El amor es doloroso porque conduce a la dicha. El amor es doloroso porque transforma; el amor es mutación. Cada transformación va a ser dolorosa porque lo viejo va a ser
sustituido por lo muevo. Lo viejo es familiar, seguro, indudable; lo nuevo es algo completamente desconocido.
Estarás
navegando
en
un
océano
que
no
existe
en
los
mapas.
Con
lo
nuevo
no
puedes
usar
tu
mente;
con
lo
viejo
la
mente
es
habilidosa.
La
mente
funciona
con
lo
viejo;
con
lo
nuevo,
la
mente
es
completamente
inútil.
Por tanto, surge el miedo y, al abandonar el mundo viejo, seguro y confortable, el mundo de la comodidad, surge el dolor. Es el mismo dolor que siente el niño cuando sale del vientre de su madre. Es el mismo dolor que siente el polluelo cuando sale del huevo. Es el mismo dolor que siente el pájaro cuando intenta volar por primera vez. El miedo a lo desconocido y la seguridad de lo conocido, la inseguridad de lo desconocido, lo impredecible de lo desconocido le hace a uno tener mucho más miedo.
Dado que la transformación se va a producir desde el ego hasta un estado de no-ego, la agonía es realmente intensa. Sin embargo, no puedes experimentar el éxtasis si no has experimentado la agonía. Para purificar el oro hay que quemarlo.
El amor es fuego.
Millones de personas viven una vida sin amor porque el amor es doloroso. Ellos también sufren, pero su sufrimiento es vano. Sufrir en el amor no significa sufrir en vano. Sufrir en el amor es algo creativo; te transporta a niveles más altos de conciencia. Sufrir sin amor supone un completo derroche; no te lleva a ninguna parte, te mantiene dando vueltas en el mismo círculo vicioso.
El hombre que no tiene amor es narcisista, está cerrado. Sólo se conoce a sí mismo. Pero ¿cómo va a conocerse sino ha conocido al otro? Porque sólo el otro puede actuar como espejo. Si no conoces al otro, nunca te conocerás a ti mismo. El amor es también fundamental para el autoconocimiento. La persona que no ha conocido al otro con profundo amor, con intensa pasión, con extremo éxtasis será incapaz de conocer quién es, porque no tendrá el espejo para ver su propio reflejo.
La relación es como un espejo: cuanto más puro es el amor, más elevado es este amor; cuanto mejor es el espejo, más limpio está el espejo. Pero el amor más sublime necesita que estés abierto. El amor más sublime necesita que seas vulnerable. Tienes que despojarte de tu armadura; eso es algo doloroso. No tienes que estar constantemente a la defensiva. Tienes que despojarte de tu mente calculadora. Tienes que arriesgar. Tienes que vivir peligrosamente. El otro te puede herir; ése es el miedo a ser vulnerable. El otro te puede rechazar; ése es el miedo a estar enamorado.
Puede que el reflejo que encuentres en el espejo del otro sea horrible, aquí está la ansiedad; ¡evita el espejo! Sin embargo, evitando el espejo no te convertirás en alguien bello. Evitando esta situación tampoco crecerás. Tienes que aceptar el reto.
Uno tiene que sumergirse en el amor. Ése es el primer paso hacia Dios y no lo puedes evitar.
Aquellos que intentan evitar este paso del amor nunca alcanzarán a Dios. Es absolutamente necesario, ya que únicamente eres consciente de tu totalidad cuando eres provocado por la presencia del otro, cuando tu presencia es realzada por la presencia del otro, cuando eres rescatado de tu narcisismo, un mundo cerrado bajo el cielo abierto.
El amor es un cielo abierto. Estar enamorado significa tener alas. Sin embargo, el cielo sin límites produce miedo.
Y es muy doloroso despojarnos del ego, porque nos han enseñado a cultivar el ego.
Pensamos que el ego es nuestro único tesoro. Lo hemos estado protegiendo, lo hemos estado adornando, lo hemos estado abrillantando continuamente. Y cuando el amor llama a nuestra puerta, todo lo que se necesita para enamorarse es dejar a un lado el ego. Naturalmente, esto es algo doloroso. Es el trabajo de toda tu vida, es todo lo que tú has creado, este horrible ego, esta idea de que «yo soy algo separado de la existencia».
Esta idea es horrible porque es falsa. Es una falacia; sin embargo, nuestra sociedad existe gracias a ella, está basada en la idea de que cada persona es una persona, no una presencia.
La realidad es que no hay ninguna persona en la tierra; sólo hay presencias. Tú no existes; no existes como ego, separado de la existencia. Tú eres una parte del todo. El todo te penetra, el todo respira en ti, palpita en ti, el todo es tu vida.
El
amor
te
ofrece
la
primera
experiencia
de
estar
en
sintonía
con
algo
que
no
es
tu
ego.
El
amor
te
da
la
primera
lección
de
que
puedes
armonizar
con
alguien
que
no
ha
formado
nunca
parte
de
tu
ego.
Si
puedes
estar
en
armonía
con
una
mujer,
si
puedes
estar
en
armonía
con
un
amigo,
con
un
hombre,
si
puedes
estar
en
armonía
con
tu
hijo
o
con
tu
madre,
¿por
qué
no
vas
a
poder
estar
en
armonía
con
todos
los
seres
humanos?
Además,
si
el
hecho
de
estar
en
armonía
con
una
sola
persona
te
proporciona
semejante
alegría,
¿qué
ocurriría
si
estuvieras
en
armonía
con
todos
los
seres
humanos?
Y
si
puedes
estar
en
armonía
con
todos
los
seres
humanos,
¿por
qué
no
vas
a
poder
estar
en
armonía
con
animales,
pájaros
y
árboles?
