sábado, 5 de febrero de 2022

LA UNIÓN MÍSTICA

 



Es maravilloso estar solo; también es maravilloso estar con otras personas. Además, son cosas complementarias, no contradictorias. Cuando estés disfrutando de
los demás, disfruta y disfruta al máximo; no tienes por qué preocuparte por la soledad. Cuando estés harto de los demás, entonces encamínate hacia la soledad y disfruta de ella al máximo.

No trates de elegir; si tratas de elegir te encontrarás con problemas. Cada elección producirá una división en ti, una especie de desgarro. ¿Qué necesidad hay de elegir? Si puedes tener ambas cosas, ¿por qué tener sólo una?

Todas mis enseñanzas se pueden resumir en dos palabras: «meditación» y «amor». Medita de manera que puedas sentir el inmenso silencio, y ama de forma que tu vida se convierta en una canción, en una danza, en una celebración. Tendrás que vivir entre ambas cosas y, si puedes pasar fácilmente de una a otra, si puedes cambiar sin esfuerzo, habrás aprendido lo más importante de la vida.

En el transcurso de los siglos, éste ha sido uno de los problemas más importantes: la meditación y el amor, la soledad y la relación, el sexo y el silencio. El problema es uno; sólo cambian los nombres. En el transcurso de los siglos, el hombre ha sufrido mucho porque no se ha entendido el problema correctamente; la gente ha elegido.

Aquellos que han elegido la relación son llamados mundanos, y aquellos que han elegido la soledad son llamados monjes, los ultramundanos. Sin embargo, ambos sufren, porque están divididos, y estar dividido quiere decir ser infeliz. Ser entero quiere decir estar sano, feliz; ser entero es ser perfecto. Estar dividido es algo horrible, porque la otra parte se dedica ha sabotear, la otra parte se dedica a preparar su venganza. ¡La otra parte no se puede destruir nunca, porque es tu otra parte! Es una parte esencial en ti; no es algo accesorio de lo que puedas prescindir.

Es como una montaña decidiera que no quiere tener valles a su alrededor. Sin valles, la montaña no puede existir. Los valles son parte de la esencia de la montaña; la montaña no puede existir sin valles; ambas cosas se complementan. Si la montaña elige ser sin valles, no habrá montaña. Si los valles eligen ser sin la montaña, tampoco habrá valles. O te convertirás en un fingidor; la montaña fingirá que no hay valle: sin embargo, el valle está ahí; puedes esconder el valle, puedes apartarlo al último rincón de tu conciencia, pero ahí está, persiste, es existencial, no hay forma de destruirlo. De hecho, montaña y valle son una misma cosa. Lo mismo ocurre con el amor y la meditación; lo mismo ocurre con la relación y la soledad. La montaña de la soledad se alza solamente en los valles de la relación.

En realidad, serás capaz de disfrutar de la soledad si puedes disfrutar de la relación. Es la relación la que crea la necesidad de la soledad; es algo cíclico. Cuando has tenido una relación profunda con alguien, surge una gran necesidad de estar solo. Te empiezas a sentir agotado, exhausto, cansado; felizmente agotado, dichosamente cansado, pero toda excitación es agotadora. Fue maravilloso relacionarse, pero ahora te gustaría pasar a la soledad de modo que puedas reunirte contigo mismo otra vez, de modo que otra vez puedas estar rebosante, de modo que arraigues otra vez en tu propio ser.

En el amor pasaste al ser de la otra persona, perdiste contacto con tu propio ser. Quedaste ahogado, embriagado. Ahora necesitarás encontrarte a ti mismo de nuevo. Sin embargo, cuando estás solo, estás creando de nuevo una necesidad de amor. Pronto estarás tan lleno que querrás compartirlo, estarás tan rebosante que querrás alguien en quien derramarte, alguien a quien darte. El amor surge de tu soledad. La soledad te hace estar rebosante, el amor recibe tus dones. El amor te vacía de tal forma que tienes que llenarte de nuevo. Cada vez que el amor te vacía, ahí está la soledad para alimentarte, para integrarte. Es algo cíclico.

La mayor y más peligrosa estupidez que ha sufrido el hombre ha sido considerar estas dos experiencias como algo separado. Hay algunas personas que se vuelven mundanas; están agotadas, exhaustas, vacías. No tienen espacio para mismas. No saben quiénes son; no se cruzan nunca con ellos mismos. Viven con otros, viven para otros. Son parte de una multitud; no son individuos. Recuerda: su vida de amor no será de realización; estará cercenada, y nada que esté cercenado puede estar realizado. Sólo la totalidad está realizada.

También hay monjes que han elegido la otra mitad. Viven en los monasterios. La palabra monje significa aquel que vive solo; la palabra monje proviene de la misma raíz que monogamia, monotonía, monasterio, monopolio. Significa uno, solo.

