérico está siempre interesado en la cerradura, no obsesionado por la llave; en cambio el exotérico está preocupado por la llave, no interesado en la cerradura: si se abre, bien; si no, tú eres responsable. Los mahometanos tienen muchas órdenes de sufis, círculos internos pero piensan que ellos trabajan en actitud muy rebelde, ya muchos sacrifican. Por último tuvieron que ocultarse; y si bien continúan ahora existiendo, no se les puede reconocer. Alguno quizá sea barrendero; nadie sabe que es un sufi. A menos que alguien te introduzca, nunca llegarás a descubrirlo. Puede venir a tu casa diariamente y no darte cuenta de que él tiene alguna clave. O quizá sea zapatero; continuará haciendo zapatos y pensará que los que se sientan a su lado sólo aprenden el arte de la zapatería. Si hay clientes, pueden ser discípulos. El negocio de la zapatería puede ser solamente una fachada, tras la cual algo se oculta. Los sufis tuvieron que desaparecer completamente porque la tradición externa no los toleraba. Han de aniquilarlos porque si continúan, no hay futuro para la tradición externa, carente de todo sentido.

sábado, 20 de julio de 2019

LOS GRUPOS ESOTÈRICOS


El conocimiento espiritual tiene muchas dificultades para existir. La primera consiste en que no puede expresarse adecuadamente. Así es que aun cuando alguien llegue a alcanzarlo, no puede exteriorizarlo exactamente. Lo que se llega a conocer no puede transmitirse fácilmente. Hay buscadores que quieren saber, pero el conocimiento no puede comunicarse: sólo porque lo deseas y alguien está dispuesto a decírtelo, no basta. La naturaleza misma del conocimiento espiritual es tal, que al momento en que trata de manifestarse se siente la imposibilidad de hacerlo. Esto hace necesario los grupos esotéricos.

"Grupo esotérico" significa un núcleo especialmente entrenado para recibir un sistema particular de conocimiento. Por ejemplo, echemos mano de la analogía. Einstein se refirió muchas veces al hecho de que existían no más de media docena de personas en el mundo con las que él se podía comunicar: hablaba del conocimiento matemático, no espiritual, pero éste era el hecho. Ni siquiera seis personas había en el mundo con las que Einstein pudiera hablar fácilmente, porque Einstein alcanzó en matemáticas tal altura que no podía transmitirla a través de los ordinarios símbolos matemáticos. Incluso, si él hubiera podido explicar lo que sabía, tú oirías pero no entenderías pues oír no es entender. Y cuando no entiendes, existe la posibilidad de que lo malinterpretes, pues del entendimiento a la falta de entendimiento hay de por medio el fenómeno de la interpretación. Nadie quiere admitir que no ha entendido. Cuando no hay entendimiento no quiere decir que hay desentendimiento, en el noventa y nueve por ciento de los casos significa malentendimiento, pues, nadie está dispuesto a declarar que no ha entendido. Todos dicen que sí entendieron y entonces la errónea interpretación tiene lugar.

La matemática no es un conocimiento esotérico y no sé refiere a lo inexpresable. La matemática ha existido continuamente por cinco mil años; y miles y miles de mentes se entrenan en ella. Todas las universidades del mundo la enseñan, así como las escuelas primarias. Con tanto conocimiento, tanto entrenamiento, tantas escuelas enseñándola, Einstein decìa: "Sólo seis personas existen con las que yo puedo comunicar lo que sé”. Si tú entiendes esto, fácilmente comprenderás cuán difícil es la transmisión de las experiencias espirituales.

"Grupos esotéricos" significa, repito, un grupo especialmente entrenado por un maestro particular. Porque el fenómeno es raro, un Buda aparece después de milenios, y cuando se produce un acontecimiento como Buda, ¿cómo podrá comunicarse? Buda está aquí así como el mundo, pero sin significado. Como sea que Buda no puede relacionarse directamente, se entrena a un grupo esotérico, un grupo interno. El entrenamiento es para que este grupo medie entre Buda y el mundo, pues existe tal abismo entre ambos, que Buda no podría ser absolutamente comprendido".

