sábado, 19 de junio de 2021

NO APEGADO A NADA


 «El amor es lo único que te libera del apego. Cuando amas todo, no sientes apego por nada».

«…Tanto el hombre prisionero del amor de una mujer como la mujer prisionera del amor de un hombre son indignos de portar la preciosa corona de la libertad. En cambio, el hombre y la mujer que son uno en el amor, inseparables, indistinguibles, merecen realmente ese premio».

(El Libro de Mirdad, Mikhail Naimi)

El Libro de Mirdad es mi libro preferido. Mirdad es un personaje imaginario, pero cada acto y cada frase de Mirdad son realmente importantes. No se debería leer como una novela, sino como un libro sagrado, quizás el único libro sagrado.

En esta frase puedes vislumbrar algo de la visión de Mirdad, de su conciencia, de su entendimiento. El dice: El amor es lo único que te libera del apego... Pero siempre has oído que el amor es la única atadura. Todas las religiones están de acuerdo en este punto: que el amor es la única atadura.

Yo estoy de acuerdo con Mirdad:

El amor es lo único que te libera del apego. Cuando amas todo, no sientes apego por nada.

De hecho, hay que entender el fenómeno mismo del apego. ¿Por qué te aferras a algo? Porque temes perderlo. Quizás alguien te lo robe. Temes que quizás mañana no puedas disponer de lo que hoy dispones.

¿Quién sabe lo que ocurrirá mañana? Puede ocurrir cualquier cosa con la mujer o el hombre al que amas: podéis acercaros, podéis alejaros. Podéis volver a ser unos extraños o podéis uniros tanto que incluso decir que sois dos sería incorrecto; por supuesto que hay dos cuerpos, pero el corazón es uno solo, y la canción del corazón es una sola, y el éxtasis os rodea a ambos como una nube. Desaparecéis en ese éxtasis: no eres tú, yo no soy yo. El amor se vuelve tan total, el amor es tan grande y abrumador, que no puedes seguir siendo tú; tienes que abandonarte a ti mismo y desaparecer.

En esa desaparición, ¿quién va a estar apegado y a quién? Todo es. Cuando el amor florece completamente, todo simplemente es. No surge el miedo al mañana y, por tanto, no hay lugar para el apego, la dependencia, el matrimonio o cualquier clase de contrato, de atadura.

¿Qué son vuestros matrimonios sino contratos de negocios? «Nos comprometemos el uno con el otro delante de un juez». ¡Estáis insultando al amor! Estáis rigiéndoos por la ley, que es lo más bajo y más feo que existe. Cuando llevas el amor al juzgado estás cometiendo un crimen que no tiene perdón. Te comprometes delante del juez en el juzgado: «Queremos casarnos y permaneceremos casados. Lo prometemos ante la ley: no nos separaremos y no nos engañaremos». ¿No crees que es un gran insulto al amor? ¿No estás anteponiendo la ley al amor?

La ley es para los que no conocen el amor. La ley es para los ciegos, no para los que tienen ojos. La ley es para los que han olvidado el lenguaje del corazón y sólo conocen el lenguaje de la mente. La frase de Mirdad es tan valiosa que debería ser entendida profundamente; no sólo intelectualmente, no sólo emocionalmente, sino en todos los aspectos. Todo tu ser debe embeberse de ella.

El amor es lo único que te libera del apego..., porque cuando amas no puedes siquiera pensar en otra cosa. Cuando amas todo no estás apegado a nada. Cada momento llega con nuevo esplendor, nueva gloria, nuevas canciones; cada momento te proporciona nuevos bailes que bailar Puede que cambie la pareja, pero el amor permanece.

El apego es el deseo de que nunca cambie la pareja. Por eso te comprometiste ante el juez, ante la sociedad..., meras formalidades absurdas. Pero si te opones a esas formalidades, perderás respeto y honor ante las personas entre las que tienes que vivir.

El amor no conoce el apego, porque el amor desconoce la posibilidad de perder la dignidad.

El amor es el honor mismo, la respetabilidad misma; no puedes hacer nada en su contra. No estoy diciendo que no puedan cambiar las parejas; eso no importa: si cambian las parejas pero permanece el amor, fluyendo como un río, entonces el mundo tendrá mucho más amor del que hay hoy en día.

Hoy en día es como un grifo: gota a gota. No es capaz de saciar la sed de nadie.
El amor necesita ser oceánico, no un goteo, un goteo del grifo de una fuente pública. Todas las bodas son públicas.

