domingo, 27 de diciembre de 2020

LA VIDA Y LA MUERTE



En las escrituras se dice: “Grande es la muerte”. Pero la muerte es grande cuando la vida es grande.

Recuerda, tu muerte es tu muerte; mi muerte es mi muerte. Mi muerte dependerá de mi vida, tu muerte dependerá de tu vida. Si tu vida es grandiosa, tu muerte será grandiosa porque la muerte es la culminación de tu vida. Si has vivido bien, totalmente, llegarás a una cumbre grandiosa. A una cumbre como la de los Himalayas. Pero si sólo has estado arrastrándote por el sueño, si no has vivido en absoluto, si has estado simplemente soñando y creyendo y deseando sin que nunca te haya llegado un solo momento de vida, ni un solo momento de autenticidad y tú has estado representando, ocultándote detrás de máscaras, si nunca fuiste una persona auténtica, si fuiste siempre falso, tu muerte va a ser falsa, no puede ser grandiosa.

El final puede ser grande sólo si todo el recorrido ha sido grande. Cada paso del recorrido contribuye al final. Es algo simple, obvio. Si has estado danzando en tu vida, tu muerte será una gran danza. Si sólo has estado llorando y lamentándote, tu muerte será sólo un lamento y un llanto: no puede ser de otra manera; es la conclusión de tu vida.

Así que recuérdalo: Cada uno vive su vida y cada uno muere su muerte. Tan única y diferente es la muerte, como la vida es única y diferente. Cuando el Buda muere, por supuesto, el Buda muere. Cuando Lieh Tzu muere, por supuesto, Lieh Tzu muere. Sus muertes tienen una gloria, una fragancia… es un florecimiento. En un solo momento toda su vida alcanza la llama suprema. Ellos han llegado, han llegado a casa. Tu muerte no es más que el comienzo de otra vida aburrida. Aquí mueres, allí has nacido. Entras por una puerta, por otra puerta vuelves otra vez a la vida y sigues, por supuesto, la misma ruta; la misma rueda se mueve.

Al valor más elevado en la ética confuciana se lo llama “caballero”. ¿Y quién es un caballero? Por lo general, una persona falsa, hipócrita. ¿Quién es un caballero? Uno que está enmascarado en las maneras, la etiqueta, el carácter, uno que es convencional, tradicional. Un caballero no es un individuo, sólo es un miembro de la sociedad. Él no existe por sí mismo, no tiene vida propia. Él existe sólo como una parte de la sociedad; por tanto, lo que permite la sociedad conforma su vida y lo que la sociedad no permite él se lo deniega. Él elige la sociedad en lugar de la naturaleza. Eso es lo que hace un caballero: elige las leyes hechas por el hombre contra las leyes de la naturaleza. Un caballero or lo general, es alguien que ha traicionado la existencia, un caballero es alguien que ha elegido la sociedad. Y la sociedad está neurótica, la sociedad está enferma, la sociedad no es normal en absoluto. Todavía no ha existido una sociedad normal sobre la tierra. Sólo ocasionalmente unos pocos individuos han sido normales.

La sociedad es anormal, una gran multitud de personas dementes. El caballero es alguien que sigue a esta multitud. Un caballero no tiene alma. Por supuesto, la sociedad le respeta tremendamente. La sociedad tiene que respetar a esta persona, la sociedad le llama mahatma, el “santo”, el “sabio”. La sociedad le respeta porque ha sacrificado su vida por ella.

El hombre real es rebelde. Un hombre real no le da importancia a la respetabilidad, un hombre real vive su vida naturalmente. A él no le importa lo que la sociedad dice o no dice. La sociedad no es una consideración para el hombre real. Si quieres ser falso, entonces la sociedad se tiene que considerar a cada paso: qué decir, cómo decirlo, cuándo decirlo, cuándo no decirlo, cómo vivir, cómo no vivir. La sociedad lo ha determinado todo. Tú sólo tienes que encajar, tú sólo tienes que ser un diente en el engranaje. Un hombre real no es respetado. ¿Cómo puede respetar la sociedad a un hombre real? De ahí que Jesús sea crucificado, de ahí que el Buda sea apedreado, de ahí que Sócrates sea envenenado.

La sociedad acepta a estas personas sólo cuando están muertas. Entonces no hay problema, porque un Jesús muerto no puede ser rebelde, un Sócrates muerto no puede ser rebelde, un Buda muerto se vuelve un avatar. Un Buda vivo es peligroso, pero un Buda muerto puede ser venerado en un templo. Recuerda, cuando estas personas verdaderamente grandes mueren la gente las venera. Cuando están vivas entonces la gente está muy en contra de ellas.

La misma gente que crucificó a Jesús se ha vuelto cristiana; la misma gente. La gente es la misma en todas partes. Jesús era intolerable, pero un Jesús muerto está bien; ¿qué puede hacer él? Un Jesús muerto está en tus manos. Tú lo interpretas, tú construyes teorías sobre él; él no puede tener su propia expresión, tú hablas por él. Siempre pasa esto.

Por tanto, si realmente quieres ser una persona auténtica, nunca te preocupes mucho por lo que la sociedad dice al respecto. No estoy diciendo que vayas contra la sociedad, no; eso no es rebelión, es reacción. Tú sigue a tu naturaleza. Si ella encaja con la sociedad, totalmente de acuerdo, no hay necesidad de ir en contra. Si ella no encaja con la sociedad, totalmente de acuerdo, no hay necesidad de que te adhieras a la sociedad.

Hay una diferencia entre la persona rebelde y el reaccionario. El reaccionario es alguien que va en contra de la sociedad en cualquier circunstancia. Él ha decidido ir en contra de la sociedad incluso si la sociedad está en lo correcto. Algunas veces la sociedad está en lo correcto, porque la sociedad no puede estar absolutamente equivocada… Incluso una persona demente algunas veces está en lo correcto. Incluso esta sociedad demente algunas veces está en lo correcto, de otra forma no existiría. Para que exista, al menos alguna cosa tiene que estar en lo correcto, de otra forma la vida se volvería imposible.

Un reaccionario es precisamente la misma persona tradicional que se ha ido al otro extremo. La persona tradicional se adhiere a la sociedad, acertada o errónea. “Acertado o erróneo, éste es mi país. Acertada o errónea, ésta es mi religión. Acertado o erróneo, éste es mi cura. Acertadas o erróneas, éstas son mis escrituras. Así es el hombre tradicional. Entonces, un día, alguien se pasa precisamente al otro extremo. Dice: “Esté o no en lo cierto esta sociedad, no voy a apoyarla”. Éste es el reaccionario. Son la misma clase de gente, no hay diferencia.

¿Quién es una persona rebelde? La persona rebelde es alguien que no se preocupa por la sociedad en absoluto. Simplemente vive según su ser más profundo; es alguien que sigue su Tao. Si la sociedad encaja con este Tao interior, bien, ella se adhiere a la sociedad, no es reaccionaria. Si la sociedad no encaja con su Tao interior, se queda sola. No es una persona tradicional, convencional, honorable. Su criterio depende de su alma interior.

Con la palabra “caballero” se designa a alguien que ha sido persuadido por la sociedad para que venda su ser auténtico y se apropie de una máscara falsa de la sociedad.

Ahora bien, ¿qué tiene que hacer un caballero con el descanso y la muerte? ¡Un caballero no puede encontrar descanso ni siquiera en la vida! El caballero está muy reprimido, el caballero no ha dejado que todo su ser juegue libremente. Ha denegado mil y una cosas y ellas están bullendo en su interior, ¿cómo puede encontrar descanso? Y si no puedes encontrar descanso en la vida, ¿cómo lo vas a encontrar en la muerte? No te engañes; eso es opio. Tú esperas que algo que nunca sucedió en la vida suceda en la muerte; estás bajo los efectos de una droga.

