El
amor es un espejo. Una verdadera relación es un espejo en el que dos
amantes
ven la cara del otro y reconoce a Dios. Es un camino
hacia Dios.
Cuando
los amantes están en sintonía, de inmediato los pensamientos saltan
de uno a
otro. Aunque no estén diciendo nada, aunque
permanezcan en silencio, se comunican.
El
lenguaje es para los no amantes, para aquellos que no están
enamorados. Para los
amantes, el silencio es un lenguaje
suficiente. Sin decir nada, no dejan de hablar.
A
menos que un hombre y una mujer sepan lo que es el silencio, a menos
que puedan
estar sentados juntos en un profundo silencio, no
pueden fundirse en el ser del otro. Es posible que sus cuerpos logren
penetrarse, pero sus almas permanecerán separadas. Y cuando las
almas se encuentran hay comunión, comprensión.
Una de mis más hondas preocupaciones es cómo hacer el amor y meditar tan concentrado en el otro de forma que cada relación amorosa automáticamente se convierta en una sociedad en -meditación- y que cada meditación os vuelva tan conscientes que no necesitéis enamoraros y podáis elevaros en el amor. Se puede encontrar a un amigo de manera consciente y deliberada.
Vuestro amor se tornará más
profundo a medida que vuestras meditaciones se
ahonden, y al
revés: a medida que vuestras meditaciones florezcan, vuestro amor
también florecerá. Pero está en un nivel totalmente diferente.
Por lo general, no estáis
conectados con vuestra pareja en la meditación. Nunca os
sentáis
juntos en silencio durante una hora para sentir la consciencia del
otro. O bien estáis peleándoos o bien estáis haciendo el amor,
pero en ambos casos estáis relacionados con el cuerpo, con la parte
física, la biología, las hormonas. No estáis relacionados con el
núcleo más hondo del otro. Vuestras almas permanecen separadas.
En los templos y en las iglesias y en los tribunales solo vuestros cuerpos se casan. Vuestras almas se encuentran a kilómetros de distancia.
Por lo general, incluso en
esos momentos hermosos que deberían ser sagrados,
meditativos,
de profundo silencio, incluso entonces no estáis solos con vuestro
ser amado. Hay una multitud. Vuestra mente piensa en otra persona, la
mente de vuestra esposa piensa en otra persona. Lo que hacéis es
como si fuerais unos robots, es mecánico. Una fuerza biológica os
tiene esclavizados. Y vosotros la llamáis amor.
El amor solo es ciego; la
meditación le brinda ojos. La meditación le brinda
entendimiento.
Cuando vuestro amor es al mismo tiempo amor y meditación, os convertís en compañeros de viaje. Entonces deja de ser una relación corriente entre marido y mujer. Entonces se convierte en una amistad en el camino hacia el descubrimiento de los misterios de la vida.
El hombre solo, la mujer sola, encontrarán el viaje muy tedioso y largo... igual que les ha sucedido en el pasado. Porque al ver ese constante conflicto, todas las religiones decidieron que aquellos que deseaban buscar deberían renunciar al otro: los monjes debían ser célibes, las monjas debían ser célibes. Pero en cinco mil años de historia, ¿cuántos monjes y monjas se han convertido en almas realizadas? Ni siquiera podéis darme nombres suficientes para contar con diez dedos. Y millones de monjes y monjas de todas lasreligiones...
¿Qué ha pasado? El camino no
es tan largo. El objetivo no está tan lejos. Pero aunque
quisierais
ir a la casa de vuestro vecino, os harían falta las dos piernas.
Saltando solo sobre una, ¿hasta dónde llegaríais?
El hombre y la mujer son dos
partes de un todo. En vez de perder el tiempo peleando,
intentad
comprender al otro. Intentad poneros en el lugar del otro; tratad de
ver como ve un hombre, tratad de ver como lo hace una mujer. Cuatro
ojos son siempre mejores que dos... de esa manera disponéis de una
vista completa; tenéis a vuestro alcance los cuatro puntos
cardinales.
