sábado, 11 de julio de 2020

EL CONOCIMIENTO


Para que exista el conocimiento se necesita realmente una gran división: el conocedor y lo conocido. Entre los dos, surge el conocimiento. Lo conocido es un requisito para que el conocimiento se dé.

El espacio en el que yo estoy, es absolutamente indiviso e indivisible. No es posible el conocimiento. Así que, para ser exactos, yo no sé nada.

Y me gustaría que tú también llegaras a esta inocente ignorancia, a este estado en que no sabes nada. Porque este estado de ausencia de conocimiento es el más alto estado de sabiduría; no de erudición, ¿oyes?, de sabiduría. Y esta sabiduría no posee contenidos. No es que sepas sobre algo; no hay nada que saber. Simplemente eres. Yo soy, pero no sé quién soy. Todas las identidades han desaparecido; solamente queda detrás un tremendo vacío.

Lo llamo vacío porque tú estás lleno de identidades, si no, sería una absoluta presencia, no una ausencia. Es la presencia de algo, que por su propia naturaleza es un misterio y no puede ser reducido a conocimiento.

Por eso no sé quién soy, pero estoy tremendamente satisfecho de no saberlo. Y todo aquél que ha llegado a la puerta del no-saber, se ha reído de toda la erudición y de toda la estupidez que gira en torno al conocimiento. La erudición, el conocimiento, es algo mediocre. Estar en el estado de ausencia de conocimiento es inteligencia, es consciencia. Y no es acumulativo. A cada momento que aparece, desaparece. No deja ninguna pista tras de sí, ninguna pista existencial. Uno sale de él, puro de nuevo, de nuevo inocente, de nuevo como un niño.

Por esto soy un niño a la orilla del tiempo, coleccionando conchas, piedrecillas de colores. Pero estoy tremendamente satisfecho. No sé quién soy porque yo no soy. Cuando digo que «yo no soy», quiero decir que ese «yo» ha dejado de tener importancia. Empleo la palabra, y obviamente he de usarla y no existe ningún impedimento para ello, pero ha dejado de tener importancia para mi mundo interior. Contigo aún es de utilidad, pero cuando estoy solo, no soy. Cuando estoy contigo, entonces se ha de emplear esa palabra, «yo», como truco para comunicamos, pero cuando estoy solo, «yo» no existo. La soledad está presente, la cualidad de «ser» está presente, pero el «yo» no está ahí. Por eso, ¿quién debería saber? ¿Y qué?

Antes te dije que el contenido había desaparecido, ahora quisiera decirte - pues cuanto más dispuesto y receptivo te encuentras, más cosas puedo decirte - que el continente también ha desaparecido. El continente solamente es significativo en función del contenido; sin el contenido ¿qué significado tiene el continente? Ambos, el contenido y el continente, ya no están ahí. Hay algo, algo tremendo, verdaderamente hay algo, pero no es posible nombrarlo. Sumido en el amor, lo llamas «Bhagwan» y con un profundo respeto yo también lo llamo «Bhagwan».

Yo estoy simplemente aquí, retándote. Si eres suficientemente valeroso como para abrirte a mí, de repente un brote empezará a salir de tu semilla, empezarás a crecer hacia una dimensión desconocida.

Si tú «eres», sigues sufriendo, tu mismo ser es tu aflicción. El infierno no está en ninguna otra parte; el infierno es el estado de confinamiento, el infierno es el estado de aflicción que se da cuando vives en el «yo». Vivir con el ego es vivir en el infierno.

Una vez que decides ser un discípulo, entras en otro mundo, en un mundo totalmente distinto, del corazón, del amor, de la confianza. Entonces es un juego. No eres serio, pero sí eres muy sincero. Nunca confundas seriedad con sinceridad. La sinceridad es muy juguetona, nunca es seria. Es auténtica, verdadera, pero nunca seria. La sinceridad no tiene una cara alargada; está hirviendo de alegría, radiando de gozo interior.

No me interesa si eres un judío, un hindú, un cristiano o un musulmán. Para mí, ese tipo de cosas son pura estupidez. No te estoy enseñando ninguna religión. Todo mi esfuerzo, o todo mi juego aquí, es que te hagas consciente de la realidad tal cual es, es hacerte consciente del hecho, sin proporcionarte ninguna fantasía en torno a ello; el hacerte consciente de la verdad. sin darte teoría alguna sobre ella. No soy un teórico, no soy un teólogo, de hecho, la teología ha acabado con Dios y el que haya tantas religiones ha creado tal confusión en la mente de la gente que, más que ayudar han sido un veneno y un mal. Más que ayudar a la gente a ser religiosa, han creado la mayor política en nombre de la religión. En nombre de la religión se ha generado gran violencia, conflicto, odio.

Para mí, la religión simplemente significa la dimensión del amor. Estoy aquí para mostrarte la belleza de la vida, la grandiosidad que te rodea. Desde esa misma grandeza tendrás los primeros destellos de Dios.


Estoy aquí para seducirte y que te enamores de la vida, para ayudarte a que te vuelvas algo más poético, para ayudarte a morir para lo mundano y lo ordinario de forma que lo extraordinario explosione en tu vida. Pero solamente será posible si decides ser un discípulo.

Este mundo al completo es una broma cósmica. Si tratas de comprenderlo, te lo perderás... por eso los filósofos siempre se lo pierden. Han estado tratando de resolverlo, han estado tratando de buscar pistas. No hay pistas. Es puro misterio. No hay llaves ni cerraduras. Es accesible si tú eres accesible. Pero una mente que anhela comprenderlo se pone tensa y se vuelve inasequible.

No trates de entender la vida. ¡Vívela! No trates de entender el amor. Enamórate. Entonces sabrás, y ese saber surgirá de tu experiencia. Ese saber nunca destruirá el misterio; cuanto más sepas, más sabrás que hay mucho más que está ahí para ser conocido. La vida no es un problema. Considerarla como un problema es dar un paso equivocado. Es un misterio para ser vivido, amado, experimentado.

En realidad, la mente que anda siempre en busca de explicaciones, es una mente asustada. Debido a que tiene mucho miedo quiere que todo tenga una explicación. No puede sumergirse en nada si antes no le ha sido explicado. Con las explicaciones siente que el territorio le es familiar, que ahora conoce su geografía; que ahora puede desplazarse con un mapa y la guía de viaje y un esquema. Nunca se encuentra dispuesta a adentrarse en un territorio desconocido; no cartografiado, sin un mapa, sin una guía. Pero la vida es así. Y los mapas no son posibles porque la vida cambia y cambia. A cada momento es nueva. No hay nada viejo bajo el sol, te lo aseguro. Todo es nuevo. Hay un tremendo dinamismo, un movimiento absoluto. Solamente es permanente el cambio, solamente el cambio nunca cambia; todo lo demás va cambiando.

Por esto no puedes tener un mapa. Cuando tienes el mapa listo, está ya anticuado. Cuando el mapa está listo, ya no sirve. La vida ha cambiado su rumbo. La vida ha empezado a jugar un nuevo juego. No puedes habértelas con la vida con mapas, porque la vida no es medible. Y no puedes habértelas con la vida con guías de viaje porque las guías de viaje solamente son posibles cuando las cosas están estancadas. La vida no está estancada, es un proceso, es una dinámica. No puedes tener un mapa de ella. No es medible; es un misterio inmensurable. No busques explicaciones.

Y a esto yo lo llamo madurez mental: cuando alguien llega al punto de contemplar la vida sin ninguna pregunta. Y simplemente se sumerge en ella con valor y sin miedo.

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