sábado, 23 de abril de 2022

EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO

El hombre se distingue entre todas las criaturas por su conocimiento de la muerte y por la risa. El milagro es que eso le permite hacer de la muerte algo nuevo: ¡puede morir riéndose! Y solo si eres capaz de morir riéndote demostrarás que has vivido riéndote. La muerte es la declaración final de toda tu vida; la conclusión, la frase final. Tu muerte, tu forma de morir, reflejará el modo en que has vivido.

Eres capaz de morir riendo? Si puedes significa que fuiste una persona madura. Si mueres llorando, gritando, apegándote, querrá decir que fuiste un niño. No habías crecido, eras inmaduro. Si mueres gritando, llorando y apegándote a la vida, lo único que demostrará es que estuviste evitando la muerte y también estuviste evitando la vida, con todos sus dolores.

Crecer supone enfrentarse a la realidad, afrontar los hechos, sean los que sean. Y permíteme que te lo repita: el dolor no es más que dolor, no conlleva sufrimiento. El sufrimiento surge de tu deseo de que no haya dolor, de la idea de que hay algo malo en el dolor. Contempla, observa y te sorprenderás. Te duele la cabeza; hay dolor pero no hay sufrimiento. El sufrimiento es un fenómeno secundario, el dolor es primario. Te duele la cabeza, tienes un dolor; no es más que un hecho. No lo juzgas. No dices que es bueno o malo. No le das ningún valor, no es más que un hecho.

La rosa es un hecho, y también lo es la espina. El día es un hecho, y también lo es la noche. La cabeza es un hecho, y también lo es el dolor de cabeza. Simplemente te das cuenta de ello.

Buda enseñó a sus discípulos que cuando tuvieran dolor de cabeza solo tenían que decir: “Dolor de cabeza, dolor de cabeza”. Sé consciente de él, pero no juzgues, no digas: “¿Por qué? ¿Por qué tengo este dolor de cabeza? Esto no debería ocurrirme a mí”. En cuanto dices “no debería” estás provocando sufrimiento. De modo que el sufrimiento lo creas tú, no el dolor de cabeza. El sufrimiento es tu interpretación hostil, el sufrimiento es tu negación de la realidad.

En cuanto dices “no debería ser” has empezado a evitarlo, has empezado a alejarte de ello. Te gustaría estar ocupado en algo para poder olvidarte de eso. Pones la radio o la televisión, o te vas a un bar, o empiezas a leer. Te diviertes, te distraes. Si haces eso, no serás testigo de ese dolor; simplemente te distraerás. Ese dolor será absorbido por tu organismo.

Intenta entender profundamente esta clave: si logras ser testigo de tu dolor de cabeza sin adoptar una actitud hostil, sin evitarlo, sin escapar de él; si puedes limitarte a estar ahí, meditativamente ahí —“Dolor de cabeza, dolor de cabeza”—, si consigues limitarte a contemplarlo, el dolor de cabeza desaparecerá cuando llegue el momento. No estoy diciendo que vaya a desaparecer milagrosamente, que por el mero hecho de que lo observes vaya a desaparecer. Desaparecerá cuando llegue su momento. Pero no lo absorberá tu organismo, no envenenará tu organismo. Estará ahí, te darás cuenta de él, y desaparecerá. Será liberado.

Cuando eres testigo de algo que te ocurre, impides que entre en tu organismo. Siempre entra cuando lo evitas, cuando escapas de ello. El dolor solo puede formar parte de tu ser cuando estás ausente; si estás presente, tu propia presencia impedirá que forme parte de tu ser.

Si puedes seguir dándote cuenta de tus dolores, no los acumularás. Pero no te han enseñado la clave adecuada, así que sigues evitándolos. Eso hace que acumules tanto dolor que tienes miedo de enfrentarte a él, tienes miedo de aceptarlo. El crecimiento se vuelve doloroso; esto se debe a un mal condicionamiento. De lo contrario el crecimiento no es doloroso, sino sumamente placentero.

