Dios está a tu alcance, pero no puedes agarrarle. Puedes extender tus manos. Èl está a tu alcance, pero no puedes agarrarle. Èl deja que le agarres porque Èl también te está buscando. Èl puede buscarte en forma inmediata y directa. Sabe exactamente dónde estás. Pero no puede buscarte a menos que tú estés en su bùsqueda. Sólo puede buscarte cuando tú estás buscando, cuando estás haciendo todo lo que es posible hacer, cuando no te estás guardando nada, cuando tu búsqueda es total. Cuando tu búsqueda es total, los cielos se abren de inmediato y el espíritu de Dios desciende sobre ti. Èl está esperando, esperando con profundo apremio por encontrarte.
Esto debería ser así, porque la existencia es una historia de amor. Es un juego del escondite, un juego. La madre está jugando al escondite con el niño. La madre está esperando; y si el niño no viene, la madre comenzará a buscarle. Pero Dios te da libertad total: si no quieres buscar, Èl no se entrometerá; no será un intruso. Sólo llamará a tu puerta si tù deseas buscarle.
Si tú has invitado, sólo entonces acude el visitante. Este puede estar esperando sólo una seña de tu parte para llamar a la puerta; sólo tu invitación es necesaria. De otro modo, Èl puede esperar durante toda la eternidad; no hay prisa. Dios no tiene prisa.
Simplemente, dice que te has ido lejos, que has estado jugando demasiado tiempo, por favor vuelve. El niño ha estado jugando afuera y está cayendo la noche. El sol se está poniendo y la madre llama: "Por favor vuelve". Un sentido totalmente diferente, una connotación totalmente diferente. No hay condenación en ella, sólo una llamada de profundo amor: "¡Regresa!".
Sólo escucha la frase si, en lugar de decir “arrepiéntete…”, la digo así: "Regresa, pues está cerca el reino de los cielos". Toda la condenación, todo el pecado y todo el disparate que ha creado culpa en el hombre, desaparecen con sólo traducir una palabra en forma adecuada. Una sola palabra puede ser significativa, pero la cristiandad entera desaparecerá si traduces arrepentimiento como "retorno". Todas las iglesias, el Vaticano, todo desaparecerá, porque dependen del arrepentimiento.
Si se trata de un retorno y no eres condenado y no has cometido ningún pecado, la culpa desaparece. Y sin culpa no puede haber iglesias, sin culpa el sacerdote no puede vivir. El explota la culpa, te hace sentirte culpable, ése es su secreto profesional. Una vez que se las arregla para que te sientas culpable, tienes que buscar su ayuda porque pedirá perdón para ti, rezará para ti; él sabe la forma de rezar. Èl se encuentra en una relación más profunda con Dios: te defenderá, conseguirá que Dios te perdone y te mostrará cómo dejar de ser un pecador, cómo ser virtuoso. Te dará los mandamientos: haz esto, no hagas aquello.
El fundamento de todas las iglesias del mundo es la palabra "arrepentimiento". Si es sólo cuestión de retorno, el sacerdote no será necesario; puedes regresar a casa. No es cuestión de condenación: no necesitas a nadie para que te purifique, nunca has sido malo. Sí, te alejaste demasiado, pero no hay nada malo en ello. De hecho, no podrías haberte alejado tanto si no hubiese sido ésa la voluntad de Dios. Debe haber algo en ello: ese alejarse debe ser una manera de regresar, porque cuando vuelves a casa después de haberte alejado mucho, te das cuenta por primera vez de lo que es el hogar.
Se dice que los que viajan a países extranjeros se dan cuenta por primera vez de lo hermoso que es el hogar. Es difícil darse cuenta de eso cuando estás en casa; todo se da por sentado. Pero cuando te vas lejos, todo se vuelve difícil. Ya no estás en casa, no puedes dar nada por sentado. Hay mil y un inconvenientes, incomodidades y no hay nadie que te cuide, tú mismo tienes que cuidarte. A nadie le importas; te mueves en un mundo extraño, eres extranjero.
