La masculinidad puede tener dos direcciones, igual que le sucede a la feminidad. La mente masculina puede ser agresiva, violenta, destructiva... esa es solo una de las posibilidades; los hombres han intentado eso, y como resultado la humanidad ha sufrido mucho. Y cuando los hombres prueban ese aspecto negativo de la masculinidad, de forma natural las mujeres comienzan a adoptar la feminidad negativa, con el fin de no separarse de los hombres. De lo contrario, el abismo sería demasiado -grande, insalvable. Cuando la feminidad es negativa, es inactividad, letargo, indiferencia. El hombre negativo únicamente puede tener un puente con una mujer negativa.
La masculinidad positiva es iniciativa, creatividad, aventura. Son las mismas energías, pero moviéndose en un plano diferente. La mente negativa masculina se vuelve destructiva, la mente positiva masculina se vuelve creativa. La destructividad y la creatividad no son dos cosas, sino dos aspectos de una energía. La misma energía puede tornarse en agresión y en iniciativa.
Cuando la agresión es iniciativa, posee una belleza propia. Cuando la violencia se transforma en aventura, en exploración, exploración de lo nuevo, de lo desconocido, tiene un beneficio tremendo. Y lo mismo sucede con lo femenino. La inactividad es negativa, la receptividad es positiva. Se parecen, tienen un aspecto muy similar. Os harán falta ojos muy penetrantes para ver la diferencia entre lo inactivo y lo receptivo. La inactividad es, sencillamente, aburrimiento, muerte, desesperanza. No hay nada que esperar, nunca va asuceder nada. Es caer en un letargo, en una especie de indiferencia. Lo receptivo es una bienvenida, es una espera, tiene una plegaria en su interior. La receptividad es un anfitrión,la receptividad es un útero.
La indiferencia y el letargo son venenos. Pero lo mismo que se vuelve indiferencia puede transformarse en desapego, y entonces posee un sabor por completo diferente.
La indiferencia se parece al desapego, pero no lo es; la indiferencia es, sencillamente, falta de interés. El desapego no es la ausencia de interés... el desapego es el interés absoluto, un interés tremendo, pero aún con la capacidad de no aferrarse. Disfrutad del momento mientras está ahí, y cuando el momento comience a desaparecer, como todo está destinado a desaparecer, dejadlo ir. Eso es desapego.
Un
hombre,
para
ser
realmente
masculino,
ha
de
ser
aventurero,
creativo,
ha
de
ser capaz
de
tomar
tantas
iniciativas
en
la
vida
como
le
sea
posible.
La
mujer,
para
ser
de
verdad
una
mujer,
ha
de
ser
un
estanque
de
energía
detrás
del
hombre,
para
que
la
aventura
pueda
disponer
de
tanta
energía
como
sea
posible.
La
energía
será
necesaria
para
que
la
aventura
pueda
tener
cierta
inspiración,
cierta
poesía,
de
modo
que
el
alma
aventurera
pueda
relajarse
en
la
mujer
y
verse
rellenada
con
vida,
rejuvenecida.
El hombre y la mujer, juntos, moviéndose de manera positiva, son un todo. Y la verdadera pareja -y hay muy pocas parejas verdaderas- es una en la que cada uno se ha unido con el otro de una forma positiva.
Si el poeta sabe que la mujer está detrás de él, apoyándolo, su poesía puede alcanzar grandes alturas. Si el hombre sabe que la mujer está siempre con él, posee una gran fortaleza; puede lanzarse a cualquier aventura. En cuanto siente que la mujer no está con él, se le agota la energía. En ese momento solo le quedan sueños; pero son impotentes… carecen de energía, no se pueden llevar a cabo. El factor de realización es la mujer. El factor de soñar es el hombre.
En la búsqueda de Dios, o de la verdad, el hombre ha de conducir y la mujer ha de seguir. En vuestro interior el animus ha de convertirse en maestro y el anima en discípulo...y recordad, ajenos a que seáis hombre o mujer.
La mujer es inactiva. El hombre es dinámico. Por eso veis a las mujeres con aspecto apacible y a los hombres con aspecto inquieto. Incluso cuando erais bebés, bebés pequeños, la diferencia estaba ahí. El niño bebé es muy inquieto, intenta agarrar esto, agarrar lo otro, trata de llegar a alguna parte; es un incordio. Y la niña bebé jamás es un incordio; se sienta abrazando en silencio a su muñeca. Un tremendo reposo... El principio del reposo es la mujer y el principio de la inquietud es el hombre, de ahí las redondeces y la belleza de una mujer y el estado constantemente febril de un hombre.