El monje es una persona que ha elegido estar solo; pero pronto estará repleto, maduro y no sabrá dónde derramarse. ¿Dónde derramarse? No puede permitirse el amor, no puede permitirse una relación; no puede salir, encontrarse y mezclarse con otras personas. Así que sus energías se empiezan a agriar. Toda energía que cesa de fluir se vuelve amarga. Incluso el néctar, si se estanca, se convierte en veneno; y viceversa: el veneno, si fluye, se convierte en néctar.

Fluir significa saber lo que es el néctar, y quedarse estancado significa saber lo que es el veneno. El veneno y el néctar no son dos cosas sino dos estados de la misma energía. Cuando fluye es néctar; cuando se congela es veneno. Siempre que hay algo de energía y no puede salir por ningún lado, se agria. Se vuelve amarga, se vuelve triste, se vuelve fea. En vez de proporcionarte totalidad y salud te hace enfermar. Todos los monjes están enfermos; todos los monjes están destinados a ser casos patológicos.

Las personas mundanas están vacías, aburridas, cansadas; en cierto modo, viven arrastrándose en nombre del deber, en nombre de la familia, en nombre de la nación —baluartes sagrados todos ellos—; en cierto modo, viven arrastrándose hacia la muerte, esperando simplemente que venga la muerte y se los lleve. Sólo conocerán a su otra parte en la tumba.

Mientras vivan, no conocerán a su otra parte, y una vida que no conoce a su otra parte no es realmente una vida. Es como una música que no incluyera el silencio: sería sólo ruido, horrible; te pondría enfermo.

La mejor música es aquella que sintetiza sonido y silencio. Cuanto mejor sintetizadas estén ambas cosas, más profunda será la música. El sonido crea silencio y el silencio crea receptividad para recibir el sonido, y así sucesivamente. El sonido crea un mayor amor a la música, una mayor capacidad para permanecer en silencio. Al escuchar buena música siempre te sientes colmado, como en oración. Hay algo que se integra en ti. Te centras, te arraigas. El cielo y la tierra se encuentran; ya no están separados. El cuerpo y el alma se encuentran y se fusionan; pierden su definición.

Ése es el gran momento, el momento de la unión mística.

Es una antigua batalla; además, estúpida, totalmente estúpida, así que, por favor, ten cuidado: no provoques ninguna batalla entre el sexo y el silencio. Si provocas una batalla, tu sexo será feo, enfermo y tu silencio será aburrido y muerto. Permite que el sexo y el silencio se encuentren y se unan. De hecho, los mejores momentos de silencio son aquellos que van seguidos de amor, de gran amor, de cumbres de amor. Y los momentos cumbre de amor siempre van seguidos de grandes momentos de silencio y soledad. La meditación conduce al amor; el amor conduce a la meditación. Son compañeros: es imposible dividirlos. No es cuestión de sintetizarlos, ya que no se pueden dividir. Es cuestión de entendimiento, de ver que son indivisibles. La síntesis ya está ahí; es algo que ya ocurre. ¡Son una misma cosa! Dos caras de la misma moneda. No necesitas sintetizarlas; nunca han existido separadas. El hombre lo ha intentado y se ha esforzado mucho por conseguirlo, pero siempre ha fracasado.

La religiosidad todavía no se ha convertido en la atmósfera de la tierra; la religiosidad todavía no se ha convertido en algo realmente vital, en una fuerza vital en el mundo. ¿Por qué? Por esta división. Tienes que ser o bien mundano, o bien extramundano; ¡elige! En el momento que eliges, pierdes algo. Elijas lo que elijas, vas a salir perdiendo.

Yo, en cambio, te digo: no elijas. Yo te digo: vive ambas cosas en su unidad. Por supuesto, el hecho de vivir las dos cosas requiere mucho arte. Es muy sencillo elegir y estar apegado a una cosa.

Cualquier lo puede hacer; de hecho, sólo lo hacen los idiotas. Unos cuantos idiotas han
elegido ser mundanos y otros cuantos idiotas han elegido ser extramundanos. Al hombre inteligente le gustarán ambas cosas. En eso consisten las sannyas. Puedes tener el pastel, y también comértelo; eso es inteligencia.

Estate alerta, consciente, inteligente. Descubre cuál es el ritmo y muévete a ese ritmo sin hacer ninguna elección. Permanece consciente sin hacer ninguna elección. Descubre ambos extremos. Superficialmente parecen opuestos, contradictorios, pero no lo son. En lo más profundo hay una complementariedad. Es el mismo péndulo que se mueve de derecha a izquierda. No trates de pararlo a la izquierda o a la derecha; si lo paras, habrás destruido el reloj. Eso es lo que has estado haciendo hasta ahora. Acepta la vida en todas sus dimensiones.

