Nietzsche ha escrito uno de los libros más maravillosos del mundo, “Así habló Zarathustra”. En este libro figura una parábola. Un loco llega a un mercado y pregunta a todo el mundo, les mira a los ojos e interpela a cada uno diciendo, “¿Has visto a Dios? ¿Dónde está Dios? Lo estoy buscando, estoy indagando. ¿Dónde está Dios?”.
Todos se ríen de él. Desde luego, todos ellos son creyentes, pero, por ser creyentes, esto es una mera formalidad en ellos. Creen que este hombre se ha vuelto loco. Alguien le dice, “Desde luego que hay Dios y Èl es el que creó el mundo. Ahora Èl ha terminado su tarea con nosotros y nosotros hemos terminado con El. ¿Por qué lo estás buscando? ¿Para qué? ¿Te has vuelto loco? Esas son cosas adecuadas para que se hable y se escriba sobre ellas, sobre lo que Dios es, sobre el buscarle, pero ¿le estás buscando de verás?”.
Y ese hombre les mira fijamente a los ojos y dice, “¿Habéis oído algo sobre Dios? ¿Dónde está?”.
Entonces la multitud se arremolina alrededor de él y le dicen, “No hemos oído de Èl desde hace mucho tiempo. Tienes que pedir en otro sitio. No molestes aquí en el mercado”.
El hombre le contesta, “He venido para daros unas nuevas. No es que le esté buscando. He venido para saber si habéis tenido noticias suyas recientemente. ¿Sabes que ha muerto?”. Entonces ellos le suponen realmente loco. Estaba ya loco cuando Le buscaba, pero ahora está aún más loco si asegura que Dios está muerto.
Creemos en un Dios que está muerto, aunque viva. Muerto para que no pueda alcanzarnos y vivo para que le podamos adorar los domingos. Pero este hombre está loco. O bien cree que Èl está aún vivo y que puede ser encontrado, o piensa que está muerto. Por esto le preguntan, “¿Quién te lo ha dicho?”.
El les dice, “Lo he visto yo mismo. Y todavía hay algo más misterioso: vosotros Le habéis matado. Pero parece que la noticia no os ha llegado aún. Tardará un poco. ¡Vosotros mismos Le habéis matado! ¡Está muerto! Pero parece que aún no es el momento adecuado y que he llegado demasiado pronto. Las noticias no han llegado todavía al mercado, pero vosotros sois los que le habéis matado. Debo irme sin daros la noticia; he llegado antes de hora. Las noticias tardarán todavía algún tiempo en llegaros”.
Incluso los rayos del sol se toman su tiempo. Incluso los rayos estelares tardan cierto tiempo en llegar a nosotros. En las nubes salta un rayo y se oye un trueno, pero se tarda cierto tiempo en oírlo desde donde estáis, incluso si lo habéis visto, porque hay una determinada distancia. La luz viaja más deprisa que el sonido. Y cuando hay una tormenta en el cielo verás el relámpago, pero al trueno lo oirás un poco después. Por eso el loco dice, “El ha muerto y vosotros le habéis matado, pero parece que las noticias no os han llegado. Tardarán aún algún tiempo”.
Lleva cierto tiempo el reconocer que un Buda es un Buda. ¡Lleva tiempo! Y se tarda tanto que cuando Buda ha dejado de existir, lo reconocéis; cuando Jesús ya no está, lo reconocéis. Y cuando está presente, no solamente no le reconocéis, sino que si alguien dice quien es, lo negaréis. ¡Lleva tiempo! Esta es una de las tendencias más desafortunadas de la mente humana. Por su culpa nos perdemos mucho.
Hay muchas anécdotas. La gente se acercaba a Buda para preguntarle, “Unos dicen que eres un Iluminado. ¿Lo eres realmente? ¿Has alcanzado lo inalcanzable?”. Si Buda contesta, “Sí, lo he logrado”, dirán que es un egoísta. Si dice, “No lo he alcanzado”, dirán “Ya lo sabíamos”. Si permanece en silencio, dirán que no sabe nada.
Hay cientos y cientos de ejemplos. Pilatos le pregunta a Jesús, “¿Crees verdaderamente que eres el Hijo de Dios? ¿Crees realmente eso?”. Si Jesús contesta, “Sí, soy el Hijo de Dios”, dirán de él que es un loco. Si permanece en silencio, dirán que tiene miedo. Si lo niega, pensarán que “Ya sabíamos que no lo eras”. ¿Qué es pues lo que puede decir un Buda? ¿Qué puede decir un Jesús? Pero si hace veinte o veinticuatro años que ha muerto no puedes ir a preguntarle, “¿Eres un Iluminado? ¿No crees que, en realidad, te estás auto engañando? ¿No te estás engañando a ti mismo?”.
No puedes preguntárselo. En todo este largo período en que está muerto, no puedes preguntárselo. Empiezas a reconocerlo, pero entonces ya es inútil. Este reconocimiento no servirá de nada. Y si viene otro Buda, plantearás de nuevo las mismas cuestiones.
¿Por qué es esto así? Cuando un Buda está presente entre vosotros, se parece a vosotros. Vive como vosotros, come como vosotros, enferma como vosotros, muere como vosotros, por eso pensáis, “Uno que es igual que yo, ¿se ha Iluminado y yo no? Es humillante. Duele profundamente, hiere el ego. Debido a que hiere el ego, debido a que te sientes humillado, le niegas. Cuando niegas, te sientes bien.
Por eso te diré que siempre que estés con alguien que pueda ser un Iluminado, si ves la tendencia de la mente a negar, recuerda esto: por causa de esta tendencia has pasado por alto muchos Budas, y por causa de esta tendencia nunca serás capaz de reconocer a ninguno. Y a menos que reconozcas que algo ha ocurrido en alguien, este algo no te sucederá a ti. Si sigues negando y creyendo que nadie es un Buda, llegarás por último a creer que tú no puedes llegar a ser uno. Si nadie puede llegar a ser uno, ¿cómo vas a serlo tú?
Cuando reconoces la condición de Buda en alguien, en tu interior has reconocido tu propia condición de Buda en el futuro. Reconocer un Buda en el presente es reconocer tu propio futuro, tu propia posibilidad futura, tu propio destino.
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