sábado, 24 de octubre de 2020

LOS ESTADOS MENTALES

Hay tres estados mentales: el descontento, que es un estado de comparación; te comparas con los que tienen más que tú, entonces surge el descontento. Alguien tiene un hermoso automóvil y tú vas a pie, eres un peatón, entonces estás descontento. 

El segundo estado es el consuelo. Eres un peatón y ves a un mendigo que no tiene pies: te comparas con alguien que tiene menos que tú, pero de todas maneras te comparas. El descontento es una cara de la moneda; el consuelo, el mal llamado “contentamiento” es la otra cara de la misma moneda. Y el nombre de la moneda es “comparación”. Cuando te deshaces de la moneda por completo, del consuelo y el descontento, de todo, entonces te encuentras de pronto en un estado de no comparar. Éste es el verdadero contentamiento. Entonces no haces comparaciones sobre quién tiene más, quién menos. En realidad no es ya un asunto de tener, es un asunto de ser. El tener nunca ayuda. Puedes tener todo lo que desees, pero nadie ha realizado su vida poseyendo. 

Ahora bien, hay tres tipos de personas: los que poseen, los mundanos y los que renuncian, los no mundanos. Los primeros y los segundos no se oponen entre sí, aunque así lo parezca. Los primeros creen que al poseer más obtendrás la felicidad, los otros creen que al no poseer más obtendrán la felicidad, pero ambos creen en el poseer. El tercer tipo es de una dimensión totalmente diferente: la del ser; ni poseer ni no poseer. No seas mundano, no seas no mundano. No te compares con los que poseen más, no te compares con los que poseen menos. No te compares. Simplemente se como eres… admite tu estado de ser. Se, y ese estado de ser traerá una tremenda alegría, y esa alegría será una, no muchas, y esa alegría no tendrá motivo alguno, será inmotivada, será simplemente como la salud, como el bienestar. 

 Había una vez un hombre solitario y desgraciado. Se dirigió a Dios diciéndole: -Dios mío, envíame una hermosa mujer; estoy muy solo, necesito compañía. Dios se echó a reír y le dijo: -¿Y por qué no una cruz? El hombre le contestó muy enojado: -¡Una cruz! ¿Para qué? ¿Tengo aspecto de querer suicidarme? Sólo quiero una mujer hermosa. Le fue concedida entonces una mujer hermosa, pero pronto se volvió todavía más desgraciado que antes. La mujer era un martirio constante. Él volvió a rezar nuevamente diciendo: -Dios mío, envíame una espada. Su plan consistía en matar a la mujer y liberarse de ella; anhelaba poder regresar otra vez a los agradables viejos tiempos. Pero Dios se echó a reír nuevamente y le dijo: -¿Y la cruz, qué? ¿Te la envío ahora mismo? El hombre se puso furioso y le dijo: -¿No crees que esta mujer ha sido más que una cruz? Por favor, envíame sólo una espada. Así que apareció la espada. Mató a la mujer, fue descubierto y se le condenó a ser crucificado. Le rezó a Dios y le dijo mientras reía a carcajadas: -Perdóname, Dios mío, por no haberte escuchado. Tú hablaste de enviar esta cruz desde el propio comienzo. Si te hubiera escuchado me habría ahorrado muchos problemas innecesarios. 

El mundo, el otro mundo, la vida de matrimonio y la vida del monje… tantas complicaciones. Si escuchas al Tao, entonces el mensaje es muy simple. Permanece arraigado en tu ser y te salvarás de todos los problemas que trae el poseer y de todos los problemas que trae el no poseer. 

Tú simplemente se. Ser es la meta del Tao. Y se debe entender una cosa más: siendo, tú ya eres. No hay un llegar a ser; no tienes que llegar a ser; lo que es ya está ahí, lo llevas dentro de ti. Sólo debes permitírsele que se abra para que el perfume se libere al viento, y ésta es la verdadera canción, el gozo. Recuerda, si buscas consuelo lo encontrarás, pero es una falsa moneda, confortable, conveniente, es como una droga. Empiezas a beber pero continúas siendo infeliz. 

La desdicha no cambia, pero al beber empiezas a olvidarte de ella. El consuelo es una especie de intoxicación; además, nada cambia, porque la puerta que lleva a la desdicha permanece abierta; tú sigues comparando. La comparación es la causa fundamental de la desdicha. Al no ser comparativo, al no ser ni más alto ni más bajo, al ser tú mismo simplemente, al no pensar en relación con otros, al pensar sólo en términos de tu tremenda soledad, llegas a ser feliz.

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