sábado, 22 de mayo de 2021

LA DANZA INTERIOR


Tenéis dos ojos. Para el taoísta, esos dos ojos son muy importantes. Solo la ciencia
moderna ha sido capaz de ver la verdad. Esos dos ojos no son solo los ojos visibles.
También representan el varón y la mujer que lleváis dentro. Ahora la ciencia moderna afirma que el cerebro del hombre está dividido en dos hemisferios, y que uno es masculino y el otro femenino. El lado derecho de la mente es femenino, y el izquierdo es masculino. De modo que un ojo representa el varón que hay en vosotros y el otro la mujer que lleváis dentro. Y cuando vuestro varón y mujer se juntan en vuestro interior, esa reunión, esa comunión interior de vuestra parte masculina y femenina, es lo que se llama «cielo».

Jesús dice: «Cuando vuestros dos ojos sean uno, habrá luz». Habla como un
alquimista taoísta. Cuando vuestros dos ojos sean uno, habrá luz. Cuando vuestros dos ojos sean uno... cuando vuestro varón y mujer desaparezcan en el otro... es la experiencia orgásmica definitiva. Lo que sentís al hacer el amor con una mujer o un hombre es solo una parte pequeña de ello, una parte muy fugaz. Es tan momentánea que cuando sois conscientes de ella ya se ha desvanecido. Cobráis consciencia de ella únicamente en el pasado, por lo fugaz que es. Pero es un vistazo de la reunión del hombre y la mujer. Es una reunión externa. Es un milagro que sucede durante un momento, pero existe la profunda posibilidad. Y ese ha sido el trabajo del Tantra, del Tao, del Yoga y de todas las grandes enseñanzas secretas del mundo: ayudaros a llegar a ser conscientes de vuestro interior femenino y masculino... lo que los tantrikas llaman Shiva y Shakti y los taoístas yin y yang.

La polaridad, lo positivo y lo negativo que hay en vosotros, el día y la noche... tienen que reunirse ahí.

En un mito antiguo que sobrevive en muchos países del Lejano Oriente, dicen que Dios creó al hombre y a la mujer juntos, no como a dos seres; estaban unidos en un cuerpo. Pero luego se hizo difícil. Surgieron conflictos y problemas. La mujer quería ir al este y el hombre no estaba dispuesto. O el hombre se hallaba listo para hacer algo y la mujer quería descansar. Pero estaban juntos, unidos en sus cuerpos. De modo que se quejaron y Dios los separó. Desde entonces, cada hombre busca a la mujer, su mujer, y cada mujer busca a su hombre.

Ahora hay tal multitud que resulta muy complicado encontrar quién es vuestra mujer y quién vuestro hombre. Hay tanta desdicha, y uno continúa tropezando y avanzando a tientas en la oscuridad. Es casi imposible hallar a vuestra mujer. ¿Cómo vais a encontrarla?

El mito dice que si lográis dar con ella, todo encaja; volvéis a ser uno. Pero es muy difícil.

Cuando os enamoráis de una mujer, ¿qué sucede de verdad? Lo siguiente: de algún
modo la mujer del exterior encaja con la imagen de vuestra mujer interior, encaja con esa imagen, quizá no en un cien por cien, pero lo suficiente como para enamoraros. Cuando os enamoráis de un hombre, ¿qué pasa? Algo en vuestro interior hace clic y dice: «Sí, este es el hombre, el hombre adecuado». No es una conclusión lógica, no es un silogismo. No es como si descubrierais todos los pros y los contras del hombre para luego decidir, ni comparáis al hombre con todos los hombres del mundo y luego decidís. No, de repente sucede algo. De pronto ese es el hombre al que estabais esperando, que llevabais esperando vidas enteras.

¿Qué sucede? Dentro lleváis una imagen de hombre y una imagen de mujer. Sois
ambos y no dejáis de buscar en el exterior. Nadie va a encajar en un cien por cien, porque la mujer que encontráis en el exterior tiene sus propias imágenes sobre vosotros; vosotros tenéis vuestras propias imágenes. Es muy difícil que encajen la una con la otra. De manera que todos los matrimonios siempre están inseguros, y a la larga la gente aprende a convivir pacíficamente. Aprende a no «mover la barca».

