sábado, 15 de agosto de 2020

LOS OJOS


Los ojos que solamente ven lo exterior, están ciegos. Aún no son verdaderos ojos. Son primitivos, rudimentarios. Los ojos que ven el interior son más reales. ¿Has observado a los ciegos? En sus caras descubrirás siempre una cierta gracia. Incluso los ciegos corrientes aparentan mucha dignidad, aparentan ser muy silenciosos. No tienen ninguna de las distracciones del mundo exterior.

Los científicos dicen que el hombre vive a través de los ojos; casi el ochenta por ciento de su vida está relacionada con los ojos; ¡El ochenta por ciento! Solamente el veinte por ciento queda para los demás sentidos. Vives el ochenta por cien de tu vida a través de los ojos. Por eso, cuando ves a un ciego se despierta en ti mucha compasión. No sientes tanta compasión por un sordo o un mudo, no. Pero por un ciego surge una gran compasión. Sientes, «Pobrecito. Ha perdido el ochenta por ciento de su vida».

Los ojos son muy importantes. Toda la investigación científica depende de los ojos. ¿Has oído de algún científico que fuera ciego? Es imposible. Un ciego no puede estar impli­cado en la investigación objetiva; es algo muy difícil. Pero ha habido muchos buenos músicos ciegos, cantantes ciegos. En realidad un ciego posee unas tremendas cualidades en su oído que un hombre con visión no posee, porque el ochenta por ciento de su energía ha dejado de ser desperdiciada con los ojos. Esa energía se desplaza a sus oídos. Su oído se vuelve muy, muy receptivo y sensitivo. Empieza a ver a través de sus oídos.

Sostén la mano a un ciego y te sorprenderás mucho. Descubrirás un toque muy vivo, un toque que no encontrarás en la gente que ve. Sostén la mano de un ciego y sentirás una calidez fluyendo hacia ti, porque el ciego no puede verte; solamente puede tocarte. Toda su energía va en su tacto. Por lo general, tocas con los ojos. Una hermosa mujer pasa por tu lado; tú miras. La has tocado con tus ojos. Has tocado todo su cuerpo, y sin ofenderla, sin infringir ninguna ley. Poco a poco olvidas por completo lo que es tocar.

Los Ojos se han convertido en un monopolio, han extraído muchas energías de diversas fuentes. Por ejemplo, del olfato. Los ojos están muy próximos a la nariz. La gente no olfatea. Han perdido su poder olfativo. Sus olfatos están muertos. Un ciego, tiene olfato. Su capacidad de oler es tremenda. Cuando te acercas a él, te identifica por tu olor, te reconoce por tu olor. Te toca, te reconoce por tu tacto. Oye tus sonidos; te reconoce por tus sonidos. Sus otros sentidos recobran la vida. Posee cierta gracia, porque los ojos crean mucha tensión. Poco a poco, algunos ciegos descubren que su ceguera no es una maldición; es una bendición. Se hacen conscientes de infinitos colores en su interior, de un mundo psicodélico. Sutiles tonalidades, sueños muy hermosos empiezan a abrírseles.

Así ha sucedido muchas veces. Si, cuando una determinada persona se vuelve ciega repentinamente, puede aceptarlo, esa misma aceptación le brinda un nuevo mundo. Lo objetivo desaparece; lo subjetivo abre sus puertas. Y lo subjetivo está más próximo a lo trascendental; por eso todos los meditadores cierran sus ojos. Cuando te vuelves religioso, entonces surge la actitud tántrica. Entonces no ves con los ojos abiertos, ni ves con los ojos cerrados. ¡Simplemente ves al que ve! No te preocupas por la experiencia, observas al testigo. Entonces el amor se convierte en Tantra. Tanto si es un hombre como si es una mujer la que se mueve en la dimensión del Tantra, él o ella no están interesados en lo que está sucediendo, o más bien, él o ella están más interesados en el testigo que lo está observando todo. ¿Quién es este testigo? y cuando la energía explosiona de una forma tan natural y espontánea es mejor observar. Sé simplemente un observador en la colina. Olvídate de que eres un hombre o una mujer, olvídate de tu cuerpo, olvídate de que eres una mente y se solamente un testigo; y entonces habrás llegado a lo tras­cendental.

El Tantra es trascendental. Y esta dimensión ha de expandirse a todas tus situaciones de la vida ordinaria. Hagas lo que hagas, puedes hacerla de tres formas: objetivamente, esa es la forma científica, la forma occidental; o subjetivamente, esa es la forma oriental; o de forma religiosa, la forma trascendental, en la cual Oriente y Occidente se disuelven. El modo religioso no es ni oriental ni occidental. Occidente es científico, Oriente es poético. Occidente piensa en términos de historia; Oriente piensa en términos de mitos, de puranas. Occidente se preocupa más de la realidad; Oriente se ocupa más de la fantasía sobre la realidad, el sueño sobre la realidad. Occidente se ocupa más de la mente consciente; Oriente se ocupa más de la mente inconsciente.

Pero la religión trasciende ambos. La religión es la de la mente superconsciente, la mente trascendental, que ni es occidental ni oriental. Del mismo modo que el hombre y la mujer se encuentran, Oriente y Occidente se encuentran. Occidente es más masculino; Oriente es más femenino. Occidente es más la voluntad; Oriente es más la entrega. Pero la religión es ambos, y los trasciende. Es suficiente, más que suficiente, si eres capaz de ver al que ve. Si puedes ver al que ve, si puedes ser tu consciencia, tu atención, eso es suficiente. Todo está a tu alcance. Te has convertido en Dios; no necesitas nada más. Lucha por este estado de ser. Si vienes de Occidente, lucha por él. Si vienes de Oriente, entrégate por él. Si vienes de Occidente anhélalo. Si vienes de Oriente sé pasivo, espéralo. Y si sois sanyasins, esos que no pertenecen ni a Oriente ni a Occidente, entonces abandonad toda dualidad, sed no ­duales. Abandonad toda división. Sed simplemente indivi­duos.

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