sábado, 1 de febrero de 2025

EL DESEO DE MORIR

 

El suicidio es un instinto profundamente enraizado. Apenas sientes que algo anda mal, inmediatamente sientes el deseo de cometer suicidio, de destruirte a ti mismo. Un hombre religioso es alguien que se vuelve alerta sobre eso, que un deseo profundo por la muerte está escondido ahí. ¿Por que está ahí? Tienes que traer más luz al hecho, para que puedas ser consciente de los recovecos donde se está escondiendo la muerte carcomiéndote continuamente. No es que repentinamente muero un día, lentamente en setenta o más años vas muriendo. La muerte no es un fenómeno que llegue al final, comienza con el nacimiento. Entonces cada aliento y cada momento, no es nada sino simplemente una continuidad de morir, morir y morir. Se completa en setenta o más años porque es un proceso muy lento.

Pero has estado muriendo, y en lo profundo estás esperando ser liquidado, cuanto antes mejor. No has cometido suicidio porque tienes mucho temor, miedo: ¿qué sucederá? Así que toleras la vida, no la estás disfrutando como un regalo de Dios. Simplemente la estás tolerando, simplemente la estás cargando de alguna manera, esperando el momento para cuando te puedas bajar del tren.

Sucedió una vez: Thomas Edison fue invitado a una cena. Se habían reunido algunos amigos, él era un hombre de pocas palabras y siempre se perturbaba cuando había una multitud. El era un trabajador solitario en su laboratorio; era un investigador, un hombre contemplativo; la presencia de otros siempre era una perturbación. Y había mucha gente y estaban tan ocupados en comer, en chismear, en discutir, que sintió que: "Ahora es el momento en que me puedo escapar!". Así que justo había comenzado a buscar la puerta por la cual podía escaparse, cuando fue sorprendido. El anfitrión lo sorprendió y le preguntó: "Señor Edison, ¿en qué está trabajando ahora?". Y él respondió: "¡En la salida!".

Pero todos están trabajando en la salida. ¡Estate alerta sobre eso!

Pero, ¿por qué no puedes disfrutar de la vida, la cual es un regalo? No la has ganado, por eso es que digo que es una gracia. La existencia te la ha dado, puedes llamarla Dios, es un simple regalo, puro regalo; no has hecho nada para lograrla, para ganarla. ¿Por qué no puedes estar bienaventurado, agradecido y gozarla? Deberías de gozarla bailando. Pero ¿cuál es el problema? Porque para disfrutar la bienaventuranza, es necesario una consciencia mayor; para sufrir la angustia, no hay necesidad de estar consciente. Para sufrir la angustia, es necesaria más oscuridad; menos consciencia es necesaria, la noche es necesaria, no el día. Pero para gozar de la bienaventuranza, más consciencia es necesaria.

Así que si ves a un santo que está triste, sábelo bien que no es un santo. Porque la consciencia le dará un estado de bienaventuranza, la consciencia le dará una risa más profunda a todo su ser, la consciencia le dará algo... se volverá como niño: puede correr siguiendo una mariposa, puede disfrutar de la comida simple, puede disfrutar de las cosas comunes de la vida, tanto que todo se convierte en un regalo. Todo se vuelve una gracia de Dios y puede estar agradecido momento a momento, aún por su respiración. Puede disfrutar aún de su respiración, de su simple respiración ¡es tal bienaventuranza!

Si encuentras a un santo que está triste, sábelo bien que algo anda mal... él aún vive en el valle, no ha ido al pico. De otro modo habría un brillo, una ingravidez, un goce de niño, despreocupado, sin miedo... Está fortificado en su consciencia.

¿Por qué la consciencia te fortifica? Porque cuanto más consciente te vuelves, más sabes que no puedes morir, que no hay muerte. La muerte existe sólo en los valles oscuros y si estás fortificado contra la muerte estás verdaderamente fortificado. Cuanto más consciente eres, más sabes que eres lo eterno, lo divino. En este momento no sabes quién eres. Este es el valle de la ignorancia y ahí sólo ocurre la muerte, nada más; y vives temblando, sacudiéndote de miedo. Si miras hacia adentro encontrarás sólo miedo y nada más, porque a tu alrededor sólo hay muerte, nada más. Así que esto es natural: la muerte por todas partes, el miedo adentro es una contraparte natural.

Si vas a las alturas, el amor estará adentro y la eternidad en todo el rededor. No habrá miedo no puede haber, porque tú no puedes ser destruido, eres indestructible. No hay posibilidad de tu muerte, eres inmortal. Esta es la fortificación sobre la cual habla Jesús.

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