Precisamente, el otro día, alguien estaba diciendo: “En la meditación los pensamientos siguen, no se detienen; en realidad vienen más”. Cuando tú estás ocupado con tu vida ordinaria de cada día, no te llegan tantos; tú estás ocupado, absorto. Pero cuando estás sentado sin hacer nada, entonces toda tu energía se va a los pensamientos. Entonces surge una gran tormenta en tu ser: pensamientos y pensamientos, e incluso algunas veces ni siquiera puedes imaginar ¡qué clase de pensamientos! Memorias del pasado: algo que sucedió hace treinta años surge repentinamente. O pensamientos del futuro; puede que tu esposa ni siquiera esté embarazada y tú estés pensando: “Una ve que haya nacido el niño, ¿a qué colegio lo enviaremos?”. Cosas imposibles siguen yendo y viniendo, y tú sabes que son tonterías. Muchas veces las reconoces y quieres dejarlas, pero te sientes impotente.
Los pensamientos no se pueden detener en forma directa; permite que esto se entienda muy profundamente. Deja que se asiente en tu ser. Los pensamientos no se pueden detener directamente, porque los pensamientos no son más que sirvientes de los deseos. Cuando se presenta un deseo no puedes detener los pensamientos. El amo está ahí; los sirvientes tiene que seguirlo.
Tú quieres detener los pensamientos. Es una tontería, una idiotez: tu esposa ni siquiera está embarazada y tú estás pensando en el niño que ha crecido y va a la universidad. ¿A qué universidad enviarlo? ¿A Cambridge o a Oxford? Y tú estás muy inquieto: ¿Adónde enviarle? ¿Cuál será la mejor? Y de repente lo reconoces, ¡qué tontería! Es una idiotez. Entonces, ¿por qué surge?
No se trata del pensamiento mismo. Tú tienes un deseo, tienes una ambición. Muchas cosas se han quedado sin satisfacer. Tú quisieras satisfacerlas por medio de tu hijo. El hijo no es otra cosa que la personificación de tu ambición. Tú querías ir a Oxford, pero no pudiste hacerlo; te gustaría ir en la forma de tu hijo. Por eso ha surgido la idea, ha surgido el pensamiento.
Han pasado treinta años, y de repente algo sale a la superficie. Nada es repentino, nada deja de ser causado en la mente. Si algo surge, esto quiere decir que hay algo en ello; no se le puede llamar simplemente una estupidez y dejarlo. Hace treinta años alguien te insultó y todavía no lo has dejado pasar. La herida todavía duele. Te sientas en silencio y la herida sale a la superficie. Ocupado en las mil y unas cosas del mundo, tú lo olvidas, pero cuando no estás ocupado, ha herida se abre. La herida empieza a enviarte mensajes: “Haz algo al respecto. Todavía no hago daño. Todavía no he sido curada. ¡Haz algo al respecto!”. ¿Cuántas veces la herida se te ha manifestado, y cuántas veces has decidido vengarte o hacer algo? Y el dolor de la herida regresa una y otra vez, y todavía tienes el deseo de vengarte del enemigo que te ha insultado.
Esto no concierne al pensamiento, concierne al deseo. Analiza tus pensamientos y siempre hallarás que son los sirvientes y que en algún lugar oculto está el amo, protegido por los sirvientes. Mata al amo y los sirvientes desparecen. Si continúas matando a los sirvientes nada pasará: el amo seguirá trayendo nuevos sirvientes. Mientras el amo esté vivo seguirá trayendo nuevos sirvientes. Tú podrás seguir matando a los viejos; él proporcionará otros nuevos.
Los pensamientos nunca se detienen por sí mismos. Sólo se detienen cuando la mente que desea desaparece. Éste es el significado de “lo mejor es estar quieto”. Esa es la forma taoísta de decir “no desees”. Por eso se dice incluso el deseo de conocer a Dios, de llegar a Dios, es una barrera. Permanece quieto, simplemente, sin deseos, como si nada se tuviera que hacer, como si nada fuera a suceder. Mantén una carencia absoluta de esperanzas, porque la esperanza no es otra cosa que un nombre nuevo para el deseo. La esperanza es el deseo con un nombre hermoso. El deseo como nombre es un tanto feo, el deseo es algo un tanto desnudo, expuesto. La esperanza es un deseo vestido.
Permanece sin esperanza. Nada va a pasar. Nunca sucede nada. No hay futuro, así que abandona toda ambición. Sólo existe este momento, así que no corras de aquí para allá. No tiene sentido, es de neuróticos, es de locos. Sólo relájate en este momento; simplemente se. Éste es el significado de “lo mejor es estar quieto…”.
Y la diferencia se tiene que entender. Si vas a donde un profesor de yoga, él te dirá cómo estar quieto. Él te dirá qué postura te ayudará a estar quieto, cómo respirar, qué ritmo facilitará la quietud, si debes cerrar los ojos completamente o sólo mirar a la punta de la nariz. Él te dará indicaciones, ayudas; él te dará un mapa.