El caballero no ha amado nunca cuando ha querido amar, el caballero no se ha enojado nunca, el caballero no ha odiado a nadie; no es que no haya odiado, sino que no lo ha mostrado a nadie; no es que no haya odiado, sino que no lo ha mostrado. Todo lo que puede hacer el caballero es cambiar sus expresiones; el ser interior no cambia nunca. La ira surge en él, pero no la muestra, la reprime. Entonces él sigue acumulando mil y una cosas en su interior que producen caos, que bullen por dentro. Puede explotar en cualquier momento; un caballero es una persona con la que es peligroso vivir. No vivas nunca con un caballero o con una dama. Una mujer es hermosa, una dama es fea. Una mujer es natural, una dama es fabricada.

El caballero y la dama son personas fabricadas, simplemente cultivadas, decoradas, falsas, deshonestas. Cuando se enojan, sonríen; cuando te odian, te abrazan. Tú nunca puedes fiarte de ellas, nunca puedes decidir cuándo están sonriendo realmente y cuándo están fingiendo. En realidad, después de una larga práctica, incluso ellos no pueden saber si estaban riéndose realmente o sólo fingiendo que reían, si realmente amaban a esa mujer o si sólo estaban fingiendo.

El caballero es una persona inauténtica. No seas nunca un caballero, no seas nunca una dama. Se un ser humano. Estos son roles, actuaciones. Se veraz; es tu vida. Se auténtico para que ella pueda crecer, porque todo crecimiento se produce cuando somos veraces y auténticos. Posiblemente tendrás que pagar mucho –uno tiene que pagar, tal vez habrá dolor-; todo crecimiento se da a través del dolor; posiblemente tendrás siempre dificultades, pero no hay que preocuparse; vale la pena.

sábado, 19 de diciembre de 2020

OCUPARSE DE SI MISMO



Recuerda la lógica, la profunda lógica del ocuparse de sí mismo. La felicidad no puede existir como una isla, no. Si todos los que te rodean fueran infelices, te sería muy difícil ser feliz, casi imposible, porque ese océano de infelicidad que te rodearía por todas partes, seguiría estrellándose en tus orillas. La infelicidad de alrededor te afectaría, penetraría en tu ser.


Por tanto, una persona feliz poco a poco empieza a entender la ley básica, fundamental, que dice: “Si quiero ser feliz, es bueno hacer feliz a la gente que me rodea”. Pero no está sirviendo a otros, recuérdalo. No se sacrifica. Se ocupa simplemente de sí mismo. Quiere sonreír, entonces te ayuda a sonreír a ti, porque una sola sonrisa no puede existir; parecerá muy absurda. Piénsalo, simplemente: estás sentado en medio de un salón lleno de gente; sólo una persona sonríe y todos los demás están serios. Se sentirá un poco avergonzada, empezará a sentirse culpable; ¿por qué sonrío cuando nadie más está sonriendo? Hay algo que no está bien. La próxima vez será más cuidadosa; se lo pensará dos veces.


Ahora bien, cuando todos se ríen, entonces es muy simple reír; el todo crea la posibilidad de reír. Dependemos del todo, somos parte del todo.


Al ser feliz, tú creas la posibilidad de que otros sean felices. Y éste es un servicio real, no es un sacrificio en absoluto; no te estás convirtiendo en un mártir. La madre es feliz; por eso ama al hijo. Ella es tan feliz que quiere compartir su felicidad con el hijo. Ella no tendrá nunca resentimiento alguno. En realidad, ella se sentirá agradecida con el niño, porque gracias a él tuvo muchos momentos hermosos. Siempre se sentirá agradecida con el hijo. “Gracias a que viniste a mí, gracias a que me elegiste como tu madre, a que elegiste mi vientre, me has hecho tan feliz, me has dado momentos tan hermosos que no habrían sido posibles sin ti. Me siento agradecida”. Y el hijo se sentirá agradecido hacia una madre que está agradecida con él, y nunca irá en contra de la madre o en contra del padre; será muy difícil. Es raro encontrarse con alguien que no esté en contra de la madre o en contra del padre. Es muy raro.


Gurdjieff solía decir a sus discípulos: “Hasta que no hayáis perdonado a vuestros padres y a vuestras madres, no podréis crecer”. Tú dirás: “¡Qué tontería! ¿Qué está diciendo? Hasta que no perdones…”. Él lo tenía escrito en su puerta: “Hasta que no hayas perdonado a tu padre y a tu madre no entres aquí”. No obstante, nadie ha sido capaz de perdonar a su padre y a su madre, porque el padre y la madre se han sacrificado demasiado.


El padre y la madre han sido tan desgraciados debido a los hijos. Y continúan diciendo lo mucho que han sufrido. Pocas madres dicen: “He disfrutado mucho al tenerte como hijo” o el padre que dice: “Al venir a nuestra casa nos has traído luz, nos has traído amor”. Si esto sucediese los hijos serían capaces no sólo de perdonar, sino de amar, de sentirse agradecidos.


Una vez que se haya entendido el Tao, todo el negocio del psicoanálisis desparecerá, porque todo el negocio del psicoanálisis se basa en el hecho de que tú no puedes perdonar a tu padre y a tu madre. ¿Qué haces cuando yaces en el diván del psicoanalista? Simplemente te enojas con tu padre y con tu madre. ¿Qué haces en la terapia primal? Janov carecerá de significado si se entiende el Tao. ¿Qué es lo que haces cuando pataleas y gritas en una terapia primal? ¿A quiénes estás dando puntapiés? A tu padre y a tu madre.


Si escuchas a un paciente en el diván del psiquiatra, el noventa por ciento de todo lo que habla está relacionado con su madre. “Madre” parece ser el problema. Lo es, pero la razón de ello está en que el político y el cura han contaminado la mente de la humanidad. Ellos siempre dicen: “Lo conseguirás. Mira hacia delante. Serás feliz en el futuro”.


El momento presente es todo lo que tienes. Utilízalo inteligentemente, no te dejes engañar por cualquiera, no esperes llegar a la tumba para descanzar.


Una tumba es una tumba; no importa cómo la construyas, es una cosa fea. Puedes hacerla de mármol y escribir el nombre con letras de oro, pero no engaña a nadie, no tiene sentido. Dentro sólo está la muerte y una muerte fea porque puede ser de una vida no vivida. Una vida que nunca se ha vivido, es fea. Una vida que se pospone es fea; una vida que se vive es hermosa. Y hay muy pocas personas que viven sus vidas; sólo esas personas tienen una muerte hermosa. Entonces la muerte también es hermosa, porque ellos son tan capaces de vivir que un día empiezan también a vivir su muerte. Viven su vida, luego viven su muerte.


Una vida no vivida no te puede llevar a una muerte hermosa. Sí, puedes construir una tumba de mármol y escribir el nombre con letras de oro y grabar sobre ella una hermosa poesía. Puedes además alumbrarla con velas y colocar flores, pero todo eso es falso. ¿A quién estás tratando de engañar? A pesar de todo ese mármol y letras de oro y flores y velas, la persona no puede vivir; la persona está muerta. Además, nunca se le permitió vivir, debido a ti.


Si el descanso no se logra en la vida, no se podrá conseguir con la muerte. Permite que ésta sea una regla absoluta: todo lo que logres en la vida podrás mantenerlo en tu muerte; no al revés. Si has logrado meditar, entonces tu muerte será meditativa. Si has logrado el amor, tu muerte estará llena de energía de amor. Si has logrado la divinidad, tu muerte será divina.


Pero recuerda: la muerte no puede lograr cosa alguna, el logro viene a través de la vida. La muerte es sólo el reconocimiento final, el juicio final. Si la persona supo realmente amar y amó incondicionalmente, y su vida fue una llama de amor, una luz de amor, entonces la muerte cerrará el capítulo con esta llama ardiendo brillantemente. Pero si la muerte cierra tu vida, y ésta fue mísera y nada más –sólo una esperanza por el futuro, nunca una experiencia auténtica-, entonces morirás de forma fútil. Gurdjieff la llama “la muerte del perro”. Entonces tú simplemente mueres, pero no logras cosa alguna; no hay nada.


