sábado, 9 de diciembre de 2023

MIRAR HACIA ADENTRO

 

Jesús dijo: "Te daré lo que el ojo no ha visto, y lo que el oído no ha escuchado, y lo que la mano no ha tocado, y lo que no ha brotado en el corazón del hombre".

Tus ojos pueden ver aquello que está afuera, pero no pueden ver tu interior, no hay manera. Tus oídos pueden escuchar aquello que está afuera, pero no pueden escuchar tu interior, no hay manera. Están orientados hacia el exterior, todos los sentidos están orientados hacia el exterior. No hay un solo sentido que esté orientado hacia adentro. Así que cuando todos estos sentidos dejan de funcionar, de pronto estás adentro. No hay ningún sentido que se dirija hacia adentro.

Jesús dice: "Te daré lo que el ojo no ha visto...", pero primero hazte solitario. Esto es lo que quiero decir cuando digo sannyasin: un solitario. Primero vuélvete un sannyasin, primero date cuenta de que estás solo y estate tranquilo con esta soledad. No tengas temor. Mas bien disfrútala, mas bien ve su belleza, el silencio, la pureza y la inocencia. La suciedad jamás ha entrado ahí porque nadie ha entrado en ese altar. Ha permanecido eternamente puro, es virgen, nadie ha estado ahí.

Tu virginidad está escondida dentro de ti. Hazte un sannyasin, un solitario, entonces Jesús dice: "Te daré lo que el ojo no ha visto...".

Cuando te haces solitario, totalmente solo, repentinamente te das cuenta de aquello que ningún ojo puede ver, de lo que ningún oído puede oír, y de lo que la mano no ha tocado. ¿Cómo puedes tocar tu ser? Podrás tocar tu cuerpo, pero eso no es tu ser. La mano no puede ingresar hacia adentro, no puede tocar tu consciencia, no hay forma.

Y la última frase es la más hermosa jamás pronunciada por ninguna persona en esta tierra:

"...y lo que no ha brotado en el corazón del hombre".

Porque tu alma está aun más allá de tu corazón. Por supuesto, tu corazón está en la profundidad; pero en lo que respecta a tu alma también está afuera, no está adentro. Las manos están hacia afuera, los ojos están hacia afuera, el corazón también está hacia afuera, en la periferia. El punto más profundo ni siquiera es el corazón. El hambre surge en tu cuerpo, el amor surge en tu corazón, no la oración.

La oración está aun más profunda, más profunda que el corazón. El hambre es una necesidad corporal; el amor es una necesidad del corazón. Dios es una necesidad del más allá, ni siquiera del corazón. Uno tiene que trascender la mente, uno también tiene que trascender el corazón. Uno tiene que trascender todas las periferias. Sólo el centro permanece.

¿Y qué cosa no ha surgido en el corazón del hombre? Dios no ha surgido en el corazón del hombre. En la mente surge la ciencia, surge la filosofía; en el corazón surge el arte, la poesía, pero no la religión. La religión surge en una capa más profunda, en la más profunda, más allá de la cual ya no hay dónde ir; en tu mismo centro, ni siquiera es en el corazón.

"…..y te daré lo que no ha brotado en el corazón del hombre", aquello que está más allá, más allá y más allá. No podrás agarrarlo, no podrás verlo, no podrás oírlo, no podrás ni siquiera sentirlo. Aquí Jesús trasciende aún a aquellos místicos que son del corazón.

Hay tres tipos de místicos: místicos de la cabeza, hablan en términos de teología, de filosofía, tienen las pruebas de la existencia de Dios. No hay ninguna prueba en absoluto, o a su vez todo es una prueba. Pero no hay necesidad de ninguna prueba; y uno no puede probarlo, porque todas las pruebas pueden ser discutidas y se puede demostrar que todas las pruebas están erradas. Luego están los místicos del corazón: hablan de amor, del amado, de lo divino, de Krishna; hablan en canciones, en poesías, son románticos. Su búsqueda es más profunda que la de los que usan la cabeza, pero aún no suficientemente profunda.

Jesús dice: "Te daré lo que no ha brotado en el corazón, donde no llega ninguna teología y donde ninguna poesía puede darte un vislumbre, ni la lógica ni el amor, donde ambas se detienen. Te daré lo que no ha brotado en el corazón del hombre".

Esta es la más profunda posibilidad, y Jesús la abre. Pero en el cristianismo se ha perdido. El cristianismo comenzó a tejer teorías entorno a ello, se convirtió en un asunto de la cabeza, ni siquiera en un asunto del corazón, se volvió un asunto cerebral. Los cristianos han producido grandes teólogos. Mira a la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, cientos de volúmenes de teología. Pero erraron, porque Jesús no está en la cabeza. Y por causa de estos teólogos orientados a la cabeza, los místicos que eran del corazón fueron expulsados de la iglesia, ellos estaban un poco más profundo. Eckhart o San Francisco fueron expulsados; se les creyó tontos, o locos, o herejes, porque estaban hablando del corazón, estaban hablando del amor.

Y ambos se equivocaron con Jesús. El no está orientado ni a la cabeza ni al corazón, no está orientado a nada en absoluto. El simplemente dice que dejes todas las orientaciones, que dejes todo lo que está hacia afuera y que entres al centro más interno donde solamente tú estás, donde solamente vibra el ser, donde solamente la existencia es. Y tú puedes llegar a esto; y si llegas a esto, entonces se te revelará todo misterio y se te abrirán las puertas. Pero puedes fallar aun estando en la puerta. Si permaneces orientado a la cabeza, puedes estar parado en la puerta y teorizando, puedes estar parado en la puerta y poetizando, hablando en poesía y cantando.

Así que haz una cosa: anda más allá. Ni caigas víctima de la lógica, del intelecto, ni te vuelvas una víctima de las emociones, del sentimentalismo. Anda más allá. La cabeza también está en el cuerpo, y el corazón también está en el cuerpo, anda más allá. ¿Qué cosa es más allá? Donde sólo hay simple existencia, tú simplemente eres.

El ser no tiene ningún atributo. Ese simple estado del ser es dhyan, ese simple estado del ser es meditación, y eso es lo que está escrito en la puerta.

Repentinamente se abre la puerta cuando eres un ser simple, sin emociones, sin pensamiento; sin ninguna nube a tu alrededor, sin humo en torno a la llama, sólo la llama, has entrado.

"...y lo que no ha brotado en el corazón del hombre, yo te lo daré".

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