El ego siempre está pensando en divisiones, en dualidades, Lo divide todo. La Existencia es indivisible, no puede ser dividida. Eras un niño, luego te hiciste mayor. ¿Puedes delimitar cuándo te hiciste mayor? ¿Puedes señalar el lugar en el tiempo cuándo de repente dejaste de ser un niño y te volviste un joven? Un día te vuelves viejo. ¿Puedes indicar cuándo te vuelves viejo?
Los procesos no pueden ser delimitados. Sucede exactamente lo mismo cuando naces. ¿Puedes señalar cuándo naciste? ¿Cuándo comienza realmente la vida? ¿Comienza cuando el niño empieza a respirar, cuando el doctor da unos azotes al niño y el niño empieza a respirar? ¿Es entonces cuando nace la vida? ¿O es cuando el niño entra en el útero, cuando la madre se queda embarazada, cuando el niño es concebido? ¿Empieza entonces la vida? ¿O incluso antes que esto? ¿Cuándo comienza exactamente la vida?
Es un proceso que no tiene ni fin ni comienzo. Nunca empieza. ¿Cuándo está muerta una persona? ¿Muere cuando deja de respirar? Muchos yoguis han demostrado científicamente que pueden dejar de respirar y seguir vivos y luego regresar. De modo que el dejar de respirar no puede ser el final. ¿Dónde acaba la vida?
Nunca acaba en parte alguna, nunca empieza en ninguna parte. Estamos sumergidos en la eternidad. Hemos estado aquí desde el mismo comienzo, si es que hubo alguna vez un comienzo, y vamos a seguir aquí hasta el final, si es que va a haber un final. De hecho no puede haber un principio ni puede haber un final. Somos vida, aun cuando la forma cambie, los cuerpos cambien, la mente cambie. Lo que llamamos vida es solamente la identificación con un determinado cuerpo, con una determinada mente, con una determinada actitud, y lo que llamamos muerte no es más que el salirse de esa forma, de ese cuerpo, de esa idea.
Cambias de casa. Si te identificas demasiado con una casa entonces el cambiar de casa será algo muy doloroso. Creerás que te mueres porque la casa antigua era lo que tú eras; esa era tu identidad. Pero esto no sucede porque sabes que solamente estás cambiando de casa, que tú sigues siendo el mismo. Aquellos que han mirado en su propio interior, aquellos que han descubierto quién son, llegan a descubrir un proceso eterno, sin fin. La vida es un proceso sin tiempo, más allá del tiempo. La muerte forma parte de él.
La muerte es un revivir continuo, una ayuda para que la vida resucite una y otra vez, una ayuda para que la vida se libre de las viejas formas, para librarse de los edificios desvencijados, para librarse de las anticuadas estructuras de modo que seas capaz de fluir y puedas de nuevo volverte fresco y joven y seas otra vez virgen.
Oí una vez.
Un hombre estaba mirando antigüedades en un anticuario cerca del Monte Vernon cuando se encontró con un hacha aparentemente antigua.
«Tiene una gran hacha antigua aquí», le dijo al anticuario.
«Sí»,le contestó el hombre, «perteneció a George Washington».
«¿De verdad?», le replicó el cliente, «Se conserva en muy buen estado».
«Desde luego», le dijo el anticuario, «Se le ha cambiado tres veces la empuñadura y dos veces la hoja».
Pero así es como es la vida, se cambian las empuñaduras y las hojas. De hecho parece que todo cambia y aun así hay algo que permanece eternamente igual. Tan sólo observa. Eras un niño, ¿qué es lo que queda ahora? Solamente un recuerdo. Tu cuerpo ha cambiado, tu mente ha cambiado, tu identidad ha cambiado. ¿Qué subsiste de tu infancia? Nada queda, sólo un recuerdo. No puedes saber si realmente ocurrió o si lo soñaste o si lo leíste en un libro o si alguien te lo dijo. ¿Fue tu infancia o fue la infancia de alguien? Hojea el álbum de viejas fotos. Simplemente observa; ése eras tú. No podrás creértelo de tanto que has cambiado. Todo ha cambiado, las empuñaduras, las hojas, todo, pero aun así en lo más profundo, en alguna parte, algo sigue como una continuidad; algo que testifica, sigue ahí.
Hay un hilo, por invisible que sea. Y todo va cambiando, pero ese hilo invisible sigue siendo el mismo. Ese hilo está más allá de la vida y de la muerte. La vida y la muerte son las dos alas de «eso» que está más allá de la vida y de la muerte. «Eso» que está más allá continúa empleando a la vida y a la muerte como a las dos ruedas de un carro, como complementarios. «Eso», vive a través de la vida, «Eso» vive a través de la muerte. La muerte y la vida forman su proceso, como el inspirar y el expirar, pero hay algo en ti que lo trasciende. «Eso eres tú...», «Eso» que lo trasciende. .
