sábado, 19 de marzo de 2022

LOS AÑOS DESPUÉS DE LA NIÑEZ HASTA LA VEJEZ


Los siete años en el segundo ciclo de la vida son muy importantes como período de ensayo. Los niños se conocerán, se mezclarán, jugarán e intimarán. Y eso ayudará a que la humanidad elimine casi el noventa por ciento de sus perversiones. Si desde los siete a los catorce años se permite que los niños estén juntos, naden juntos, estén desnudos los unos frente a los otros, desaparecerán el noventa por ciento de las perversiones y de la pornografía. ¿Quién se va a interesar por ello? Si un chico ha visto a muchas chicas desnudas, ¿qué interés puede tener en una revista como Playboy? Si una chica ha visto a muchos chicos desnudos, no creo que haya ninguna posibilidad de que sienta curiosidad por otros; esta simplemente desaparecerá. Crecerán juntos de forma natural, no como dos especies animales diferentes.

Así es como crecen ahora mismo, como si fueran dos especies animales distintas. No pertenecen del mismo modo al género humano; se les mantiene separados. Las mil barreras que existen entre ellos les impiden realizar ningún ensayo para su futura vida sexual. Es por no realizar ese ensayo, por lo que en la vida sexual de la mayoría de las persona faltan los juegos preliminares previos al acto sexual. Y los juegos preliminares son muy importantes, mucho más importantes que el verdadero contacto sexual, porque éste solo dura unos minutos. No es un alimento, simplemente te deja a la expectativa. Lo deseabas mucho, pero no ha surgido nada.

En los juegos preliminares hay más cariño. El sexo no es más que un clímax biológico, pero el clímax ¿de qué? Te has perdido todo lo que llevaba al clímax. ¿Crees que se llega de repente a él sin pasar por todos los peldaños de la escalera? Tienes que subir la escalera, peldaño a peldaño, solo entonces podrás alcanzar el clímax. Sin embargo, todo el mundo va directamente al clímax.

Para la mayor parte de las personas la vida sexual no es más que una especie de alivio. Sí, por un momento te sientes aliviado de un peso, como un buen estornudo. ¡Qué bien se siente uno después! Pero ¿durante cuánto tiempo? ¿Durante cuánto rato te sientes bien después de un estornudo? ¿Durante cuántos segundos, durante cuántos minutos puedes alardear “He estornudado... ¡Ha sido increíble!”? En cuanto se acaba el estornudo, se acaba el placer. Simplemente había algo que te estorbaba. Has eliminado ese estorbo, así que ahora estás más relajado. Así es la vida sexual de la mayoría de las personas. Había una energía que te estaba estorbando, que estaba haciendo que te sintieras pesado; estabas empezando a tener dolor de cabeza. El sexo te alivia.

Pero tal como se educa a los niños, prácticamente se les arruina la vida. Esos siete años de experimentación sexual son completamente necesarios. Las chicas y los chicos deberían estar juntos en los colegios, en las residencias, en las piscinas y en las camas. Deberían ensayar la vida que está por venir; tienen que prepararse para ella. Y no hay peligro, no hay ningún problema si a un chico se le da total libertad para explorar su energía sexual creciente y no se le condena, no se le reprime. Pero eso es lo que se está haciendo. Vives en un mundo muy extraño. Naces del sexo, vives para el sexo y tus hijos nacen del sexo; sin embargo, el sexo es lo quemás se condena, el mayor pecado. Todas las religiones se dedican a llenar tu mente con estas estupideces.

En todo el mundo, la gente está llena de podredumbre, por la sencilla razón de que no se les ha permitido crecer de forma natural. No se les ha permitido aceptarse a sí mismos. Se han convertido en fantasmas. No son personas realmente auténticas, solo son sombras de aquello que podían haber sido. 

El segundo ciclo de siete años es realmente importante porque te preparará para los siguientes siete años. Si has hecho bien tus deberes, si has jugado con tu energía sexual con el espíritu de un deportista —y durante esos años será el único espíritu que tengas— no te convertirás en un pervertido, y no acudirán a tu mente todo tipo de pensamientos extraños. Por el contrario, te relacionarás de forma natural con el otro sexo, y el otro sexo se relacionará contigo. No habrá ningún obstáculo, y no harás nada equivocado contra nadie. Tu conciencia estará limpia porque nadie te habrá metido en la cabeza ideas de qué está bien y qué está mal: solo estarás siendo aquello que eres.

Después, desde los catorce hasta los veintiún años tu sexo madura.

Y es importante que se entienda esto: si el ensayo se ha hecho bien, en los siete años en los que tu sexo madura ocurre algo muy extraño en lo que puede que nunca hayas pensado porque no te han dado la oportunidad de hacerlo. Te he comentado que el segundo ciclo de siete años, desde los siete a los catorce años, te da un destello de los preludios.

El tercer ciclo de siete años te dará un destello de la culminación. Sigues estando con chicas o con chicos, pero ahora comienza una nueva fase de tu ser: empiezas a enamorarte. Todavía no se trata de un interés biológico. No estás interesado en tener niños, no estás interesado en convertirte en marido o en esposa, no. Estos son los años del juego romántico. Estás más interesado en la belleza, en el amor, en la poesía, en la escultura, que son diferentes fases del romanticismo. Y a menos que una persona tenga cierto romanticismo nunca sabrá qué es la culminación. El sexo solo puede ser orgásmico cuando se equilibran totalmente el preludio y la culminación. Únicamente en ese equilibrio se convierte el clímax en un orgasmo.

