sábado, 26 de noviembre de 2011

LAS NECESIDADES Y LOS DESEOS (SEGUNDA PARTE)

Las necesidades son hermosas; los deseos son horribles. Las necesidades son corporales; los deseos psicológicos. Pero mirad a vuestros santos y sabios: siempre condenan vuestras necesidades y alientan vuestros deseos. Os dicen: “¿Qué estás haciendo? Solo coméis y dormís, estáis desperdiciando la vida. ¡Intentad alcanzar el cielo! El cielo es el deseo esencial. Os espera el paraíso, y vosotros no hacéis más que perder el tiempo en cosas corrientes, estáis vegetando. Poneros en pie y corred, porque no queda mucho tiempo. ¡Vamos, vamos! ¡Llamad a las puertas del cielo! ¡Llegad hasta Dios! Pero no os quedéis aquí”.

Siempre condenan vuestras necesidades y siempre alientan vuestros deseos. Por eso el mundo se ha convertido en un lugar tan horrible: todo el mundo está lleno de deseos y las necesidades no están siendo satisfechas. Lo que puede satisfacerse está siendo desatendido y lo que no puede colmarse es alimentado. Esa es la miseria del hombre.

Chuang Tzu está a favor de las necesidades. Satisfacedlas y no os ocupéis de los deseos. Abandonad la idea, porque no hay futuro; solo existe el presente. ¡Y qué hermoso es! Cuando tenéis hambre, coméis –no hay futuro-, y cuando estáis comiendo y os concentráis en ello, el presente se convierte en un paraíso. Por eso dijo Jesús: No penséis en el mañana. Mirad los lirios del campo: ellos no acumulan, no piensan, no están preocupados por el futuro. Florecen aquí y ahora. Fijaros en el florecer de los lirios, el mañana se ocupará de sí mismo. Solo tenéis que estar aquí y ahora. Este momento es suficiente, no pidáis nada más.

Ese es el auténtico sabio, el que vive en el momento, para quien este instante es suficiente. Si permanecéis en este momento, totalmente concentrados. Disfrutando de él con todo vuestro ser, entonces el tiempo se detiene. No hay movimiento de tiempo, no hay horizonte ni necesidad de ir tras él. Pero todo el mundo tiene prisa por alcanzarlo.

Todo el mundo tiene prisa. ¿Adónde vais con tanta prisa? ¿Alguna vez habéis visto llegar a alguien a alguna parte? ¿Sabéis de alguien que haya llegado a algún sitio a todo correr, con impaciencia, con rapidez? Hemos oído hablar de algunos que han llegado parando, pero nunca hemos oído hablar de nadie que llegase corriendo. El Buda se detuvo y llegó; Jesús se detuvo y llegó; Chuang Tzu se detuvo y llegó. Lleváis el destino en vosotros mismos, no hay ningún otro lugar al que ir. Pero el deseo os hace ir a tierras lejanas, a tiempo distantes, a apartados puntos del espacio. Y cuando más deseosos estáis, más prisa tenéis, y más os perdéis de vista; frustrados y destrozados, sois una ruina ya antes de morir.

Pero en esa ruina sigue habiendo deseo. Habéis reunido toda una vida de experiencias y deseos, y vuestra mente os dice: “Has fracasado porque no te has esforzado suficiente. Fíjate, hay otros que lo han conseguido. Observa a tus vecinos, ellos han triunfado; pero tú has fracasado porque no corriste lo suficiente. La próxima vez tienes que estar preparado”.

Concentráis esa actitud en una simiente, volvéis a nacer y vuelve a empezar el círculo vicioso. ¿Adónde vais? ¿Hay algún sitio al que dirigirse? Y aunque llegaseis a algún lugar seguirías siendo el mismo, el mismo ser frustrado, el mismo ser ambiguo, con la misma tensión, la misma angustia, las mismas pesadillas.

