sábado, 24 de septiembre de 2011

LOS CONFLICTOS INTERNOS

¿Has oído hablar de cómo un ave marina fue llevada por el viento tierra adentro y fue a parar a las afueras de la capital de Lu?

Una hermosa parábola: un ave marina yendo a parar a las afueras de la capital de Lu.

El príncipe ordenó una solemne recepción….porque un príncipe es un príncipe, y creyó que había llegado un rey de entre las aves, y por ello debía ser recibido como correspondía a su rango, y como esta ave era tan hermosa merecía un recibimiento de ese tipo. ¿Pero cómo recibir a un ave? El príncipe tenía su propia manera de hacerlo…

El príncipe ordenó una solemne recepción, ofreció vino al ave marina en el Sagrado Recinto, hizo venir a los músicos para que tocasen las composiciones de Shun, sacrificó cabezas de ganado para alimentarla. Aturdida por las sinfonías, la desgraciada ave marina murió de desesperación.

Aunque se dispuso para recibir a un huésped, nadie se preocupó en saber quién era dicho huésped. El huésped fue recibido a imagen del anfitrión, no a imagen del huésped, y eso mató a la pobre ave. Muchos de vosotros estáis simplemente muertos a causa del anfitrión. Nadie os tiene en cuenta a vosotros.

Cuando nace un niño los padres empiezan a pensar en qué le convertirán. Piensan en ello antes de que haya nacido.

En una ocasión me alojé en casa de un amigo. Este amigo es profesor en una universidad, y su esposa también es profesora. Ambos son personas muy inteligentes, con medallas de oro, certificados y licenciaturas. También vi a su hija –solo tienen una hija –tocando el piano, llorando y gimiendo. Así que le pregunté a su madre qué era lo que pasaba.

La madre me respondió: “Siempre quise ser músico y mis padres nunca me dejaron. Así que eso no a va pasarle a mi hija. Ella tiene que ser músico. Yo sufrí mucho porque mis padres no me dejaron y me obligaron a ser profesora. Pero yo no voy a obligar a mi hija a ser profesora, va a ser músico”. ¡Y la hija no dejaba de llorar y gemir!

Estáis así de confusos a causa de los demás: vuestra madre quiere que seáis una cosa y vuestro padre otra. Y es así porque nunca van a ponerse de acuerdo: ¡los padres y las madres nunca están de acuerdo en casi nada!

Padre y madre siempre se llevan la contraria, y su oposición mutua va penetrando en vosotros, se convierte en un conflicto interno. Puede que ambos estén muertos, que ya no formen parte de este mundo, pero siguen en el interior de vuestro inconsciente, luchando. Nunca os dejarán en paz. Hagáis lo que hagáis, por lo general, vuestro padre os dice que sí y vuestra madre que no. Vuestro conflicto interno es el de vuestros padres. Y luego, además, están los tíos y hermanos, hermanas y familiares diversos, y vosotros estáis solos en medio de tanta gente que nos desea el bien. Y todos ellos quieren que hagáis algo tal y como ellos quieren. En realidad os destruyen. Y luego toda vuestra vida se convierte en una gran confusión: no sabéis lo que queréis ser, ni dónde ir, ni lo que estáis haciendo ni por qué lo hacéis. Entonces os sentís miserables. La miseria aparece cuando no podéis crecer y convertiros en un ser natural, cuando no podéis crecer de acuerdo a vuestro ser.

Esto es lo que le sucedió al ave marina y eso es lo que les pasa a todas las aves marinas: vosotros sois esas aves. Un día aterrizáis en un útero en la capital de Lu; sois recibidos con gran pompa y ceremonial. Los astrólogos deciden lo que hay que hacer, los músicos os reciben con su música, los padres con su amor. Y todos juntos se las arreglan para volveros locos, y nada más.

Un hombre sabio os recibe no según él, sino según vosotros. El ave murió a causa de los músicos y de sus bellas sinfonías. Y el príncipe lo hizo todo bien, pues así era como se recibía a un invitado.

¿Cómo hay que tratar a un ave?

¿Cómo a uno mismo o como a un ave?

Siempre hay que dar al otro la oportunidad de que sea él mismo, eso es comprensión, eso es amor. No forcéis a los demás. Podéis albergar buenos deseos, pero los resultados serán malos. Un buen deseo no es suficiente en sí mismo; puede convertirse en un veneno. La cuestión no es vuestro deseo. La cuestión es saber dar libertad al otro par que sea él mismo o ella misma. Permitid que vuestra esposa sea ella misma; dejad que vuestro esposo sea él mismo; aceptad que vuestros hijos sean ellos mismos, no forcéis.