Nadie logra algo en la muerte a menos que lo haya logrado en vida. La muerte sucede en un solo momento. ¿Qué puedes conseguir en un solo momento? ¿Desperdicias una vida durante setenta y ocho años y esperas lograr algo en un solo momento? Durante ochenta años viviste inconscientemente, en confusión, en la locura, en medio de pesadillas ¿y súbitamente vas a descansar en la muerte? No, señor, te revolverás en la tumba, no encontrarás descanso.



sábado, 12 de diciembre de 2020

LO ABSURDO DEL SACRIFICIO


 

Una filosofía orientada hacia el futuro es venenosa. Una filosofía orientada hacia el futuro es como el opio: te droga y te impide vivir tu vida ahora mismo, aquí, ahora. Y ésta es la única vida.

Digo entonces que éste es el mayor engaño jamás inventado por cualquier ser humano. Ha funcionado bien. El cura y el político viven de eso: del futuro. Los fascistas dicen: “Sacrifícate para que pueda ganar la patria. Y una vez haya ganado la patria, y una vez la raza nórdica haya demostrado que es la raza superior, entonces habrá paz en la tierra”.

El político explota al pueblo en nombre del futuro. El presente es feo, desgraciado, horrible. Él crea metas imaginarias, utopías, las decora muy hermosamente, las llena de colorido, y tú te quedas encantado y no miras alrededor. Es feo, es horrible, es una desgracia, por dentro, por fuera. Eres sólo lágrimas y nada más, angustia solamente, un infierno.

El político vive de eso y el cura vive de eso. Además, el político y el cura no están muy distantes; son socios en el mismo negocio. El negocio consiste en no permitir al ser humano estar aquí, ahora, porque una vez el ser humano está aquí, ahora, se siente tan feliz que no escucha a político alguno ni escucha a cura alguno.

Si al ser humano se le permite estar aquí, ahora, se sentirá tan en paz y descansado que no le importará paraíso alguno. Ya lo ha conseguido: ¿a quién le importa tu paraíso? Tu paraíso parece tener sentido porque el hombre es desgraciado. Para que el paraíso siga teniendo sentido el ser humano tiene que seguir siendo desgraciado. Además, gracias al paraíso el cura existe, porque él te puede enseñar el camino, él tiene la llave, él tiene línea directa con Dios. Tú no la tienes, así que tienes que persuadir y sobornar al cura para que cuide de tus intereses y persuada a Dios para que se te proporcione felicidad.

Tú has sacrificado todo por la religión, por el país, por la humanidad. “Sacrifícate por lo que sea, ¡pero sacrifícate!”. Ése es su mentiroso eslogan. Cualquier cosa servirá, cualquier ideal sin sentido servirá… pero sacrifícate.

Los viejos ideales se abandonan porque se llegan a descomponer y el ser humano empieza a cansarse de ellos. Entonces se inventan nuevos ideales por lo que también hay que sacrificarse; esto es lo que ha pasado en otras épocas. Sólo cambian los ideales, pero el sacrificio continúa. Algunas veces te tienes que sacrificar por Dios.

El cura mahometano sigue diciendo que si mueres en campaña luchando por tu religión tienes el paraíso con absoluta certeza. Así que muere con valor, ya que sabes perfectamente que serás bien recibido en el paraíso. El comunista dice que si mueres por la revolución eres grandioso. Tu nombre resonará para siempre, serás recordado como un mártir, serás respetado. Pero haz una cosa: no vivas, sacrifícate.

La situación es muy absurda. Los padres se siguen sacrficando por ti; el padre, la madre se sacrifican por ti. Ellos dicen: “Me estoy sacrificando por mis hijos”. Naturalmente se desquitan al decir esto porque mientras la madre se sacrifica por el hijo, ella está destruyendo su propia vida. Ella se desquitará. Lo dirá una y otra vez, lo dejará bien claro una y otra vez: “Me he sacrificado por ti. Conócelo bien, recuérdalo bien, que he sacrificado mi vida, mi juventud, todo, por ti”. Ella tratará además de persuadirte: “Haz lo mismo por tus hijos”. Entonces tú te sacrificas por tus hijos y luego les persuades para que hagan lo mismo con sus hijos… En consecuencia nadie vive jamás. Una generación se sacrifica por la otra, y si no te sacrificas, entonces no eres respetado. Nadie te respeta, entonces eres un criminal. Si no te sacrificas por otros, entonces te dicen: “¿Qué estás haciendo? No eres una buena persona, eres inmoral. El sacrificio es bueno. Vivir para uno mismo es egoísmo”. Mira simplemente lo que esta gente ha estado diciendo: ser feliz es egoísta, sacrificarse es bueno. Pero al sacrificarte serás infeliz, y una persona infeliz crea infelicidad a su alrededor, y una persona infeliz se desquitará; nunca podrá olvidar, su vida ha sido destruida. Nos dicen que la mujer se tiene que sacrificar por el marido y que el marido se tiene que sacrificar por la mujer ¿Para qué? Ambos se sacrifican, por tanto, ambos pierden vida.

Yo enseño una vocación pura por uno mismo. Nunca te sacrifiques por nadie. Vive tu vida auténticamente y así nunca tendrás la necesidad de desquitarte ni sentirás rencor alguno contra nadie. Y una persona que no siente rencor contra nadie es una persona amorosa, compasiva, cordial, dadivosa. Y una persona que no siente rencor contra nadie, ni contra sus hijos, ni contra su marido, ni contra su esposa, es tremendamente hermosa.

Crea un ambiente de felicidad alrededor de ella. Quienquiera que entre en contacto con ella comparte su felicidad.

Ocúpate de ti mismo.

Mira simplemente a los árboles. No hay un árbol que esté tratando de sacrificarse por otro árbol; consecuentemente, tienen verdor. Si empiezan a sacrificarse, ningún árbol tendrá verdor, ningún árbol florecerá jamás. Mira las estrellas. Se ocupan de sí mismas: brillan para sí mismas, no se sacrifican. De otra manera la existencia se volvería fea y oscura. El ocuparse de uno mismo es natural. Escucha tu naturaleza, síguela. Tu naturaleza te está diciendo: “Se feliz”

El futuro no tiene sentido, es un truco, un truco para consolarte en el sentido de que, aunque no lo tienes ahora, lo lograrás. Puedes tener esperanzas, y con esas esperanzas puedes envenenar todo tu ser.

Vive para ti mismo y vivirás para todos los demás, pero éste no es un sacrificio. Vive para ti mismo. Se real, auténticamente dedicado a ti mismo; ese es el proceder de la naturaleza. Cuida de tu felicidad, de tu descanso, de tu vida, y te sorprenderás de que cuando te sientes feliz ayudas a otros a sentirse felices, porque entiendes, poco a poco, que si los otros se sienten felices tú te sentirás más feliz. La felicidad sólo puede existir en un océano de felicidad. No puede existir sola.

sábado, 5 de diciembre de 2020

LA ZANAHORIA DEL FUTURO

Una filosofía dice que la vida es lucha, que la vida es acción, que la vida es conflicto, que la vida es una guerra por la subsistencia; ¿cómo puedes descansar así? Esta misma filosofía se ha vuelto predominante en Occidente con Darwin y la filosofía de la “supervivencia del más fuerte” y con Nietzsche y “el poder de la voluntad”. A Confucio se le entiende profundamente en Occidente, él es un hombre occidental. Nació en Oriente pero no es oriental en absoluto. Su actitud hacia la vida es de actividad. Es una actitud yang, una actitud masculina: lucha, pelea, conquista, entra en conflicto, demuestra tu voluntad. Tú estás aquí para poner a prueba tu voluntad; tienes que demostrarle al mundo que eres alguien. Tienes que dejar una huella en la historia; de otra manera tu vida no tiene sentido. Tienes que competir, tienes que luchar; sólo entonces puedes dejar tu huella en la historia. Si permaneces en descanso y en silencio, ¿cómo vas a dejar tu huella?