Cada hombre es también una mujer y cada mujer es también un hombre.

Podéis permanecer divididos por dentro... el hombre separado de la mujer, la mujer
interior separada del hombre interior. Entonces siempre habrá conflicto, una cierta lucha.

Este es el estado corriente de la humanidad. Si vuestro hombre y mujer interiores pueden encontrarse en un abrazo profundo, pueden fundirse el uno en el otro, por primera vez seréis uno... ni hombre ni mujer. Entonces seréis trascendentales.

El hombre representa acción, la mujer representa inacción. Tenéis que utilizar la
acción para alcanzar la inacción. Tenéis que realizar el esfuerzo para volveros sin esfuerzo.

Tenéis que poner todas vuestras energías, tenéis que volveros tan activos que atrás no
quede nada. Toda la energía participa de esa creatividad, y entonces, de pronto, cuando toda la energía participa, acontece una transformación. Así como a los cien grados el agua se evapora, la acción, cuando es total, se evapora, y atrás queda la inacción. Primero tenéis que aprender a bailar y debéis dedicar todas vuestras energías al baile. Y un día acontece esa extraña experiencia en que de repente el bailarín desaparece en la danza y esta sucede sin esfuerzo. Entonces es inacción. Para entrar en la inacción primero debéis aprender la acción. En eso radica la meditación.

La gente viene a preguntarme por qué enseño meditaciones activas... porque es la
única manera de encontrar la inacción. Danzad hasta el máximo, danzad hasta el frenesí, danzad locamente, y si dedicáis toda vuestra energía, llega un momento en que de pronto veis que el baile sucede por su propia cuenta... no hay esfuerzo en él. Es acción sin acción.

Si os apoyáis demasiado en la energía masculina, os volvéis demasiado activos y no
sabéis cómo ser pasivos. Eso ha sucedido en Occidente. La gente enloquece con su
actividad. Demasiada velocidad, todo ha de hacerse de inmediato, no hay paciencia, no hay espera. Han olvidado cómo ser pasivos, cómo ser pacientes, cómo esperar por las cosas.

Han perdido toda la capacidad de ser inactivos. No saben cómo disfrutar de los días libres. Y aunque lo hagan, se muestran más activos que nunca. Durante toda la semana laboral piensan que descansarán cuando lleguen los días festivos, y cuando sucede eso, tienen que hacer mil cosas. Y no son cosas necesarias, en absoluto; pero no pueden vivir con el descanso. No son capaces de echarse en el césped y ser uno con la tierra. Son incapaces de sentarse en silencio bajo un árbol sin hacer nada. No, empezarán a hacer mil cosas por la casa. Arreglarán esto y aquello, abrirán los capós de los coches y empezarán a hurgar en los motores. Harán algo. Pero permanecerán activos.

Toda su vida la gente piensa que cuando se jubile disfrutará. Pero no puede, no es
capaz de descansar. La gente muere demasiado rápidamente cuando se jubila, porque no sabe qué otra cosa hacer. La muerte parece la única vía de deshacerse de una vida que ha perdido el sentido, que nunca ha tenido sentido, que siempre ha sido precipitada.

Oriente se ha vuelto demasiado pasivo, demasiado fatalista: «No hay que hacer nada.
Simplemente esperemos. Dios lo hará». Es otro tipo de necedad y estupidez. Oriente es pobre, perezoso, ruidoso y a las personas no les preocupa nada. Se encuentran rodeadas de desdicha, de pobreza, de mendigos, de enfermedades... y nadie está preocupado. Todo se acepta. «¿Qué se puede hacer? Es la voluntad de Dios. Tenemos que aceptarla.

Simplemente tenemos que esperar. Cuando las cosas parezcan desbordadas, aparecerá
Dios. ¿Qué otra cosa podemos hacer?». Esa es la mente femenina. Tenéis que estar
exactamente en el centro, ni masculino ni femenino, sin decantaros por ningún extremo.

Entonces hay equilibrio. Entonces uno está inactivo aunque permanezca activo por fuera.

Por fuera orientaos hacia el sol, por dentro hacia la luna. Dejad que el sol y la luna se
reúnan en vosotros, mientras estáis exactamente en el centro. En el centro está la
trascendencia.