Es ilustrativo referirse aquí a Jesús, al maestro que sufrió por carecer de un grupo esotérico. En la época de Buda sí existía. Jesús fue crucificado porque la gente común no podía entenderlo, y lo malinterpretaron. Tenía que suceder; no había un mediador entre Jesús y las masas populares, y Jesús sufrió las consecuencias. En la India, ni Buda ni Mahávir vivieron el martirio: a pesar de tener el mismo nivel que Jesús. Al carecer de grupo esotérico, la errónea interpretación era inevitable.

Por supuesto que Jesús tenía seguidores, pero gente común; todos sus discípulos principales procedían de las masas populares sin entrenamiento esotérico alguno. Lucas y Tomás, eran campesinos, o sea, de los sectores ineducados de la sociedad; amaban a Jesús, le sentían, pero tampoco pudieron entenderle, y de ello hay muchos ejemplos en sus preguntas infantiles. He ahí una: "en el Reino de Dios, ¿cuál será nuestro lugar? Estarás tú junto al Espíritu Santo, y nosotros ¿dónde? ¿Cuál será nuestra posición?". No alcanzaban a captar lo que significaba el Reino de Dios; eran gente común.

Pero esos grupos esotéricos no pueden crearse de repente. Buda surge súbitamente, pero no su grupo. Existe un Buda, el acontecimiento es repentino: los países espirituales por milenios tienen una continuidad de grupos esotéricos como tradición; y al producirse el acontecimiento empiezan a trabajar.

Ashoka creó un grupo que todavía existe, un grupo de nueve personas. Siempre que una de ellas muere, otra la reemplaza: el grupo continúa. Esa persona es escogida y entrenada por las ocho, y él entrenamiento continúa; los miembros cambian, pero el grupo permanece, y todavía ahora existe, porque se espera la reencarnación de Buda, en cualquier momento. Cuando el acontecimiento se produzca no puede entonces nacer el grupo, ya que precisa de largo entrenamiento y disciplina nada repentino. El grupo es totalmente entrenado. No puede aparecer de improviso: todavía existe el grupo Ashoka de nueve personas.

Muchas veces se han comenzado grupos; por un tiempo se continúan y luego desaparecen. Por algún tiempo siguen y luego cesan porque hay muchas dificultades. ¡Tantas! Ese grupo de los nueve esotéricos de Ashoka todavía sigue, y sigue, porque hay muchas condiciones que lo ayudan a continuar. Una es que nunca se pone en contacto con las masas. Tiene otros grupos como mediadores. Permanece siempre escondido, ignorado. Tú nunca puedes conocer nada de ellos. Y cualquiera iniciado por ese grupo, al momento de iniciarse, desaparece del mundo completamente: nada ya puedes saber de él, y así puede continuar anónimamente.

El grupo tiene muchas claves y métodos, y así sigue trabajando de muchos modos; sus miembros están en su cuerpo físico, vivos como nosotros, pero cuando alguien lo integra, ya no puede ser escogido en otra vida: entonces trabaja como un lazo de unión entre el grupo y las masas. Esto crea otro círculo alrededor de los nueve, un círculo mayor, pues son tantos los que fueron sus miembros. Todos ellos conocen a Buda directamente, así como los adeptos esotéricos. Son tan experimentados que pueden permanecer en las masas y continuar actuando en el grupo, pero no como miembros de él. Si alguno de ellos no reencarna en la tierra, es decir, permanece sin su cuerpo físico, continúa, sin embargo, trabajando.

¡Hay tantos adeptos sin cuerpo físico!. Los teósofos los llaman Maestros, tal como el Maestro Koot Humi: son nombres ficticios, que se refieren a una personalidad en particular, a una individualidad. Con nombres ficticios se refieren a una especial alma desencarnada que está ayudando. Este Maestro K.H, uno de los más antiguos adeptos del círculo Ashoka de los nueve, creó todo el movimiento teosófico. Se trataba de crear una situación en la cual la esperada encarnación de Buda fuera posible, porque Buda dijo que después de veinticinco siglos el nacería con el nombre de Maitreya. Y una persona iluminada como Gautama Buda, es capaz de saber quién será iluminado veinticinco siglos después. Así que, por la predicción de Buda, el círculo Ashoka de los nueve, ha trabajado por siglos. Ahora el tiempo está cerca, y el movimiento teosófico fue sólo una preparación.

