sábado, 23 de enero de 2021

ESTAR VACÍO


 

Ramana Maharshi solía pedir a sus discípulos que meditasen únicamente sobre una cosa: ¿quién soy yo?, tarde o temprano comprenderás que no eres nadie. No eres el cuerpo ni eres la mente, tampoco eres el hijo de alguien o el padre de alguien; ni un rico, ni un pobre. No eres nadie.

El día que llegues a ser nadie llegarás a saber quién eres. Tú eres ese nadie.

Lo mejor es estar vacío. En la quietud y en la vacuidad encontramos una morada…”.

El vacío es tu hogar. Te conviertes en un templo, en un santuario. En este vacío arde la llama de tu consciencia, y esa llama es la de la divinidad, la del Tao. Ésta es la vía negativa.

Al dar y recibir perdemos el sitio”.

Cuando empiezas a dar y recibir, a hacer esto, a no hacer aquello, a relacionarte, a conectar con la gente, pierdes tu lugar, pierdes tu llama interior, pierdes contacto con tu interior. Esto pasa sólo al comienzo. Lieh Tzu se dirige a un buscador principiante, por eso habla así. Al comienzo pasará. Cada vez que estés solo, tranquilo, quieto, te sentirás súbitamente centrado, arraigado; sentirás el tremendo gozo de no ser, de ser nadie. Tu “ser nadie” será luminoso, estará lleno de luz, de fragancia, de bendición y de belleza.

Pero al comienzo sucederá una y otra vez que al relacionarte con otro lo perderás: perderás tu espacio interior. El peligro está en que empieces a tener miedo de relacionarte. Al comienzo está bien tener miedo, pero si eso se vuelve un hábito y el miedo llega a arraigarse, entonces es peligroso. Este peligro se ha dado en Oriente, en el pasado. Mucha gente llegó a tener miedo de relacionarse: los budistas escaparon de la vida, los taoístas escaparon a los Himalayas o a las montañas para no estar en contacto, porque “al dar y recibir perdemos el sitio”.

Pero Lieh Tzu no le da este sentido. Él dice: “Sí, al dar y tomar cuando vamos al mercado se pierde la meditación. Primero logra la meditación, luego ve allí una y otra vez y procura estar cada vez más alerta, a fin de que un día puedas ser capaz de relacionarte como de permanecer solo, de estar en el mercado y aun así de no estar allí, de estar en la multitud y aun así estar solo”. Esto es lo más elevado. Es algo que no se le puede decir a un principiante. Es algo que sucede sólo cuando se ha llegado a ser un maestro.

Lieh Tzu le dice al principiante: “Entonces tú sabrás quién eres y entonces verás repentinamente que al dar y tomar pierdes una y otra vez”. Tú ganas algo y luego, cuando conectas, cuando te relacionas –con la esposa, con el marido, con los hijos, en el mercado, con el cliente, con el jefe-, lo pierdes. Una y otra vez, gánalo: cuando tengas tiempo, vuelve a conectar otra vez contigo mismo. Poco a poco, poco a poco… lentamente. Un día verás que puedes estar en el mercado y permanecer tan solitario y silencioso como en cualquier parte. Entonces te has convertido en un loto: estás en el agua, pero el agua no te toca.

Primero desarróllalo, evoluciona –lo que suele llamarse en sánscrito shunya- al cero, al vacío, y luego tráelo al mundo. Lo perderás una y otra vez, es verdad, pero no trates de escapar del mundo por esto, no te vuelvas un escapista. Es un desafío. Y el punto más elevado se logra cuando nadie puede alterar tu espacio interior, nadie, ninguna situación puede alterarlo. Entonces, por primera vez llegas a ser un poseedor. Entonces eres el poseedor y ello te posee. Entonces eso es tuyo, realmente tuyo. Pero si algo puede hacerlo desaparecer, entonces eso no es aún tuyo por completo. Lo has tocado, pero aún no has sido su poseedor.