Pero una cosa debéis
recordar: que sin meditación, el amor está destinado a fracasar;
no
existe posibilidad de que sea un éxito. Podéis fingir y engañar a
otros, pero no podéis engañaros a vosotros mismos. En lo más hondo
sabéis que todas las promesas que os ha hecho el amor no se han
cumplido.
Solo con meditación el amor
empieza a adquirir colores nuevos, música nueva,
canciones y
bailes nuevos, porque la meditación os proporciona la percepción
para
comprender el polo opuesto, y con esa misma comprensión
desaparece el conflicto.
Todos los conflictos del mundo se deben
a los malentendidos. Decís una cosa y vuestra esposa entiende otra.
Vuestra esposa dice algo, vosotros entendéis otra cosa.
Conozco parejas que llevan viviendo juntas treinta y cuarenta años; no obstante, parecen tan inmaduras como lo fueron el primer día juntas. Todavía la misma queja: «Ella no entiende lo que digo». ¡Cuarenta años viviendo juntos y no habéis sido capaces de encontrar un modo para que vuestra esposa entienda exactamente lo que decís y poder entender exactamente lo que ella dice!
Pero no creo que exista
posibilidad alguna de que eso pase salvo a través de la
meditación,
porque la meditación os brinda las cualidades del silencio, la
percepción,
paciencia para escuchar y capacidad de situaros en
la posición del otro.
Las cosas no son imposibles,
pero no hemos probado la medicina adecuada.
Me gustaría recordaros que la
palabra «medicina» proviene de la misma raíz que
«meditación».
La medicina os cura el cuerpo; la meditación os cura el alma. La
medicina sana la parte material de vosotros; la meditación, la parte
espiritual.
Las personas viven juntas y
sus espíritus están llenos de heridas; por eso las cosas
pequeñas
las hieren tanto.
Si amáis a un hombre, la
meditación será el mejor regalo que le podéis dar. Si amáis a
una
mujer, el diamante Kohinoor no representará nada; la meditación
será un regalo mucho más precioso... y aportará a vuestra vida un
gozo absoluto.
Somos potencialmente capaces
de experimentar un gozo absoluto, pero no sabemos
cómo
conseguirlo.
Solos, nos encontramos muy tristes. Juntos, se convierte en un verdadero infierno.
Incluso un hombre como
Jean-Paul Sartre, un hombre de gran inteligencia, tuvo que
reconocer
que el otro es un infierno, que estar solos es mejor, que no podéis
conseguirlo con el otro. Se volvió tan pesimista que afirmó que era
imposible conseguirlo con el otro, que el otro es un infierno. Por lo
general, tiene razón.
Con la meditación, el otro se convierte en vuestro cielo. Pero Jean-Paul Sartre no tenía ni idea de meditación.
El hombre occidental se pierde
el florecimiento de la vida porque no conoce nada
sobre la
meditación, y el hombre oriental se la pierde porque no conoce nada
sobre el amor.
Y para mí, tal como el hombre y la mujer son mitades de un todo, lo mismo sucede con el amor y la meditación.
La meditación es el hombre; el amor es la mujer.
En el encuentro de la
meditación y el amor está el encuentro del hombre y la mujer. Y
en
ese encuentro creamos al ser humano trascendental, que no es hombre
ni mujer.
A menos que creemos al hombre trascendental en la
Tierra, no hay mucha esperanza.
El amor une al hombre y a la
mujer y entonces surge un nuevo ser que no es ni
hombre ni
mujer. Una pareja de verdad no es una pareja porque no hay dos, en
cuyo caso, ¿cómo podría haber una pareja? Una pareja de verdad es
una unidad, un ser nuevo que tiene dos corazones, dos cuerpos, pero
un alma. Y esto no solo se produce entre hombre y mujer; el amor
ayuda a salvar todo tipo de polaridades.
Asimismo salva las polaridades
que hay dentro de vuestro ser. Dentro hay
polaridades, lo
positivo y lo negativo también existen en vuestro interior... los
hemisferios izquierdo y derecho del cerebro. Y en lo más hondo de la
consciencia vuelve a presentarse la misma división de hombre y
mujer, porque todo hombre y mujer es bisexual. Si vuestra mente
consciente es masculina, entonces la inconsciente es femenina; si la
mente consciente es femenina, entonces la inconsciente es masculina.