Los taoístas no tienen mapa alguno. Dicen que si practicas una postura determinada y miras tu nariz y respiras de una forma correcta, impondrás una cierta quietud, pero no será verdadera. Es cultivada, es algo que se practica, es falsa. La quietud verdadera viene de la comprensión, de la comprensión de que el deseo es inútil.
Trata de comprenderlo. En el Tao no hay ejercicios, no existe algo como los Sutra yoga de Patanjali. No existen las “ocho ramas del yoga”. No se te da una postura, una disciplina, una clase de moralidad… No se te dice qué comer, cuándo acostarse y cuándo levantarse por la mañana. Nada se te dice, porque se considera que todas estas cosas pueden darte una experiencia falsa de la quietud, pueden forzarla.
Y esto se tiene que entender. Cuando te sientas en una postura determinada, puedes ayudar a que la mente se quede un poco más quieta. Si el cuerpo está totalmente quieto, la mente se queda ligeramente quieta, porque la mente y el cuerpo no son dos cosas; la división no es completamente clara. La mente y el cuerpo están unidos. Aunque se diga que eres cuerpo y mente, eres cuerpomente, una sola palabra. El “y” no es correcto, déjalo. “Mentecuerpo” “psicosomático”. La mente es tu cuerpo más profundo, y el cuerpo es tu mente más externa. Por tanto, cuando el cuerpo está quieto, naturalmente algunas vibraciones de quietud llegan a la mente más profunda. Eso crea una base física y tú sientes algo de quietud.
Míralo de otra forma. Cuando te enojas, ¿qué haces? Aprietas los dientes, cierras los puños. ¿Por qué? ¿Es que no puedes enojarte sin más, sin apretar los dientes y los puños? Inténtalo un día: enójate simplemente, sin apretar los puños, sin apretar los dientes. Permanece relajado en el cuerpo e intenta enojarte y verás que es imposible. ¿Cómo puedes enojarte si no tienes la ayuda del cuerpo? Y después, un día, prueba lo siguiente: sin enojo alguno aprieta los puños y los dientes; muestra únicamente el gesto de enojo y verás que una forma de enojo surgirá repentinamente en ti. Tú te puedes llegar a enojar sólo creando los síntomas; eso es lo que hacen los actores. El actor tiene que actuar en momentos en los que puede no sentirse enojado y tiene que estarlo. ¿Qué se supone que tiene que hacer? Él hará la parte corporal y la parte mental le seguirá. Él no se está sintiendo feliz, pero tiene que hacer la parte corporal; se muestra feliz, y una forma de felicidad le sigue en consecuencia.
Cuerpo y mente van juntos. Los taoístas dicen que esto se debe entender, pues de lo contrario crearás una quietud falsa. La quietud que se crea con la postura corporal no es la quietud real; es un truco. Tiene casi los mismos efectos químicos que cuando tomas un tranquilizante; es una droga.
Si te pones a ayunar, sentirás mucha quietud, porque la química del cuerpo cambia; el cuerpo tiene menos trabajo que hacer, está más relajado; el estómago no tiene nada que hacer, está más relajado. Y si el estómago no tiene nada que hacer, más energía se libera desde el estómago hacia la cabeza. Eso lo sabes; cuando comes demasiado te sientes somnoliento, porque el estómago se apodera de toda la energía disponible para digerir el alimento. La cabeza no es muy importante –es un lujo-, por tanto, cuando el estómago necesita la energía, la energía va al estómago y abandona la cabeza inmediatamente. Debido a eso empiezas a sentirte somnoliento; los ojos se van cerrando y tú empiezas a dormir. Esto implica simplemente que la energía se ha desplazado de la cabeza al estómago. Te quedas dormido.
¿Lo has observado? Cuando no has comido bien, te resulta difícil dormir, porque cuando el estómago no tiene de qué ocuparse, se libera energía. La energía va inmediatamente a la cabeza y ésta empieza a funcionar, a fantasear y a pensar.
Por tanto, cuando una persona está ayunando, al tercer o cuarto día siente mucha quietud. Pero éste es un cambio químico, no es una quietud real. Proporciónale alimento y la quietud desaparecerá. ¿Qué tipo de cambio es éste entonces? Si una persona continúa ayunando durante muchos días, sentirá que surge en ella una cierta falta de sexualidad. Esto es falso porque el alimento tiene que suministrar energía sexual. Si no se le da alimento al cuerpo, no se crea energía sexual, la energía sexual desaparece. Después de tres semanas de ayuno, un hombre perderá interés por las mujeres y una mujer perderá interés por los hombres. Así es como han caído en el engaño muchas personas religiosas. Piensan que han logrado el celibato. Esto no es celibato; es una forma de impotencia. Se pierde vigor, se pierde vitalidad. Y luego empiezan a tenerle miedo a la comida, entonces no pueden comer bien, porque en cuanto comen bien, se suministra energía a los órganos sexuales y la energía sexual vuelve a surgir.
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