sábado, 23 de mayo de 2020

EL TEMOR A LA VIDA Y A LA MUERTE


En la vida plena se encuentra la muerte y esa muerte es hermosa. En una vida intensa, apasionada, la muerte llega espontáneamente como un silencio; como un gozo profundo. Cuando digo «morir» no estoy diciendo nada en contra de la vida. En realidad si temes a la muerte, también temerás a la vida. Eso es lo que le ha ocurrido al que pregunta.

Un hombre que teme a la muerte, también temerá a la vida porque la vida conlleva la muerte. Si temes al enemigo y le cierras la puerta, también prohíbes entrar al amigo. Y tú temes tanto al enemigo que cierras la puerta. Pudiera ser que el enemigo entrase, de modo que le cierras la puerta también al amigo. Y estás tan asustado que no abres la puerta ni para el amigo porque, ¿quién sabe?, puede que el amigo resulte ser el enemigo. Que, cuando abras la puerta, también entre el enemigo. .

La gente se ha vuelto temerosa de la vida porque teme a la muerte. No viven, porque en las cimas, en las cumbres, la muerte siempre penetra la vida. ¿Has visto cómo ocurre? La mayoría de las mujeres han vivido una vida de frigidez, temiendo al orgasmo, temerosas de esa salvaje explosión de energía. Durante siglos las mujeres han sido frígidas, no han conocido lo que es el orgasmo.

Y la mayoría de los hombres también sufren este miedo; el noventa y nueve por ciento de los hombres sufren de eyaculación precoz. Temen al orgasmo. Tienen tanto miedo que quieren acabar con eso del modo que sea, en alguna forma quieren librarse de ello.

Una y otra vez hacen el amor y surge el miedo. La mujer permanece frígida y el hombre se asusta tanto que no puede seguir en ese estado por más tiempo.

El miedo mismo le hace eyacular antes de lo que sería natural, mientras que la mujer permanece rígida, cerrada, conteniéndose. Hoy en día el orgasmo casi ha desaparecido del mundo debido al miedo. En el orgasmo más profundo, la muerte penetra en ti; te sientes como si te fueras a morir. Si una mujer se sumerge en ese orgasmo empieza a gritar, a gemir, a llorar. Puede que hasta se ponga a gritar, «¡Me muero! ¡No me mates!» Realmente eso es lo que sucede. Si una mujer se sumerge en el orgasmo empieza a emitir susurros, empieza a decir «i Me estoy muriendo! iNo me mates! ¡Párate!» Llega un momento en el orgasmo profundo que el ego no puede existir, que la muerte entra. Pero ésa es la belleza del orgasmo.

La gente se asusta del amor porque también en el amor penetra la muerte. Si dos amantes están sentados el uno junto al otro en una intimidad y en un amor profundo, sin ni siquiera hablar... El hablar es un escape, un escapar del amor. Cuando dos amantes hablan, eso simplemente revela que están evitando la intimidad. Las palabras distancian; sin palabras, las distancias desaparecen.

La muerte aparece. En silencio, allí solamente existe la muerte, acechando. Un hermoso fenòmeno. Pero la gente está tan temerosa que siguen hablando sobre si es o no es necesario, siguen hablando sobre cualquier cosa, de todas las cosas, pero son incapaces de guardar silencio.

Si dos amantes se sientan en silencio, de repente la muerte les rodea. Y cuando dos amantes guardan silencio podrás apreciar cierta felicidad y cierta tristeza también. Felicidad porque la vida está en su culminación y tristeza porque en esa cima la muerte también penetra. Siempre que guardes silencio podrás percibir un cierto grado de tristeza. Incluso mirando una rosa, si guardas silencio, sin decir ni una palabra sobre la rosa, simplemente mirándola, en ese silencio percibirás de repente lo que está ahí: la muerte. Verás a la flor marchitarse; en unos momentos habrá desaparecido, se habrá ido para siempre. ¡Tanta belleza y tan frágil! ¡Tan bella y tan vulnerable! Tanta belleza, un milagro tan enorme y pronto habrá desaparecido para siempre y ya no volverá nunca. De repente te entristeces.

Siempre que medites descubrirás a la muerte a tu alrededor. En el amor, en el orgasmo, en las experiencias estéticas, en la música, al cantar, en la poesía, en el baile. Siempre que, de improviso, desaparezca tu ego, la muerte estará presente.

Déjame decirte una cosa. Temes a la vida porque temes a la muerte y me gustaría enseñarte cómo morir para que perdieras todo el miedo a la muerte. En el instante en que pierdes el miedo a morir, te vuelves capaz de vivir.

No estoy hablando en contra de la vida. ¿Cómo voy a hablar en contra de la vida? ¡Estoy locamente enamorado de la vida! Estoy tan perdidamente enamorado de la vida que debido a esto también me he enamorado de la muerte. Es parte de la vida. Cuando amas la vida totalmente, ¿cómo vas a evitar la muerte? También has de morir. Cuando amas profundamente a una flor, tu amor también se está marchitando. Cuando amas a una mujer profundamente, la amas también cuando envejece y un día amarás su muerte.

Es parte, forma parte de la mujer. La vejez no ha surgido desde el exterior, proviene del interior. En la hermosa cara han aparecido arrugas; tú amas también esas arrugas. Son parte de tu mujer. Amas a un hombre y su pelo ha encanecido; tú también amas esos cabellos. No provienen del exterior, no surgen por accidente. La vida se está desplegando. El pelo negro ha desaparecido y las canas han hecho acto de presencia. No las rechaces, ámalas, son también una parte. Luego tu hombre envejece, se vuelve débil; ama también eso. Entonces, un día, el hombre se habrá ido; ama también eso.

El amor lo ama todo. El amor no conoce nada más que el amor. Por eso te digo: ama a la muerte. Si eres capaz de amar la muerte, te será muy fácil amar la vida. Si eres capaz de amar incluso a la muerte, no habrá ningún problema.

El problema surge porque quien se pregunta esto debe de haber estado reprimiendo algo, debe de estar asustado de la vida. Y esa represión puede traer funestas consecuencias. Si continúas reprimiendo, reprimiendo, llegará un día en que perderás todo sentido estético. Perderás todo sentido de la belleza, de la gracia, de la divinidad. Entonces la represión misma se convertirá en un estado tan febril que serás capaz de hacer todo eso que es desagradable.

Si te reprimes, existe la mayor probabilidad de que elijas la vida más desagradable. La fiebre que tendrás será tanta que no estarás en tus cabales. Estarás casi neurótico. Antes de que la represión alcance niveles excesivos, relájate, fluye con la vida. ¡Es tu vida! No te sientas culpable. Es tu vida para que la vivas y ames y sepas y seas. Y sean cualesquiera los instintos que Dios te ha dado son simples indicaciones de por dónde te haz de mover, de por dónde has de buscar, de dónde has de descubrir tu plenitud.

Sé que esta vida no lo es todo, que hay una vida mayor oculta detrás. Pero está escondida detrás. No podrás descubrir esa vida mayor yendo en contra de esta vida; tendrás que descubrir esa vida mayor complaciéndote sin reparos en esta vida. En el océano hay olas. El océano está oculto tras las olas. Si, viendo la agitación y el caos, escapas de las olas, también estarás escapando del océano y de sus profundidades. Lánzate a ellas; esas olas forman parte de él. Sumérgete en ellas y las olas desaparecerán y entonces aparecerá la profundidad, el silencio absoluto del océano.

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