Cuando el árbol crece y se hace grande, ¿crees que siente algún dolor? No siente ningún dolor. Ni siquiera cuando el niño nace, si la madre así lo acepta no habrá dolor. Pero la madre lo rechaza; la madre tiene miedo. Se pone tensa, intenta mantener al niño dentro, y eso no es posible. El niño está preparado para salir al mundo, el niño está preparado para dejar a la madre. Está maduro; el vientre ya no puede contenerlo. Si el vientre lo contiene durante más tiempo, morirá la madre y también morirá el niño. Pero la madre tiene miedo. Ha oído que dar a luz es muy doloroso — dolores de parto, sufrimiento de parto— así que tiene miedo. Y a consecuencia de ese miedo se pone tensa y se cierra.

Para otras mujeres —y en las sociedades primitivas todavía existen ese tipo de mujeres— dar a luz es algo muy simple, que no provoca ningún dolor. Al contrario, te sorprenderá saber que la mujer tiene su mayor éxtasis cuando da a luz; ningún dolor ni ninguna agonía, sino el máximo éxtasis. No hay orgasmo sexual tan satisfactorio y tan intenso como el que experimenta una mujer cuando da a luz a un niño de forma natural. Todo el mecanismo sexual de la mujer palpita como no puede palpitar al hacer el amor. El niño está surgiendo de lo más hondo de la mujer. No hay ningún hombre que pueda penetrar tan hondo a la mujer. Y esa palpitación surge de dentro. Esa palpitación es imprescindible; llega como ondas, grandes oleadas de alegría. Eso será lo único que ayudará al niño a salir, lo único que ayudará a que se abra el paso para que salga el niño. De modo que habrá una gran palpitación y todo el ser sexual de la mujer experimentará una gran alegría.

Sin embargo, lo que le ha ocurrido a la humanidad es justo lo contrario: la mujer experimenta el mayor sufrimiento de su vida. Pero se trata de una creación mental, fruto de una mala educación. El nacimiento físico puede ser natural si lo aceptas, y lo mismo ocurre con tu nacimiento como ser amoroso. El crecimiento significa que naces cada día. El nacimiento no termina el día en que naciste; ese día simplemente empieza, no es más que un comienzo. El día que abandonaste el vientre de tu madre no naciste, simplemente empezaste a nacer; no fue más que el comienzo. Una persona continúa naciendo hasta que muere. No es que nazcas en un momento puntual Tu proceso de nacimiento continúa durante setenta, ochenta, noventa años, tantos años como vivas. Es un continuum.

Todos los días te sentirás dichoso: te saldrán nuevas hojas, nuevos brotes, nuevas flores, nuevas ramas, te elevarás cada vez más y alcanzarás mayor altura. Profundizarás más, te elevarás más; alcanzarás las cumbres. El crecimiento no será doloroso.

En cambio, el crecimiento es doloroso por ti y por tu condicionamiento. Te han enseñado a no crecer; te han enseñado a permanecer estático, te han enseñado a apegarte a lo familiar y a lo conocido. Por eso cada vez que lo conocido se te escapa de las manos empiezas a llorar. Se ha roto un juguete, te han quitado el chupete.

Recuerda: solo hay una cosa que te ayudará, y es la conciencia; nada más. Si no aceptas la vida y el amor con todos sus altibajos, el crecimiento seguirá siendo doloroso. Hay que aceptar el verano y también el invierno. Eso es lo que yo denomino meditación. La meditación es cuando te vacían de todo lo viejo, lo dicho y hecho ya mil veces. Cuando ocurre eso, ves. O más bien, se produce la visión, el nacimiento de lo nuevo. Pero tendrás que sufrir muchos dolores, muchos sufrimientos, porque has vivido en determinada sociedad, en determinada cultura, ya sea hindú, musulmana, cristiana, india, alemana, japonesa. No son más que diferentes formas de evitar el dolor. Has formado parte de una cultura, por eso el crecimiento es doloroso, porque la cultura intenta que no crezcas; quiere que sigas siendo infantil. No te permite avanzar psicológicamente al tiempo que avanzas fisiológicamente.

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