Lao Tzu no ha dejado ninguna huella en la historia. Tamerlán ha dejado su huella en la historia. Chuang Tzu no ha dejado marca alguna en la historia. Nadir Shah, Alejandro, Napoleón, Hitler, Stalin, Mao, ellos han dejado su huella en la historia. Mao fue un confuciano. Él creía en Confucio e intentó tenazmente destruir todas las posibilidades y potencialidades taoístas en China. Destruyó muchos monasterios taoístas, quería hacerlos desparecer por completo. ¿Por qué? Porque en ellos no se enseña a luchar en absoluto. Si no enseñas a luchar, ¿cómo puedes predicar la revolución?

La actitud del Tao es de cooperación, no de conflicto. La actitud del Tao no es de ir contra la naturaleza, sino de estar con ella, de admitir la naturaleza, de dejar que tome su curso, de cooperar con ella, de acompañarla. El Tao tiene una actitud de gran relajamiento.

Recuerda que no es de inactividad. No es de actividad, tampoco de inactividad: es trascendental. El término taoísta es wu wei significa acción a través de la inacción. Esa es la meta del Tao: haz pero no seas el hacedor. Actúa pero deja que el Tao actúe a través de ti; simplemente coopera. Entonces, a través del Tao puedes descansar en la vida.

Pero ¿cómo vas a poder descansar con Confucio? Él está en lo cierto; dice que, en lo que respecta a su filosofía, “no hay descanso para los vivos”.

Tienes que luchar duro, tienes que mostrar tu determinación, tienes que mostrar tu voluntad. La vida está aquí para que puedas tener la oportunidad de probarte a ti mismo. Es una competición, una competición despiadada. Unos y otros se quieren ahorcar mutuamente, y si te relajas estás perdido. ¡Pelea con fuerza! Usa todas las posibilidades de mantenerte alerta y no pienses en descansar. La palabra descanso es escapista para la mente confuciana. No busques la meditación; esto es escapismo. No te vayas a los Himalayas, y no te sientes en silencio; esto es escapismo. ¡Haz algo! La vida es para hacer y la muerte es para no hacer: esa es su lógica. Naturalmente, un día morirás y entonces descansarás; así que ¿para qué preocuparse? La división que hacen es muy clara y atrayente para las mentes lógicas.

Naturalmente, si no hay descanso para los vivos, entonces ¿cuándo? ¿Cuándo voy a poder descansar? ¿No lo voy a poder hacer nunca? ¿Esta pesadilla va a seguir siempre? ¿Y no tiene fin?

Confucio le dijo: “Anhelarás el noble y arqueado montículo de tu tumba y sabrás dónde encontrarás descanso”.

Encontrarás”. Atención a esta palabra. Ésta es la mayor decepción jamás inventada por el ser humano: “Encontrarás”… no ahora, sino en algún momento en el futuro… no aquí sino en algún otro lugar. Y todas las llamadas “religiones” han utilizado este artificio decepcionante. Prometen. Dicen: “Encontrarás todo lo que quieres, pero no ahora… mañana”.

Y el mañana nunca llega; por su misma naturaleza no puede llegar. El futuro nunca llega porque siempre lo que llega es el presente. Siempre es ahora, y ahora, y ahora. Dondequiera que vayas a estar, será aquí y ahora.

Y la primera es: “Encontrarás”. La promesa es muy ingeniosa. Eso es lo que han hecho todas las religiones. “En el cielo encontrarás paz, descanso, felicidad”. Llegarás algún día pero no ahora. Y si quieres llegar allí, sacrifica la felicidad del día presente por eso.

Se tiene que pagar un precio”, dicen. “Y el precio es el siguiente: sacrifica tu presente por el futuro. Sacrifica lo real por lo imaginario. Sacrifica la vida por lo que viene después de la muerte”.

Y ellos han convencido a la humanidad, y casi todos han sacrificado sus vidas. Nadie regresa del paraíso para contar lo que sucede. Nadie viene después de morir a decir: “Sí, Confucio está en lo cierto”. Por tanto, la decepción permanece, porque no puedes contradecirla. No puedes refutarla aunque no puedes probarla; no obstante, tampoco puedes refutarla.

Encontrarás”. Escucha simplemente esta palabra: “Encontrarás”. Ese es todo tu condicionamiento. Durante la infancia los padres dicen: “Ahora no. Cuando seas mayor encontrarás”. Cuando eres mayor ellos empiezan a decir: “Ahora no. Cuando seas mayor, ya jubilado, con una buena cuenta bancaria, todo está hecho y el tiempo para relajarse y descansar habrá llegado entonces”. Y cuando eres viejo te dicen: “Después de muerto”. Ellos continúan posponiendo. La zanahoria del futuro sigue colgando frente a ti, y cuanto más te acercas a ella más sigue retrocediendo… mientras tanto, tú continúas perdiéndote todas las posibilidades.

sábado, 28 de noviembre de 2020

LA FILOSOFIA


 

Tzu Kung estaba harto de sus estudios, así que le dijo a Confucio:

-Quiero encontrar descanso.

-No hay descanso para los vivos –dijo Confucio.

-¿No lo voy a encontrar nunca, entonces?

-Anhelarás el nombre y arqueado montículo de tu tumba y sabrás dónde encontrarás descanso.

-¡Grande es la muerte! ¡El caballero encuentra en ella descanso, el miserable se le somete!

-Tzu Kung, lo has entendido. Todos los seres humanos entienden el disfrute de estar vivos, pero no su miseria; el hartazgo de volverse viejos, pero no su calma; la fealdad de la muerte, pero no su reposo.

La filosofía es enemiga de la verdad, y cuando digo filosofía, me refiero a toda filosofía, la mía incluida, porque la filosofía crea una cortina de palabras que no te deja ver la realidad como es. Distorsiona la realidad, interpreta la realidad, adorna la realidad, esconde la realidad, oculta la realidad.

La verdad está desnuda, la verdad está en todas partes, la verdad está adentro y afuera, y las únicas barreras son las palabras, las teorías, las teologías que has aprendido. Ellas no te permiten ver lo que es, se cruzan en el medio; son los prejuicios. Toda filosofía es prejuicio y todos los conceptos desunen. Ningún concepto une; son unos obstáculos.

Tarde o temprano, el que indaga verdaderamente llega a aquel gran momento de comprensión en el que se siente harto, cansado, cansado de toda la tontería que sigue produciéndose con el nombre de pensamiento. La palabra Dios, no es Dios. ¿por cuánto tiempo puedes seguir jugando con la palabra? La palabra alimento no es alimento. ¿Por cuánto tiempo puedes seguir manteniendo la palabra alimento y continuar con hambre? Tarde o temprano te darás cuenta de que lo que mantienes es una palabra únicamente; ella no te puede nutrir, no te puede dar vida, no te puede dar paz. No te puede dar cosa alguna. Por supuesto, lo promete todo; por eso la filosofía se vuelve tan importante, debido a sus promesas. Pero todas esas promesas están vacías, nunca se cumplen. La filosofía nunca ha ayudado a captar la verdad.

Este gran momento de comprensión ha llegado a Tzu Kung. Él era el discípulo más cercano a Confucio.

Tzu Kung estaba harto de sus estudios… Mirar es una cosa, estudiar es algo diametralmente opuesto. Si yo te digo: “Ve y mira las rosas del jardín”, y tú en vez de ir al jardín vas a la biblioteca y estudias las rosas, eso es estudiar. Es algo que da vueltas sobre lo mismo una y otra vez; nunca toca el punto verdadero.

Tzu Kung estaba harto de sus estudios… Ya basta de palabras, ya basta de teorías, de dogmas, ya basta de doctrinas. Considero que éste es un gran momento en la vida de un buscador. Todo el mundo tiene que pasar por las palabras, porque se nos ha preparado para las palabras. Todo el mundo tiene que pasar por las teorías. Se nos han dado teorías desde nuestra infancia. Hemos sido criados de acuerdo con los prejuicios, las doctrinas, las iglesias, las escuelas.