Y yo entiendo cuál es el problema; el problema es muy simple, es algo bien conocido. El problema es que cuando te empiezas a relacionar, no sabes cómo estar solo; esto únicamente demuestra falta de inteligencia. No es que sea una relación equivocada; simplemente demuestra que no eres lo suficientemente inteligente, de modo que la relación se vuelve abrumadora y no encuentras espacio para estar solo y te sientes cansado y agotado. Entonces, un día decides que la relación es mala, que no tiene sentido: «Quiero hacerme monje. Me voy a ir a una cueva del Himalaya y voy a vivir ahí solo», y tendrás grandes fantasías de vivir solo, de lo maravilloso que será, sin nadie que se interponga en tu libertad, sin nadie que intente manipularte; no tendrás que pensar en los demás en absoluto.

Jean-Paul Sartre dice: «El otro es el infierno». Lo único que demuestra esta afirmación es que no ha sido capaz de entender la complementariedad del amor y la meditación. «El otro es el infierno». Sí, el otro se convierte en el infierno si no sabes cómo estar solo a veces. En medio de todo tipo de relaciones, el otro se convierte en el infierno. Es tedioso, cansado, agotador, aburrido.

El otro pierde toda su belleza porque el otro se vuelve conocido. Lo conoces demasiado bien; ya no hay ninguna sorpresa. Has conocido el territorio perfectamente bien; has viajado tanto por ese territorio que ya no encuentras ninguna sorpresa. Estás completamente harto.

Sin embargo, te has apegado a la otra persona, y la otra persona se ha apegado a ti. El otro también se siente desgraciado, porque eres su infierno, al igual que él o ella es tu infierno. Cada uno está creando un infierno para el otro, y cada uno está aferrado al otro, con miedo de perderlo, porque... cualquier cosa es mejor que nada: Al menos ahí tienes algo en lo que apoyarte; además, siempre puedes pensar que las cosas mejorarán mañana. Hoy no han mejorado, pero mañana las cosas van a mejorar. Puedes esperar y sigues esperando. Vives desesperado, pero sigues esperando.

Antes o después empiezas a sentir que sería mejor estar solo. Pero si te vas a vivir solo durante unos días será totalmente maravilloso, al igual que lo es con la otra persona: durante unos días. Al igual que en las relaciones hay una luna de miel, también hay una luna de miel en la meditación. Durante unos días te sentirás libre, sentirás que puedes ser mismo, sin nadie que te cuestione, sin nadie que espere algo de ti. Si te quieres levantar pronto por la mañana, puedes hacerlo; si no quieres levantarte pronto, puedes seguir durmiendo. Si quieres hacer algo, estupendo; si no quieres hacer nada, no hay nadie que te obligue. Durante unos días te sentirás inmensamente feliz; sólo durante unos días.

Pronto te cansarás. Estarás rebosante y no habránadie para recibir tu amor. Estarás maduro, y la energía necesita ser compartida. Te sentirás pesado, estarás agobiado bajo el peso de tu propia energía. Te gustaría que hubiera alguien que acogiera tu energía, que recibiera tu energía. Te gustaría librarte de ese peso. Entonces, la soledad no parecerá soledad, sino aislamiento. Entonces las cosas cambiarán; ha terminado la luna de miel. La soledad se empezará a convertir en aislamiento. Sentirás un gran deseo de encontrarte con la otra persona. En tus sueños, empezará a aparecer la otra persona.

Ve y pregunta a los monjes con qué sueñan: sólo sueñan con mujeres; no pueden soñar con otra cosa. Sueñan con alguien que les pueda liberar. Pregunta a las monjas: sólo sueñan con hombres. Y esto se puede convertir en algo enfermizo. Seguro que conoces la historia cristiana.

Las monjas y los monjes empiezan a soñar incluso con los ojos abiertos. El sueño se convierte en una realidad tan substancial que no hace falta esperar a que llegue la noche. Incluso durante el día, una monja está sentada y ve que el demonio se acerca y trata de hacer el amor con ella. Te asombrará esto: en la Edad Media quemaron en la hoguera a muchas monjas porque confesaron que habían hecho el amor con el demonio. Ellas mismas lo confesaron; no sólo que hubieran hecho el amor con el demonio, sino que se habían quedado embarazadas del demonio; un falso embarazo; sus vientres empezaron a crecer cada vez más, pero no era más que aire caliente. Un embarazo psicológico. Además, describían al demonio con mucho detalle; el demonio era una invención suya. El demonio las seguía día y noche..., y lo mismo les ocurría a los monjes.