Sin embargo, hay que entender la palabra “orgasmo”. Significa que todo tu ser —cuerpo, mente y alma; todo— está comprometido, orgánicamente comprometido. Cuando eso ocurre se convierte en un momento de meditación. Si para ti, el sexo no se convierte finalmente en un momento de meditación, no has llegado a conocer lo que es el sexo. Solo has oído acerca de él, has leído hablar de él; y las personas que han escrito al respecto no saben nada. He leído cientos de libros de sexología escritos por personas a las que se considera grandes expertos, y son “expertos”, pero no saben nada sobre el santuario interior en el que florece la meditación. Al igual que los niños nacen del sexo ordinario, la meditación nace del sexo extraordinario. 

Los animales pueden tener crías; no hay nada de particular en ello. Pero solo el hombre puede producir la experiencia de la meditación como centro de su sentimiento orgásmico. Esto solo es posible si se permite a los jóvenes que tengan una libertad romántica desde los catorce hasta los veintiún años. 

Desde los veintiún a los veintiocho años es la época en la que quizá se asienten. Pueden elegir una pareja. Y ahora están capacitados para elegir; después de la experiencia adquirida en los dos anteriores ciclos de crecimiento pueden elegir la pareja adecuada. No hay nadie que pueda hacerlo por ti. Es como una corazonada; no tiene que ver con la aritmética, ni con la astrología, ni con la quiromancia, ni con el I Ching; nada de eso servirá. Es una corazonada. Después de entrar en contacto con muchísimas personas, de repente, hay algo que hace clic y que no ha hecho clic con nadie más. Hace clic con tal seguridad, y de una forma tan rotunda, que no puedes dudar de ello. Es una certeza tan grande que aunque quieras dudar de ella no puedes. Con este clic te asientas.

Si todo se produce sin complicaciones, tal como estoy diciendo, sin que los demás interfieran, llega un momento entre los veintiún y los veintiocho años en que te estabilizas. El período más agradable de la vida se produce entre los veintiocho y los treinta y cinco años; el más dichoso, el más pacífico y armonioso, porque dos personas empiezan a fundirse y a disolverse la una en la otra.

Desde los treinta y cinco a los cuarenta y dos, se produce una nueva etapa, se abre una nueva puerta. Si hasta los treinta y cinco habéis sentido una profunda armonía, un sentimiento orgásmico y habéis descubierto la meditación a través de él, desde los treinta y cinco a los cuarenta y dos os ayudaréis el uno al otro a acercaros cada vez más a la meditación sin sexo, porque al llegar a este punto el sexo empieza a parecer infantil, juvenil.

Los cuarenta y dos años es la edad en la que una persona debería ser capaz de saber exactamente quién es. Desde los cuarenta y dos a los cuarenta y nueve sigue profundizando en la meditación, cada vez más dentro de sí mismo, y ayuda a su pareja a hacer igual. Los miembros de la pareja se convierten en amigos. Ya no hay un “marido” y una “esposa”; ese tiempo pasó. Derramó su riqueza en tu vida; ahora está creciendo algo que es incluso superior al amor. Es la amistad, una relación compasiva para ayudar a que la otra persona profundice en sí misma, que sea más independiente, que sea más solitaria, exactamente como dos árboles altos que se yerguen separados pero a la vez cercanos entre sí, o dos pilares de un templo que soportan el mismo techo; permanecen muy cerca, pero a la vez muy separados, independientes y solos.

Desde los cuarenta y nueve a los cincuenta y seis años esta soledad se convierte en el centro de tu ser. Todo lo demás pierde sentido. Lo único importante que queda es esta soledad.

Desde los cincuenta y seis a los sesenta y tres años te conviertes plenamente en aquello que vas a ser; florece el potencial; y desde los sesenta y tres hasta los setenta empiezas a prepararte para abandonar el cuerpo. Ahora ya sabes que tú no eres el cuerpo, también sabes que tú no eres la mente. Cuando tenías más o menos treinta y cinco años supiste que el cuerpo era algo separado de ti. Y supiste que la mente era algo separado de ti cuando tenías más o menos cuarenta y nueve años. Ahora desaparece todo lo demás excepto el yo observador. Solo permanece contigo la pura conciencia, la llama de la conciencia; y esta es la preparación a la muerte. La duración natural de la vida de los seres humanos es de setenta años. Si todo sigue este curso natural uno muere sintiendo una gran alegría, un gran éxtasis, sabiéndose inmediatamente bendecido porque la vida no haya carecido de sentido, porque al menos uno haya encontrado su hogar. Y gracias a esta riqueza, a esta plenitud, uno es capaz de bendecir toda la existencia. El mero hecho de estar cerca de una persona así en el momento de su muerte supone una gran oportunidad. A medida que la persona abandona el cuerpo, sentirás como si estuvieran cayendo sobre ti flores invisibles. Aunque no seas capaz de verlas, podrás sentirlas. Es una alegría absoluta, tan pura que aunque solo la saborees unos instantes transformará toda tu vida.

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