Se es un cristiano, se es un mahometano, se es un hinduista, y todos hemos sido criados con condicionamientos. Así que, cuando comienza a preguntar: “¿Qué es la verdad?”, tu mente empieza a suministrar palabras; ella conoce las respuestas. Todas esas respuestas son falsas, todas esas respuestas son prestadas, pero la mente te da hermosas respuestas que te satisfacen por un tiempo, y si tu búsqueda no es grande, puede que te satisfagan para siempre. Sólo un gran buscador comprende que las palabras no tienen sentido.

El lenguaje no es la puerta a la realidad; el silencio sí lo es. La conversación interior tiene que cesar; sólo entonces tendrás claridad. Sólo entonces la realidad se te revelará por sí misma. Tú continúas parloteando interiormente, y tu mente comienza funcionando constantemente de forma obsesiva, como una maníaca. Y la mente es una maníaca. Sigue creando nuevas palabras, nuevas combinaciones, nuevas teorías; sigue especulando. Es una gran inventora en lo que respecta a teorías; además, no te da un solo intervalo, un solo espacio para mirar lo que hay. La conversación interior tiene que acabarse… Entonces, de repente no hay barreras, nunca las habido.

Los monjes zen dicen que, desde el mismo comienzo, la verdad está al descubierto, la verdad está frente a ti. ¿Qué estás buscando? ¿Hacia dónde estás corriendo? Tus ojos se han cerrado, no obstante, con los prejuicios.

Tzu Kung estaba harto de sus estudios… Ha aprendido mucho y ahora se da cuenta de que el aprendizaje no le ha nutrido. No le ha fortalecido, no le ha dado algo, no le ha hecho sentir más real de lo que era antes. Él no ha llegado a ningún lado, aún está vacío. No hay integración. En realidad, él no sabe quien es. Ya está harto. Tiene que haber sido un gran buscador; ni siquiera Confucio pudo engañarlo.

Confucio es un gran erudito: puede dar respuestas a todas las preguntas posibles y puede inventar hermosas respuestas. Todas esas respuestas son fabricadas, para estar por casa, pero pueden engañar a los tontos. Pueden hacer que mucha gente sienta que sabe. Pueden convertirse en consuelos. Además, él con sus conocimientos, su respetabilidad, su carácter impecable… Es un hombre virtuoso, recuerda, un hombre muy moral, un hombre de carácter, de grandes maneras, de etiqueta, un caballero. La caballerosidad es la meta de toda la filosofía confuciana; un hombre tiene que convertirse en un caballero. Él es impecable, tú no puedes encontrar una fisura en su carácter; todas las virtudes se han realizado en él. Es un hombre con un gran conocimiento, apoyado por la tradición, por las convenciones, las escrituras, respetado por reyes y reinas, respetado en todo el país pero, aún así no pudo engañar a Tzu Kung.

Tzu Kung estaba harto de sus estudios… Cuando llegas a estar harto de tus estudios, llega el momento en que el estudiante se convierte en discípulo. Cuando estás harto de tus estudios, entonces das un giro de ciento ochenta grados. Ya no te interesan las teorías, quieres lo real, quieres alimentos para comer y así poder nutrirte. Y no quieres más recetas, no quieres más libros de cocina, quieres la comida de verdad.

Así que le dijo a Confucio: “Quiero encontrar descanso”. Las palabras crean desasosiego. Las doctrinas, los dogmas, te hacen sentir más tenso porque te extravían, te alejan de la realidad.

Cuanto más lejos estés de la realidad, más desasosegado te sentirás. Deja que éste sea un criterio. Cuando sientes desasosiego, quiere decir que te has alejado mucho de la realidad. Cuando estás cerca de la realidad, hay una calma tremenda, una quietud, una gracia, un silencio, una paz. Te sientes en tu casa, porque la realidad es tu casa. El desasosiego indica simplemente que te estás alejando y que todo tu ser está siendo arrancado de tu casa, de ahí el desasosiego.

Tzu Kung dijo: “Quiero encontrar descanso”. Basta de teorías y basta de estudios. He estudiado todo lo que se puede estudiar. Me he convertido en un respetable hombre instruido, tu discípulo más cercano, pero eso no es satisfactorio. Ayúdame a encontrar descanso.

¿Lo has observado? Cuanto más conoces sobre las palabras, sobre las escrituras, sobre el cristianismo, el islamismo, el hinduismo, el budismo, la Bhagabad-gita, el Corán, la Biblia, los Vedas, más sentirás que tu mente se vuelve cada vez más loca; se te está empujando en todas las direcciones. Una teoría dice algo, otra teoría dice algo más; se contradicen mutuamente, siempre se asfixian mutuamente. Grandes argumentos sin conclusión alguna.

En todos estos siglos la filosofía no ha llegado a una sola conclusión. Los filósofos han estado discutiendo durante cinco mil años, pero nunca ha habido una conclusión, una conclusión en la que todos estén de acuerdo. Nunca ha habido un acuerdo. No ha sucedido y no va a suceder. Dos filósofos no pueden estar de acuerdo, porque el acuerdo sólo es posible cuando conoces la realidad; entonces hay acuerdo. Si tú conoces la realidad y yo conozco la realidad, entonces hay acuerdo, porque de esta manera no hay problema. Tú conoces la misma realidad, yo conozco la misma realidad. ¿Cómo puede haber alguna discusión? La discusión es posible si yo tengo mi teoría y tú tienes tu teoría; entonces no hay posibilidad de encontrar un acuerdo. El acuerdo se da únicamente a través de la experiencia.La experiencia es concluyente. La discusión no es concluyente. Un argumento lleva al otro y así sucesivamente.

Cuando dos personas están discutiendo, ambas no pueden estar en lo correcto. Ambas pueden estar equivocadas, pero las dos no pueden estar en lo correcto.

sábado, 21 de noviembre de 2020

LA VERDADERA COMPRENSIÓN


 

Tú estás preocupado porque en tu infancia no fuiste bien educado, no se te envió a Harvard o a Oxford o a Cambridge, porque tus padres fueron pobres, porque no se te formó tan bien como te hubiera gustado, porque no se te preparó, porque perdiste muchas oportunidades. Eso te apena, eso te inquieta. Tendría que ser un motivo de alegría, todo tendría que ser un motivo de alegría; sólo entonces una persona puede ser feliz. De otra manera, el pobre sigue lamentándose y llorando por haber sido pobre; y el rico también sigue lamentándose y llorando por haber sido rico. He conocido a personas ricas que dicen que sus padres les destruyeron porque les proporcionaron tantas comodidades en su infancia que ellos nunca aprendieron a valerse por sí mismos. Tú lo has visto, debes haber observado que es raro encontrar a un hijo de un hombre rico que sea inteligente, muy raro. Todos ellos son estúpidos, tienen que serlo, porque ¿qué necesidad tienen de volverse inteligentes? ¿Para qué preocuparse? Ya tienen todo lo que necesitan. Ya disponen de todo lo que pueden conseguir con la inteligencia, así que ¿para qué cultivar la inteligencia? En las universidades suspenden; suspenden en todas partes. No les preocupa en absoluto.

Cuando estaba en la universidad tuve un alumno que suspendió mi asignatura durante cinco años. Le pregunté –esperé cinco años para hacerlo- al sexto año, cuando volvían otra vez los exámenes: “¿Qué planes tienes? ¿Vas a volver a suspender?”. Él contestó: “¿Qué más da? Mi padre es rico. Sólo los pobres se preocupan por eso”. Si has nacido en medio de una familia rica, entonces tampoco eres feliz. Si has nacido en medio de una familia pobre, por supuesto, ¿cómo vas a ser feliz? Si estás sano no eres feliz, porque al estar sano nunca piensas que la salud es motivo de alegría. Una persona sana nunca piensa en la salud. Si estás enfermo eres infeliz. Observa la lógica de tu mente. Te ocupas simplemente de todo lo que te hace desgraciado, y te olvidas de todo lo que te hace feliz; no te das cuenta de ello.