Pero, falló el experimento. Trataron que tres o cuatro personas fueran vehículos de Maitreya, pero no dio resultado. En algunos momentos parecía que estaban al borde del triunfo. Krishnamurti estaba completamente a punto para servir de vehículo. Llegó el momento supremo de la entrega: convertirse en tan vacío que Maitreya pudiera introducirse; pero no se llevó a cabo la rendición. Nadie a su derredor podía suponer que esto sucedería; señal alguna inducía a sospechar que Krishnamurti, en el último paso, retrocedería. Y por esto, después de tal fenómeno, después de su rectificación, por cuarenta años ha mantenido el énfasis de la individualidad: ¡Sé un individuo!

Esto tiene un significado. La entera preparación es para perder la individualidad, de otro modo no existe la posibilidad de convertirse en vehículo: "Sé como si tú no fueras; ríndete a las fuerzas superiores a ti". Y se negó precisamente en el instante de saltar. Todo estaba preparado; un paso más y Maitreya hubiera estado en el mundo. Pero no se dio ese último paso, retrocedió manifestando: “Yo soy yo mismo". De ahí que su entera filosofía se proyecta en el sentido de: "No te rindas, no sigas a nadie, no creas, no seas un discípulo". Todo lo demás es el resultado: nada más que la racionalización y el consuelo.

Ha trabajado por cuarenta años continuamente partiendo de ese paso que no pudo darse, y todavía de él no ha salido. El arrepentimiento esta ahí, la herida está ahí: no pudo rendirse en el último momento. Así, el movimiento teosófico quedó frustrado con Krishnamurti y continuó como movimiento muerto pues fundamentalmente nació para la materialización de este acontecimiento; quedó sin significado. Se construyó la morada, pero el Maestro nunca llegó a residir en ella.

Crearon ese movimiento los nueve adeptos de Ashoka. Continúan su trabajo, en muchas formas. Hay una historia tras nuestra llamada Historia que te es inconcebible: su base es más profunda. La periferia que nosotros conocemos no es la realidad de los acontecimientos. De esa otra más profunda nada sabemos.

Siempre que un maestro como Buda aparece, el trabajo primordial del grupo esotérico es ayudar volviéndose intermediario; otra responsabilidad suya es conservar el conocimiento una vez obtenido. Buda obtuvo algo supremo, ¿pero quién lo conservaría? No es posible a través de libros porque son algo muerto: sólo las palabras perduran, no el conocimiento, sino lo proyectan personas vivas, pues acumulado en libros ha de interpretar se otra vez, y ¿quién lo hará? Son jeroglíficos, ¿quién los descifrará? Si alguien es capaz de ello, entonces esa persona puede lanzar el mensaje sin los libros; quienes de los libros dependan no serán capaces de interpretarlos correctamente.

Tú no puedes leer ningún libro que no conozcas en cierta forma: sólo puedes leerte a ti mismo, nada más. Si lees el Dhammapada de Buda, lo que estás leyendo es tu Dhammapada, no el de Buda: tú eres ahora, el creador; tu profundidad será, la profundidad de lo dicho por Buda; no puedes ir más allá de ti mismo; no puedes mirar más allá del horizonte que te es propio.

Así, cualquier conocimiento que se obtenga, fundamental, sutil, último, no puede conservarse en libros. Sólo conocimiento ordinario puede contener para evitar erróneas interpretaciones, y para esto cualquier escuela ordinaria puede entrenarte, basta que entiendas la lengua. Pero el supremo conocimiento sólo puede subsistir en personas vivas, o sea, en grupos esotéricos, transmitido de una persona a otra, no transmisión mecánica. No puede serlo: es diálogo, como un arte.

sábado, 13 de julio de 2019

EL MAESTRO EN LA INICIACIÒN


El maestro trabaja, primero con tu cuerpo, luego con tus emociones, y más aún con tu intelecto. He ahí la parte consciente exotérica. El maestro interviene en las partes externas, en la iniciación. Pero existe la parte interna, la esotérica, y que ha de funcionar mediante mensajes telepáticos, a través de tus sueños, de tus visiones, de comunicaciones secretas. Hablándole, puede pacificarse directamente, tu intelecto; pacificarse y discutirse con él, pero no tus emociones. Con ellas ha de intervenir indirectamente, crear medios a través de los cuales tus emociones cambien, se transformen.

