sábado, 2 de abril de 2022

EL AMOR, EL EGO Y LA CONSCIENCIA


El amor se basta a sí mismo, siempre y cuando tu amor no sea el amor ordinario, instintivo y biológico. Si no forma parte de tu ego, si no es un mecanismo del ego para dominar a otra persona —si tu amor es una dicha absoluta, se regocija en el ser de la otra persona sin razón alguna, es pura dicha— la conciencia seguirá a ese amor puro como una sombra. No tienes que preocuparte por la conciencia.

Solo existen dos caminos: o bien eres consciente, en cuyo caso el amor te sigue como una sombra; o eres tan amoroso que la conciencia surge por sí sola. Son dos caras de la misma moneda. No necesitas preocuparte por la otra cara. ¡Limítate a sujetar una de las caras, y la otra no podrá escapar! Será inevitable que esté también la otra cara.

El camino del amor es más fácil, más optimista, inocente, simple.

El camino de la conciencia es un poco arduo. Yo aconsejo el camino de la conciencia a aquellas personas que no pueden amar. Hay personas que no pueden amar, sus corazones se han petrificado. Su educación, su cultura, su sociedad han eliminado toda capacidad de amar, porque este mundo no se rige por el amor, se rige por la astucia. Para tener éxito en este mundo no necesitas amor, necesitas tener un corazón duro y una mente aguda. De hecho, no necesitas en absoluto tener corazón.

En este mundo, las personas de corazón son aplastadas, explotadas, oprimidas. Este mundo está regido por los astutos, los listos, los que no tienen corazón y los crueles. Así que la sociedad está organizada de tal manera que los niños enseguida empiezan a perder su corazón, y su energía se dirige directamente a la cabeza. El corazón se deja a un lado.

Me contaron una antigua parábola del Tíbet que dice que al principio de los tiempos el corazón estaba exactamente en el centro del cuerpo, pero que ahora ya no está en el centro porque no hacían más que echarlo a un lado, fuera del camino. Ahora el pobre está esperando a un lado del camino —-“Si algún día me necesitas, aquí estoy”—, pero no lo alimentan, no lo estimulan. Al contrario, recibe todo tipo de críticas.

Si haces algo y dices: “Lo hice porque era lo que sentía”, todo el mundo se echará a reír: “¿Sentir? ¿Te has vuelto loco? Dime la razón, el motivo de que hagas eso. Sentir no es una razón para hacer nada”.

Incluso cuando te enamoras tienes que encontrar una razón por la que te hayas enamorado: porque la nariz de esa mujer es preciosa, su mirada es muy profunda, su cuerpo está perfectamente proporcionado. Esas no son las razones. Tú no has sumado todas estas razones con tu calculadora antes de decidir que merece la pena enamorarse de esa mujer:

Enamórate de esa mujer; tiene la longitud de nariz adecuada, el tipo de pelo adecuado, el color adecuado, la proporción de cuerpo adecuada. ¿Qué más quieres?”.

Sin embargo, nadie se enamora de ese modo. Te enamoras. Después, para complacer a todos los idiotas que te rodean y demostrarles que no estás loco, lo calculas todo, y solo entonces das el paso. Es un paso razonable, racional y lógico. Nadie escucha a su corazón.

Mientras, la mente no hace más que parlotear; es un parloteo tan constante — bla, bla, bla, bla, bla, bla— que aunque el corazón diga algo, nunca llega a ti. No puede llegar. En el bazar de tu cabeza hay tanto ruido que al corazón le resulta imposible, absolutamente imposible hacerse oír. Poco a poco, el corazón deja de decir cosas. Acostumbrado a ser sistemáticamente desoído, a ser sistemáticamente apartado, se calla.

La cabeza dirige el espectáculo en la sociedad; si no fuera así viviríamos en un mundo totalmente diferente: con más amor, con menos odio, menos guerra, sin ninguna posibilidad de que hubiera armas nucleares. El corazón nunca apoyaría el desarrollo de una tecnología destructiva. El corazón nunca estaría al servicio de la muerte. Es vida: palpita por la vida, late por la vida.

A causa del condicionamiento impuesto por la sociedad, hay que elegir el método de la conciencia, porque la conciencia parece ser muy lógica y racional. Pero si puedes amar, no hace falta que escojas innecesariamente un camino largo y arduo. El amor es el camino más corto, el más natural; tan fácil que puede recorrerlo incluso un niño pequeño. No hace falta entrenamiento. Naces con esa capacidad, no está corrompido por los demás.

No obstante, el amor debería ser puro, no debería ser impuro.

Te sorprenderá saber que la palabra inglesa para amor, love, proviene de una raíz sánscrita con un significado muy negativo. Proviene de lobh. Lobh significa “avaricia”.

Y el amor común es una especie de avaricia. Por eso hay personas que aman el dinero, que aman las casas; hay personas que aman esto, que aman aquello. Aunque amen a una mujer o a un hombre, solo les mueve la avaricia, quieren poseer todo lo bello. Es un ansia de poder. Seguro que conoces parejas que no hacen más que pelearse, y por cosas tan triviales que ambos se sienten avergonzados: “¡Por qué cosas más tontas nos peleamos!”. En los momentos de silencio, cuando están solos, se preguntan: “¿No me habrá poseído un espíritu maligno? ¡Discutir por una cosa tan tonta, tan insignificante!”. Pero no es una cuestión de insignificancia; es una cuestión de quién tiene el poder, de quién se impone, de quién lleva la voz cantante.

El amor no puede existir en esas circunstancias.

Hay una lucha continua para intentar dominar. En esa situación no puede florecer el amor. El hombre está luchando en el mundo por todo tipo de ambiciones. La mujer está luchando contra el hombre porque tiene miedo: él se pasa todo el día fuera de casa. “¿Quién sabe? A lo mejor está teniendo aventuras con otras mujeres.” Está celosa, sospecha; quiere estar segura de que ese hombre está controlado. Así que en casa el hombre está luchando contra su mujer, y fuera él está luchando contra el mundo. ¿Dónde crees que puede florecer la flor del amor?

La flor del amor solo puede florecer cuando no hay ego, cuando no intentas dominar, cuando eres humilde, cuando no estás intentando ser alguien sino que estás dispuesto a no ser nadie. Entonces surgirá la conciencia por sí sola, y esta es la forma más maravillosa, la forma más inocente: un sendero lleno de flores, un sendero que rodea lagos, ríos, bosques y praderas maravillosos.

Si puedes amar fácilmente, olvídate de la conciencia; surgirá por sí sola. Cada paso del amor traerá su propia conciencia. Este amor no significará caer en la trampa del amor, yo lo denomino, elevarse en el amor.

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