El amor es universal. El amor no invita sólo a unas cuantas personas a la celebración; el amor invita al sol y a las estrellas, a las flores y a los pájaros. Toda la existencia en bienvenida en la celebración.

El amor no necesita nada más. Una noche repleta de estrellas. ¿Qué más puedes pedir? Sólo unos cuantos amigos... Además, todo el universo es amistoso. Nunca me he topado con un árbol que estuviera en contra mía. He estado en muchas montañas pero nunca me he encontrado con una montaña enemiga. Toda la existencia es muy amistosa.

Una vez que florece tu comprensión del amor, no hay lugar para el apego. Puedes seguir cambiando de pareja, pero eso no significa que estés abandonando a nadie. Puede que vuelvas otra vez con la misma pareja; no hay lugar para los prejuicios.

El hombre debería verse a mismo como un niño que juega en la playa a recoger conchas, piedras de colores, y disfrutando muchísimo, como si hubiera encontrado un gran tesoro. Si una persona puede disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, podrá vivir en libertad y dejará a los demás vivir en libertad; el mundo se podrá convertir en una nueva clase de mundo. Entonces tendrá el don de la belleza, de la delicadeza; será muy luminoso y cada corazón arderá. Y una vez que conoces el fuego, las llamas siguen aumentando. Las llamas del amor crecen como crecen los árboles; las llamas del amor dan flores y frutos, como hacen los árboles.

Pero lo que consideras amor no es amor Por eso ocurren tantas experiencias extrañas.

Una persona te dice: «¡Qué guapa eres! Te quiero mucho, no hay otra mujer como en todo el universo». Pero nunca contestas: «No puedes decir esas cosas porque no conoces a todas las mujeres del universo.». Cuando uno dice esas frases bonitas se olvida por completo de lo irracionales que son.

La gente aprende estas cosas en las películas, en las novelas; pero todos esos diálogos no significan nada.

Más adelante Mirdad dice:

«… Tanto el hombre prisionero del amor de una mujer como la mujer prisionera del amor de un hombre son indignos de portar la preciosa corona de la libertad».

En el momento en que el amor se convierte en apego, se convierte en una relación. En el momento en que el amor exige se convierte en una prisión. Ha destruido tu libertad; ya no puedes volar por el cielo, estás enjaulado. Entonces uno piensa...; en especial, yo pienso. La gente piensa sobre que qué hago solo en habitación. Y yo pienso sobre ellos: ¿Qué hacen estos dos que siguen juntos? al menos, me encuentro cómodo. Si hay alguien más, empieza el problema; algo va a pasar. Si hay otra persona, ya no se puede estar en silencio: el otro te preguntará algo, te dirá algo, hará algo o te forzará a ti a hacer algo. Es más, si la misma persona continúa día tras día...

He vivido con mucha gente, en distintos lugares. Siempre me ha sorprendido una cosa: ¿Por qué la gente tiene tantas ganas de crearle problemas a los demás? Si no estás casado, se preocupan: «¿Por qué no te casas?», como si el matrimonio fuera una ley universal que todo el mundo tuviera que seguir.

Torturado por todo el mundo, uno piensa que es mejor casarse; así, al menos, la gente dejará de torturarte. Pero te equivocas: una vez que te casas empiezan a
preguntarte:
«¿Cuándo vais a tener niños?».

Ahora, el problema es más difícil. Ya no depende de ti: puede que llegue el niño, puede que no llegue, y llegará a su debido tiempo. Pero la gente te seguirá diciendo... «Una casa sin niños no es un hogar». Es verdad, porque sin niños parece un templo silencioso; con un niño, la casa parece un manicomio. Y con muchos niños los problemas se multiplican.

Yo me he pasado la vida sentado en silencio en mi habitación. No molesto a nadie, nunca le he preguntado a nadie: «Por qué no te has casado? ¿Por qué no has tenido niños?». No creo que sea muy educado preguntar esas cuestiones, hacer esas preguntas; me parece entrometerse en la libertad de los demás.

La gente sigue viviendo con sus parejas, con sus hijos, y dado que cada nuevo miembro que entra en la familia va a incomodar en muchas cosas, te vuelves automáticamente cada vez menos sensible. Oyes menos, ves menos, olfateas menos, saboreas menos.