Pero eso también es externo. Tus emociones, tu intelecto, tu cuerpo; todo ello partes de tu ser externo: tú resides en el interior; tu Ser está adentro; ese Ser que también debe transformarse. Esto se hace a través de medios telepáticos; esotéricos, secretos. Tus sueños se usan, quizá ordinariamente aunque tú no seas consciente de tus sueños, pero si lo está tu maestro, quien hallase más interesado en ellos que en tu estado de vigilia. Tu llamada conciencia despierta es falsa, no es real, no te manifiestas en ella; sólo actúas; tus sueños son más reales

Freud recurrió al análisis de los sueños siguiendo cierta tradición alquímica que le llegó. Algo que se filtró de cierto círculo esotérico; y así lo uso, y creó toda una ciencia. Por supuesto que él no podía conocer tus sueños directamente, tenía que hacer confesar a su paciente, que mostrara su sueño, lo recordara, hablara de él. Entonces él podía analizarlo. Pero en la iniciación, el maestro conoce tus sueños, puede penetrarlos, ser de ellos testigo. Conoce más cosas secretas de ti de las que tú mismo, eres consciente. Edgar Cayce podía entrar en un coma autohipnótico en el que podías revelarle algo acerca de tu sueño, donde existen cabos sueltos. Èl podía introducirse en él en su estado inconsciente y contemplar el cuadro entero. Te podría decir después cuáles eran los vínculos perdidos, es decir, tu sueño completo. Y te sorprenderías, porque nadie lo recuerda totalmente al despertar. Es imposible.

Cuando la mente consciente interviene, lo distorsiona todo, ya que el mensaje viene del inconsciente, está en contra del consciente que falsea, interpreta, y con su eliminar y agregar el todo, se vuelve una tontería. Imaginas entonces que tu sueño no tiene sin sentido: ningún sueño carece de él, tienen siempre un significado más profundo que tus momentos de vigilia.

Así, un maestro tiene que trabajar con tus sueños. Y a menos de que lo haga no puede intervenir en tu vigilia, pues todo deriva de tu fuente interna originadora de tus sueños. Esa fuente tiene que destruirse, arrancarse de cuajo su raíz desde tu conciencia El entero mecanismo onírico tiene que aniquilarse, desarraigarse. Cuando esto sea totalmente, sentirás, primero: que has perdido los sueños; luego, que has perdido el dormir. Dormirás, pero algo permanecerá despierto. El cuerpo estará descansado en la mañana, pero sabrás que has permanecido consciente: si el soñar se pierde, el dormir también se perderá.

Te sorprenderás saber que el soñar ayuda constantemente a dormir; no puedes dormir sin soñar. Los sueños ayudan a continuar tu sueño. Por ejemplo, tienes hambre mientras duermes, el cuerpo se despertará "ve á comer algo" dirá. Pero la estructura del ensueño ayudará completamente; creará un sueño. Tú comes o bebes algo en sueños, entonces no hay necesidad de despertar. Ahora puedes seguir durmiendo. El sueño ha sustituido algo que necesitabas, y puedes continuar.

Tu reloj despertador sueña. Son las cinco de la mañana y tienes que levantarte; la estructura onírica creará un sueño: estás en un templo y la campana está sonando; la alarma sonando afuera se transforma en parte del sueño: ahora la campana suena adentro, no hay necesidad de levantarse; puedes continuar durmiendo. Los sueños ayudan a continuar durmiendo, de otra manera no podrías dormir, pues despertarías muchas veces, por el ruido del exterior, intolerable para el cuerpo. Hasta un simple mosquito lo perturbaría, pero soñando su zumbido se convierte en música onírica: continúas durmiendo y soñando.

La entera estructura onírica de la conciencia tiene, pues, que quedar desarraigada, y el maestro ha de trabajar para lograrlo. Hasta que destruye todo el mecanismo, las puertas interiores no se abren para que él se comunique directamente. Ahora no hay necesidad de lenguaje, de palabras: sólo directa comunicación, sin palabras, y la verdad puede revelársete, no de otro modo. La parte más esotérica es con tu conciencia onírica; hay que cambiarla.

