Hay unas pocas cosas muy fundamentales que se deben entender.
Primera, un hombre y una mujer son, por un lado, mitades del otro, y por el otro lado, polaridades opuestas. El hecho de ser opuestos hace que se atraigan. Cuanto más separados estén, más profunda será la atracción; cuanto más diferentes sean, más grande será el encanto, la belleza y la atracción. Pero ahí radica todo el problema.
Cuando se acercan, quieren acercarse más, quieren fundirse en el otro, quieren convertirse en uno, en un todo armonioso... pero toda su atracción depende de la oposición, y la armonía dependerá de disolver dicha oposición.
A menos que una relación amorosa sea muy consciente, va a crear mucha angustia y problemas.
Todos los amantes tienen problemas... El problema no es personal; radica, en la misma naturaleza de las cosas.
Lo
llaman
enamorarse.
No
pueden
aportar
razón
alguna
que
explique
una
atracción
tan
tremenda
hacia
el
otro.
Ni
siquiera
son
conscientes
de
las
causas
subyacentes;
y
por
eso
suceden
cosas
extrañas:
los
amantes
más
felices
son
aquellos
que
jamás
se
encuentran.
En
cuanto
lo
hacen,
la
misma
oposición
que
creó
la
atracción
se
convierte
en
un
conflicto.
En
cada
cosa
pequeña
sus
actitudes
y
enfoques
son
diferentes.
Aunque
hablan
el
mismo
idioma,
son
incapaces
de
entenderse.
El
modo
en
que
un
hombre
observa
el
mundo
es
distinto
del
de
una
mujer.
Por ejemplo, un hombre está interesado en cosas lejanas... en el futuro de la humanidad, en las estrellas distantes, en si hay seres vivos en otros planetas. Una mujer simplemente ríe entre dientes ante esas tonterías. A ella solo le interesa un círculo muy pequeño y cerrado: los vecinos, la familia, quién engaña a su esposa, qué esposa se ha enamorado del chofer. Su interés es muy local y muy humano. No le preocupa la reencarnación; tampoco le preocupa la vida después de la muerte.
Su
preocupación
es
más pragmática.
Le
preocupa
el
presente,
el
aquí y
el
ahora.
El hombre jamás está en el aquí y el ahora. Siempre se encuentra en alguna otra parte.
Si ambas partes son conscientes del hecho de que se trata de un encuentro de opuestos, de que no hay necesidad de convertirlo en un conflicto, entonces es una gran oportunidad para entender el punto de vista totalmente opuesto y asimilarlo. En ese caso, la vida de un hombre y una mujer, juntos, puede transformarse en una hermosa armonía. De lo contrario, es una pelea constante. Hay descansos... no se puede mantener una pelea durante veinticuatro horas al día; también hace falta descansar para prepararse para una nueva pelea. Sin embargo, uno de los fenómenos más extraños es que durante miles de años los hombres y las mujeres han estado viviendo juntos, y aun así son extraños. Siguen teniendo hijos, pero continúan siendo extraños.
Los
enfoques
femenino
y
masculino
son
tan
opuestos
entre
sí
que
a
menos
que
se
realice
un
esfuerzo
consciente,
a
menos
que
se
convierta
en
vuestra
meditación,
no
existe
esperanza
de
disfrutar
de
una
vida
apacible.
La mujer piensa intuitivamente, el hombre intelectualmente, lo que impide el encuentro. La mujer simplemente llega a conclusiones sin ningún proceso de pensamiento y el hombre avanza paso a paso para alcanzar una conclusión.
El hombre se esfuerza por llegar a una conclusión, mientras que la mujer simplemente la saca. Posee una sensación intuitiva.
Por
ello
no
se
puede
engañar
a
una
mujer,
en
especial
a
vuestra
esposa.
Resulta
imposible;
nadie
ha
sido
jamás
capaz
de
lograrlo, de
inmediato
os
descubrirá,
porque
el
modo
en
que
la
mujer
ve
no
se
parece
al
modo
en
que
veis
vosotros.