Corréis y corréis, y no dejáis de correr, hasta que caéis en brazos de la muerte; ese es el fin de vuestro esfuerzo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

LAS NECESIDADES Y LOS DESEOS (PRIMERA PARTE)

Las necesidades pueden ser satisfechas, pero los deseos no. El deseo es una necesidad que se ha vuelto loca. Las necesidades son simples, provienen de la naturaleza. Los deseos son muy complejos; y no provienen de la naturaleza, sino que son creados por la mente. Las necesidades son del momento, son creaciones de la propia vida. Los deseos no son del momento, siempre pertenecen al futuro. No son creaciones de la propia vida, son proyecciones de la mente. Los deseos son proyecciones, no son necesidades reales. Eso es lo primero que hay que entender, y cuando más lo entendáis, mejor.

¿Qué es el deseo? Es el movimiento de la mente hacia el futuro. La necesidad pertenece a este momento: tener hambre es una necesidad que tiene que ser satisfecha. Y puede serlo, no es problema. Si estáis sedientos, lo estáis aquí y ahora, y por lo tanto hay que buscar agua. Debe satisfacerse, es una necesidad de la vida.

Las necesidades son hermosas, los deseos son feos. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia estriba en que la necesidad proviene del cuerpo, mientas que el deseo es producto de la mente. Los animales, las aves y los árboles son más felices porque carecen de mente para desear; son más felices estén donde estén. Viven y mueren, pero nunca están angustiados; no hay tensión en ellos.

Pero los deseos no son así. Cuando se desea ser presidente de un país no se trata de una necesidad, sino de una ambición, es una proyección del ego en el futuro. O bien se desea el cielo; eso también pertenece al futuro. O se desea a Dios; y eso también pertenece al futuro. Recordad, las necesidades son siempre aquí y ahora, son existenciales. Y los deseos nunca son de aquí y ahora, son no existenciales. Son únicamente mentales, pertenecen a la mente y no pueden ser satisfechos porque su naturaleza es ir hacia el futuro.

Son como el horizonte. Da la impresión de que hay un lugar cercano donde el cielo y la tierra se unen: es tan aparente que uno puede ir allí andando. Pero se puede caminar durante toda la vida y la distancia será la misma; el cielo y la tierra se encontrarán en algún lugar más adelante. Pero nunca se llega a tal sitio, al punto en que se unen cielo y tierra. Nunca se unen. Solo es una apariencia, lo que los hinduistas denominan maya: lo parece, pero no lo es. Lo parece si se mira a lo lejos. Cuanto más te acercas más te percatas de que no es así. El horizonte se aleja más, y la distancia sigue siendo la misma.

La distancia entre vosotros y vuestro deseo siempre es la misma. ¿Cómo satisfacerlo? Si deseáis diez mil rupias, puede que las tengáis algún día, pero para entonces, el deseo ya estará diez mil veces por delante. Tenéis mil rupias; el deseo pedirá diez mil. Cuando tengáis diez mil, el deseo pedirá cien mil. La distancia continuará siendo la misma. Podéis llegar a tener cien mil y eso no significará diferencia alguna. El deseo continuará siendo el mismo, diez veces mayor, diez veces más.

Las necesidades son simples, pueden colmarse. Tenéis hambre y coméis; estás sedientos y bebéis; tenéis sueño y os acostáis.

Los deseos son muy arteros y complejos. Os sentís frustrados pero no a causa de las necesidades. Estáis frustrados por los deseos. Y los deseos consumen gran parte de vuestra energía no podréis satisfacer vuestras necesidades, porque, ¿quién estará ahí para satisfacerlas? Os movéis hacia el futuro, pensáis en el futuro; vuestra mente divaga y sueña. ¿Quién está ahí para satisfacer las necesidades corrientes de cada día?; vosotros no. Y os gustaría seguir hambrientos pero poder alcanzar el horizonte: os gustaría posponer las necesidades para que así toda la energía estuviese disponible para los deseos. Pero al final os dais cuenta de que el deseo no ha sido colmado, y como se han desatendido las necesidades, acabáis no siendo más que una ruina. Y no puede recuperarse el tiempo que se ha perdido; no se puede volver atrás.

Hay una historia de un viejo sabio que se llamaba Mencio. Era un seguidor de Confucio, y murió muy, muy viejo. Hubo alguien que le preguntó: “Si le volviesen a dar la vida, ¿cómo empezaría?”.

Y Mencio contestó: “Pondría más atención a mis necesidades y menos a mis deseos”.

