Pitágoras es un eslabón de unión entre Oriente y Occidente, entre una civilización que desapareció en el Atlántico y la civilización en que vivimos; de ahí que tenga una significación especial.
Viajó casi toda su vida en busca de fragmentos de la verdad. La mayoría del tiempo estuvo en Egipto y Alejandría. En aquellos días Alejandría tenía la mayor biblioteca del mundo, en particular todas las escrituras que contenían los descubrimientos sobre la consciencia hechos en la antigua civilización de Atlantis: toda una civilización que se hundió junto con el continente en el océano Atlántico. El nombre Atlántico procede del continente Atlantis, que se hundió en él. El único conocimiento fragmentario existente respecto a Atlantis se hallaba en Alejandría y quizá Pitágoras fue el primer y el último hombre de tal integridad, inteligencia e ingenuidad, que leyó esas escrituras.
Como la biblioteca ya no existe, lo que sabemos de la Atlántida lo sabemos a través de Pitágoras. Aquella biblioteca fue destruida por los musulmanes. El hombre que la destruyó, Mahmud Gaznavi, destruyó muchas cosas hermosas en India, en Afganistán, en Egipto. Pero la más preciosa era la enorme biblioteca que lo contenía todo sobre aquella civilización que había llegado a las cimas de la consciencia. El día que este hombre destruyó la biblioteca, cogió el Corán Sharif en una mano y una antorcha en la otra, entró en la biblioteca y dijo al erudito bibliotecario: «Escucha con cuidado: la existencia de tu biblioteca depende de tus respuestas. Mi primera pregunta es: ¿Hay algo en toda tu biblioteca que vaya en contra del sagrado Corán? Y mi segunda pregunta es: ¿Si no hay nada que vaya en contra del sagrado Corán, entonces el sagrado Corán es suficiente; para qué toda esta enorme biblioteca?
El bibliotecario debe haberse encontrado en un dilema: cualquier cosa que dijera sería peligrosa. Si decía que hay muchas cosas en la biblioteca que no están en el Corán, Mahmud quemaría la biblioteca porque todo lo que no está en el Corán no es verdadero: el Corán contiene la verdad última. Y si dice que todo lo que hay en la biblioteca está substancialmente y esencialmente contenido en el Corán, entonces también la quemará diciendo: «Entonces la biblioteca es inútil porque el Corán lo contiene todo.» Y la biblioteca era tan enorme y tan inmensa que es inconcebible... La quemó y el fuego estuvo ardiendo durante seis meses. Los libros estuvieron quemándose durante seis meses sin parar; quizá se destruyera el mayor tesoro de la humanidad.
Pitágoras estuvo estudiando en la biblioteca durante muchos años. Él era griego, pero en Grecia sólo había encontrado el sofisma. El sofisma es algo repugnante. Procede de una palabra muy hermosa «sofía», que significa sabiduría, pero el sofisma sólo es una apariencia de sabiduría. Había profesores sofistas moviéndose por todo el país y enseñando a la gente, y su enseñanza básica era: No hay verdad. Todo es una cuestión de quién argumenta mejor. La verdad como tal no existe, es una falacia. Cuando dos personas discuten, la que discute mejor parece tener la verdad, pero únicamente argumenta mejor y nada más.
Sus enseñanzas iban encaminadas a mostrarte todas las formas posibles de argumentar y a hacer de ti un gran argumentador; así podrías argumentar desde cualquier perspectiva. Cuando la verdad no existe, el lado que tomes y defiendas no importa. Es una cuestión de conveniencia: ¿qué lado te va a proclamar victorioso? ¿De qué lado tienes más argumentos?
He estado interesado en el sofisma, aunque el nombre y la tradición hayan desaparecido. Sócrates fue la causa de su destrucción.
Él resaltó que la verdad ES, y que los argumentos no la prueban, sólo la descubren.
Tampoco la niegan; sólo pueden impedir que se descubra. Un sólo hombre, Sócrates, destruyó toda la tradición sofista de cientos de años de antigüedad. Pero esta tradición ha seguido actuando subterráneamente. La veo en los teólogos, en las filosofías religiosas, en las ideologías políticas...; no se preocupan por la verdad, la única preocupación es pre¬sentar una argumentación sólida.
Hay una historia: un famoso profesor sofista, Zenón... no sólo era un sofista, era un genio. Es una desgracia que su genio se asociase con el sofismo, aunque es algo que ocurría frecuentemente. Si le pagabas dinero, podía probar cualquier cosa, cualquier cosa en el mundo. Simplemente lo nombrabas y él te decía el precio. Probó cosas extrañas que los lógicos no han podido falsear ni siquiera ahora, después de dos mil años, y todo lo que probó iba en contra del sentido común. Pero la lógica hace caso de los argumentos, y sus argumentos eran tan finos, tan refinados.
Por ejemplo, dice que cuando matas a un pájaro con una flecha, ésta no se mueve en absoluto. Esto es absurdo, porque si la flecha no se moviera en absoluto, ¿cómo podría matar al pájaro? Hay una distancia desde el arco hasta el pájaro. La flecha llega allí, el pájaro muere; esa es la prueba. Esta pregunta fue planteada por un rey pensando que Zenón no sería capaz de probarlo; el rey estaba dispuesto a darle una enorme cantidad de dinero si demostraba que la flecha no se movía.
Zenón probó que la flecha no se movía y ni siquiera hoy se han podido falsear sus argumentos. Su argumentación es que para moverse, la flecha tiene que pasar del punto 1 al punto 2, después al punto 3 y al punto 4; obviamente tiene que moverse de un lugar a otro, sólo entonces alcanzará al pájaro.
Para moverse entre A y B, o entre 1 y 2, tiene que pasar entre A y B; no puede simplemente pasar de A a B, así es que tienes que poner un punto entre estos dos. Donde antes había dos puntos, ahora ya hay tres; y te has metido en problemas. Ahora no sólo tiene que pasar por tres puntos, sino por cinco, por las dos distancias que separan los tres puntos; y la cosa sigue creciendo.
Si llenas estas dos distancias, entonces hay cinco puntos y se crean distancias entre ellos. Y sigues llenándolas hasta el infinito...; la flecha nunca llegará al pájaro.
La argumentación es muy sólida. Lo que dice tiene sentido; pero es absolutamente tonto: la flecha va y mata al pájaro.
A Zenón no le interesan ni la flecha ni el pájaro. Él dice: «Mi argumento prueba que nada se mueve, nada puede moverse; en el mundo no hay movimiento.»
Este tipo de gente abundaba en toda Grecia. Dominaban la mente; estaban debatiendo constantemente. A Pitágoras no le interesaban en absoluto esos estúpidos juegos. Te afilan el intelecto, pero no llevan a ninguna verdad, a ningún descubrimiento, a ninguna realización. E incluso los mejores sofistas se metían en problemas, porque Zenón mismo -que tenía muchos argumentos incompatibles con la realidad, pero que no podían ser falseados- fue derrotado por su propio alumno. (Continuará…)
What Is Freedom? Can the Collective Tolerate Free Individuals?
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In the name of the collective, the individual – the real – has always been
sacrificed. Freedom is of the individual.
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Hace 1 día
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