He oído que un Papa, al dirigirse a los jóvenes en Latinoamérica, les dijo: «Queridos jóvenes, tened cuidado con el demonio. El demonio os tentará con las drogas, el alcohol y, especialmente, con las relaciones prematrimoniales».
¿Quién es el demonio? Nunca me lo he encontrado, nunca me ha tentado. No creo que ninguno de vosotros haya conocido al demonio, o que os haya tentado.
El deseo proviene de vuestra propia naturaleza, no es un demonio que os está tentando. Sin embargo, la estrategia de las religiones consiste en cargar la responsabilidad en una figura imaginaria, el demonio, así no sentís que estáis siendo condenados. Estáis siendo condenados pero de forma indirecta, no directa. El Papa os está diciendo que vosotros sois el demonio, pero no tiene valor para decir eso, así que dice que el demonio es otra cosa, un agente separado cuya función es tentar a la gente.
Sin embargo, es muy raro... Han pasado millones de años y el demonio no se cansa de seguir tentando. ¿Qué saca él con todo esto? En ninguna Escritura he descubierto cuál es su premio por este arduo trabajo de millones de años. ¿Quién le paga? ¿Para quién trabaja? Eso en primer lugar.
En segundo lugar: ¿No es vuestro Dios omnipotente? Eso es lo que dicen vuestras Escrituras, que Dios es todopoderoso. Si es todopoderoso, ¿no puede hacer esta cosa tan sencilla?: impedir que el demonio siga tentando a la gente. «Que no os tiente el demonio». ¿Por qué no acabar con esta persona? O dale ya de una vez todo lo que quiera.
Esto es algo que tienen que decidir Dios y el demonio ¿Que hacemos nosotros innecesariamente implicados entre ellos dos? Dios no ha sido capaz durante millones de años de convencer al demonio ni de cambiarlo ni de acabar con él. Si Dios está tan desvalido ante el demonio, ¿qué será de la pobre gente a la que los representantes de Dios siguen diciendo: «No os dejéis tentar por el demonio». Si Dios se encuentra tan indefenso e impotente ante el demonio, ¿qué pueden hacer los seres humanos corrientes?
Durante siglos estas personas se han dedicado ha contar estas mentiras, pero ni una sola vez han asumido ellos la responsabilidad.
Decir a jóvenes: «Tened cuidado, el demonio os va a tentar», es una irresponsabilidad, pues de esta forma se pone la tentación en la mente de estas personas. Puede que no hayan pensado en drogas, alcohol, relaciones prematrimoniales. Han acudido para escuchar un sermón espiritual del Papa. Volverán pensando en relaciones prematrimoniales, en cómo ser tentado por el demonio, en dónde encontrar vendedores de drogas.
Sabemos que el demonio intentaba muchas veces tentar a Jesús y Él le dijo al demonio: «Apártate, no podrás tentarme».
Pero estas personas parece que tienen problemas psicológicos. Nunca te cruzas con el demonio ni le hablas al demonio así: «Apártate y déjame que continúe mi camino. No te pongas en medio, no me tientes». Si tú dices todas estas cosas y te oye alguien, irá corriendo a decirle a la policía: «Aquí hay una persona que está hablando con el demonio, pero no vemos al demonio por ninguna parte».
Jesús está también contaminado por los rabinos y los sacerdotes. Es la misma empresa, pero con distintas marcas comerciales y distintos registros. Sin embargo, el negocio es el mismo, la empresa es la misma, su trabajo es el mismo: corrompen a seres humanos, destruyen su inocencia. A los sacerdotes les preocupan las relaciones prematrimoniales; no deben de hacer más que pensar en eso, porque si no, ¿de dónde viene está advertencia? ¡Además, es el punto en el que más insisten!
¿Qué tienen de malo las relaciones prematrimoniales? Antiguamente, eran un problema, pero ¿estás ya en el siglo veinte y uno o no? Antiguamente el sexo podía conducir al embarazo, a los niños y entonces surgía el problema de quién iba a educar a esos niños. ¿Quién se va a casar con es la chica que tiene un niño? Entonces aparecen las complicaciones y las dificultades. No hay necesidad de ellas, están solo en la mente.
De hecho, la mayor parte de los problemas que aparecen en el matrimonio se deben a la prohibición de mantener relaciones prematrimoniales. Es como si te dijeran que hasta que no tienes veintiún años no puedes nadar: «No dejes que te tiente el demonio, la natación antes de ser adulto es pecado». Muy bien, un día cumples veintiún años, pero no sabes nadar. Como ya tienes veintiún años se te permite nadar, lanzarte al río. ¡Te estás lanzando a tu muerte! Porque por el simple hecho de tener veintiún años no tienes necesidad; no existe una ley intrínseca que diga que podrás nada ¿Dónde vas a aprender? ¿Qué dicen esas personas realmente? Te dicen que antes de meterte en el río deberías aprender a nadar; si te metes en el río, estás cometiendo un pecado. Pero ¿dónde vas a aprender a nadar? ¿En tu habitación? ¿En tu colchón? Para nadar tienes que ir al río.