Debe ser así, ya que es el modo en que funciona la naturaleza. La
naturaleza funciona a través de la dialéctica: tesis, antítesis.
La naturaleza existe a través de la oposición. Mediante la
oposición se crea la energía, a través de la tensión se libera la
energía y a través del encuentro de los opuestos sale algo nuevo,
una síntesis.
La vida no es lógica, sino dialéctica. Si la vida fuera lógica, solo habría habido hombres o mujeres; no habría existido la necesidad de un polo opuesto. Si la vida fuera lógica, solo habría habido electricidad positiva, no negativa. No habría habido motivo para que existieran los opuestos; la vida habría sido muy consistente. Habría habido luz u oscuridad, amor u odio, gozo o desdicha. Si la vida fuera lógica, entonces no habría podido haber ninguna contradicción... pero la vida es dialéctica.
Hay contradicciones con cada
paso que se da, en cada capa de ser hay contradicción. Y si el amor
no está presente para unir, la vida se convierte en una ansiedad,
una angustia; entonces quedáis divididos. Si el amor existe, los
polos se encuentran y mezclan y os convertís en uno. La unicidad
sucede cuando habéis asimilado todas las contradicciones y opuestos.
No los habéis destruido, sino asimilado; no han sido abandonados,
sino utilizados. Tanto el amor como el odio han sido utilizados y
entonces una nueva cualidad de energía llamada compasión ha surgido
en vosotros.
Posee algo de los dos y algo
que está más allá de ambos; es ambas cosas y no es ninguna.
Todo mi enfoque hacia la vida
es el de crear un puente entre los polos opuestos, de
ahí que
tenga tantas contradicciones. No soy un hombre consistente; soy
demasiado leal a la vida como para ser consistente. No le debo nada a
la lógica. Mi respeto no es hacia la lógica, sino hacia la vida. Si
la vida es inconsistente, entonces yo también lo soy. Si la vida
está dividida en polos opuestos, entonces yo también estoy dividido
en polos opuestos. Pero la vida también posee una llave para ir más
allá de los polos opuestos. No hace falta que neguéis uno por
favorecer al otro; podéis aceptarlos a los dos, utilizarlos e ir más
allá.
Dejad que el amor se convierta
en vuestro puente. Os unirá con el exterior, os unirá
con el
interior. Unirá los polos exteriores y los interiores y con ello
evolucionarán cualidades más elevadas de unidades.
Os enamoráis; entra en juego
una clase de unidad. Dos personas dejan de ser dos personas; se
superponen, han empezado a existir como una. Sus latidos ya
no
son diferentes; siguen un ritmo. Piensan igual, sienten igual y,
cuando hay amor
verdadero, los amantes comienzan a sentir cosas
que no se dicen, que no se expresan. Si amáis a un hombre y está
enfermo, puede hallarse a mil kilómetros de distancia, pero os
sentiréis tristes. Empezaréis a sentir que algo está mal... Si
vuestro amante está enfadado y no os ha dicho nada, lo sabréis. Si
está feliz y no os ha dicho nada, también lo sabréis.
Los amantes empiezan a
mostrarse más y más silenciosos. No hay necesidad de
hablar,
la comunicación acontece incluso en silencio. Esa es una unidad
entre vosotros y el exterior; es amor. Luego hay otra unidad que
tiene lugar en vuestro interior; vuestro hombre y mujer interiores se
encuentran. Es la meditación; entonces por dentro comenzáis a
sentiros como uno. Cuando estas dos unidades han pasado -la unidad
del amor y la unidad de la meditación-, entonces puede tener lugar
la tercera y definitiva unidad: vuestra unidad con el todo, con lo
total, vuestra unidad con Dios.
Para mí esa es mi trinidad: primero, unidad en el amor; segundo, unidad en la meditación; tercero, unidad en la oración.
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