Pero
para
crecer
necesitaréis
el
principio
de
la
inquietud
en
vosotros,
porque
el crecimiento
significa
cambio.
La
mujer
es
básicamente
ortodoxa,
el
hombre
básicamente
es
poco
convencional.
La
mujer
siempre
apoya
el
statu
quo,
y
el
hombre
ya
está
dispuesto
a
ir
en
pos
de
cualquier
estúpida
revolución.
Apoya
cualquier
cosa
en
cambio.
Que
sea
un
cambio
para
bien
o
para
mal
es de
poca
importancia.
«El
cambio
es
bueno».
La mujer siempre es partidaria de lo viejo, de lo establecido, sin importar que sea bueno o malo. «Como siempre ha sido así, ha de ser así».
El desarrollo requiere que en vosotros se funda el principio del estancamiento. Si la mujer que hay en vosotros está helada, debe fundirse para que podáis convertiros en río. Pero el río también necesita el apoyo de las riberas... que son estáticas, no lo olvidéis. Si el río careciera de riberas, jamás llegaría hasta el océano. Y si el río estuviera helado, jamás llegaría hasta el océano. De modo que el río ha de derretirse, convertirse en agua, y aun así requerirá el apoyo de las riberas, que son estáticas.
Lo repito: el hombre ha de ser masculino y la mujer ha de ser femenina, pero de un modo positivo. Entonces estar juntos es una meditación, realmente es una gran aventura.
Entonces
estar
juntos
aporta
sorpresas
nuevas
cada
día.
Entonces
la
vida
es
una
danza
entre
esas
dos
polaridades,
que
se
ayudan
y
se
nutren.
El hombre solo no será capaz de llegar muy lejos. La mujer sola simplemente será un estanque de energía sin posibilidad alguna de movimiento dinámico. Cuando ambos están juntos son complementarios. Ninguno está por encima del otro. Los complementarios jamás están arriba o abajo, son iguales. Ni el hombre ni la mujer están arriba, son complementarios. Juntos conforman un todo y juntos pueden crear algo sagrado que no resulta posible para ninguno por separado.
Sed totales. Reclamad aquello que os ha sido negado por la sociedad; no temáis hacerlo. No temáis... si sois hombre, no temáis ser mujer a veces.
Alguien ha muerto; no podéis llorar porque sois hombres y las lágrimas solo son para las mujeres. Qué cosas tan hermosas son las lágrimas... negadas a los hombres. Entonces el hombre se vuelve más y más duro, violento, ansioso. Entonces no es de extrañar que nazcan personas como Adolfo Hitler. Un hombre cuyas lágrimas han desaparecido está destinado a convertirse en Adolfo Hitler un día cualquiera. Está destinado a convertirse en Gengis Kan, cuyas lágrimas han desaparecido. Entonces será incapaz de sentir simpatía; se volverá tan duro que no será capaz de sentir lo que le está haciendo a la gente. Hitler matóa millones sin el más leve remordimiento de consciencia. Es realmente el hombre; la mujer ha desaparecido por completo... la compasión, el amor, todo ha desaparecido. Las lágrimas han desaparecido.
Me
gustaría
que
los
hombres
también
pudieran
llorar
como
las
mujeres.
Dejad
que
las lágrimas
fluyan,
os
suavizarán
los
corazones.
Os
harán
más
líquidos
y
fluidos.
Derretirán
la
estructura
de
vuestra
ventana
y
os
permitirán
disponer
de
un
cielo
más
grande.
A las mujeres no se les permite reír estruendosamente, va contra la gracilidad femenina. ¡Qué tontería! Si no podéis reír con intensidad, os perdéis mucho. La risa debe surgir del vientre. La risa debe ser tan hilarante como para sacudir todo el cuerpo. No debería ser embriagadora. Pero las mujeres sonríen; no ríen. Una risa estruendosa es tan poco femenina. Entonces las damas llevan una vida febril. Poco a poco se vuelven más oníricas, irreales, poco auténticas.
No os volváis damas y caballeros. Volveos completos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario