En una armonía de dos seres callados, que no se encuentran en sus cuerpos sino en sus almas el sexo ha desaparecido en una alegría dichosa y pacífica. Esto es algo que le va a ocurrir a todo meditador. No te fuerces a hacer nada en contra de lo que está ocurriendo espontáneamente. Todo lo que fuerces por tu parte se convertirá en un obstáculo para tu crecimiento espiritual.
Esto es algo muy importante que hay que recordar y te explicará por qué todas las religiones han estado en contra del sexo. Fue un malentendido, pero un malentendido muy natural. Todo aquel que ha meditado experimenta una transformación de energías: las energías que van hacia abajo comienzan a dirigirse hacia arriba, abriendo los más elevados centros de tu conciencia, trayendo nuevos cielos a tu ser. Pero no estás acostumbrado a ellos, son desconocidos; por tanto, es posible que tengas miedo. Y si esto le ocurre a un miembro de la pareja surgirán problemas.
Ambos compañeros de meditación tienen que transformarse simultáneamente; sólo entonces serán capaces de seguir caminando juntos. De lo contrario, se separarán.
Esto es lo que originó la idea de celibato. Se vio continuamente en el matrimonio que si uno de los miembros se interesaba por la meditación, el matrimonio estaba en peligro. Lo mejor era no comprometerse, no herir los sentimientos de la otra persona y permanecer solo. Sin embargo, ésta era una decisión equivocada.
La decisión correcta hubiera sido que si uno de los miembros del matrimonio o de la amistad estaba creciendo, ayudara al otro a moverse también hacia nuevos espacios. No debería dejar al otro compañero atrás. Esta habría sido una gran revolución en la conciencia humana; pero, al haber elegido todas las religiones el celibato, el mundo entero se ha quedado sin meditación.
Además, aquellos que eligieron el celibato —fue algo elegido, no algo que les ocurrió— se volvieron sexualmente pervertidos. No trascendieron el sexo; por tanto, adoptaron el celibato.
Intentaron el otro camino: primero el celibato, pensando que así llegarían a la transformación. De esa manera no funciona. En primer lugar tiene que ocurrir la transformación. De ese modo, sin ninguna inhibición, sin luchar contra el sexo, sin condenar el sexo, tiene lugar la transformación espontáneamente. Pero no llega a través del celibato; llega a través de la transformación. No llega a través de la represión; llega a través de una atmósfera de amor. El celibato vive en una atmósfera de represión, de inhibición, de perversión; toda su atmósfera está psicológicamente enferma. Este es un punto fundamental en el que todas las religiones se han equivocado.
En segundo lugar, todo meditador ha descubierto que el sexo va desapareciendo, convirtiéndose en algo totalmente diferente; pasa de ser algo biológico a ser algo espiritual. En vez de crear una atadura, de crear un deseo de posesión, abre las puertas de la libertad. Desaparecen todas las relaciones y uno se siente, en su soledad, absolutamente satisfecho; una satisfacción que ni siquiera había sido capaz de imaginar.
Sin embargo, dado que los meditadores se encontraban ante esta situación, sin excepción, las personas que querían meditar dedujeron erróneamente que quizás reprimir el sexo les iba a ayudar a transformar sus energías. De ahí que todas las religiones organizadas empezaran a predicar una vida de condenación, de renuncia; una vida que es básicamente negativa. Esto fue una equivocación.
Reprimiendo el sexo puedes pervertir la energía, pero no las puedes convertir.
La conversión llega a medida que te vuelves más silencioso, a medida que tu corazón se vuelve más armonioso, a medida que tu mente se va apaciguando. A medida que te acercas cada vez más a tu ser, a tu mismo centro, espontáneamente, tiene lugar una transformación que no es fruto de tu acción. La energía que has conocido como sexual se transforma en tu verdadera espiritualidad. Es la misma energía; sólo ha cambiado la dirección. Ya no se mueve hacia abajo; se dirige hacia arriba.
Lo que te está ocurriendo es algo que le va a ocurrir a todo buscador, sin excepción. Por tanto, siempre que ocurra, el compañero que se queda atrás no se debe sentir ofendido, sino al contrario, se debe sentir dichoso y feliz de que al menos a su amado, a su amigo, le esté ocurriendo esta experiencia maravillosa y espera poder unirse a él o a ella lo más pronto posible. Tu esfuerzo se debe dirigir a profundizar en la meditación para que puedas seguir junto a tu compañera y podáis seguir danzando juntos hacia el objetivo último de la vida.