Algo puede traslucirse, y así ha sucedido muchas veces. Inclusive hay ciencias basadas en eso. Con un punto solo que se haya escapado del mundo esotérico, se puede crear una ciencia que, sin duda, será incompleta, imperfecta. El análisis de Freud no puede ser perfecto porque él no conoce la totalidad. Ha tropezado con algo y lo ha desarrollado completamente, pero es sólo una parte, porque el todo no le es conocido.

Cuando la conciencia onírica ha sido erradicada, empieza el verdadero trabajo esotérico. El maestro puede tomarte de la mano y conducirte a dondequiera, a cualquier realidad, a cualquier profundidad de este universo. Pero eso no puede platicarse, no puede discutirse. Los maestros han conducido a sus discípulos al cielo, al infierno, a cada esquina y rincón del universo, a cada planeta, a reinos superiores, todo esto sólo es posible cuando tu conciencia onírica está completamente ausente, cuando no puedes ya proyectar nada; porque te has convertido en la pantalla. Entonces este mundo será diferente para ti porque tú serás diferente; él continúa igual, pero tú no ya no proyectarás nada.

Algo siempre faltarà, no al maestro, pero sí a ti, y falta, a menos que el fenómeno te suceda. Entonces todo estará completo, ligado. Hay muchos eslabones, y los perdidos siempre los hay, podrás encontrarlos sólo con tu esfuerzo, y te hablo de esos cabos sueltos para que te convenzas que el trabajo es duro. Cuanto más firmemente trabajes, más cabos perdidos encontraràs.

Realiza tu parte, y recuerda que tú eres capaz de ello. Siempre que seas capaz de entregarte, vendrá el maestro: aquí está. Los maestros siempre han existido, el mundo nunca ha carecido de ellos; pero sí de discípulos. Pero ningún maestro puede empezar algo, a menos que alguien se rinda. Así; cuando tengas un momento de rendición no lo pierdas. Si no encuentras a nadie a quien rendirte, entrégate a la Existencia: no pierdas las posibilidades de rendición, porque entonces estás en la frontera entre el sueño y la vigilia. ¡Entrégate!

Bueno es que encuentres a alguien, sino, entrégate al Universo; y el maestro aparecerá. Èl se apresura cuando hay rendición; te vuelves vacío; espiritualmente, estás vacío, y la fuerza espiritual desciende hacia ti y te llena. Recuerda, siempre que sientas el impulso de entrega no pierdas el momento. Quizá no regrese o regrese tras siglos y vidas innecesariamente vividas. Siempre que el momento llegue; ¡entrégate!

Pero la mente tiene un truco. Si te enojas, te enojas al momento. Pero si sientes el impulso de rendirte, lo piensas y lo pospones, y con la mente es siempre un solo instante: el que está en la línea ilusoria. Entrégate a la Divinidad, a lo que quieras, aunque sea a un árbol, porque lo importante no es a quien te rindes, sino la rendición. Entrégate al árbol y el árbol se convertirá en tu maestro. Muchas cosas te serán reveladas, lo que ninguna escritura puede transmitirte. .

Entrégate a una piedra, y la piedra se volverá un Dios. Y la piedra te revelará lo que ningún Dios te revelaría. Lo indispensable es la entrega. Siempre que haya rendición, alguien aparecerá responsable de ti. He ahí lo que la iniciación significa.

sábado, 6 de julio de 2019

QUIÈN PUEDE INICIARTE


Puede iniciarte quien se siente parte del Cosmos, de otro modo, ninguno puede hacerlo. Ningún individuo particular puede darte la iniciación, y si te la da, lo que sucede todos los días, ambos caerán en el foso. Los que duermen inician a los dormidos, los ciegos guiando a los ciegos; pero el ego quiere iniciar, actitud egoísta que es fatal y muy peligrosa. La iniciación, su pleno misterio, su belleza, se vuelve fea a causa de los que no están capacitados para iniciar. Sólo quien carece de ego, quien ya no sueña, puede iniciar. De otro modo la iniciación se toma en el mayor pecado porque se está engañando no sólo a los otros, sino a uno mismo. No es un juego el hacerse responsable de otro: es aceptar lo imposible en tus manos. Te has hecho responsable del que está en la locura.

