sábado, 28 de enero de 2023

FASES DE LA MEDITACIÓN


A mi modo de ver, la meditación tiene dos fases: primero, la fase activa, que no es en absoluto meditación, y la segunda fase que es la completa inactividad, el ser consciente pasivamente, es lo que realmente es meditación. El ser consciente es siempre pasivo, y en el momento en que empiezas la actividad perderás tu capacidad de ser consciente. Es posible estar activo y a la vez ser consciente sólo cuando el ser consciente ha llegado a tal extremo que no hay ya necesidad de recurrir a la meditación para lograrlo, conocerlo o sentirlo.

Cuando la meditación se convierte en innecesaria, simplemente dejas de meditar. Ahora eres consciente. Sólo entonces podrás estar activo y ser consciente a la vez; no de otra forma. Mientras la meditación siga siendo una necesidad para ti, seguirá siendo nula tu capacidad de ser consciente durante la actividad. Pero incluso la meditación puede no ser necesaria... Si tú mismo has llegado a ser meditación, no necesitarás más de ella. Entonces podrás ser activo, pero pese a tu actividad seguirás siendo un observador pasivo. Ahora nunca serás el actor; siempre serás una consciencia observadora.

Ser consciente es sinónimo de pasividad y la meditación ha de ser pasiva pues simplemente es la puerta a la consciencia, a la consciencia perfecta. Por eso, cuando la gente habla de meditación "activa", se equivoca. La meditación es pasividad. Probablemente precises de alguna actividad, de algún quehacer, para llegar a ella, es en cierto modo comprensible, pero no será porque la meditación en sí misma sea activa. Mas bien, es porque tú has sido activo a través de muchas vidas y la actividad ha llegado a impregnar de tal modo una parcela determinada de tu mente que incluso ahora necesitas actividad para conseguir la no actividad, la quietud. Has estado tan inmerso en la actividad que no puedes ya prescindir de ella.

Así. personas como Krishnamurti continúan diciendo, "Símplemente abandónala", pero tú te guiarás preguntándote cómo abandonarla. Krishnamurti te responderá "No preguntes cómo. Te estoy diciendo simplemente ¡aban­dónala!. No hay un cómo para ello. No hay necesidad de ningún "cómo".

Y en cierto modo tiene razón. La meditación pasiva o el ser consciente pasivamente no tienen un "cómo". No pueden tenerlo, porque si existiese algún "cómo," dejarían de ser pasivos. Pero Krishnamurti se equivoca también, porque no está arrastrando a quien le escucha a la comprensión. Está hablando sobre sí mismo.

La meditación existe sin ningún "cómo", sin metodología alguna, sin ninguna técnica. En efecto, Krislinamurti está en la línea de lo correcto, pero el que le escucha no puede comprenderlo. El que escucha no tiene más que actividad dentro de él; para él nada se puede hacer sin actividad. Por esto cuando dices, "La meditación es pasiva, no activa, no selectiva; tú solamente puedes sumirte en ella. No hay necesidad de ningún esfuerzo; no necesita de esfuerzos", estás hablando un lenguaje que el que te escucha no es capaz de entender. Entiende la parte lingüística del mensaje, y esto es lo que lo hace tan difícil. El que ha escuchado dice, intelectualmente he comprendido todo. Todo lo que dices, lo comprendo". Pero, sin embargo, es incapaz de comprender el significado.

Nada hay de misterioso en las enseñanzas de Krishnamurti. Es uno de los Maestros menos místicos. No hay nada de misterioso; todo es tan obviamente claro, exacto, analítico, lógico, racional, que cualquiera es capaz de entenderle. Y esto es lo que se ha convertido en el obstáculo mayor, porque el que escucha cree estar entendiendo. Es probable que entienda la parte lingüística, pero no el lenguaje de la pasividad.

Entiende qué es lo que se le está diciendo, las palabras. Las escucha, las entiende; conoce el significado de estas palabras. El relaciona; un cuadro completo de interrelaciones se presenta ante su mente. Lo que se dice le es comprensible; se producirá allí una comunicación intelectual. Pero no ha captado el lenguaje de la pasividad. Y no puede entenderlo. Desde el plano en que ésta es incapaz de entender. Podrá aprender sólo el lenguaje de la acción, de la actividad.

Por eso he de hablarte de actividad. Y tengo que conducirte, mediante la actividad, al punto en el que puedas saltar a la no actividad. La actividad ha de llegar a un punto extremo, a un límite, en el que sea imposible para ti ser activo; porque si la actividad es aún posible, continuarás.

Tu actividad debe ser agotada. Has de hacer cualquier cosa que quieras hacer. Cualquier cosa que creas que te queda por hacer, hazla, hasta que llegues al punto en que te veas forzado a gritar: "Ya no puedo más. Todo ha sido hecho. Ahora no queda nada por hacer, ningún esfuerzo por hacer. Estoy exhausto".

En ese momento, yo te gritaré: "¡Ahora, abandónate!" Y ese momento puede serte comunicado. Estás al límite, dispuesto a abandonar; ahora puedes comprender el lenguaje de la pasividad. Antes te era imposible entenderlo porque estabas demasiado lleno de actividad.

Jamás habías llegado al punto límite de tu actividad. Las cosas pueden ser abandonadas únicamente desde sus extremos, nunca desde su centro. No puedes hacerlo. Podrás abandonar el sexo si te has sumergido completamente en él; en caso contrario, no. Cualquier cosa que hayas llevado a su situación límite, en la que donde ya no es posible ir más lejos ni existe razón para retroceder, podrá ser abandonada fácilmente Podrás abandonarla por completo porque la habrás conocido por completo.

Cuando has conocido algo totalmente, empieza a aburrirte. Cabría la posibilidad de querer conocerlo más profundamente e ir más allá de él, pero si este más allá no existe, te quedarás en un punto muerto, paralizado. No puedes retroceder ni ir hacia adelante. Estás justo en el punto donde toda actividad acaba. Y en ese extremo de tu actividad sólo te cabe ser pasivo; puedes ser pasivo. Y en el momento en que te vuelves pasivo, la meditación sucede, florece, viene a ti. Es un abandonarse totalmente a la pasividad.

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