sábado, 3 de abril de 2021

LO INACTIVO Y LO RECEPTIVO

 


 La masculinidad puede tener dos direcciones, igual que le sucede a la feminidad. La mente masculina puede ser agresiva, violenta, destructiva... esa es solo una de las posibilidades; los hombres han intentado eso, y como resultado la humanidad ha sufrido mucho. Y cuando los hombres prueban ese aspecto negativo de la masculinidad, de forma natural las mujeres comienzan a adoptar la feminidad negativa, con el fin de no separarse de los hombres. De lo contrario, el abismo sería demasiado -grande, insalvable. Cuando la feminidad es negativa, es inactividad, letargo, indiferencia. El hombre negativo únicamente puede tener un puente con una mujer negativa.

La masculinidad positiva es iniciativa, creatividad, aventura. Son las mismas energías, pero moviéndose en un plano diferente. La mente negativa masculina se vuelve destructiva, la mente positiva masculina se vuelve creativa. La destructividad y la creatividad no son dos cosas, sino dos aspectos de una energía. La misma energía puede tornarse en agresión y en iniciativa.

Cuando la agresión es iniciativa, posee una belleza propia. Cuando la violencia se transforma en aventura, en exploración, exploración de lo nuevo, de lo desconocido, tiene un beneficio tremendo. Y lo mismo sucede con lo femenino. La inactividad es negativa, la receptividad es positiva. Se parecen, tienen un aspecto muy similar. Os harán falta ojos muy penetrantes para ver la diferencia entre lo inactivo y lo receptivo. La inactividad es, sencillamente, aburrimiento, muerte, desesperanza. No hay nada que esperar, nunca va asuceder nada. Es caer en un letargo, en una especie de indiferencia. Lo receptivo es una bienvenida, es una espera, tiene una plegaria en su interior. La receptividad es un anfitrión,la receptividad es un útero.

La indiferencia y el letargo son venenos. Pero lo mismo que se vuelve indiferencia puede transformarse en desapego, y entonces posee un sabor por completo diferente.

La indiferencia se parece al desapego, pero no lo es; la indiferencia es, sencillamente, falta de interés. El desapego no es la ausencia de interés... el desapego es el interés absoluto, un interés tremendo, pero aún con la capacidad de no aferrarse. Disfrutad del momento mientras está ahí, y cuando el momento comience a desaparecer, como todo está destinado a desaparecer, dejadlo ir. Eso es desapego.

Un hombre, para ser realmente masculino, ha de ser aventurero, creativo, ha de ser capaz de tomar tantas iniciativas en la vida como le sea posible. La mujer, para ser de verdad una mujer, ha de ser un estanque de energía detrás del hombre, para que la aventura pueda disponer de tanta energía como sea posible. La energía será necesaria para que la aventura pueda tener cierta inspiración, cierta poesía, de modo que el alma aventurera pueda relajarse en la mujer y verse rellenada con vida, rejuvenecida.

El hombre y la mujer, juntos, moviéndose de manera positiva, son un todo. Y la verdadera pareja -y hay muy pocas parejas verdaderas- es una en la que cada uno se ha unido con el otro de una forma positiva.

Si el poeta sabe que la mujer está detrás de él, apoyándolo, su poesía puede alcanzar grandes alturas. Si el hombre sabe que la mujer está siempre con él, posee una gran fortaleza; puede lanzarse a cualquier aventura. En cuanto siente que la mujer no está con él, se le agota la energía. En ese momento solo le quedan sueños; pero son impotentes… carecen de energía, no se pueden llevar a cabo. El factor de realización es la mujer. El factor de soñar es el hombre.

En la búsqueda de Dios, o de la verdad, el hombre ha de conducir y la mujer ha de seguir. En vuestro interior el animus ha de convertirse en maestro y el anima en discípulo...y recordad, ajenos a que seáis hombre o mujer.