Si en vosotros existe el conflicto interno entre hombre y mujer, entre el sol y la luna,
entonces siempre estaréis interesados en el exterior. Si sois hombre, estaréis interesados en la mujer exterior; estaréis fascinados por ella. Si sois mujer, estaréis fascinadas por el hombre exterior. En cuanto queda resuelto el conflicto y vuestra energía del sol entra en la energía de la luna y se elimina la separación, quedan unidas; entonces no os mostraréis fascinados por el hombre o la mujer exteriores. Por primera vez estaréis sexualmente satisfechos.

No digo que vayáis a dejar a la mujer exterior. No es necesario. Tampoco al hombre
exterior. Pero en ese momento toda la relación será absolutamente diferente... muy
armoniosa. No será una relación de necesidad; más bien será una relación basada en
compartir.

Por lo general, cuando un hombre se acerca a una mujer es una cuestión de
necesidad. Quiere utilizarla como un medio. La mujer quiere utilizar al hombre como un medio. Esa es la razón por la que todos los hombres y las mujeres mantienen una pelea continua: básicamente pelean dentro de sí mismos. La misma pelea se refleja hacia fuera.

Y cuando usáis a una mujer, ¿cómo podéis pensar que ella va a estar totalmente
relajada con vosotros, en armonía? Siente que está siendo reducida a un medio. Y ningún hombre o mujer es un medio. Siente que está siendo usada como una cosa, reducida a una cosa. Su alma parece estar perdida; por eso se encuentra enfadada. Y trata de reducir al hombre a una cosa. Convierte al marido en un marido tiranizado; lo fuerza. Y eso continúa.

Es más un conflicto que amor... una lucha. Más parecido a una guerra que a amor...
más parecido al odio que al amor.

Cuando estáis sintonizados con vuestra mujer y hombre interiores, de pronto estáis
sintonizados también con otros. Vuestro conflicto interior desaparece; también el conflicto exterior. Este es una sombra del interior. Entonces podéis tener relaciones o no. Sois totalmente independientes. Es lo que sea que elijáis que sea. Si queréis tenerlas, podéis tenerlas; pero no habrá conflicto. Si no queréis estarlo, si queréis estar solos, podéis estar solos; y no habrá soledad. Esa es la belleza cuando se alcanza la unidad orgánica por dentro.

El amor es la parte femenina en vosotros y la consciencia es la masculina. Y ambas
tienen que encontrarse y fundirse entre sí. Si uno solo sabe cómo amar y no es consciente, es únicamente una mitad. Si uno sabe cómo ser consciente y no sabe amar, se sigue siendo una mitad. Y ser una mitad es sufrir. Por eso el así llamado hombre cosmopolita sufre y el hombre que vive en un monasterio sufre. Han elegido distintos tipos de sufrimiento, es cierto, pero el sufrimiento es el sufrimiento. Da lo mismo desde qué dirección avancéis hacia él.

En el mundo solo hay una felicidad, y esta surge de convertirse en una persona
completa.

Esto es lo más fundamental de convertirse en una persona completa: el hombre y la
mujer que lleváis dentro deben enamorarse y desaparecer en el otro. El ser interior debería volverse andrógino, ni hombre ni mujer. Entonces estáis integrados, sois uno. De lo contrario, sois muchos, sois polipsíquicos, y esto es ser neurótico. Ser polipsíquico significa que tenéis muchas mentes, que sois una multitud... mil y una voces, cada una arrastrándoos en su propia dirección. La vida sigue siendo una lucha constante... sin objetivo alguno. Os precipitáis en una dirección, luego en otra y luego en otra. Esto continúa hasta vuestra tumba. Desde la cuna hasta la tumba os precipitáis, corréis demasiado, perosin llegar a ninguna parte.

Convertirse en uno es llegar.

El sendero espiritual se puede dividir en dos: el sendero masculino y el sendero
femenino, el yin y el yang. Esta es la división básica. Toda la naturaleza está dividida en dos: lo negativo y lo positivo, la materia y la mente, la tierra y el cielo. La totalidad de la naturaleza depende de esta dialéctica, de esta dualidad... y en este mismo momento nosotros formamos parte de ella. Al iluminaros iréis más allá... entonces no habrá dialéctica, ni dualidad y seréis uno... pero antes de llegar a ser uno tendréis que averiguar qué trabajo encajará con vosotros.