Existen tribus aborígenes que son mucho más humanas, más naturales, donde se apoyan y fomentan las relaciones prematrimoniales, porque es el momento de aprender. A los catorce años una chica se vuelve sexualmente madura; a los dieciocho años un chico se vuelve sexualmente maduro. Esta edad se adelanta cada vez más. A medida que las sociedades se vuelven cada vez más científicas, más tecnológicas, a medida que hay alimentos suficientes y se cuida la salud, va bajando la edad. En Estados Unidos las chicas se desarrollan antes que en India.
Evidentemente, en Etiopía, ¿cómo te vas a desarrollar? Te morirás mucho antes. En Estados Unidos, la edad ha bajado de los catorce, a los trece, a los doce, porque físicamente la gente tiene más energía, tienen una mejor alimentación, una vida más confortable. Se desarrollan mucho antes y serán fértiles durante mucho más tiempo que en los países pobres.
En India la gente no da crédito cuando lee en los periódicos que una chica norteamericana de diecinueve años se va a casar. Los indios no se lo pueden creer: ¿qué hacen los norteamericanos? Cuando un indio tiene noventa años, lleva en la tumba casi veinte años: su fantasma es el único que se puede casar, no él. E incluso si viven, un viejo de noventa años casándose con una chica de ochenta y siete... ¡Estupendo! ¡Increíble! Además se van de luna de miel, ya tienen mucha práctica, ya han hecho esto muchas veces en su vida —casarse, irse de una de miel—, y han sido lo suficientemente afortunados, de forma que en su vida han vivido al menos, cinco, seis, siete vidas.
Una de las decisiones más importantes que tiene que tomar la sociedad es la de aceptar las relaciones prematrimoniales.
La mujer nunca volverá a ser tan activa sexualmente como lo es a los catorce años, y el chico nunca será tan activo sexualmente como lo es a los dieciocho años. Cuando la naturaleza está en su momento de plenitud, se lo prohíbes. Cuando el chico tiene treinta años, le permites que se case. Está declinando sexualmente. Su energía vital se encuentra ya en la fase de declive; está perdiendo interés. Biológicamente lleva catorce o quince años de retraso; hace mucho que perdió el tren.
Por esta razón surgen tantos problemas conyugales y se prodigan tanto los psicólogos de parejas: porque ambos han rebasado su momento de plenitud, y aquel momento de plenitud era en el que podían haber sabido qué es un orgasmo. Ahora lo leen en los libros y sueñan con ello, tienen fantasías, pero nunca llega. Han llegado tarde. Los sacerdotes están de pie en medio.
Me
gustaría deciros: no os dejéis tentar por los sacerdotes. Ellos son
los verdaderos demonios.
Arruinarán toda vuestra vida. Ya han
arruinado la vida de millones de personas.
Cuando tienes treinta años no puedes alcanzar ese grado, esa intensidad, ese fuego que tenías cuando tenías dieciocho. Pero entonces era el tiempo del celibato, de no dejarse tentar por el demonio. Cuando te tiente el demonio, sólo tienes que empezar a rezar a Dios, repetir un mantra: om mani padme hum. Esto es lo que hacen los tibetanos.
Siempre que veas a un tibetano pronunciando rápidamente «Om mani padme hum», puedes estar seguro de que está siendo tentado por el demonio, porque utilizan ese mantra para atemorizar al demonio. Cuanto más rápido lo pronuncies, más rápido huirá el demonio.
En India hay un pequeño libro: Hanuman Chalisa. Es una oración al dios mono, Hanuman, al cual se considera célibe y protector de todos aquellos que quieren permanecer célibes. Por tanto, todos aquellos que quieren permanecer célibes son adoradores de Hanuman. Este pequeño libro es muy fácil de memorizar. Repiten continuamente esta oración para que Hanuman siga protegiendo su celibato, para que les siga protegiendo del demonio que siempre está rondando, esperando la oportunidad para dominarlos y tentarlos.
Nadie te está tentando. Es la misma naturaleza; no el demonio. Y la naturaleza no va contra ti, está a tu disposición.