Todos somos aves marina, desconocidas entre sí, extrañas. Nadie sabe quién sois. Como mucho, todo lo que podemos hacer es ayudar a que cada uno sea lo que tenga que ser. Y el futuro es desconocido; no puede forzarse. Y no hay manera de conocerlo, ningún astrólogo puede; esos son métodos ridículos. Las personas dependen de ellos porque la gente es estúpida. Los astrólogos continúan existiendo porque no hacemos más que querer saber cómo será el futuro para poder hacer planes. La vida no se puede planear, es un aluvión imprevisto. Y está bien que no se pueda prever porque ahí radica la libertad. Si el futuro fuese algo que pudiera conocerse, entonces no quedaría libertad alguna, entonces nos moveríamos en un mecanismo predecible. Pero eso es precisamente lo que queremos, o lo que intentamos hacer.

sábado, 17 de septiembre de 2011

LA COMPRENSIÓN Y LAS REGLAS

No hay naturaleza humana como tal; hay naturalezas humanas. Cada individuo es un universo en sí mismo y no se puede generalizar. Todas las reglas generales son falsas. Hay que tenerlo bien presente, porque en este camino se dan todas las posibilidades para que empecéis a seguir reglas, y una vez que uno se convierte en víctima de las reglas, se deja de saber quién se es.

Solo podéis llegar a conoceros en total libertad; y las reglas son prisiones. Hay prisiones porque nadie más puede hacer reglas para nadie. Puede que alguien haya descubierto la verdad siguiendo esas reglas, pero eran para él. La naturaleza difiere; esas reglas le fueron de ayuda a él, pero puede que no sirvan para vosotros; es más, pueden acabar convirtiéndose en obstáculos.

Así pues, hay que dejar que la comprensión se convierta en la primera regla. Aprender, crecer en comprensión, pero sin seguir reglas. Las reglas están muertas, la comprensión viva; las reglas se convertirán en una prisión, la comprensión os dará el cielo infinito.

Y todo hombre carga con reglas, todas las religiones acaban convirtiéndose en reglas. Como Jesús realizó, como el Buda realizó, su vida se convirtió en una regla que fuese seguida por todos los demás. Pero nadie más es un Gautama Buda, nadie más es Jesucristo, así que a lo máximo que puede aspirarse a ese respecto es a ser un papel carbón, pero si eso es lo que queréis ser, nunca realizaréis vuestro auténtico ser. Si seguís demasiado a Jesús, seréis cristiano, pero nunca Cristo, y ese es el peligro. Porque hacerse cristiano y olvidarse de Cristo no vale la pena. Podéis convertiros en Cristo, pero entonces Jesús no puede convertirse en vuestra regla; la ley solo puede ser vuestro propio conocimiento.

Jesús no siguió a nadie. Tuvo un maestro, Juan el Bautista, pero nunca siguió regla alguna. Sintió al maestro, permaneció con él, observó la llama del maestro, absorbió al maestro, fue bautizado por el maestro, pero nunca siguió regla alguna. Otros seguidores de Juan se volvieron contra Jesús. Dijeron: “Este hombre te ha traicionado. Va a lo suyo, no sigue las reglas”.

Ningún hombre que comprenda puede seguir ninguna norma de manera estricta. Solo la gente muerta sigue reglas estrictas porque no hay reglas; tú eres tu propia regla. Entiéndelo, aprende de otros a fin de descubrir tu propia regla, pero recuerda, nunca impongas esa regla a nadie más; eso es violencia. Vuestros llamados mahatmas van por ahí imponiendo reglas a los demás porque mediante las reglas matan y destruyen, y les encanta la violencia. Su violencia es muy sutil; no te matan directamente, lo hacen de manera indirecta. Si alguien os ataca directamente, siempre os podéis defender. Pero cuando alguien lo hace de forma indirecta –en interés propio-, os convertís en una víctima que ni siquiera puede defenderse.

Muchos gurús no son más que violencia, pero su violencia es sutil. Así que cuando estéis cerca de un hombre que quiera imponer sus reglas en vuestra vida, que quiera proporcionaros un marco prefijado, que quiera daros una ventana por la que mirar hacia la verdad, escapad de él, porque es peligroso. Hablar es muy fácil, saber es muy difícil; no existe relación entre ambas cosas. Se puede hablar sin saber y se puede saber sin hablar. No existe ninguna relación. Pero para nosotros, alguien que habla es alguien sabio. Un auténtico maestro no os daría ninguna ventana para mirar la verdad, sino que os sacaría fuera, bajo el cielo. No os proporcionaría una pauta para vivir, sino que simplemente os daría la sensibilidad, la comprensión, y la comprensión os ayudará a moveros. La comprensión es libre y es vuestra.