A estas dos clases de trabajo las llamo: amor y meditación. El amor es el camino
femenino y la meditación es el camino masculino.

La meditación significa la capacidad de estar absolutamente solos, y el amor significa
la capacidad de estar absolutamente juntos. Amor significa sentir alegría con la unión; la meditación significa sentir alegría con la soledad. Ambos desempeñan el mismo tipo de trabajo, porque en los dos caminos el ego desaparece.

Si estáis realmente enamorados, tenéis que desprenderos del ego, de lo contrario el amor no será posible. Si queréis profundizar en la meditación, deberéis dejar el ego atrás, de lo contrario no estaréis solos. El ego se hallará presente y la dualidad permanecerá: el ser y el ego, la consciencia y la mente.

Tendréis que desprenderos de la mente si queréis entrar en la meditación, y tendréis
que hacer lo mismo si queréis entrar en el amor.

El meditador va hacia dentro; es introvertido, busca la interioridad. Y el amante va
hacia fuera, es extravertido, busca el ser del otro. Enamorado; el otro se convierte en el espejo en el que encontráis vuestra cara, vuestro rostro original. En la meditación, no os hace falta ningún espejo; simplemente entráis en vosotros mismos y os encontráis, no necesitáis vuestro reflejo. Estos son los dos tipos básicos de trabajo.

Las personas mundanas han elegido el amor, las personas espirituales han elegido la
percepción. Es fácil elegir solo una... parece simple, menos complicado, pero entonces vuestro ser también se mantiene pobre. La riqueza siempre es compleja. No hace falta temer la complejidad; únicamente hay que tenerle miedo a la multitud. La complejidad es perfectamente buena si se centra en la unicidad, si es una armonía.

Si escucharais los corazones de las personas, son como notas aisladas que repitieran
lo mismo. En muy contadas ocasiones se encuentra a un hombre que sea una orquesta. Pero una orquesta necesita mucho orden. Si cada intérprete fuera por su lado, entonces sería enloquecedor... a menos que haya un orden y una armonía en las que todos estuvieran separados y al mismo tiempo encajaran en uno, todos centrados y arraigados en la unicidad.

Entonces la vida posee riqueza.

Dejad que el amor y la consciencia se fundan en vosotros. Sed más amorosos y más
conscientes al mismo tiempo. Sed conscientes y amorosos al mismo tiempo. Entonces
tendrá lugar una gran riqueza, una gran satisfacción, una gran realización.

Cuando os volvéis conscientes, os volvéis extáticos: salís de vosotros mismos. Os

convertís en un observador en las colinas.

El verdadero tesoro se halla en el interior. Desde el exterior, solo podéis recibir
indicios del tesoro interior; desde el exterior, sólo flechas señalando hacia el centro más profundo de vuestro ser; desde el exterior, solo hitos. Pero no os aferréis a un hito, y no penséis que es la meta y que ya habéis llegado.

Dejad que esto penetre en vuestro corazón: a menos que el interior se vuelva más
importante que el exterior, vivís una vida muy anormal. La persona normal es aquella cuyo interior es la fuente de todo lo que hace. El exterior solo es un medio, el interior el fin.

La relación amorosa que tenéis con un hombre o una mujer es un medio para alcanzar
un fin. El fin es tener una relación con vuestra mujer u hombre interiores. El exterior ha de ser utilizado como una situación de aprendizaje; es una gran oportunidad.

No estoy en contra de la relación amorosa exterior, todo lo contrario, porque sin ella
jamás seríais conscientes de la interior. Pero recordad, no os quedéis enganchados en la exterior.

Primero tenéis que aprender la lección con lo visible. Reunios con la mujer exterior,
reunios con el hombre exterior, para que podáis tener unas pocas experiencias acerca de la naturaleza de esa reunión. Luego, despacio, despacio, podéis buscar hacia el interior para encontrar la misma polaridad allí.

El día en que vuestro hombre y mujer interiores se encuentran, quedáis iluminados. Es un día de gran celebración; no solo para vosotros, sino para la totalidad de la existencia.

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