Pero, recuerda, a medida que aumenta tu espiritualidad, tu sexualidad va desapareciendo.
Surgirá un nuevo tipo de amor; una pureza, una profunda inocencia, sin deseos de posesión, sin celos; pero con toda la compasión del mundo, para ayudar al otro en su crecimiento interior.
Así que no deberías sentir que algo va mal; de repente, algo está yendo bien. No estabas alerta; te ha cogido desprevenido.
Cualquier relación entre un hombre y una mujer supone jugar con fuego, especialmente si empiezas a ser un meditador. Entonces te encuentras rodeado por un fuego implacable, porque te van a ocurrir muchos cambios para los que no estás preparado ni puedes estar preparado. Vas a viajar en todo momento, cada día a través de un territorio desconocido. Y habrá muchos momentos en que tú o tu compañero os quedaréis rezagados, y esto se convertirá en un gran pesar para ambos.
Al principio, cuando comienza esta situación, la primera deducción será que la relación ha terminado, que ya no estáis enamorados. En realidad ya no estáis enamorados de la manera en que lo estabais antes, ya no es posible ese viejo amor. Aquél era un amor animal, y es bueno que haya desaparecido. Ahora hay algo de mucha más calidad; va a ocurrir algo mucho más divino.
Pero tenéis que ayudaros el uno al otro.
Éstos son los auténticos momentos difíciles, en los que te das cuenta si realmente amas a tu pareja y si realmente tu pareja te ama a ti..., cuando este gran río se levanta entre vosotros y sentís que os estáis alejando el uno del otro. Éstos son los momentos cruciales, la prueba de fuego, en los que deberías intentar que la otra persona que se ha quedado rezagada se acerque a ti. Deberías ayudar a la otra persona a ser meditativa.
La idea más natural consiste en rebajarte tú a su altura para que el otro no se ofenda. Ésa es una actitud totalmente equivocada. No estás ayudando a la otra persona; te estás haciendo daño a ti mismo. Estás perdiendo una gran oportunidad.
Precisamente ahora que te podías haber elevado hacia las alturas te estás dirigiendo hacia abajo.
No te preocupes por el hecho de que la otra persona se sienta ofendida. Haz todo lo que puedas para conducir a la otra persona al mismo espacio, hacia la misma mente meditativa, y la otra persona se sentirá agradecida y no ofendida. Éstos no son momentos en los que os debáis separar el uno del otro. Éstos son los momentos en los que deberíais estar en contacto el uno con el otro, con la mayor compasión posible. Porque si el amor no puede ayudar a la otra persona a transformar las energías animales en energías espirituales más elevadas, entonces tu amor no es amor; no merece llamarse amor.
Estos mismos problemas se los va a encontrar y los va a afrontar cualquier persona; así que cuando llegue el problema no te lo pienses dos veces. Plantea la cuestión sin temor, aunque pienses que vas a parecer estúpido. Porque no sólo te va a ayudar a ti; va a ayudar a muchas otra personas que también se encuentran luchando en la misma situación, pero que no han sido lo suficientemente valientes para exponerlo. Están intentando, en cierto modo, arreglar la situación por sí mismos.
No es cuestión de arreglar nada. Es bueno que haya perdido su viejo y ordenado estado. Es bueno que esté desordenado, que haya surgido el problema. Ahora depende de ti y de tu inteligencia, de cómo aproveches la oportunidad: a favor de tu crecimiento o en contra de él. El hecho de plantear la cuestión puede ayudarte.
Así que dos cosas. Primero, recuerda que tienes suerte de que parezca que el sexo está desapareciendo de tu vida. Segundo, no pienses que la otra persona se siente ofendida. Abre tu corazón a la otra persona. No trates de ponerte en la situación del otro, sino que intenta, por todos los medios, coger a la otra persona de la mano y conducirla a un estado más elevado, en el que, de repente, tú te estás encontrando.
Sólo será difícil al principio; pronto se volverá algo muy fácil. Cuando hay dos personas que están creciendo juntas, en muchas ocasiones, surgen baches, porque no es fácil mantener el paso del otro; cada uno tiene su propio ritmo, cada uno tiene su propio y único modelo de crecimiento. Pero si amas, puedes esperar un poco hasta que el otro llega, y entonces, cogidos de la mano, podéis ir aún más lejos.
Quiero especialmente que la gente no piense en el celibato. Si el celibato llega por sí mismo, eso es otro asunto; no eres responsable. Además, no acarreará ninguna perversión, sino una gran conversión de energías.
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