La explicación está en que las verdades son tales que los maestros tiene que repetirlas, porque si se dicen una vez no son entendidas. El Buda solía repetirlo todo tres veces, incluso las pequeñas cosas. Él le preguntaba al discípulo: “¿Me has escuchado? ¿Me has escuchado? ¿Me has escuchado?”. ¡Tres veces! Lo hacía con gran compasión. Cuando las escrituras budistas fueron traducidas a idiomas occidentales, la gente se quedó muy sorprendida: ¿Por qué? ¿Hablaba el Buda para gente muy estúpida? ¿Por qué se repetía tanto? No, ellos eran tan inteligentes como tú, como la gente de cualquier lugar lo ha sido siempre. No es cuestión de inteligencia, es una cuestión de atención consciente. Ellos no estaban atentos. Estaban tan desatentos como lo estás tú.

Yo tengo que repetirme continuamente. Mis editores se sorprenden, se sorprenden de mis repeticiones. Les gustaría arreglarlas. Yo no les dejo. Les digo: “Déjalo como está, porque las verdades son tales que puede que no te des cuenta la primera, la segunda vez; espero que pongas un poco de atención la tercera vez…”. Tengo que seguir repitiéndolo: es como si lo machacara en tu cabeza. ¿Durante cuánto tiempo puedes seguir sin darte cuenta? Es una guerra entre yo y tú.

La soledad y el aislamiento son sinónimos en el diccionario pero no en la realidad, hombre y humano son también dos cosas diferentes. Hombre es un concepto estático, como “perro”, como “búfalo”, como “burro”. “Hombre” es un concepto estático, nada más que el nombre de una cierta especie, una de las especies. Los monos forman una especie, los búfalos otra, el hombre otra. ¿Lo has observado? En el caso del hombre tenemos dos términos: hombre y humano. Para los perros tienes sólo un término: perros. Para los búfalos sólo uno: búfalos; para los burros, burros. ¿Por qué? ¿Por qué este “humano”? Tiene un significado: hombre se refiere simplemente a una especie biológica; humano no tiene nada que ver con la biología. Humano es un concepto en desarrollo, un concepto abierto; hombre es un concepto cerrado, hombre significa que eres un ser. Humano significa que eres un proceso, que estás yendo, que eres un recorrido, que eres un peregrinaje, que eres una continuidad, que eres un “ir más allá”.

Friedrich Nietzsche ha dicho: “Lo que más amo en el hombre es que él no es la meta sino el puente. Lo que más amo en el hombre es que él es un proceso continuo, no un fin sino un medio, un recorrido”.

Humano” se refiere al puente, a un puente entre el hombre y Dios. “Hombre” se refiere al hombre, simplemente, no hay en ello ninguna apertura. La palabra humano está abierta, va más allá de hombre. “Humano” es un puente, “humano” es un recorrido, un peregrinaje; uno va en alguna dirección, uno busca algo, uno está tratando de llegar a ser. “Hombre” es estático, “humano” es dinámico. “Hombre” se refiere a una cosa. “Humano” es un proceso, como un río, algo que fluye, que está llegando al más allá, que busca a tientas en la oscuridad. “Hombre” es inactividad, no ir a lugar alguno, estar lisiado, muerto, como una tumba. “Humano” es un río que no sabe dónde está el océano, pero está haciendo un gran esfuerzo por alcanzarlo.

Recuérdalo: el hombre le tiene miedo a la muerte. ¿Humano? No, no es humano tener miedo a la muerte. Una persona que está en un peregrinaje está preparada para morir si eso hace falta para continuar; está preparada para ir más allá, está preparada para usar la puerta de la muerte para cruzar al más allá.

No es humano querer una larga vida. Sí, es relevante en lo que concierne al concepto “hombre”. Los perros le tienen miedo a la muerte, los búfalos le tienen miedo a la muerte, los burros le tienen miedo a la muerte; el hombre también. Pero al ser un humano, uno se excita con la posibilidad; uno quiere saber qué es la muerte.

Cuando uno ha vivido su vida, empieza a sentir: “Ahora que se lo que es la vida, me gustaría saber qué es la muerte. La vida se ha conocido, ha sido hermosa. Ahora veamos qué es la muerte, dejemos que sea otra aventura”.

Sócrates fue humano cuando estaba muriendo, cuando se le estaba dando el veneno. Sus discípulos lloraban y gemían, y él dijo:

-¡Parad! Lo podéis hacer cuando me haya ido, pero no ahora. Es un desperdicio, un gran desperdicio. Una cosa tan importante está sucediendo, me estoy muriendo, ¡y vosotros estáis llorando!

Y ellos dijeron:

-Maestro, te estás muriendo, ¿no tienes miedo?

Él respondió:

-¿De qué? He vivido mi vida, la amé, fue hermosa. La he conocido, pero no hace falta seguir repitiéndola para siempre. Ahora, algo nuevo; la muerte es algo nuevo. Estoy encantado, estoy impresionado, la aventura es grande –dijo Sócrates-. Ahora me gustaría ver qué es la muerte.

Uno de sus discípulos, Crito, dijo:

-Pero, maestro, todo el mundo le tiene miedo a la muerte.

-No lo se –dijo Sócrates-. No entiendo por qué la gente tiene miedo a la muerte. Si los ateos están en lo cierto de que uno muere del todo y nada queda, entonces no hay por qué temer; Sócrates no estará allí; entonces, ¿qué hay que temer? Yo no estaba allí antes de nacer y no tengo miedo de ello.

¿Has tenido miedo alguna vez de no ser antes de haber nacido?

¿Te asalta algún miedo? Ninguno. Tú dirás: “Tonterías porque entonces yo no era, por tanto, ¿qué sentido tiene tener miedo?”.

Y Sócrates dijo: “Yo desapareceré de nuevo si los ateos tienen razón; entonces, ¿de qué tener miedo? No habrá nadie que tenga miedo. O puede que los creyentes dispongan de la verdad y yo esté allí. Si voy a estar allí, entonces ¿por qué tener miedo?”.

Ahora bien, éste es un hombre que ha vivido una vida dinámica, una vida de crecimiento, una evolución. Si tú has vivido una vida de evolución, entonces la muerte viene como una revolución, como un cambio súbito hacia una realidad desconocida. ¿Por qué tendrá uno que tener miedo? Humano, no, esto no es humano.

Pero no todos los hombres son seres humanos, recuérdalo. Muy raramente… en algún lugar… un Sócrates, un Lieh Tzu, un Buda; éstos son seres humanos. Normalmente existen hombres y mujeres, pero no seres humanos. Volverse un ser humano implica convertirse en un proceso, convertirse en un interrogante, convertirse en una pasión por lo imposible… en un buscador, en un buscador de la verdad.

La sabiduría, la verdadera sabiduría, es siempre agnóstica. Recuerda esta palabra: agnóstica. Un buscador real es agnóstico. Nunca dice: “Yo se”, y tampoco dice: Ésta es la verdad”. Él está muy abierto, no está cerrado. No tiene dogma, no tiene credo, él simplemente está consciente y atento, preparado para enfrentar cualquier realidad, la que sea. Cualquier realidad que le sea revelada, él está preparado para abordarla. Él confía en la vida. La gente que no confía en la vida inventa creencias, dogmas, teorías para protegerse a sí misma. El verdadero sabio es vulnerable; no se protege. Está expuesto a las lluvias, a los vientos, al sol, a la luna, a la vida, a la muerte, a la oscuridad, a la luz; está expuesto a todo. Él no tiene protección; su vulnerabilidad es total.