Y eso es justamente lo que hacen todos los predicadores. Les falta comprensión: solo cargan con reglas, y las reglas son cosas muertas. La comprensión no pesa, no hay que cargar con ella, es ella la que te lleva, la que se convierte en tus alas. No es ningún peso, ninguna carga, ni siquiera hace falta recordarla. Si comprendes algo, no hay que recordarlo porque se convierte en tu sangre, te penetra hasta el tuétano…se convierte en ti. Hagas lo que hagas lo haces a través de esa comprensión: se trata de un fenómeno inconsciente.

Recordad: como no queréis comprender, porque comprender es difícil y arduo, y la comprensión requiere de transformación, simplemente os convertís en víctimas de quienes quieren proporcionaros reglas. Pero las reglas son sustitutos, se pueden conseguir con facilidad. Podéis llevar una vida disciplinada, pero será algo falso. Podéis actuar y pretender, pero eso no es real.

Jesús acostumbraba decir: “Os miro y siento que sois como tumbas blanqueadas; muertos por dentro y por fuera una pared blanqueada”. Puede dar la impresión de que todo es hermoso y limpio, todas vuestras reglas os pueden conferir una cierta limpieza externa, pero dentro seguís siendo los mismos tontos de siempre. Y recordad, sólo los tontos siguen reglas; un sabio trata de comprender y olvida las reglas. Un sabio se mueve libremente; un hombre que tiene reglas no puede moverse, siempre tiene que seguir una norma. Y la vida cambia a cada instante, momento a momento y no espera ni a vosotros ni a vuestras reglas. Cada momento es nuevo. Y si la regla es vieja, acabarás dando un traspié, serás un inadaptado. Un hombre que sigue reglas siempre será un inadaptado en todas partes, porque la vida fluye y él está atascado en sus reglas.

sábado, 10 de septiembre de 2011

LA VIOLENCIA EN EL HOMBRE

En Tokio hay un zoológico…Si alguna vez vais a Tokio, no os lo perdáis. Hay todo tipo de animales salvajes, cientos de jaulas, y hay una última jaula en la que aparece un cartel: “El animal más peligroso de todos”. Pero está vacía. Si miráis… ¡y miraréis!, lo encontraréis, porque la jaula no es sino un espejo.

Los animales tienen sus egos pero todavía son inocentes, no son muy violentos. Pero el hombre es violento, el hombre parece ser el único animal violento. Tigres y leones matan, pero solo para comer, nunca con otros propósitos. El hombre mata no solo para comer, disfruta matando. La caza es un deporte para él. Mata por matar, y ningún animal del mundo mataría a sus propios hermanos y hermanas, ¡ni hablar! Un león no matará a otro león, un mono tampoco matará a otro mono como él.

El hombre es el único animal que mata a otros hombres. En todos los animales existe una protección innata; los zoólogos dicen que todo animal cuenta con un mecanismo incorporado para no matar a la misma especie. Pero parece que en el hombre se estropeó algo: mata a su propia especie. En el mundo animal no existe la guerra, aunque los individuos pueden luchar.

Los animales comprenden mejor. Si dos perros luchan, más tarde o más temprano, al cabo de pocos minutos, llegan a un acuerdo. El hombre nunca llega a un acuerdo; parece que no se queda tranquilo si no mata. Incluso los perros son más listos. Si dos perros ladran, se enseñan los dientes, saltan sobre el otro… es para exhibición, están tratando de tomarle el pulso al otro, de saber quién es el más fuerte. Es una pelea fingida. Todavía no han empezado, pero no obstante cuando uno de ellos siente que no es lo suficientemente fuerte sabe que luchar no tiene sentido. Así que lo señala con la cola: ¡alto! Y entonces todo se acaba así, han llegado a un acuerdo. Se ha establecido una jerarquía, el más fuerte acabaría ganando, claro, ¿así que para qué empezar una pelea innecesaria?

Sólo el hombre se muestra estúpido, el animal más estúpido de todos, porque nunca cree que el débil saldrá perdiendo y que el fuerte ganará. Son matemáticas simples, así que si el fuerte acabará ganando, ¿para qué luchar? No es necesario. Hitler podía ladrarle a Stalin, y Stalin podía ladrarle a Hitler, y ambos podían llamar a sus matemáticos y contar quién tenía más aviones y más bombas. En pocos minutos podrían haber arreglado sus diferencias; solo tenían que hacerlo con la cola. No era necesario empezar una guerra, porque una guerra solo demuestra lo que ya se ha visto de antemano, es decir, quién es el más fuerte. ¿Para qué tanto derroche, para qué tal desperdicio de seres humanos?