No estás utilizando todos tus sentidos con intensidad. Por eso cuando alguien se enamora por primera vez te puedes dar cuenta, su rostro resplandece. Lo puedes ver, su manera de andar tiene una nueva frescura, tiene algo de danza; su corbata está correctamente anudada, su ropa está bien planchada. Algo ha ocurrido. Sin embargo, esto no dura mucho. Después de una o dos semanas vuelve el mismo aburrimiento; ves que el polvo se ha empezado a acumular de nuevo.

Ya no hay luz; otra vez se está arrastrando, ya no danza. Las flores siguen floreciendo, pero él no ve ninguna belleza. Las estrellas siguen provocándole, pero él no mira al cielo.

Hay millones de personas que nunca han mirado hacia arriba; sus ojos están pegados a la tierra, como si tuvieran miedo de que se les cayese una estrella encima. Y poca gente desea dormir bajo el cielo estrellado por miedo a la vastedad, a la soledad, a la oscuridad.

Sin embargo, millones de personas continúan, en lo más profundo, sintiendo que se han quedado solas. Si no se hubieran preocupado nunca del amor y del matrimonio... Pero ahora ya no hay nada que hacer. No puedes dar marcha atrás; no puedes estar soltero de nuevo. De hecho, puede que te hayas acostumbrado tanto a la prisión que no quieras abandonarla. Es una especie de seguridad; es confortable aunque sea miserable. La manta está rota, pero es una cama doble; al menos no estás solo en tu infelicidad, alguien la comparte contigo. En realidad, alguien la crea para ti y la creas para él o para ella.

El amor debe proporcionarte libertad, no nuevas cadenas; debe ser un amor que te de alas y te ayude a volar lo más alto posible.

El hombre y la mujer que son uno en el amor, inseparables, indistinguibles merecen realmente ese premio.

El Libro de Mirdad es uno de esos libros que durará eternamente, tanto como el hombre viva sobre la tierra. Pero se ha olvidado completamente al hombre que escribió ese libro. Mirdad no existe, Mirdad es el nombre del héroe. El hombre que escribió el libro... se llamaba Mikhail Naimi, pero da igual su nombre. Lo importante es su libro; es más importante que él mismo. Él mismo estuvo intentando toda su vida volver a escribir algo parecido, pero no lo consiguió. Escribió muchos otros libros, pero el Libro de Mirdad es el Everest. Los otros son pequeñas colinas; no tienen mucha importancia.

Si entendemos el amor como el encuentro de dos almas —no sólo un encuentro sexual, biológico, de hormonas masculinas y femeninas—, entonces te puede dar alas, te puede permitir una gran interiorización en la vida. Y los amantes se pueden convertir por primera vez en amigos.

De la otra manera han sido siempre enemigos disfrazados.

Las religiones, y los llamados santos, que han huido del mundo, cobardes que no pueden afrontar un encuentro con la vida, han envenenado por completo la idea del amor como la única espiritualidad. Han condenado el sexo, y con la condena del sexo han condenado también el amor, porque la gente piensa que sexo y amor son sinónimos. No lo son. El sexo es sólo una mínima parte de tu energía biológica. El amor es todo tu ser; el amor es tu alma.

Tienes que aprender que el sexo es simplemente una necesidad de la sociedad, de la especie, para su propia continuidad; si quieres, puedes participar. En cambio, no puedes evitar el amor. En el momento en que evitas el amor, toda tu creatividad muere y todos tus sentidos se vuelven insensibles; se acumula un montón de polvo a tu alrededor Te conviertes en un muerto viviente.

Sí, respiras, comes, hablas y vas a tu trabajo todos los días, hasta que llega la muerte y te libera del aburrimiento en el que has estado sumido toda tu vida.

Si el sexo es todo lo que tienes, entonces no tienes nada; entonces eres un instrumento de la biología, del universo, destinado a reproducirse. Eres una máquina, una fábrica. Pero si puedes concebir el amor como tu auténtico ser, y el amor a otra persona como una profunda amistad, como una danza entre dos corazones con tal sincronía que casi los convierte en uno, no necesitas otra espiritualidad. Ya la has encontrado. El amor te conduce a la experiencia suprema, llamada Dios, llamada absoluto, llamada verdad. No son más que nombres. En realidad, lo supremo no tiene nombre; es innominado, pero el amor te conduce hacia él.

Si sólo piensas en el sexo y nunca eres consciente del amor, te estás equivocando por completo. El amor da libertad. El amor es libertad.

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