Recuerda, la verdadera comprensión está siempre esperando para darse en el momento. Nunca decide con anticipación, nunca planea con anticipación; es espontánea.

sábado, 14 de noviembre de 2020

FINGIR SABER


 

A mi me gustaría que tú te volvieras ilógico, porque sólo las personas ilógicas son lo suficientemente afortunadas como para ser felices. Las que son lógicas nunca son felices, no lo pueden ser; han tomado la ruta equivocada desde el mismo comienzo. Piensan que, como todo lo demás tiene una causa, la felicidad también tiene que tenerla; ésta es su equivocación. La felicidad necesita sólo comprensión, no una causa. Además, la comprensión tampoco es su causa. La comprensión simplemente la desvela; ella está en tu interior. Quita el velo y, de improviso aparece; tu amado está dentro de ti, se tiene que desvelar; eso es todo. El desvelar no es una causa. La causa implica que algo se tiene que crear; desvelar quiere decir simplemente que ella ya existía, pero que fuiste lo suficientemente tonto como para no desvelarla.

Este enfoque confuciano de la vida se tiene que entender porque muchos de vosotros vais a estar en compañía de confucianos. Todos los occidentales son confucianos, lógicos, intelectuales. El enfoque confuciano está basado en la idea de que la verdad se tiene que aprender, que sólo es un asunto de aprendizaje: si lo aprendes bien, sabrás qué es la verdad. No, los taoístas dicen que la verdad tiene que vivirse, no aprenderse. La verdad se tiene que experimentar; no vas a conocerla sólo porque te hayas vuelto un poco más informado. En realidad, para conocer la verdad tendrás que pasar por un desaprendizaje, tendrás que hacer limpieza en tu mente. Todo lo que has aprendido está haciendo de obstáculo.

Tendrás que volverte ignorante otra vez, tendrás que volverte inocente, tendrás que dejar toda esa tontería que cargas en nombre del conocimiento. Tú no sabes nada, pero piensas como si supieses; éste “como si”, es el problema. Alguien te pregunta: “¿Conoces a Dios?”, y tú dices: “Sí”. ¿Has considerado alguna vez lo que estás diciendo? ¿Realmente sabes? No obstante, aparentas. ¿A quién estás engañando?

Me han contado una hermosa anécdota:

Un matón irrumpió en una taberna mal iluminada.

-¿Algunos de los que hay aquí se llama Donovan? rugió.

Nadie respondió. Volvió entonces a vociferar:

-¿Alguno de los que hay aquí se llama Donovan?

Hubo un momento de silencio y luego un hombre menudito se adelantó a zancadas.

-Me llamo Donovan –dijo.

El matón lo levantó del suelo y lo tiró encima de la barra.

Luego le dio puñetazos en la quijada, lo aporreó, le dio puntapiés, lo abofeteó y se marchó. Pasados quince minutos el hombre menudito volvió en sí.

-Vaya si lo he engañado –dijo-. Yo no soy Donovan.

¿A quién estás engañando? Te estarás engañando sólo a ti mismo, a nadie más. Recuerda muy bien qué es lo que sabes y qué es lo que no sabes.

Ouspensky, en uno de sus libros más importantes, Tertium Organum, dice que lo primero que tiene que decidir el buscador es qué es lo que sabe y qué es lo que no sabe; esto es lo primero que tiene que decidir. ¿Te conoces a ti mismo? ¿Sabes lo que es el amor? ¿Sabes lo que es la vida? Una vez que se ha tomado esa decisión, las cosas se hacen muy claras. El ser humano, sin embargo, continúa fingiendo que sabe, porque es muy doloroso saber que no se sabe, es muy estremecedor para el ego saber que no se sabe. El ego finge, el ego es el mayor farsante que existe; finge, dice: “Sí, yo conozco”. Hay conocedores que dicen que Dios no existe y hay conocedores que dicen que Dios existe, pero todos ellos son conocedores, y en lo que respecta al conocimiento, no hay diferencia alguna entre el teísta o el ateísta. Si vas a la india y se lo preguntas a la gente, a cualquiera, te dirán: “Sí, Dios existe”. Si vas a Rusia y se lo preguntas a cualquiera, te dirán que saben que Dios no existe. No obstante, una cosa es cierta: todos ellos “saben”, y ése es el problema.

El teísta y el ateísta no son antagónicos. No son enemigos, se acompañan en el mismo juego, porque ambos están fingiendo que saben. Un verdadero hombre de entendimiento no fingirá que sabe; entonces existe la posibilidad de que algún día sepa. Empieza con la ignorancia y puede que algún día seas lo suficientemente afortunado como para saber. Empieza con el conocimiento y, con certeza, no serás nunca capaz de conocer.

El confuciano insiste en tratar de aprender. El taoísta insiste en tratar de des-aprender.

Dicen que la curiosidad no lleva a ninguna parte, que la curiosidad es enfermiza; la curiosidad no es suficiente, la curiosidad no es aprendizaje. El aprendizaje implica que tú estás dispuesto a jugarte la vida. El aprendizaje implica que tú no sólo eres un estudiante sino un discípulo. El aprendizaje implica que no preguntas por capricho solamente; tú estás dispuesto a adentrarte en ello a cualquier costo. Tú estás listo a pagar por ello; no es sólo una distracción.

Solía viajar por todo el país, e incluso en las estaciones ferroviarias… estaba a punto de coger un tren cuando alguien corría tras de mí para preguntarme: “¿Existe realmente un Dios? ¿Dios existe?”.

Yo estaba a punto de coger el tren, y mi tren se estaba marchando. Le decía: “Ven más tarde”. Esa persona me decía: “Pero deme sólo una simple respuesta. Una frase bastará”. Como si mi afirmación o negación le fuera a afectar. Gente tonta, gente estúpida; piensan que son religiosos, que están logrando un gran aprendizaje.

Yo también he vivido como he querido vivir. Nunca he permitido que nadie me enrede. Acertado o equivocado, bien o mal, tontamente o sabiamente, he vivido como he querido vivir. No siento arrepentimiento. No puede haber arrepentimiento alguno. Ésta es la manera en que quería vivir, ésta es la manera en que he vivido. Y la vida me ha permitido vivir como quería vivir.

Estoy agradecido, estoy reconocido. Ahora se que si hubiera admitido a los bienintencionados, entonces habría sido desgraciado. No porque ellos hubieran querido realmente hacerme daño; ellos seguramente querían ayudarme; esa no es la cuestión en absoluto. Ellos pueden haber tenido buenas intenciones, pero una cosa es cierta: me estaban enredando, estaban tratando de forzarme a ir en ciertas direcciones que no llegaban a mí espontáneamente.

Nunca he escuchado esto. He dicho a los bienintencionados: “Gracias por las molestias que os estáis tomando por mí, pero voy a seguir mi propio camino. Si fallo habrá un consuelo: que he seguido mi propio camino y he fallado. Pero si os sigo a vosotros, incluso si tengo éxito siempre me arrepentiré: ¿Cómo saber cuál habría sido el resultado, cuál habría sido la consecuencia si hubiera seguido mi propio camino?”.

Se dice que cuando Alejandro estuvo en la India fue a ver a un astrólogo y le preguntó por su futuro. El astrólogo miró su mano y dijo: “Tengo que decirle una cosa: será capaz de ganar este mundo, pero recuerde que no hay otro mundo. Por lo tanto, se quedará atascado. ¿Entonces qué hará?”. El astrólogo debió haber sido un gran sabio, y se dice que al escuchar este “no hay otro mundo”, Alejandro se entristeció. Desde luego, con esta idea: “Una vez hayas conquistado este mundo, ¿qué vas a hacer? No hay otro mundo…”, una mente ambiciosa se sentirá simplemente bloqueada; entonces ¿qué hacer?

Además, no importa lo que logres, nada se habrá logrado porque la ambición seguirá aumentando más y más. Sólo una persona no ambiciosa puede ser feliz. Una persona ambiciosa inevitablemente va a estar siempre frustrada. La ambición viene de la frustración, y de la ambición viene más frustración; es un círculo vicioso.