Pero no, es imposible. Los seres humanos son tan egoístas que incluso el débil se cree que va a ganar. Ningún animal se engaña tanto. Las peleas fingidas están ahí para dilucidar quién es el más fuerte, y luego se acabó. Eso no quiere decir que el perro que baja la cola sea un cobarde. No, simplemente es listo. Es débil, así que ¿para qué perder el tiempo peleando? Ha llegado a esa conclusión, y la ha alcanzado de manera inocente, sin derramamiento de sangre. Si peleasen, acabarían llegando a la misma conclusión. ¿Para qué ir a la guerra? Así está mejor.

sábado, 3 de septiembre de 2011

LA EGOLATRÍA

El Tao dice que escondas todo aquello que es hermoso en ti, que nunca lo exteriorices, cualquier cosa que sea verdad, o valiosa, escóndela, porque siempre que se esconde una verdad en el corazón, crece como una semilla oculta en la tierra. No la saques fuera. Si tiras una semilla en la calle para que todo el mundo pueda verla, entonces morirá, y morir no tiene sentido. Morirá y no habrá renacimiento.

Hay que tratar todo lo que es bello, bueno y verdadero igual que si fuese una semilla. Hay que proporcionarle algo de terreno, un lugar oscuro en el corazón, no hacer ostentación. Pero resulta que todo el mundo hace justo lo contrario: ocultáis todo lo erróneo; no queréis que los demás se enteren. Todo lo feo lo ocultáis, y todo lo bello, aunque no lo sea, intentáis anunciarlo, magnificarlo y mostrarlo. De ahí proviene la miseria, porque lo feo crece y lo bello se pierde. Lo falso crece, se convierte en una semilla, y lo verdadero se tira. Lo precioso se tira y la basura crece; os convertís en malas hierbas. En vuestra vida no aparecen flores porque nunca habéis hacho lo adecuado: esconder la semilla de la flor en el interior. Eso que parece tan absurdo es el sendero y una de las claves más secretas del Tao.

Un hombre del Tao es ordinario, normal, absolutamente normal. Nadie sabe quién es, nadie sabe qué lleva en él, nadie conoce su tesoro. Nunca hace publicidad, nunca trata de demostrar nada. Pero ¿por qué lo hacemos nosotros? A causa del ego. No estáis satisfechos con vosotros mismos, solo lo estáis cuando los demás os aprecian. La opinión de los demás es más valiosa que vuestro ser. Miráis en los ojos de los demás como si fuesen espejos y si os aprecian, si os aplauden, entonces os sentís bien.

El ego es un fenómeno falso. Es la acumulación de las opiniones de los demás, no es un conocimiento del yo. Este yo, el llamado yo que en realidad es el ego, no es más que la acumulación de reflejos y también del miedo. Los demás pueden cambiar de opinión; siempre se está a expensas de lo que ocurra. Si dicen que sois buenos, tenéis que seguir sus reglas para seguir siendo buenos, debéis seguirles para continuar siendo buenos a sus ojos, porque una vez que han cambiado de opinión dejaréis de ser buenos. No contáis con una relación directa con vuestro ser, sino que es a través de los demás. Así que no solo os prodigáis, sino que magnificáis y falsificáis. Puede que tengáis un poco de verdad, un poco de belleza, pero la magnificáis y se convierte en algo ridículo.

Pensáis que todo el mundo os copia y en realidad sois vosotros los que no dejáis de copiar. Sois como un papel carbón, no una persona real, porque una persona real nunca necesita hacer demostración alguna.

¿Adónde llegáis con ello? A tener la falsa sensación de que sois importantes, extraordinarios.

Lo extraordinario no tiene que ver con lo que hacéis, sino con quiénes sois. Y ya sois extraordinarios; todo el mundo es único, no es necesario demostrarlo. Si se intenta demostrar, entonces se acaba demostrando lo contrario. Si algo ya es lo que es, ¿cómo podéis demostrarlo? Si tratáis de hacerlo, simplemente demostráis que no sois conscientes de la singularidad que ya sois.

Así que si queréis demostrar algo, es que tenéis dudas acerca de ello. Lo que pretendéis es destruir vuestras dudas a través de los ojos de los demás, a través de sus opiniones. No estáis verdaderamente convencidos de ser personas hermosas, sino que queréis que sean los demás los que lo digan.

Puede que penséis que sois una persona hermosa, pero nadie lo piensa de vosotros porque todo el mundo está ocupado con su propia belleza, no con la vuestra. Y si alguien asiente y dice: “Sí, eres hermosa o hermoso”, es que está esperando a que digáis lo mismo acerca de él o ella. Se trata de un acuerdo mutuo: tú colmas mi ego y yo colmo el tuyo. Y todo el mundo parece tener la misma necesidad de sentirse único. Eso significa que no habéis dado con vuestro propio ser, que es único, sin necesidad de probarlo. Las demostraciones son necesarias para las mentiras, no lo olvidéis.

Por eso no se puede demostrar a Dios, porque es la verdad esencial. Las demostraciones solo son necesarias para las mentiras; la verdad no necesita ninguna demostración. Lo es, simplemente lo es.

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