Pero nos hallamos identificados en exceso con la forma. Esto crea el ego. Esto es lo que llamamos «yo». Por supuesto que el «yo» ha de morir repetidas veces. Por esto está constantemente atemorizado, temblando, agitado, siempre asustado, protegiéndose, asegurándose.
Un místico sufí llamó a las puertas de un hombre muy rico.
El era un mendigo y solamente quería comer algo.
El rico le gritó y le dijo, «¡Nadie te conoce por aquí!».
«Pero yo me conozco a mí mismo», le dijo el derviche.
«¡Qué triste sería si lo contrario fuera cierto! Si todo el mundo me conociera, pero yo no fuera consciente de quien soy. ¡Qué triste sería! Estás en lo cierto. Nadie me conoce, pero yo me conozco a mí mismo».
Esas son las dos únicas situaciones posibles y tú estás en la triste. Puede que todo el mundo te conozca, que sepa quién eres, pero tú desconoces por completo tu trascendencia, tu verdadera naturaleza, tu auténtico ser. Esta es la única tristeza en la vida. Puedes encontrar muchas excusas, pero la auténtica pena es ésta: no sabes quién eres.
¿Cómo puedes ser feliz sin saber quién eres, sin saber de dónde provienes, sin saber adónde vas? Mil y un problemas surgen de esta ignorancia fundamental.
Un grupo de hormigas salió de la oscuridad de su hormiguero bajo la tierra, en busca de comida. Era el amanecer. Acertaron a pasar cerca de una planta cuyas hojas estaban cubiertas de rocío matutino.
«¿Qué es eso?», preguntó una de las hormigas señalando las gotas de rocío. «¿De dónde provienen?»
Unas contestaron, «Vienen de la tierra».
Otras dijeron, «Vienen del mar».
Pronto se entabló una disputa. Un grupo sostenía la teoría del mar mientras que el otro grupo afirmaba la teoría de la tierra. Solamente una, una hormiga sabia e inteligente, permanecía observando. Dijo, «Dejemos esto por un instante y busquemos indicios, porque todo sufre una atracción hacia lo que es su origen. Y, como se dice, todo regresa a su origen. No importa lo alto que lances un ladrillo, siempre cae al suelo. Todo lo que tiende a la luz, debe, en su origen, ser luz».
Las hormigas no se sintieron totalmente convencidas y estaban dispuestas a reanudar su disputa, pero entonces el sol ya había salido y las gotas de rocío estaban desapareciendo de las hojas, ascendiendo, subiendo hacia el sol y fundiéndose en él.
Todo regresa a su fuente original, ha de volver a su fuente original. Si comprendes la vida, también comprenderás la muerte. La vida es un olvidarse de la fuente original y la muerte es recordarla de nuevo. La vida es alejarse de la fuente original; la muerte es regresar a casa. La muerte no es algo repugnante, la muerte es hermosa; Pero la muerte es bella solamente para aquellos que han vivido la vida sin inhibiciones, plenamente, sin represión. La muerte es hermosa solamente para aquellos que han vivido su vida de forma bella, que no se han sentido asustados de vivir; que han tenido el coraje suficiente para vivir, que han amado, que han bailado, que han gozado.
La muerte se convierte en la celebración suprema si tu vida ha sido una celebración. Déjame que te lo diga de este modo: lo que tu vida ha sido, la muerte lo desvelará. Si has sido un desdichado en la vida, la muerte revelará esa desdicha. La muerte es el gran revelador. Si has sido feliz en tu vida, la muerte revelará esa felicidad. Si solamente has vivido una vida de comodidades físicas y de placeres físicos, entonces por supuesto, la muerte será algo muy desagradable e incómodo porque has de abandonar el cuerpo.
El cuerpo solamente es una morada temporal, un refugio en el que pasamos la noche y que dejamos por la mañana. No es tu morada permanente. No es tu casa.
De modo que si has vivido solamente una vida corporal y no has conocido nunca nada más allá del cuerpo, la muerte será algo muy, muy desagradable, doloroso. La muerte será angustiosa. Pero si has vivido un poco por encima de tu cuerpo. Si has gustado de la música y de la poesía, si has amado y si has contemplado las flores y las estrellas y algo de lo perteneciente a lo que no es físico ha penetrado en tu conciencia, entonces la muerte no será tan mala, entonces la muerte no será tan dolorosa. Podrás llevarla con ecuanimidad, pero aún no será una celebración.
Si has acariciado algo de lo que hay de trascendental en ti, si has penetrado en tu propia vacuidad en el centro, en el centro de tu ser, donde dejas de ser un cuerpo y dejas de ser una mente, donde los placeres físicos quedan lejos y donde los placeres mentales - tales como la música, la poesía, la literatura y la pintura,- quedan muy lejanos. Donde tú eres simplemente pura consciencia, un puro estar alerta, entonces la muerte se convertirá en una gran celebración, en una gran comprensión, en una gran revelación.
Si has conocido algo de lo trascendental que hay en ti, la muerte te revelará lo que de trascendente hay en el universo. Entonces la muerte no será más una muerte, sino un encuentro con Dios, una cita con Dios.