domingo, 27 de julio de 2014

VIVIR EL MOMENTO

Me escuchas hablar de vivir con intensidad, totalmente..., momento a momento, en el ahora, en el aquí, y te dices a ti mismo: «¡Por supuesto, eso es! Voy a hacerlo.» No es que después lo olvides, ya lo has olvidado. Diciendo: «¡Por supuesto, eso es!», decidiendo que lo vas a hacer, ya lo has pospuesto para mañana; decidiendo que vas a vivir así ya has dejado de entender.

Has dejado de entender el “ahora”.

A continuación descubres que al momento siguiente lo has olvidado. No es que lo olvides al momento siguiente; ¡no lo has escuchado en absoluto! De otro modo no dirías: «¡Por supuesto! ¡Eso es!» Simplemente lo entenderías sin palabras. No lo verbalizarías, porque al verbalizarlo pierdes el momento... el momento es una cosa muy pequeña.

Tu mente te está engañando. Te está diciendo: «Ya lo he entendido, no te preocupes. ¡Por supuesto que es esto! Así es como vamos a vivir.» ¿Pero cuándo? La pregunta era ahora y tu mente ya la ha pospuesto. La pregunta estaba aquí, y la mente ha traído el futuro. No es que te olvides más tarde, más tarde es cuando reconoces que te has olvidado.

Pero la verdad es que ni siquiera lo has entendido, porque si lo entiendes no hay posibilidad de olvidarlo.

La verdad tiene una cualidad: una vez comprendida es imposible olvidarla. Por eso, si eres un hombre veraz no tienes que recordar las cosas; pero si mientes, necesitas una excelente memoria, porque entonces tienes que recordar qué mentiras dijiste ayer para repetir la misma. Entretanto puedes haber dicho otras mentiras a otra gente. El mentiroso tiene que estar muy atento, y si le pillan, para arreglárselas tiene que ser muy lógico, como un sofista.

La verdad tiene una cualidad, una validez intrínseca. No tienes que probarla; su prueba consiste en experimentarla. No hace falta ninguna otra lógica.

Mira a tus actos, tus pensamientos, tus sentimientos: encontrarás la armadura por todas partes. Donde quiera que veas miedo, tú lo has creado. En un momento fue necesario, pero ahora ya no. Basta con una simple comprensión de que ya no es necesario... ahora es una barrera, una dificultad, una carga. Si encuentras algo verdadero, tendrá su propia validez. Pero en la coraza no encontrarás nada relacionado con la verdad. Toda la armadura está hecha de miedo: capas y capas de miedo.

Los leñadores y los científicos que trabajan la madera cuentan su edad por las capas de la corteza. Cuando cortas un árbol puedes ver sus anillos en el tronco. Cada año el tronco añade una capa más, así es como se cuenta su edad. Hay árboles de cuatro mil años que tienen cuatro mil capas.

Tu armadura también tiene tantas capas como lo que has vivido. No una por año, quizá una cada dos o tres años, dependiendo de las condiciones: qué tipo de educación, qué tipo de crianza, con qué tipo de gente has vivido. Cada año acumulas capas, la armadura se hace más gruesa y te impide tocar la vida. Hay una separación entre la vida y tú.

Llevas una prisión a tu alrededor. Pero como la has creado tú mismo, puedes abandonarla en cualquier momento..., en este mismo momento. Pero no lo pospongas, no digas: «Lo haré mañana.» El mañana nunca llega. Y cuando digo: «Hazlo...», de hecho no hace falta hacerlo; basta con verlo.

Si lo has visto, no lo verbalices, no digas «esto es», porque al verbalizarlo lo perderás, el momento se ha ido. No verbalices, sólo míralo y se evaporará. Es insustancial. No es algo real. Es algo irreal que has creado y sigues creando cada día.

Yo te digo que vivas intensamente aquí y ahora, pero la barrera presente en ti lo traslada inmediatamente hacia el futuro. Tú sientes que lo has entendido; en ese mismo momento lo estás trasladando hacia él futuro y tienes la sensación de haber entendido. Pero al momento siguiente lo habrás olvidado porque en primer lugar no lo comprendiste en absoluto. Una vez entendido, no se olvida nunca.

El problema de olvidar sólo surge cuando no has entendido. Yo estoy diciendo: "Comprende, y no te preocupes de que puedas olvidarte." Cualquier cosa entendida no se olvida, y cualquier cosa que no se haya entendido se olvidará seguro.

Entonces, lo que ocurre es...; yo digo: «Vive ahora.» Y tú dices: «¡Eso es! Ya basta, voy a empezar a vivir el momento.» ¿Pero por qué tomar una decisión?

¡Simplemente empieza. Hagas lo que hagas...; aquí estás escuchando, pues únicamente escucha. No hay necesidad de verbalizar. La mente es un comentador, sigue comentando, pero si tratas de oír con intensidad, la mente comentadora se detendrá porque es una cuestión de energía. Tú tienes cierta energía. Si dedicas toda tu energía a escuchar, entonces el continuo comentario mental se detiene automática¬mente. Ya no tiene más energía; no lo estás alimentando.

Y sí, es verdad: va a ocurrir a pesar de ti. ¿Cuánto tiempo vas a seguir sin escucharme? Por simple cansancio, un día dirás: «¡Escuchemos!»

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