Jesús dice: "Los encontré totalmente ebrios", y "encontré que ninguno de ellos estaba sediento".
Esto debe de entenderse, es un punto muy delicado: si estás ebrio con este mundo, no podrás tener sed por el otro. Si estás ebrio con el alcohol común, con el vino común, no podrás tener sed del vino divino !imposible!
Cuando un hombre no está ebrio con este mundo, surge una sed. Y esa sed no puede ser satisfecha por nada que pertenezca a este mundo; sólo lo desconocido podrá satisfacerla, sólo lo invisible podrá satisfacerla.
Así que Jesús dice algo muy contradictorio: "Los encontré totalmente ebrios, encontré que ninguno de ellos estaba sediento". Nadie estaba sediento porque piensan que ya encontraron la clave, el tesoro, el reino. Ahora ya no hay búsqueda.
Dios es una embriaguez de un tipo distinto. Kabir lo ha dicho: "He caído en tal embriaguez que ahora nada la puede perturbar, es eterna". Pregunta a Omar Khayam; él la conoce, él habla del vino del otro mundo. Fitzgerald lo malentendió totalmente, porque él no está hablando del vino que puedes conseguir aquí; está hablando del vino divino que es el símbolo Sufi de Dios. Una vez que estás ebrio con Dios, entonces no habrá sed en absoluto.
Pero este mundo y su vino sólo podrán darte alivio temporal, podrán darte sólo espacios temporales de olvido. Y la diferencia es diametral: cuando uno está ebrio con el vino de Dios, está totalmente alerta, consciente, completamente atento; cuando alguien está ebrio con este mundo y sus vinos, está hipnotizado, durmiendo, se mueve como un zombie, vive en un sueño, toda su vida es un gran sueño.
"Los encontré totalmente ebrios, encontré que ninguno de ellos estaba sediento". "Y mi alma se afligió por los hijos de los hombres, porque están ciegos en sus corazones y no ven que han venido vacíos a este mundo, y vacíos también buscan irse de este mundo".
"Y mi alma se afligió..." Tú no podrás comprender qué sufrimiento le ocurre a un Jesús o a un Buda cuando te mira, ebrio con este mundo, no sediento por lo divino, por la verdad; viviendo en mentiras y creyendo en las mentiras como si fueran verdades, perdiéndose por nada, perdiéndose todo por nada. Sucede entonces que las más pequeñas cosas pueden convertirse en barreras.
Estás perdiéndote lo divino, no por grandes causas, ¡no! y los ojos no pueden verlo, están saltando; y los oídos no pueden oír, están sonando. Sencilla es la causa del hombre... que se ha vuelto adicto a pequeñas cosas.
Las cosas son muy pequeñas: aun si logras un reino, ¿qué es eso? Algo muy pequeño ¿Dónde están los reinos que existieron en la historia? ¿Dónde está Babilonia? ¿Dónde está Siria? ¿Dónde está el reino del faraón? Todos ellos desaparecieron, simplemente ruinas, y los reinos eran muy grandes. Pero, ¿qué se consiguió con ellos? ¿Qué logró Genghis Kan? ¿Qué logró Alejandro Magno? Todos los reinos son tan solo cosas triviales.
Y lo que te estás perdiendo no lo sabes, te estás perdiendo el reino de Dios. Aun si tienes éxito ¿qué conseguirás con ello? ¿A dónde llegarás? Mira a la gente con éxito, diagnostícalos: ¿a dónde han llegado? Observa a la gente que se sienta en los tronos del éxito: ¿a dónde han llegado? Ellos también están en busca de la paz mental, más que tú. Ellos también están con miedo y temblándole a la muerte, igual que tú.
Si observas detenidamente a tu gente de éxito, encontrarás que esos "dioses" también tienen pies de barro. La muerte se los llevará y con la muerte todos los triunfos desaparecen, toda la fama desaparece. Todo el asunto es una pesadilla: tanto esfuerzo, tanta desgracia, tanto esfuerzo, y nada se ha logrado. Y al final viene la muerte y todo desaparece como una burbuja. Y por esta burbuja, aquello que es eterno se ha perdido.
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