Y esta comprensión también os llegará a vosotros. Pero siempre llega demasiado tarde, cuando la vida ya no está en vuestras manos. Si os volviesen a dar otra vida…

sábado, 12 de noviembre de 2011

LAS PROMESAS Y EL AMOR

Siempre vas por ahí prometiéndote y no sabes qué es lo que estás haciendo. Cuando amas a una persona, sientes que la amarías para siempre. Es la sensación de ese momento; no la conviertas en una promesa. Solo di: “En este momento siento que te amaría para siempre, pero no sé cómo me sentiré al momento siguiente”. Nadie puede decir nada sobre el momento siguiente, nadie puede prometer. Si prometes algo, es que vives en un mundo de plástico. No se puede hacer ninguna promesa.

Y esa es la verdad, la honestidad del amor: no es prometible, aunque todo el mundo quiere la promesa para sentirse seguro. Y cuanto más asustados estás, más promesas te hacen falta. Por eso, por lo general, las mujeres necesitan más promesas que los hombres; están más asustadas, se sienten más asustadas por naturaleza. Les gustaría que todo fuese permanente, y solo entonces darían un paso. Y por eso vas haciendo falsas promesas que no pueden cumplirse. Todas las promesas se rompen, y con cada promesa tu corazón se rompe y también el corazón del otro. Y con cada promesa desaparecida, la vida se convierte en algo fútil y sin sentido; se pierde la poesía, se convierte en prosa llana, en un fenómeno legal. Llegas a casa y le besas a tu esposa, y entonces se convierte en una cosa legal…tienes que hacerlo, no es espontánea. Tienes que besar a tus hijos; no es algo espontáneo, es algo que tienes que hacer, es un deber. Y el deber es la peor de las cosas, te lo digo de verdad. El amor es lo más hermoso; el deber, lo más feo.

El amor es un fenómeno desconocido que no puedes manipular. El amor es un subproducto social. La esposa puede decir: “Tienes que hacerme el amor; es tu deber, ¡y además lo has prometido!”. Y sabes que así es, que lo has prometido. ¿Qué puedes hacer? Si el amor ha desaparecido, o si en ese momento no tienes ganas de hacer el amor, ¿qué puedes hacer? Para cumplir la promesa del pasado tienes que ser falso y actuar. Así que dices: “Sí, lo prometí”. ¿Qué puedes hacer? ¿Puedes fabricar amor?

No puedes, pero lo pretendes, finges que sí. Esa pretensión, ese fingimiento se irá asentando en ti cada vez más, porque la espontaneidad es algo que no está permitido. Y eso hace que todo el mundo se sienta engañado, porque un amor fingido no puede colmar. Todo el mundo sabe que es fingido, es fácil darse cuenta. Haces todos los movimientos del amor, pero el amor está ausente. Es como un ejercicio de yoga: las posturas están ahí, los gestos están presentes, pero falta el corazón. Estás en otra parte, tanto si es por deber como por obligación, pero también sientes que: “Si, lo prometí”.

Y te digo que la promesa puede haber sido perfectamente correcta, pero cada promesa pertenece a su propio momento. Si no puedes prometer que estarás allí mañana, ¿cómo puedes prometer que tu amor sí estará? Solo puedes hablar de la sensación de este momento: “Te amaré para siempre jamás, pero se trata de una sensación momentánea: ¿qué puedo hacer si desaparece al momento siguiente?”. Pero la seguridad crea el problema. Necesitas seguridad en todo; por eso todo se ha convertido en falso.

La vida es insegura. Deja que la verdad te penetre cada vez más, deja que se convierta en una semilla en lo más profundo de tu corazón. La vida es insegura: esa es su naturaleza y no puede hacerse nada al respecto; todo lo que intentes no hará más que envenenarla. Solo puedes matar…y cuanto más seguro te sientas, mas muerto estarás. Observa a aquellos que se sienten seguros rodeados de riqueza, prestigio y castillos, y verás que están muertos. Mira sus rostros: parece que tienen los ojos de piedra. Sus rostros parecen máscaras. Sus gestos son automáticos, vacíos; están enjaulados y no fluyen, están congelados e inmóviles. No son como ríos que fluyen y discurren hacia el mar. Son pozas fétidas, que no van a ninguna parte, ni fluyen en ninguna dirección.