 

La mujer es inactiva. El hombre es dinámico. Por eso veis a las mujeres con aspecto apacible y a los hombres con aspecto inquieto. Incluso cuando erais bebés, bebés pequeños, la diferencia estaba ahí. El niño bebé es muy inquieto, intenta agarrar esto, agarrar lo otro, trata de llegar a alguna parte; es un incordio. Y la niña bebé jamás es un incordio; se sienta abrazando en silencio a su muñeca. Un tremendo reposo... El principio del reposo es la mujer y el principio de la inquietud es el hombre, de ahí las redondeces y la belleza de una mujer y el estado constantemente febril de un hombre.

Pero para crecer necesitaréis el principio de la inquietud en vosotros, porque el crecimiento significa cambio. La mujer es básicamente ortodoxa, el hombre básicamente es poco convencional. La mujer siempre apoya el statu quo, y el hombre ya está dispuesto a ir en pos de cualquier estúpida revolución. Apoya cualquier cosa en cambio. Que sea un cambio para bien o para mal es de poca importancia. «El cambio es bueno».

La mujer siempre es partidaria de lo viejo, de lo establecido, sin importar que sea bueno o malo. «Como siempre ha sido así, ha de ser así».

El desarrollo requiere que en vosotros se funda el principio del estancamiento. Si la mujer que hay en vosotros está helada, debe fundirse para que podáis convertiros en río. Pero el río también necesita el apoyo de las riberas... que son estáticas, no lo olvidéis. Si el río careciera de riberas, jamás llegaría hasta el océano. Y si el río estuviera helado, jamás llegaría hasta el océano. De modo que el río ha de derretirse, convertirse en agua, y aun así requerirá el apoyo de las riberas, que son estáticas.


Lo repito: el hombre ha de ser masculino y la mujer ha de ser femenina, pero de un modo positivo. Entonces estar juntos es una meditación, realmente es una gran aventura.


Entonces
estar juntos aporta sorpresas nuevas cada día. Entonces la vida es una danza entre esas dos polaridades, que se ayudan y se nutren.

El hombre solo no será capaz de llegar muy lejos. La mujer sola simplemente será un estanque de energía sin posibilidad alguna de movimiento dinámico. Cuando ambos están juntos son complementarios. Ninguno está por encima del otro. Los complementarios jamás están arriba o abajo, son iguales. Ni el hombre ni la mujer están arriba, son complementarios. Juntos conforman un todo y juntos pueden crear algo sagrado que no resulta posible para ninguno por separado.

Sed totales. Reclamad aquello que os ha sido negado por la sociedad; no temáis hacerlo. No temáis... si sois hombre, no temáis ser mujer a veces.

Alguien ha muerto; no podéis llorar porque sois hombres y las lágrimas solo son para las mujeres. Qué cosas tan hermosas son las lágrimas... negadas a los hombres. Entonces el hombre se vuelve más y más duro, violento, ansioso. Entonces no es de extrañar que nazcan personas como Adolfo Hitler. Un hombre cuyas lágrimas han desaparecido está destinado a convertirse en Adolfo Hitler un día cualquiera. Está destinado a convertirse en Gengis Kan, cuyas lágrimas han desaparecido. Entonces será incapaz de sentir simpatía; se volverá tan duro que no será capaz de sentir lo que le está haciendo a la gente. Hitler matóa millones sin el más leve remordimiento de consciencia. Es realmente el hombre; la mujer ha desaparecido por completo... la compasión, el amor, todo ha desaparecido. Las lágrimas han desaparecido.


Me gustaría que los hombres también pudieran llorar como las mujeres. Dejad que las lágrimas fluyan, os suavizarán los corazones. Os harán más líquidos y fluidos. Derretirán la estructura de vuestra ventana y os permitirán disponer de un cielo más grande.

A las mujeres no se les permite reír estruendosamente, va contra la gracilidad femenina. ¡Qué tontería! Si no podéis reír con intensidad, os perdéis mucho. La risa debe surgir del vientre. La risa debe ser tan hilarante como para sacudir todo el cuerpo. No debería ser embriagadora. Pero las mujeres sonríen; no ríen. Una risa estruendosa es tan poco femenina. Entonces las damas llevan una vida febril. Poco a poco se vuelven más oníricas, irreales, poco auténticas.

No os volváis damas y caballeros. Volveos completos.

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