Me gustaría contarte una historia:

En un país lejano vivía un inventor ingenioso que se había vuelto chiflado un poco jugando con la televisión. En el curso de sus experimentos fabricó una especie de espejo mental al que llamó psicoscopio, por medio del cual una persona podía ver su estado mental con la misma claridad con que podía ver su cuerpo físico a través de una lupa.

Una vez fue perfeccionado el instrumento, se abrió una fábrica para producirlo y se dio a conocer en el país con la publicidad adecuada. Pronto hubo un montón de pedidos. Las esposas lo compraban para sus esposos –atención, las esposas lo compraban para sus esposos- y los esposos lo compraban para sus esposas y cuñados. Los padres lo compraron para sus hijos, e incluso los hijos lo compraron para sus padres. Los empresarios hicieron grandes pedidos para sus empleados. Se sabe, o quizás es sólo un rumor, que únicamente un individuo en todo el país, confesó haberlo comprado para su propio uso. El alborozado inventor se vio nadando en la abundancia: se vendieron millones de estos artefactos.

Entonces, casi con la misma celeridad, las ventas descendieron y sin más cayeron a cero. Los investigadores que se enviaron a recorrer el país informaron de que las casas de empeño estaban abarrotadas de psicoscopios, mientras millares de ellos se habían estropeado accidentalmente o habían ido a parar misteriosamente a la basura.

Desesperado, el inventor se dedicó a una nueva tarea. Le dio un sentido opuesto al funcionamiento del instrumento, a fin de que idealizara el estado mental reflejado. De esta manera la persona se veían a sí mismas no como eran, sino como querían aparecer, con sus defectos arreglados y coloreados de rosa, y su fealdad encubierta de inocencia. Al final del año, por lo visto, la compañía declaró dividendos del cincuenta por ciento.

La mayor parte de la gente no quiere verse a sí misma como es, ni le gustaría dar una segunda mirada a un espejo mental. Pero aquellos que validan las ilusiones que nos hacemos de nosotros mismos pueden obtener de nosotros prácticamente lo que sea.

Recuerda, estar vacío es llegar a una situación en la que te verás tal como eres. Las personas temen esto, no quieren percibir esta situación interior. Tienen sus imágenes ideales, sus propias imágenes hermosas, decoradas. Tienen miedo de que, al interiorizar, esas imágenes se derrumben. Tienen que derrumbarse y desaparecer porque son falsas y no pueden ser reales. De ahí que nadie interiorice. Todos los maestros en el mundo, ya sean los del camino de la vía afirmativa o los del camino de la vía negativa, todos los maestros han insistido en una cosa: tienes que acceder a tu realidad, a lo que eres de verdad. Pero nadie los escucha.

Incluso cuando las personas quieren saber quiénes son, están esperando realmente tener la misma personalidad que proyectan.

Cuando empiezan a trabajar, llegan las dificultades; surge la fealdad; se siente la malicia, la ira terrible, el odio, los celos. Todo un infierno irrumpe y uno empieza a tener miedo y escapa y vuelve a aferrarse a una personalidad ideal.

Eso no vale mucho. Recuerda, uno tiene que conocerse tal como es. Abandona todos los ideales. Son hermosos pero ponzoñosos; son ilusiones. Si no abandonas todos los ideales que tienes sobre ti mismo, todas las imágenes que has creado en tu impotencia a fin de ocultarte para enmascarar tu realidad… abandona esas máscaras, permanece quieto, permanece vacío y mira en tu ser.

Sea lo que sea. Al comienzo será una experiencia casi infernal, pero ese es el precio que tenemos que pagar. Si tienes suficiente valor y puedes perseverar, pronto desaparece el infierno, se van las nubes y el sol brilla en un firmamento despejado. Entonces llegas a tu paraíso interior.

El infierno y el cielo están en tu interior. El infierno es sólo tu circunferencia. El cielo es tu mismo centro. Tú eres el centro del ciclón. El Tao dice que en realidad no se debe hacer nada. Uno simplemente tiene que penetrar en su propio ser.

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