sábado, 4 de agosto de 2018

EL EGO


Los niños carecen de egos porque carecen de conocimiento. Son ignorantes y el ego no puede surgir de la ignorancia. Cuanto más creces, más creces hacia el ego. Los viejos tienen egos muy fortalecidos, profundamente arraigados. Es natural. Sus egos han existido durante setenta u ochenta años. Poseen una larga historia.

Si retrocedes en tu memoria y tratas de recordar tu infancia te sorprenderás al ver que eres incapaz de recordar. No puedes ir más allá de tu tercer o cuarto año. Por lo general recuerdas los hechos que corresponden al cuarto o quinto año de vida, al tercero como máximo, pero los tres primeros años están vacíos. Existieron y sucedieron muchas cosas, pero ¿por qué no las recordamos? Se debe a que el ego no estaba presente; por eso es difícil el recordar. En cierto modo, no existías, así que ¿cómo vas a recordar? Si hubieras estado allí, recordarías; pero no estabas.

No eras capaz de recordar. La memoria existe solamente después de que el ego hiciera acto de presencia, porque la memoria necesita de un centro al que referirse. Si no estabas allí, ¿en qué se apoyará la memoria? Tres años es mucho tiempo y para un niño cada momento es un acontecimiento. Todo adquiere un carácter extraordinario, nada es ordinario. En realidad debería poder recordar más cosas. Debería poder recordar los primeros años, los primeros días de vida porque en aquellos días todo era especial, significativo. Todo lo que sucedía era algo nuevo. Pero no existen recuerdos de aquello. ¿Por qué? Porque el ego no estaba allí. La memoria requiere un ego en el que apoyarse.

En el instante en que el niño comienza a percibirse como una entidad separada de los demás, empieza a sentirse avergonzado. Empezará a sentir la misma vergüenza que sintió Adán. Adán se descubrió a sí mismo desnudo, desnudo como los animales, desnudo como todos los demás seres. Tú has de ser distinto y especial, no como los demás, solamente entonces eres capaz de desarrollar el ego. El primer acto fue ocultar su desnudez. De pronto, Adán se volvió diferente. Dejó de ser un animal.

El hombre nace como Adán y con la vergüenza de Adán. Con el sentimiento de vergüenza de Adán, nace el hombre. Un niño no es un hombre. Se convierte en un hombre únicamente cuando empieza a percibirse como algo separado, distinto de los demás; cuando se convierte en un ego. Por esto, en realidad, no es la religión la que te da el sentimiento de culpa; es tu ego. La religión explota este hecho; esto es otro asunto. Cada padre lo explota; esto, también es otro asunto. Todo padre le dice a su hijo, “¿Qué es lo que haces comportándote como un animal? Deja de reír, deja de llorar, deja de hacer esto, no hagas eso otro, no hagas esto delante de los demás. ¿Qué es lo que estás haciendo? Te estás comportando como un animal”. Y si el niño se cree que es un animal, su ego se siente herido. Para satisfacer su ego, se comporta bien, se somete.

Ser un animal es algo muy dichoso porque entonces existe la libertad, una entera libertad para moverse, para hacer. Pero es algo doloroso para el ego y así pues, uno ha de elegir. Si eliges la libertad, te comportarás como los animales; serás condenado. Tanto en éste como en el otro mundo, serás condenado, serás lanzado al infierno por la sociedad. Por eso debes “ser un hombre”, no debes ser como un animal. Así se alimenta al ego.

Uno empieza a vivir en torno al ego, entonces uno empieza a actuar de acuerdo a lo que satisface al ego. Pero no puedes negar por completo a la naturaleza. Sigue afectándote. Entonces comienzas a vivir dos vidas: una, la vida anterior a Adán; la otra, la vida posterior a Adán. Uno empieza a vivir dos vidas, uno empieza a vivir una vida doble. Se crea una cara para mostrarla a la sociedad. Hay un rostro público y uno privado. Pero tú eres tu rostro privado y todos somos como Adán; estamos desnudos, somos como animales. Pero no puedes mostrárselo al público. Al público le enseñas tu rostro anterior a Adán, todo pulcro, todo encajando con la norma social. Todo lo que le muestras al otro no es lo real, sino lo que deseas; no es lo que es, sino lo que debería ser.

Por eso todo el mundo ha de estar cambiando continuamente de una cara a otra. En cada momento cambias de lo público a lo privado. Esto supone un gran esfuerzo. Disipa mucha energía. Pero no te estoy diciendo que seas como un animal: ahora ya no puedes serlo. El fruto prohibido no puede ser recuperado. Te lo has comido, se ha convertido en tu sangre y tus huesos. No hay forma de deshacerte de él, no hay forma de devolverlo y acudir a Dios, al Padre y decir, “Te devuelvo esto, el fruto prohibido del Conocimiento. Perdóname”. ¡No hay forma de hacerlo! No hay forma de retroceder!

Ahora es tu sangre. No podemos volver atrás, solamente podemos ir hacia adelante. No podemos descender por debajo de lo que ya conocemos. Solamente podemos ir más allá de lo que conocemos. Solamente es posible una clase distinta de inocencia: la inocencia de la consciencia total.

Hay dos clases de inocencia. Una es inferior al conocimiento; es infantil, pre-Adánica, animal. Por debajo del saber, tú no existes, el ego no existe, el que crea los problemas no existe, existes solamente como parte de la Totalidad Cósmica. Desconoces que eres una parte, desconoces que existe una Totalidad Cósmica, no sabes nada. Existes sin saberlo. Desde luego que no existe el sufrimiento porque el sufrimiento es imposible sin el conocimiento. Uno ha de ser consciente de que se sufre para poder sufrir. ¿Cómo vas a sufrir si no te das cuenta?

Te están operando, un cirujano te está operando. Si te mantienes consciente, sufres. Si estás inconsciente, no hay sufrimiento. La pierna puede ser cortada, separada e incluso así no hay sufrimiento porque el sufrimiento no es registrado en ninguna parte, no es conocido por nadie; tú estás inconsciente. No puedes sufrir estando inconsciente. Puedes sufrir solamente estando consciente. A más consciencia, más sufrimiento. Por eso es que cuanto más crece un hombre en consciencia, más sufre.

Los primitivos son incapaces de sufrir tanto como sufres tú, no porque sean mejores, sino porque son ignorantes. Incluso hoy en día, la gente del medio rural no forma parte del mundo moderno y viven de una forma más inocente. No sufren tanto. Debido a este hecho, muchas falacias se les han ocurrido a los pensadores, a los filósofos. Por ejemplo, Rousseau o Tolstoi o Gandhi, creyeron que debido a que la gente de pueblo era más feliz, sería conveniente que el mundo se volviera de nuevo primitivo, que retrocediera a la selva, a los bosques, que regresara a la naturaleza. Pero se equivocan porque el hombre que ha llevado una vida civilizada sufriría viviendo en una aldea. Ningún hombre de pueblo ha sufrido de este modo.

Rousseau habla y habla sobe el volver a la naturaleza y seguía viviendo en París. No va al pueblo. Habla sobre la poesía de la vida rural, de su belleza, de su inocencia, pero él mismo nunca participó de ella. Y si participa, sabrá que va a sufrir como ningún aldeano ha sufrido, porque una vez que se alcanza la consciencia, no puedes desprenderte de ella. ¡Forma parte de ti! No es algo de lo que puedas desprenderte, ¡forma parte de ti! ¿Cómo te vas a desprender de ti mismo? Tu consciencia eres tú.

No hay comentarios:

Buscar este blog