Oí una vez de un niño y me gustaría que fueras como ese niñito. Era realmente muy inteligente...
Un niño se perdió durante una excursión campestre dominical. Su madre empezó a buscarle desesperadamente y pronto empezó a oír voces de niño que decían, «¡Estrella, Estrella!» .
Divisó al niño y rápidamente lo cogió por los brazos, «¿Por qué me estabas llamando por mi nombre, llamándome Estrella en vez de decirme mamá?», le preguntó, pues el niño nunca la había llamado así.
«No te podía llamar mamá», le dijo el niño, «porque este sitio está lleno de mamás».
Si dices «mamá», hay muchas mamás, las hay en todas partes. Has de llamarla de una forma personal, has de llamarla por su nombre.
A menos que te dirijas a Dios de una forma personal, llamándole por su nombre, nunca se convertirá en una realidad en tu vida. Puedes seguir llamándole «Padre», pero ¿de qué padre estás hablando? Cuando Jesús Le llamaba «Padre», se dirigía a Èl de un modo Personal. Cuando tú le llamas así lo haces de forma absolutamente impersonal. Es cristiana, pero impersonal. Cuando Jesús Le llamaba «Padre» tenía un sentido. Cuando tú le llamas «Padre» carece de sentido, no has establecido contacto alguno, no hay un verdadero contacto con Èl. Solamente la experiencia de la vida, que no es ni creencia ni filosofía, solamente la experiencia de la vida te hará capaz de que te dirijas a Èl personalmente. Entonces podrás encontrarle y a menos que encuentres a Dios, estarás simplemente engañándote a ti mismo con palabras... con palabras vacías, huecas, con palabras carentes de contenido.
Hubo un místico sufí muy famoso, Shaquiq se llamaba. Confiaba en Dios tan tremendamente, tan ciegamente, que vivió solamente de esa confianza.
Jesús les dice a sus discípulos, «Mirad esos lirios del campo, no se afanan y aun así son tan bellos y están tan vivos que ni Salomón en toda su gloria fue tan hermoso». Shaquiq vivía la vida de un lirio. Ha habido muy pocos místicos que han vivido así, pero ha habido gente que sí ha vivido así. La confianza es tan infinita, la confianza es tan absoluta que no hay necesidad de hacer nada. Dios va haciendo las cosas por ti. De hecho, aunque tú las hagas, El las está haciendo, lo único que ocurre es que tú piensas que eres tú el que las haces.
Un día un hombre acudió a Shaquiq acusándole de pereza, de desidia y le pidió que trabajara para él. «Te pagaré de acuerdo a tus servicios», añadió el hombre.
Shaquiq replico, «Aceptaría tu oferta si no fuera por unas cuantas objeciones. Primero, podrías ir a la bancarrota. Segundo, los ladrones podrían robar tus tesoros. Tercero, me des lo que me des, lo harás de mala gana. Cuarto, si descubres fallos en mi trabajo, probablemente me despedirás. Quinto, la muerte podría sobrevenirte y yo perdería la fuente de mi sustento».
«Sucede», dijo Shaquiq «que tengo un verdadero Maestro que carece de tales imperfecciones».
Eso es lo que es la confianza. Ten confianza en la vida y no podrás perder nada. Pero esa confianza no puede venir con el adoctrinamiento, esa confianza no llega a través de la educación, de la prédica, del estudio, del pensar, esa confianza llega tan sólo mediante el vivir la vida a través de sus opuestos, con todas sus contradicciones, con todas sus paradojas. Cuando, a pesar de las paradojas, llegas a un punto de equilibrio, surge la confianza. La confianza es un perfume del equilibrio, la fragancia del equilibrio.
Si realmente deseas llegar a la Verdad, abandona todas tus creencias. No te ayudarán. Una mente que cree es una mente estúpida. Una mente que confía es pura inteligencia. Una mente que cree es una mente mediocre. Una mente que confía se vuelve perfecta. La confianza la hace perfecta.
Y la diferencia entre el creer y el tener fe, confianza, es simple. No te estoy hablando del significado de las palabras en el diccionario. En el diccionario puede que sea así, que el creer sea tener confianza, que el tener confianza sea tener fe, que tener fe quiera decir creer. Yo estoy hablando de la Existencia. En un modo existencial la creencia es algo prestado; la confianza es algo tuyo.
Crees en lo que crees, pero la duda subsiste escondida. El confiar no contiene nada de duda; es simplemente estar vacío de dudas. La creencia crea división en ti. Una parte de tu mente cree y una parte de tu mente niega. La confianza es una unidad de tu ser, de tu totalidad.
Pero ¿cómo puede tu totalidad confiar si nunca la has vivido? El dios de Jesús no te servirá, el dios de mi experiencia no te servirá, el dios de la experiencia de Buda no te servirá; ha de ser tu experiencia. Y si acarreas creencias te encontrarás una y otra vez con experiencias que no encajan con las creencias y entonces surgirá una tendencia de la mente a no creer en esas experiencias, a no darles importancia porque suponen una molestia. Ellas destruyen aquello en lo que crees y tú quieres aferrarte a tus creencias. Entonces, cada vez te irás volviendo más y más ciego a la vida. La creencia se convertirá en una venda para los ojos.
La confianza abre los ojos, la confianza no tiene nada que perder, la confianza significa que aquello que es real, es real, que puedo poner mis deseos y anhelos a un lado, porque no hacen a la realidad diferente, solamente pueden distraer a la mente de la realidad.
Si crees en algo y te encuentras con una experiencia de la cual la creencia dice que no es posible, o, que la experiencia es tal que has de abandonar la creencia, ¿qué es lo que vas a escoger? ¿La creencia o la experiencia? La tendencia de la mente es a escoger la creencia, a olvidarse de la experiencia. Así es como has estado perdiéndote muchas oportunidades cuando Dios ha estado llamando a tu puerta.
Recuerda que no eres solamente tú el que está buscando la Verdad. La Verdad también te está buscando. Muchas veces su mano se ha acercado a ti, casi te ha tocado, pero tú te encogiste. No encajaba con lo que creías y elegiste tu creencia.
Me contaron un chiste judío muy hermoso.
Es un chiste sobre un vampiro que una noche se dirigió a la habitación de Patrick O'Rourke para chuparle la sangre. Acordándose de las historias que su madre le había contado, O'Rourke agarró un crucifijo y lo esgrimió frenéticamente delante la cara del vampiro. El vampiro se detuvo por un instante; meneó su cabeza de modo apesadumbrado, chasqueó su lengua y comentó genialmente en el más puro acento yiddish,«¡Oh vay bubbulla!» significa, «¡Oh no, querido!».
Si el vampiro hubiera sido cristiano, ¡de acuerdo! Puedes enseñarle la cruz, pero si el vampiro es judío, ¿entonces qué? Entonces, !Oh no querido! ¡Te encontraste con el vampiro equivocado!
Si crees en algo determinado y la vida no encaja con ello, ¿qué harás? Puedes seguir esgrimiendo tu crucifijo, pero el vampiro es judío y no hará caso de tu cruz. ¿Qué harás entonces?
La vida es inmensa y las creencias son muy pequeñas, la vida es infinita y las creencias son muy diminutas. La vida nunca encaja con ninguna creencia y si tratas de imponer la vida sobre tus creencias estarás tratando de conseguir lo imposible. Nunca ha sucedido ni nunca sucederá de modo natural. Abandona las creencias y empieza a aprender cómo vivir tus experiencias.
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