Ella
entra
por
la
puerta
de
atrás,
¡mientras
que
vosotros
ni
siquiera
sabéis
que
tenéis
una
puerta
trasera.
Distribuís
todo ante la
puerta
delantera,
y
ella
entra
por
la
de
atrás
y
conoce todos los
detalles.
El marido llega a casa preparado. Qué va a decir, cómo va a responder... lo repasa todo, y en cuanto mira a la mujer todos los ensayos se desvanecen y se comporta como un niño tartamudo. Incluso una gran persona como Napoleón le tenía mucho miedo a las mujeres. Temía a su propia esposa, porque lo descubrirá de inmediato.
La mente del hombre sigue un curso zigzagueante, la de la mujer un curso recto como una flecha. Ella no escucha lo que decís, sino que os mira a los ojos. Presta atención al modo en que decís las cosas. Percibe vuestra mano temblorosa, ve que vuestros ojos intentan evitarla. No escucha lo que estáis diciendo; eso es irrelevante... sabe que se trata de una historia que habéis logrado inventar de camino del bar a casa. Sin embargo, está más sincronizada con vuestro lenguaje corporal. Y este es más auténtico, porque aún no podéis controlarlo y engañar con él.
El
hombre
es
capaz
de
abordar
cualquier
problema
de
un
modo
intelectual.
Le
tiene
miedo
a
la
mujer
porque
el
modo
en
que
ella
aborda
un
problema
es
muy
intuitivo,
instintivo.
Ninguna
mujer
es
intelectual,
inteligente,
desde
luego,
pero
no
intelectual.
La
inteligencia
del
hombre
es
de
un
tipo,
y
la
inteligencia
de
la
mujer
es
de
un
tipo
totalmente
diferente.
La
inteligencia
del
hombre
es
la
esencia
de
su
intelecto,
y
la
inteligencia
de
la mujer
nace
de
su
poder
intuitivo.
No
hay
un
punto
intermedio
donde
puedan
encontrarse…
no
existe
posibilidad
para
ello.
Son
polos
opuestos,
por
eso
se
sienten
tan
atraídos
entre
sí.
Debido a que no pueden comprenderse existe misterio entre ellos; ese misterio posee un gran atractivo.
De hecho, podéis amar a una mujer toda vuestra vida, pero jamás seréis capaces de entenderla. Seguirá siendo un misterio, impredecible; vive más a través de los estados de ánimo que de los pensamientos, es más parecida al clima y menos a un mecanismo. Amad a una mujer y lo sabréis. Por la mañana hay nubes y ella está triste, y, de inmediato, no ha sucedido nada en particular y las nubes han desaparecido y una vez más luce el sol y ella canta. ¡Increíble para un hombre!
¿Qué tonterías pasan por una mujer? Sí, son tonterías porque, para un hombre, las cosas deberían tener una explicación racional.
«¿Por
qué
estás
triste?».
Una
mujer
simplemente
responde:
«Me
siento
triste».
A
un
hombre
le
resulta
imposible
entenderlo.
Ha
de
haber
alguna
razón
para
estar
triste.
¿Solo
estar
triste?
«¿Por
qué
estás
feliz?».
Una
mujer
simplemente
contesta
que
se
siente
feliz.
Vive
a
través
de
estados
de
ánimo.
Por supuesto, a un hombre le resulta difícil vivir con una mujer... porque si las cosas son racionales, se pueden manejar. Si son irracionales, si surgen de la nada, resultan muy difíciles de manejar. Ningún hombre ha sido jamás capaz de manejar a una mujer. Al final termina por rendirse; abandona todo el esfuerzo de manejarlo.
El hombre es más argumentativo. Esto han aprendido las mujeres: si siguen hasta el fin de la discusión, él ganará. De modo que no discuten, pelean. Se enfadan y lo que no pueden hacer mediante la lógica lo hacen a través de la furia. Lo sustituyen todo por la ira y, desde luego, el hombre que piensa que no tiene sentido tomarse tantas molestias por algo tan insignificante, termina por estar de acuerdo con ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario