sábado, 1 de agosto de 2020

LO OBJETIVO Y LO SUBJETIVO (I)


Hay tres cosas en la vida. Una, el mundo objetivo, el mundo de las cosas. Todo el mundo es capaz de verlo. Por naturaleza somos capaces de ver el mundo objetivo. Pero esto es solamente el comienzo del viaje. Muchos se han detenido ahí creyendo que han llegado. Desde luego, no han llegado, por eso son desgraciados.

Más allá de lo objetivo está la abertura a otro mundo, el mundo de la subjetividad. Lo objetivo es el mundo de las cosas, de los objetos; lo objetivo es el mundo de la ciencia, de las matemáticas, de la física, de la química. Lo objetivo es muy claro porque por naturaleza, hemos nacido perfectamente capaces de ver lo objetivo.

Lo subjetivo ha de ser explorado; nadie nace con una visión de lo subjetivo. Lo subjetivo ha de ser explorado, uno ha de aprender lo que es; uno ha de probado poco a poco y ha de entrar en ello poco a poco. El mundo de la música, de la poesía, del arte, el mundo de la creatividad, es el mundo de lo subje­tivo. El hombre que empieza a moverse hacia adentro se va volviendo más poético, más estético. Posee un diferente aroma a su alrededor, un aura distinta. El científico vive con cosas; el poeta vive con personas, el científico no. Es consciente de quién es; simplemente es consciente de lo que le rodea. Puede que sepa de la Luna y de Marte y de las estrellas lejanas, muy lejanas, pero es completamente ajeno a su propio. Interior. En realidad, cuanto más se ocupa de lo lejano, más se olvida de sí mismo. Permanece casi en una especie de sueño sobre sí mismo.

El poeta, el pintor, el bailarín, el músico, están cerca de casa. Viven en lo subjetivo; saben que son personas. Y cuando sabes que eres una persona, de repente eres capaz de mirar en las demás personas. Para un poeta, incluso un árbol es una persona, incluso los animales son personas; para un científico, un hombre o una mujer no son más que objetos. Un científico considera al hombre como si fuera un objeto. Y si no es consciente de su propio interior, ¿cómo. va a ser consciente del interior de los demás?

Cuando empleo la palabra «persona» quiero decir que hay un «interior» que no es observable mediante la observación exterior, mediante el análisis, mediante la disección. Una roca existe, no posee interior; puedes partirla y lo verás todo. Si rompes una roca, no cambia nada, no se destruye nada, Incluso. Reduciéndola a trocitos es la misma roca. Pero si «rompes» una persona, de inmediato algo de un tremendo valor desaparece. Te quedas con un cuerpo sin vida, y el cuerpo sin vida no es la persona. La roca en pedazos es todavía la misma roca, pera la persona no es ya la misma persona. En realidad, la persona «rota» no es, en absoluto una persona. En la mesa de operaciones de un cirujano dejas de ser una persona. Solamente cuando un poeta te toca y sostiene tu mano, te haces persona.

Por eso la gente anhela el amor. La razón de este anhelo de amor no es otro que éste: te gustaría que alguien se diera cuenta de que eres una persona, no una cosa.

Vas al dentista. El no se preocupa por ti, simplemente está interesado en tus dientes. Incluso si voy al dentista... le estoy viendo. ¡Qué milagro! No se interesa por mí, simplemente observa mi dentadura. Yo estoy allí, sentado en la silla, y él es totalmente ignorante de mi presencia. Hay un gran espacio disponible en su habitación, pero ni me mirará; eso no le interesa. Solamente le interesan los dientes, solamente está interesado en su propia técnica. Su conocimiento del mundo objetivo es su único conocimiento.

La gente suspira por el amor porque solamente el amor hará de ti una persona, solamente el amor puede revelarte tu propio interior, solamente el amor puede hacerte sentir que tú no eres únicamente eso que se ve desde el exterior. Eres algo más, eres algo totalmente distinto a eso que aparentas ser. El reflejo en el espejo no es tu totalidad; el reflejo en el espejo es solamente el reflejo de tu exterior, no de tus profundidades. No dice nada de tu interior.

Cuando te acercas a un científico o a una persona que está absolutamente absorbida con la dimensión objetiva, te observa como si solamente fueras el reflejo en el espejo. No te mira a ti; mira a tu alrededor. Su acercamiento no es directo, su acercamiento no es íntimo y tú sientes que hay algo que falta. Te está maltratando porque no está aceptando tu personalidad. Te está tratando como si fueras una cosa. Hace sus cosas, pero no te llega a ti en absoluto. Para él permaneces siendo algo casi inexistencial!.

Y a menos que alguien te toque con amor, te mire con amor, tu propio interior permanecerá sin ser reconocido, sin ser colmado. Eso es lo que es la necesidad de ser necesitado.

La subjetiva es la dimensión, la dimensión interior, de la poesía, de la canción, de la danza, del arte. Es mejor que la dimensión científica porque es más profunda. Es mejor que la dimensión objetiva porque está más cercana a tu hogar. Pero todavía no es la dimensión de la religión; recuérdalo. Hay mucha gente cuya mente está obsesionada con lo objetivo; cuando piensan en Dios,
Dios se convierte en un objeto. Entonces Dios es algo exterior. Pregúntale a un cristiano dónde está Dios y él mirará hacia arriba, hacia algún lugar en el cielo; en el exterior. Cuando le preguntas a alguien que dónde está Dios y él mira hacia alguna otra parte distinta de su propio interior, entonces él pertenece a la dimensión no-reli­giosa: La gente pregunta, «¿Qué prueba tenemos de Dios?» Las pruebas son necesarias solamente para las cosas. Dios no necesita pruebas. Si yo te amo, ¿cuál es la prueba de ello? Para la poesía no existen las pruebas; para la química sí. Pero la poesía existe. Y un mundo sin química no sería mucho peor, pero un mundo sin poesía dejaría de ser humano.­

La poesía aporta significado a la vida; lo que no es sustentado con pruebas aporta significado a la vida. Lo que ha sido probado, a lo sumo, te hace sentirte más cómodo. Dios no es un objeto y no puede ser demostrado. Dios es más como la música. Existe, ciertamente existe, pero no hay forma de aprehenderlo. No puedes tenerlo en tu puño, no puedes encerrado en tu cámara de los tesoros; no hay forma.

El amor existe, pero no puedes poseerlo: Si tratas de poseerlo, entonces perteneces a la dimensión objetiva y estás matando al amor; por eso la posesividad es destructiva. Si posees una mujer, si dices, «Es mi esposa y la poseo», entonces deja de ser una persona. La has reducido a una cosa y ella nunca podrá perdonarte. Ninguna esposa ha sido capaz de perdonar a su marido; ningún marido ha sido nunca capaz de perdonar a su esposa, porque ambos se han reducido a objetos el uno al otro. Un marido es una cosa, una esposa es una cosa y cuando te conviertes en una cosa, entonces te vuelves repugnante, pierdes la libertad, pierdes tu espacio interior, pierdes la poesía, pierdes el romance, pierdes significado. Simplemente te conviertes en una cosa en el mundo de las cosas. Lo útil está ahí, pero ¿quién vive para lo útil? Lo útil nunca puede ser satisfactorio. Estás siendo utilizado, ¿cómo va a ser satisfactorio? Siempre que sientes que estás siendo utilizado, te sientes ofendido. Y deberías sentirte ofendido por­que utilizar a alguien es un crimen y permitir que alguien te utilice también es un crimen. Es un crimen contra Dios.

Pero hay gente que también utiliza a Dios. Cuando vas y oras por algo, estás tratando de emplear a Dios. Desconoces lo que es la oración, desconoces lo que es el amor, desconoces lo que es la poesía, desconoces por completo lo que es el mundo subjetivo. Tus rezos, si ocultan alguna motivación, algún deseo, son repugnantes. Pero somos gente muy astuta; encontramos, descubrimos, caminos y medios.

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