No olvidemos que esta responsabilidad puede sólo aceptarse previa una completa rendición, no de otro modo. De quien se resguarda, no aceptaré responsabilidad alguna, pues continuará siendo el mismo: no escuchará. Te interpretará según su criterio.

He aquí una historia sufi: murió un hombre, era no solamente rico, sino también sabio, lo que sucede muy raramente. Su hijo tenía 10 o 12 años. Su última voluntad fue que los más viejos -los panchayat- de la aldea, tomasen aquello que más les gustase de la propiedad y lo entregaran al niño. Estaba claro como el sol. Los cinco viejos dividieron la propiedad y se quedaron con todo lo que valía algo. Sólo dejaron una piedrita para el niño. Pero el hombre había dejado otra carta para su hijo con la recomendación de no abrirla hasta la mayoría de edad. En su momento, el hijo abrió la carta que decía: “Mi voluntad pueden haberla interpretado a la manera de los que la ejecutaron, pero ahora que eres mayor dales mi interpretación: tomad todo lo que más os guste y luego dádselo al niño”. El hijo llevó la carta a los viejos que habían interpretado el testamento según su conveniencia, y no tuvieron más remedio que entregarlo todo al legítimo dueño. La carta incluía una nota donde el padre decía a su hijo: “Es bueno que lo hayan interpretado a su manera, pues, así han cuidado bien tu propiedad, como si fuera suya, de otro modo la hubieran destruido antes de que llegaras a ser hombre”.

Así, cuando hay rendición parcial, interpretarás a tu modo cualquier mensaje, cualquier orden o mandamiento que recibas, en el sentido que más te apetezcas. En tus sueños, lo harás comprensible a través de tu dormida mente. Por eso, hasta que la rendición sea absoluta, la responsabilidad no puede tomarse. Y cuando la rendición es total, la plena responsabilidad recae en el maestro, al DESPIERTO. Antiguamente la iniciación no era fácil, sino algo muy difícil. El fenómeno lo justificaba. La espera era de años, podía implicar toda la vida. Hasta ser una prueba. ¿Eres paciente? ¿Capaz de esperar? Solamente esperando tu madurez se rebela. Un niño no puede esperar, porque cuanto más impaciente es la mente, más inmadura será. Llegar a la iniciación, en los antiguos tiempos, significaba esperar muchos años como prueba y disciplina.

Por ejemplo, los sufis solamente te iniciarían después de esa espera, manteniéndose silenciosos sin preguntar hasta que el maestro dijera algo por cuenta propia. Había que cumplir diversos requisitos; por ejemplo, un sufi podía ser zapatero, y antes de ser iniciado dejar transcurrir el tiempo haciendo zapatos. Estar tranquilo, sin preguntarse ¿qué significa hacer zapatos? ¿Cómo te vas a convertir en un ser realizado? ¿Cómo te divinizas? ¿Cuál es el significado de hacer zapatos? Si incluso preguntaras esto último, serías despedido ya que esto no te importa. Sólo el maestro conoce la importancia de ello. ¿Cómo puedes saberla tú? Tú no conoces lo Divino, así es que no puede continuar, a menos que la alimentes a diario con lo Divino. Por unos cinco años uno sólo espera y ayuda al maestro en su tarea. El nunca hablará de oración o meditación; nunca de otra cosa que no sean zapatos. Tú has esperado cinco años, esto corresponde a una meditación; no meditación ordinaria, pero a través de ella puedes purificarte.

La simple espera sin preguntas, la confianza, constituirán las bases para una completa rendición, la entrega. A veces esto puede parecer fácil, pero no lo es, es muy difícil. Tu mente se resiste, quiere preguntar, crear problemas, y se dice que está desperdiciando el tiempo. Trata de indagar la relación que puede tener su búsqueda con el hacer zapatos. Dentro de ti puede haber un torbellino y, sin embargo, no puedes preguntar. Tienes que confiar, esperar el momento. Si logras esperar un año por lo menos, tu mente puede silenciarse por sí misma. No puede continuar, a menos que la alimentes a diario, que la ayudes. A menos que todos los días te perturbe, no puede continuar; esperas mientras tu mente parlotea; esperas y esperas, hasta que las preguntas se vuelven sin sentido. La mente se extinguirá, perderá interés, se morirá; y aunque sigas esperando, llegará el momento en que no habrá preguntas. Y cuando esto ocurra, el maestro hablará.