Esta elección de estar solo ha creado una humanidad enfermiza. Las personas que viven en el mundo no son felices, los monjes no son felices; nadie parece ser feliz. Todo el mundo vive en una infelicidad constante. Puedes elegir entre una infelicidad u otra, puedes elegir entre esta infelicidad mundana o aquella infelicidad mundana, pero la infelicidad sigue siendo la misma. Durante unos cuantos días te sentirás bien.

Yo, en cambio, te ofrezco un nuevo mensaje. Mi mensaje no es que elijas; permanece alerta sin elegir en tu vida y inteligente en vez de cambiar según las circunstancias. Cambia tu mentalidad; más inteligente. ¡Para ser dichoso hace falta más inteligencia! Entonces podrás tener soledad, y mantener una relación al mismo tiempo.

Haz que tu mujer o tu marido también sea consciente del ritmo. Hay que enseñar a las personas que nadie es capaz de amar durante veinticuatro horas al día; hace falta tener períodos de descanso. Además, nadie puede amar obligado. El amor es un fenómeno espontáneo: cuando surge, surge, y cuando no surge, no surge. No hay nada que hacer. Si haces algo, crearás un pseudofenómeno, una actuación.

Los amantes auténticos, los amantes inteligentes se alertarán el uno al otro de lo que ocurre: «Cuando quiero estar solo no quiere decir que te esté rechazando. De hecho, gracias a tu amor puedo estar solo». Si tu mujer quiere estar sola una noche o unos días, no te sentirás herido. No dirás que has sido rechazado, que tu amor no ha sido recibido y acogido. Respetarás su decisión de estar sola durante unos días. De hecho, ¡te sentirás feliz! Fue tan grande tu amor que ahora se siente vacía; ahora necesita descansar para llenarse de nuevo.

Esto es inteligencia.

Normalmente piensas que has sido rechazado. Te acercas a tu mujer y, si ella no quiere estar contigo, o no está muy cariñosa, te sientes realmente rechazado. Tu ego se siente herido. El ego no es algo muy inteligente; todos los egos son idiotas. La inteligencia no conoce el ego; la inteligencia simplemente observa el fenómeno e intenta entender por qué la mujer no quiere estar contigo. No es que te esté rechazando; sabes bien que te ha amado mucho, que te ama mucho, pero en este momento quiere estar sola. Si la amas, la dejarás sola; no la torturarás, no la forzarás a que haga el amor contigo. Si el hombre quiere estar solo, la mujer no pensará. «Ya no le intereso, quizás le guste otra mujer». Una mujer inteligente dejará al hombre solo para que pueda reunir de nuevo su ser, para que pueda tener de nuevo energía que compartir. Este ritmo es como el día y la noche, como el invierno y el verano; sigue cambiando.

Si las dos personas sois realmente respetuosas —y el amor es siempre respetuoso, reverencia a la otra persona; es un estado de adoración, de oración—, entonces, poco a poco, entenderás cada vez más a la otra persona y serás consciente de su ritmo y de tu propio ritmo. Y pronto descubrirás que, como consecuencia del amor, como consecuencia del respeto, vuestros ritmos se van acoplando. Cuando te sientes cariñoso, ella se siente cariñosa; la situación se va asentando. Se va asentando por sola; es una sincronía.

¿Te has fijado alguna vez? Si te encuentras con dos auténticos amantes, verás que tienen muchas cosas en común. Los amantes auténticos se convierten casi en hermanos y hermanas. Es algo que te sorprenderá; ni siquiera los hermanos y las hermanas son tan parecidos. Su expresión, su manera de caminar, su manera de hablar, sus gestos; dos amantes se vuelven muy parecidos y, a la vez, muy distintos. Esto es algo que empieza a ocurrir de manera natural. Por el hecho de estar juntos, poco a poco se adaptan el uno al otro. Los auténticos amantes no necesitan decirse nada el uno al otro; la otra persona entiende inmediatamente, entiende intuitivamente.

Si la mujer está triste, puede que no lo diga, pero el hombre se da cuenta y la deja sola. Si el hombre está triste, la mujer se da cuenta y le deja solo; encuentra cualquier excusa para dejarle solo. Los estúpidos hacen precisamente todo lo contrario. No dejan nunca a la otra persona sola; están siempre junto a ella, mareándola y aburriéndola sin dejar ningún espacio para que la otra persona sea.

El amor da libertad y ayuda a la otra persona a ser ella misma. El amor es un fenómeno realmente paradójico. Por un lado, os hace que seáis un alma dentro de dos cuerpos; por otro lado, os da individualidad, singularidad. Os ayuda a abandonar vuestros pequeños seres, pero, a la vez, os ayuda a alcanzar el ser supremo. De esa manera, desaparecen las dificultades: el amor y la meditación son como dos alas que se equilibran la una a la otra. A través de los dos, creces; a través de los dos, alcanzas la plenitud.

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