sábado, 29 de enero de 2022

EL AMOR Y LA MEDITACIÓN

 

Debes de haber oído hablar de Pavlov, el conductista ruso. Dijo que no hay conciencia en los hombres ni en los animales, ni en ninguna parte; todo es resultado de un mecanismo mental. 

Puedes ejercitar ese mecanismo mental y empezará a funcionar de esa manera; todo es cuestión de condicionamiento. La mente funciona como un reflejo condicionado. Si le pones comida a tu perro, inmediatamente vendrá corriendo, con la lengua fuera, babeando. Empezará a salivar. 

Pavlov hizo un experimento. Cada vez que daba de comer al perro hacía sonar un timbre. Poco a poco, el timbre y la comida quedaron asociados. Entonces, un día simplemente tocó el timbre y el perro fue corriendo, con la lengua fuera, babeando. 

Esto es absurdo; nunca se ha sabido que los perros reaccionen ante un timbre de esa manera. El timbre no es comida. Sin embargo, la asociación le ha condicionado la mente. Pavlov dice que el hombre puede cambiar de la misma forma. Cada vez que surja el deseo sexual en ti, castígate a ti mismo. Ayuna durante siete días, flagélate, quédate de pie pasando frío fuera durante una noche, o golpéate, y poco a poco el cuerpo aprenderá el truco. Cada vez que surja el deseo sexual, lo reprimirá automáticamente por miedo al castigo. Recompensa y castigo; ésa es la manera de condicionar la mente si sigues a Pavlov. 

Este monje debió de estar haciendo eso; hay muchos que hacen eso. Casi el noventa y nueve por ciento de la gente en los monasterios hace eso; simplemente volver a condicionar su cuerpo y su mente. Pero la conciencia no tiene nada que ver con eso. La conciencia no es un nuevo hábito; la conciencia consiste en vivir la vida siendo conscientes, no reducidos a un hábito, no poseídos por un mecanismo; más allá del mecanismo. 

Sigue el camino del amor y un día, de repente, descubrirás que la meditación ha surgido en ti; miles de lotos blancos. Sin embargo, no has hecho nada para que florezcan; estabas haciendo otra cosa y han florecido. Cuando el amor o la devoción llegan a su clímax, florece la meditación. 

Ocurre lo mismo en el camino de la meditación. Olvídate por completo del amor, de la devoción. Simplemente sé consciente, siéntate en silencio, disfruta de tu ser; eso es todo. Estate contigo mismo; eso es todo. Aprende a estar solo, eso es todo. Y recuerda, la persona que sabe estar sola nunca está aislada. Las personas que no saben estar solas están aisladas. 

En el camino de la meditación, la soledad es requerida, deseada, esperada, suplicada.
Permanece solo. Tanto que ni siquiera en tu conciencia se mueva la mínima sombra del prójimo.

En el camino del amor; disuélvete de tal manera que el prójimo se vuelva real y tú te conviertas sólo en una sombra, y poco a poco desaparezcas completamente. En el camino del amor, Dios permanece, tú desapareces; en el camino de la meditación, Dios desaparece, tú apareces. Sin embargo, el resultado final es el mismo. Se produce una gran síntesis.

No intentes nunca sintetizar estos dos caminos al principio. Se encuentran al final, se encuentran en la cumbre, se encuentran en el templo.

Uno de discípulos del Rabí Moshe era muy pobre. Se quejó al Zaddik de que sus miserables circunstancias le impedían aprender y meditar.

—Hoy en día —contestó el Rabí Moshe—, la mayor devoción, mayor aun que el aprendizaje y la plegaria, consiste en aceptar el mundo exactamente tal como es.

La persona que se está dirigiendo hacia la meditación, o que se esta dirigiendo hacia el camino del amor, recibirá ayuda si acepta el mundo tal como es. Las personas mundanas nunca aceptan el mundo tal como es; siempre están intentando cambiarlo. Siempre están intentando hacer otra cosa, siempre están intentando cambiar el orden de las cosas, siempre están intentando hacer algo en el exterior. La persona religiosa acepta aquello que hay en el exterior tal como es. No le molesta, no le distraen las cosas de fuera. Todo su trabajo consiste en dirigirse hacia el interior. Hay quien se dirige a través del amor, hay quien se dirige a través de la meditación, pero ambos se dirigen hacia el interior. El mundo religioso es el mundo del interior. Y el interior es el más allá.

En latín, pecado tiene dos sentidos: uno es «perder el objetivo» y el otro, más bello incluso, es «fuera». Pecado significa estar fuera, estar fuera de ti mismo. La virtud significa estar dentro, estar dentro de ti mismo.

Poco después de la muerte del Rabí Moshe, el Rabí Mendel de Kotyk le preguntó a uno de sus discípulos: 

—¿Qué era lo más importante para tu maestro?
El discípulo se quedó pensando unos instantes y respondió:
—Aquello que estuviera haciendo en ese preciso instante.

El instante es lo más importante

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