En el momento en que las dudas cesan en el discípulo, en ese mismo momento se produce la respuesta del maestro, pues ahora tú puedes oír. El parloteo ha cesado; ahora estás silencioso, te has convertido en medio. Ordinariamente alimentamos la mente, nos sentimos perturbados. No podemos esperar ni una hora, ni siquiera ver si la mente continúa; no puedes, porque nada hay permanente en ella, y cae por su propio peso.

Un maestro tibetano, Milarepa, tenía como regla que si alguien formulaba una pregunta tenía que esperar siete días antes de que diera él la respuesta. He ahí el precio a pagar por cualquier cosa. Si preguntabas antes, él te echaría. Espera siete días, permanece con la pregunta, pero no te es posible: siete días son demasiados.

A veces alguien me hace una pregunta, y si logro evadirla y hablar de algo diferente por dos minutos, la olvida y no vuelve a acordarse de ella; quizá me platique durante una hora, y no la mencionará. Aquella pregunta era un capricho, pura ocurrencia sin significado. Así es que si uno puede esperar cinco años, no es ya el mismo. La espera será una dificultad. En los antiguos tiempos la iniciación se daba después de la es¬pera. La entrega se hacía fácil entonces, la responsabilidad podía aceptarse.

Ahora todo ha cambiado. Nadie quiere esperar. La enfermedad más aguda de la mente moderna es la prisa. El nuevo fenómeno de la mente moderna es la conciencia del tiempo. Nos hemos hecho tan conscientes del tiempo que no podemos esperar ni un minuto. Por eso, esta época se ha vuelto infantil; en ningún sentido hay madurez, porque la madurez es un producto de la espera, eso que es sólo posible para una conciencia que está fuera del tiempo. A causa de esta conciencia del tiempo, la iniciación se ha convertido en imposible; no se está listo para ser iniciado. Tú puedes pasar frente a Buda corriendo y preguntarle: "¿Puedes iniciarme?". Quizá encuentres a Buda en la calle mientras vas corriendo, y ni al decirle estas palabras te detienes. Corres, la madurez se ha vuelto imposible. ¿Por qué esta conciencia del tiempo, tu dificultosa barre¬ra? ¿Por qué no existía antes?

La conciencia del tiempo se ahonda solamente con el mie¬do a la muerte. Puedes no darte cuenta de ello, pero cuanto más consciente estés de la muerte, más lo estarás del tiempo. ¡No perder ni un minuto! La muerte está allí. Cada momento que se pierde se pierde para siempre; vas a morir, hay que aprovechar el tiempo. No puedes esperar porque la espera signifi¬ca esperar a la muerte. La muerte viene, nadie puede esperar; nadie sabe lo que sucederá mañana, el siguiente momento. Te pones nervioso, tiemblas; empiezas a correr. Esta loca carrera de la mente moderna se debe al miedo a la muerte. .

Por primera vez el hombre tiene tanto miedo a la muerte porque por primera vez se ha hecho inconsciente de la inmortalidad. Si de ella estás consciente no hay prisa. Vives en la eternidad. Y hay siempre bastante tiempo, más que suficiente, nada se pierde porque el tiempo es eterno. No existe el momento perdido porque todo es eterno. Del inconmensurable tesoro tù no puedes perder nada, el continuar perdiendo nada significa porque lo que resta permanece inalterable. Nada puedes sacar de ello. Pero nosotros andamos escasos de tiempo, la muerte està ahí y el tiempo es breve.

Somos sólo conscientes del cuerpo que va a morir. No de la conciencia interna que es inmortal. En los antiguos tiempos había gente consiente de la inmortalidad, y gracias a esta conciencia se creó un ambiente en el que no había prisa. Todo se movía lentamente si es que se movía. Entonces la iniciación era fácil, la espera, también, así como la entrega y las responsabilidades. Todo esto se ha vuelto difícil ahora. Aunque todavía no hay alternativa la iniciación es necesaria y la antigua se ha hecho imposible.

Dejémoslo, pues, así, no hay diferencia, porque el proceso será el mismo, como un suceso. Tú no pedirás, y no se te darà: sucederá; sucederá en tu ser interior y tú lo sabrás.

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