Si eres ambicioso te lamentarás, porque la ambición nunca se satisface. Si no eres ambicioso, eres feliz, porque la frustración no te podrá atrapar.

sábado, 7 de noviembre de 2020

LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR


 

Recuerda esta ley de vida tan fundamental: lo que tiene causa nunca es eterno, aquello que tiene causa es temporal. Cuando la causa desaparece, aquello desaparece, es un subproducto. Lo que no tiene causa va a estar por siempre jamás, porque no hay nada que pueda destruirlo. Tu cuerpo morirá; tiene una causa: el encuentro de tu padre con tu madre ha sido la causa. Tu cuerpo morirá: tuvo su causa un día. Tiene una cierta energía, un cierto período de vida, luego se terminará. Cada día estás muriendo; un día simplemente desaparecerás bajo la tumba.

Pero ¿es eso todo lo que tienes? ¿Es eso todo lo que abarca tu ser?  ¿No hay algo más? Hay algo en ti que existía antes de que siquiera hubieras nacido y que seguirá estando ahí –por siempre-, incluso cuando te hayas ido. Cuando hayas muerto, aquello que estaba allí antes de tu nacimiento permanecerá; aquello no tiene causa.

Por eso los taoístas no creen que Dios creó el mundo, que Dios creó al hombre, que Dios creó las almas. Si Dios hubiera creado las almas entonces ellas tendrían una causa y un día tendrían que desaparecer, no importa cuán lejos pueda estar ese día. Si el mundo hubiera tenido una causa y el hombre hubiera sido creado, entonces un día el mundo tendría que ser des-creado y el hombre tendría que ser des-creado. Los taoístas hablan de aquello que es eterno, no causado, no creado; no tienen un creador.

En realidad, nadie ha alcanzado jamás esa cumbre, esa cumbre sublime de comprensión que tienen los taoístas. Todas las otras religiones parecen juveniles. La madurez del taoísmo es tan tremenda, tiene tal esplendor, posee tal profundidad y altura, que no da lugar a que otra religión pueda compararse con ella. Todas las demás parecen parvularios; están hechas especialmente para niños. Hechas especialmente para niños: por eso Dios es el “Padre”; los niños no pueden ser independientes, necesitan un padre. Si tu padre real ha desaparecido, entonces necesitas todavía un padre imaginario en el cielo para que te controle; no eres suficientemente maduro, no puedes valerte por ti mismo, tienes que apoyarte en unos y otros.

Los taoístas no tienen un concepto de Dios. Eso no quiere decir que sean descreídos; son muy piadosos, pero no tienen un concepto de Dios. La existencia es suficiente. No hay creador, no hay creación, existe la eternidad. Siempre ha sido así, siempre será así. Una vez has entrado en contacto con esta continuidad eterna dentro de tu ser, con el sustrato, entonces no hay por qué sentirse desgraciado.

Tú eres eterno, eres inmortal; no hay muerte para ti porque nunca ha habido un nacimiento. Tú eres no-creado, no puedes ser destruido. Independientemente de las circunstancias externas, tu luz interior sigue ardiendo con brillo.

El intelectual actúa así: Todo lo que posee se lo ha apropiado, nunca mira interiormente, siempre mira hacia fuera: “Si alguien lo posee, entonces tendría que ir y preguntar”. El intelectual es imitativo, mecánico, como una lora; para el intelectual el conocimiento es algo que se tiene que aprender. Él nunca mira dentro de su propio ser, él nunca mira dentro de su propia consciencia interior, él nunca trata de entender al conocedor. Él persigue el conocimiento y ahí está la diferencia. El taoísta no persigue el conocimiento, sino que quiere saber. ¿Quién es este conocedor? ¿Qué es este saber? Él quiere conocer la fuente de este saber, lo que está originando esta consciencia.

Tú estás aquí, me estás escuchando. Ahora bien, tú puedes ser o un confuciano o un taoísta, porque éstos son los dos únicos puntos de vista posibles. Si me estás escuchando y llegas a interesarte cada vez más en lo que estoy diciendo y empiezas a acumularlo, entonces eres un confuciano. Pero si al escucharme llegas a darte cuenta de la consciencia que está dentro de ti y te llegas a interesar por ella y surge esta profunda interrogación: “¿Quién soy yo?”… 

No se trata de que repita las palabras “¿quién soy yo?”, sino de que surja una búsqueda, una interrogación profunda, una pasión por saber: “¿Quién está en esta consciencia que hay en mí?  ¿Qué es esta consciencia que hay en mí? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Qué cualidad tiene? ¿De dónde viene? ¿Hacia dónde va?”… Si sigue esta pasión por conocer tu consciencia, eres un taoísta, y sólo un taoísta es una persona religiosa.

El confuciano es un erudito, es un pandit, es un profesor. Si hablas con él te dirá grandes cosas, pero si miras dentro de su ser, no habrá nada. Todo lo que ha acumulado es prestado. Una y otra vez los taoístas escriben relatos en los que Confucio va de un lado a otro, siempre viaja, acumula y siempre busca dónde adquirir conocimiento, como si el conocimiento fuera una mercancía, como si el conocimiento fuera un objeto que tú puedes adquirir en algún lado, de alguna persona.

Nadie te puede proporcionar el conocimiento. No es un objeto que se puede transferir. Tienes que llegar a ser eso, tienes que crecer en sabiduría; es una transformación interior. Ninguna universidad te puede dar lo que las personas religiosas llaman sabiduría real.  Todo lo que puedes adquirir en las universidades es información estancada, prestada, sucia, porque ha pasado a través de miles de manos; es como un billete que circula. Por eso, al billete se le llama “circulante”, porque se mueve circulando de una mano a otra, de un bolsillo a otro bolsillo. Pero se vuelve entonces cada vez más sucio. Lo mismo pasa con el conocimiento: pasa de una generación a otra a través de los siglos, de una generación a otra de profesores.

La sabiduría es fresca, la sabiduría viene de la fuente, y esa fuente está viva dentro de ti, esperando a que des un giro hacia adentro.  No la busques afuera, mira hacia dentro. Jesús lo dice una y otra vez: “El reino de Dios está dentro de ti”.

Confucio siempre está de viaje, buscando, a la caza de conocimiento. Él recurre a todo el mundo. Si alguien dice que una persona ha llegado al conocimiento, él va para allá. Es una tontería, es algo estúpido, pero ésta es la clase de estupidez que tienen todos los eruditos. Ellos tienen básicamente la idea de que el conocimiento se puede comprar. Ellos tienen básicamente la idea de que el conocimiento es una cosa, no una experiencia, es una teoría, no una experiencia. Uno puede aprenderlo, por tanto, de alguien más.

Recuerda una cosa: existe una diferencia entre el conocimiento científico y el conocimiento religioso. Si se ha descubierto la ley de la gravedad, no se tiene que volver a descubrir una y otra vez; sería una tontería. No puedes dirigirte al mundo y declarar: “Lo que Newton descubrió, yo lo he vuelto a descubrir.  Sí, la ley de la gravedad…  He visto caer una manzana y he vuelto a descubrir la ley de la gravedad”. La gente se burlará. Dirá: “Ya no hay nada que descubrir. Descubre algo que no haya sido descubierto antes”.

La ciencia es información. Si una persona ha hecho un descubrimiento, éste se puede entonces transferir a los demás. 

El conocimiento que busca la ciencia viene de afuera, así que se puede aprender afuera. La religión, en cambio, se tiene que descubrir una y otra vez.

Einstein descubrió la teoría de la relatividad; eso concluyó ya, no se necesita ahora a nadie más para redescubrirla. Lo que a un científico puede haber llevado cincuenta años descubrir, un niño en edad escolar lo puede aprender en cinco minutos. Pero éste no es el camino de lo religioso. Lo que descubrió el Buda, lo que descubrió Lao Tzu, lo que descubrió Lieh Tzu, tendrás que descubrirlo tú otra vez.

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