sábado, 5 de noviembre de 2011

AUTORIDAD Y VERDAD

Todas las religiones intentan demostrar que sus autoridades son muy antiguas, extremadamente viejas. Preguntad a los hinduistas…dicen que su santana-dharma (nombre que los hinduistas dan a su propia religión: “la ley imperecedera”, en el sentido de verdad eterna) no tiene principio. Son los más astutos: al decir que no tiene principio no se puede demostrar que hay otra religión más antigua que la suya. Lo han conseguido: no tienen principio. Dicen que los Vedas son los más antiguos, y creen que si se demuestra que los Vedas son los más antiguos, entonces tendrán más autoridad.

De algún modo, la mente humana cree que cuanto más viejo es algo mejor es; como si la verdad fuese un vino…cuanto más viejo mejor. Y todas las interpretaciones no son más que el viejo vino en botellas nuevas. La verdad no es un vino, la verdad no tiene nada que ver con los vinos, es justo al contrario: cuanto más nueva, más fresca, más joven, más profunda es. Cuanto más viva está, más profunda es. Lo muerto es insulso, mugre dejada por el pasado, solo eso y siempre que te implicas en el pasado estás tratando con mugre, con tumbas; eres un sepulturero. Vives en un cementerio, dejas de formar parte del fenómeno vivo que es la vida.

Pero los hinduistas demuestran que sus Vedas son antiquísimos y no hacen más que retrasar la posible fecha en que fueron escritos. Y se enfadan mucho si alguien intenta demostrar que no son tan antiguos; creen que eso es irreverente, que te has vuelto loco.

¿Para qué todo ese esfuerzo en demostrar que se es más antiguo? Porque la mente cree en la muerte, y porque la mente cree en el pasado. La mente, es más pasado. Así que creéis que vuestra mente será mejor si vuestra autoridad es antigua, porque cuanto más grande el intervalo de tiempo, la acumulación de tradición, más espacio tiene la mente para moverse. La mente necesita tiempo para moverse y no es nada sino acumulación de pasado, así que tendréis una mente mayor si vuestro pasado es mayor, y contaréis con una mente más pequeña si vuestro pasado es menor.

Cuanto más vieja es una cosa, más autoridad tiene. Si Podéis tener ciento cincuenta años y únicamente ser un tonto de ciento cincuenta años, porque la edad no trae sabiduría, no tiene nada que ver. Por el contrario, los niños son más sabios; tienen que serlo. Dios no puede equivocarse, porque siempre se lleva a los viejos y los sustituye por niños; eso significa que cree más en los niños que en los viejos. Dios cree en lo nuevo y el hombre cree en lo viejo; Dios siempre cree en las hojas nuevas, por eso se desprende de las viejas. Y las sustituye con otras nuevas, frescas y jóvenes.

Dios es eternamente joven y nuevo, y así es la verdadera religión. Pero las autoridades… Así que no podéis confiar en la autoridad de Dios. Si observáis la creatividad divina que os rodea, siempre veréis que parece un poco loca, porque para cuando un hombre se ha convertido en sabio, va Dios y lo retira. Habéis cumplido noventa años, habéis vivido a través de todas las estaciones, sabéis mucho, habéis acumulado experiencia, y para cuando empezáis a ser sabios, va Dios y os llama y te sustituye por un bebé; eres sustituido por un bebé que no sabe nada. Da la impresión de que ama más la inocencia que el conocimiento, que le gustan más las hojas verdes que las viejas y descoloridas. Y así debe ser, porque la vida debe ser joven, y si él es vida eterna, entonces tiene que ser eternamente joven.

Pero entonces Dios no puede ser autoridad, porque autoridad significa el peso del pasado; no se puede crear autoridad sin el peso del pasado.

La vida no se detiene, y nunca se repite a sí misma; aunque parezca que lo está haciendo, en realidad nunca se repite. Si sentís que la vida se repite, será porque no podéis sentir lo nuevo, porque estáis muertos. Pero nunca se repite. La nube que habéis visto esta mañana nunca volverá a aparecer en el cielo, porque mañana por la mañana el universo será distinto. Es algo inmenso y cambiante.

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