En una sociedad mejor, las relaciones prematrimoniales deberían ser consideradas como se hace en algunas tribus aborígenes. El razonamiento es muy simple. En primer lugar: la naturaleza te ha preparado para algo; no deberías negar tu derecho natural. Si la sociedad no está preparada para que tú te cases, ése es un problema de la sociedad, no tuyo. La sociedad debería encontrar algún camino. Los aborígenes han encontrado el camino. Es muy raro que una chica se quede embarazada. Si la chica se queda embarazada, entonces el chico y la chica se casan. No hay nada de que avergonzarse, no es ningún escándalo, no hay nada que condenar. Por el contrario, los ancianos bendicen a la joven pareja porque han demostrado que son vigorosos; la naturaleza en ellos es poderosa, su biología es más potente que la de otros. Sin embargo, no es algo que ocurra a menudo.
Lo que ocurre es que todos los chicos y chicas reciben un entrenamiento. En las sociedades tribales que he visitado hay una norma que se aplica después de que la chica cumple catorce años y, en el caso del chico, después de que éste cumple dieciocho: no se les permite dormir en sus casas. Tienen una sala común en el medio de la aldea donde todos los chicos y las chicas van a dormir. Por tanto, no tienen que esconderse en el asiento trasero del coche, en el garaje. Esto es algo horrible, esta sociedad que fuerza a las personas a ser ladrones, falsos, mentirosos. Sus primeras experiencias amorosas han tenido lugar de una manera horrible, escondiéndose, temerosos, sintiéndose culpables, con la certeza de que es una tentación del demonio. Cuando tienen la capacidad de disfrutarlo al máximo, y experimentarlo plenamente, no pueden hacerlo.
Lo que quiero decir es que si lo hubieran experimentado en su plenitud, habrían dejado de estar obsesionados con el tema. Entonces no se pasarían la vida viendo revistas pornográficas; no lo necesitarían. No soñarían con el sexo, teniendo fantasías sexuales. No leerían novelas de tercera categoría ni verían películas de Hollywood. Todo esto ocurre porque se les ha negado un derecho propio.
En las sociedades tribales conviven durante la noche. Sólo se les da una regla: «No estés con una mujer más de tres días, porque ella no te pertenece ni tú le perteneces. Tienes que conocer a todas las chicas, y ella tiene que conocer a todos los chicos antes de que elijáis vuestra pareja para el resto de la vida».
Esto
resulta algo absolutamente sano. Antes de elegir a la pareja de tu
vida te deberían dar la oportunidad de conocer a todas las mujeres
posibles, a todos los hombres posibles. Puedes ver en todo el mundo
que ni el matrimonio de conveniencia ni el matrimonio por amor han
tenido éxito.
Ambos han fallado, y la razón básica es que en
ambos la pareja es inexperta; no se le ha dado
suficiente
libertad a la pareja para encontrar a la persona adecuada.
No existe otro camino que la experiencia para encontrar a la persona adecuada. Hay muchas cosas insignificantes que pueden estropearlo todo. El olor corporal de alguien puede ser suficiente para arruinar todo tu matrimonio. No es un gran problema, pero es suficiente, todos los días… ¿Durante cuánto tiempo vas a soportarlo? Sin embargo, para otra persona ese olor puede resultar agradable; quizás sea el olor que le gusta.
Simplemente deja que la gente experimente, particularmente ahora que ya no hay problemas de embarazos. Las sociedades tribales fueron lo suficientemente valientes para hacerlo durante miles de años, y no han tenido muchos problemas. De vez en cuando la chica se puede quedar embarazada; entonces se casan. De lo contrario, no hay ningún problema.
En esas tribus no hay divorcios, porque, una vez que has visto a todas las mujeres, que has estado con todas las mujeres de la tribu y ya has elegido, ¿qué es lo que vas a cambiar? Ha elegido como resultado de la experiencia; así que en esas sociedades no hay necesidad de divorcio, ni siquiera se plantea. No es que no se permita; la propia cuestión del divorcio no ha surgido en esas tribus. No se lo han planteado, no ha sido nunca un problema. Nadie ha dicho que se quiere separar.
Todas las sociedades civilizadas tienen problemas conyugales porque el marido y la mujeres son casi enemigos. Los puedes llamar «enemigos íntimos», pero es igual, ¡mejor que los enemigos estén lejos a que sean íntimos! Si son íntimos quiere decir que hay una guerra durante veinticuatro horas al día, continuamente, día sí, día también. Y la razón de esto es esa estúpida idea de los maestros religiosos: «Tened cuidado con las relaciones prematrimoniales».
Si quieres tener cuidado con algo, ten cuidado con las relaciones dentro del matrimonio porque ahí es donde está el problema. Las relaciones prematrimoniales no son un problema, y menos ahora en que se pueden conseguir todo tipo de métodos anticonceptivos.
Cada instituto, cada universidad, cada colegio debería insistir en que cada chico o chica atravesara todo tipo de experiencias, en que conociera todo tipo de gente y finalmente eligiera. Esta elección estará basada en el conocimiento, en el entendimiento.
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