Así
que
un
paso
te
lleva
al
siguiente.
El amor es una escalera. Empieza en una persona; termina en la totalidad. El amor es el principio. Dios es el final. Temer al amor, temer las crecientes penas del amor, supone quedarse encerrado en una oscura celda.
El hombre moderno vive en una oscura celda. Es narcisista; el narcisismo es la mayor obsesión del hombre moderno.
Hay problemas que no tienen ningún sentido. Hay problemas que son creativos porque te conducen a una conciencia superior. Hay problemas que no te llevan a ninguna parte; simplemente te mantienen atado, simplemente te mantienen en tu habitual embrollo.
El amor crea problemas. Puedes evitar esos problemas evitando el amor; ¡sin embargo, son problemas esenciales! Hay que afrontarlos, hay que plantarles, hay que vivirlos, atravesarlos y superarlos. Y el único modo de superarlos es atravesarlos.
El amor es la única cosa que merece la pena. Todo lo demás es secundario. Aquello que ayuda al amor es bueno. El amor es el fin; todo lo demás es un medio. Así que, a pesar del sufrimiento, sumérgete en el amor.
Si no te sumerges en el amor, como ha decidido mucha gente, entonces estás apegado a ti mismo. Entonces tu vida no es una peregrinación, entonces tu vida no es un río que fluye hacia el océano; tu vida es una charca estancada, sucia, y dentro de poco no habrá nada más que porquería y barro. Para mantenerse limpio, uno tiene que seguir fluyendo. El río se mantiene limpio porque continúa fluyendo. El flujo es el proceso de permanecer siempre virgen.
Las personas que no aman se aletargan, se estancan; empiezan a oler mal tarde o temprano —normalmente, más temprano que tarde—, porque no tienen ningún lugar a donde ir.
Su vida está muerta.
Aquí es donde el hombre moderno se encuentra a sí mismo, y de ello se derivan todo tipo de neurosis, todo tipo de locuras. Las enfermedades psicológicas han tomado proporciones epidémicas.
Ya no es sólo cuestión de unos cuantos individuos que tienen alguna enfermedad psicológica; la realidad es que la tierra en su totalidad se ha convertido en un manicomio. Toda la humanidad padece una especie de neurosis, y esa neurosis es el resultado de tu estancamiento narcisista. Cada uno vive apegado a su propia ilusión de tener un ego separado; entonces la gente se vuelve loca. Esta locura no tiene sentido, es improductiva, no es creativa. O la gente empieza a suicidarse. Todos esos suicidios son también improductivos, no son creativos.
Puede que no te suicides envenenándote o saltando desde un acantilado o pegándote un tiro, pero puedes suicidarte de forma muy lenta, y esto es lo que suele ocurrir. Hay poca gente que se suicide de repente. La mayoría se decanta por un suicidio lento; gradualmente, paulatinamente, se van muriendo. Pero la tendencia al suicidio se ha vuelto casi universal.
Ése no es modo de vivir. La razón, la razón fundamental, es que hemos olvidado el lenguaje del amor. Ya no somos lo suficientemente valientes como para emprender esa aventura llamada amor.
De
ahí
que
la
gente
esté
interesada
en
el
sexo
porque
el
sexo
no
es
arriesgado.
Es
algo
momentáneo
en
lo
que
no
te
involucras.
Amar
es
involucrarse,
comprometerse.
No
es
algo
momentáneo.
Una
vez
que
ha
arraigado,
puede
durar
para
siempre.
Puede
significar
un
compromiso
de
por
vida.
El
amor
requiere
intimidad;
únicamente
cuando
intimáis
puede
el
otro
convertirse
en
espejo.
Cuando
tienes
un
encuentro
sexual
con
un
hombre
o
una
mujer,
éste
no
implica
que
os
hayáis
encontrado
en
absoluto;
de
hecho,
cada
uno
ha
evitado
el
alma
del
otro.
Tú
solamente
has
utilizado
su
cuerpo
y
has
huido,
y
el
otro
ha
utilizado
tu
cuerpo
y
ha
huido.
Nunca
intimáis
lo
suficiente
como para
descubrir
el
verdadero
rostro del otro.
El amor es el mayor koan zen.
Es doloroso, pero no lo evites. Si lo evitas habrás evitado la mayor oportunidad para crecer.
Sumérgete en él, sufre el amor, porque a través del sufrimiento llega el éxtasis. Sí, hay agonía, pero de la agonía nace el éxtasis. Sí, deberás morir como ego, pero si puedes morir como ego, nacerás como Dios, como un buda.
Y el amor te proporcionará el primer contacto con el tao, el sufismo, el zen. El amor te dará la primera prueba de que la vida tiene sentido. Las personas que dicen que la vida no tiene sentido son personas que no han conocido el amor. Lo único que están diciendo es que su vida no ha encontrado el amor.
Dejemos que haya pena, dejemos que haya sufrimiento. Atraviesa la noche oscura y podrás contemplar un maravilloso amanecer. Sólo de las entrañas de una noche oscura puede surgir el sol. Sólo después de una noche oscura llega el alba.
Mi enfoque es el del amor. Predico el amor y sólo el amor, y nada más. Puedes olvidarte de Dios; no es más que una palabra vacía. Puedes olvidarte de las oraciones porque no son más que rituales que te han impuesto otras personas. El amor es la oración natural, no impuesta por nadie. Has nacido con él. El amor es el verdadero Dios; no el dios de los teólogos, sino el dios de Buda, de Jesús, de Mahoma, el dios de los sufíes. El amor es un medio, un método para eliminarte como individuo separado y ayudarte a convertirte en infinito. Desaparece como gota de rocío y conviértete en el océano, pero tendrás que atravesar la puerta del amor.
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