En contraste con eso, de pronto surge por primera vez el hogar, el significado del hogar. Antes era sólo una casa para vivir; ahora es un hogar. Ahora sabes que las casas son diferentes de los hogares. Una casa es sólo una casa; un hogar no es sólo una casa, es algo más. Ese algo más es el amor. Quizás sea necesario que el hombre se descarríe un poco fuera del camino, en la intemperie de modo que, por contraste, el volver al hogar pueda resultar significativo, lleno de sentido.
Digo "retorna", no digo "arrepiéntete". Jesús nunca dijo "arrepentíos". Se reiría de la palabra, porque todo el sentido está corrompido por la palabra. Las iglesias saben ahora muy bien que la palabra es una traducción errónea, pero aún así insisten en ella, porque se ha convertido en su fundamento. "Retornar" es tan simple: depende de ti y de tu Dios; no necesitas a ningún mediador, no necesitas a ningún agente. Desde entonces, comenzó Jesús a predicar y a decir: Regresen, pues está cerca el reino de los cielos.
En el momento en que el niño dice: "Sí, ya voy", ya ha emprendido el regreso. ¿Has oído la pregunta? Si aún no la has oído, ¿cómo vas a poder contestarla?
La gente viene a mi y me pregunta: "¿Dónde está Dios?".
Yo les digo: "Olvídense de Dios ¿han oído la pregunta?".
Ellos dicen: "¿Qué pregunta?".
" ¡La pregunta que hace Dios! ".
Si no has oído la pregunta, no puedes saber dónde está Dios. Apenas oyes la pregunta, la dirección está clara apenas oyes la pregunta que surge en lo profundo, de tu ser, en el centro más profundo, ésta se transforma en una obsesión constante en tu corazón: ¿quién eres, por qué estás aquí, por qué existes? ¿Para qué?
Si la pregunta ha surgido en el corazón, sabrás que Dios es, porque ¿quién está formulando la pregunta? Tú no puedes preguntarla. Tú eres inconsciencia, eres un profundo sueño, no puedes preguntar. En algún lugar en lo más profundo de ti Dios está preguntando, ''¿Quién eres?". Si has oído la pregunta, sabes la dirección. Y la respuesta sólo puede ser: "Regresa. Sigue esa dirección, vuelve".
Pero tus preguntas son falsas. No las has oído; alguien te las ha enseñado. Tus preguntas son falsas, y tus respuestas son entonces, también falsas. Aprendes la pregunta de otros, aprendes la respuesta de otros y permaneces falso,
Cada día me cruzo con alguien que dice: "Quiero meditar, quiero buscar, pero no pasa nada". Se está quejando, como si la existencia no hubiese sido justa con él "No pasa nada". Pero yo le miro a los ojos: su deseo es falso. En primer lugar, él nunca quiso meditar: ha venido formando parte de una muchedumbre. Alguien venía, un amigo, y le siguió. O bien, estaba de vacaciones y pensó, "Voy a ir a ver". Y ahora no está pasando nada.
Nada puede pasar, porque la meditación, Dios y la oración no son cuestiones de técnica. Puedes aprender la técnica, pero nada pasará a menos que primero oigas la pregunta, a menos que ésta se transforme en un deseo profundo en tu interior, por el cual puedas arriesgar tu vida, a menos que llegue a ser cuestión de vida o muerte, a menos que te penetre hasta el mismo centro de tu ser, a menos que se transforme en una espina en tu corazón, a menos que se vuelva una profunda angustia y dolor.
Y el reino de los cielos siempre está cerca, ésa es su naturaleza. No tiene nada que ver con la época de Jesús; eso es verdad ahora mismo, tal como fue entonces. Fue verdad antes de Jesús y lo será siempre.
El reino de Dios siempre está cerca, sólo búscalo. Su mano siempre te ha estado buscando, pero tu mano no está buscando. Responde, regresa, y Èl está a tu alcance. Todo lo que necesitas está a tu alcance; es sólo que tú no estás dispuesto a moverte hacia ello. Tienes miedo de perder algo que no tienes, y debido a ese miedo no puedes alcanzar aquello que siempre ha sido tuyo.