sábado, 28 de marzo de 2020

EL DESAPEGO


La vida se manifiesta a sí misma cuando no te agarras a ella, cuando no te apegas, cuando no acaparas, cuando no eres miserable, cuando estás suelto y dispuesto a soltar, cuando no cierras el puño, cuando tienes la mano abierta. La vida se revela a sí misma llanamente cuando no te agarras a ella ni de sentimiento ni de pensamiento.

Desapego, ése es el secreto, todo el secreto, todo un arte. Todo lo que se guarda acaba estropeándose, todo. Acumula algo y lo matarás, acumula y se ranciará. La razón es que todo lo que es importante, vivo y en movimiento, es momentáneo.

Al acumularlo pretendes convertirlo en permanente. Amas a una mujer, amas a un hombre, y quieres poseerlo, o poseerle, quieres que sea permanente. Inténtalo. Es momentáneo, pero si vives el momento soltando por completo, entonces es eterno. Un momento vivido por completo, en un estado mental relajado, es la eternidad. Pero no vives en el momento y no sabes qué es la eternidad, por ello quieres convertirlo en permanente. Quieres que también dure mañana, y al día siguiente, también al año siguiente, y tal vez en la próxima vida. Quieres acumularlo.

Estas tres palabras son muy importantes: momentáneo, permanente, eterno. En los diccionarios normales y corrientes, el significado de eterno parece ser: “para siempre jamás”. Es erróneo. Ése no es el significado de eterno, sino de permanente. Entonces la permanencia se transforma en eternidad, pero no es así.

Eternidad no es duración; eternidad es profundidad en el momento. Eternidad es parte de lo momentáneo, no está contra lo momentáneo. Lo que está en contra de lo momentáneo es lo permanente.

Si profundizas en el momento, si te dejas hundir en lo momentáneo, disolviéndose por completo en ello, tendrás un vislumbre de eternidad. Todo momento vivido total y relajadamente es eternidad.

La eternidad está siempre presente. El “ahora” es parte de la eternidad, no parte del tiempo.
Soltar… al igual que una hoja desciende en la corriente de un arroyo.

Basho cantó:

Cuando relampaguea el rayo,
qué admirable quien no piensa
que la vida es efímera.

Una tremenda declaración. Ésa es la belleza de la gente zen, que no hallarás en ningún otro lugar. Es algo único del zen. Los predicadores y sacerdotes religiosos ordinarios no dejan de afirmar que la vida es efímera, que la vida pasa, que se escapa. Te crean el deseo de acumular, de codiciar. Y crean la ambición por el otro mundo: el cielo, paraíso, nirvana, o lo que sea. “La vida es efímera; antes de que desaparezca debes utilizar este tiempo para acumular algo para el otro mundo, por ejemplo algo de virtud”.

Y dice Basho:

Cuando relampaguea el rayo,
qué admirable quien no piensa
que la vida es efímera.

Y el mismo poeta también dice:

El día despunta
y pronto le sigue la noche.
La vida es efímera como el rocío.
Y no obstante, la ipomea,
despreocupada,
florece y florece
su vida corta y completa.

Fíjate en esa frase: su vida corta y completa. Corta pero completa. A la gente zen le gusta mucho la ipomea, también conocida como “dondiego de día”, y la razón es que se abre por la mañana y desaparece por la noche. Ahí está, por la mañana, tan hermosa, auténtica y real, y por la noche se desvanece, caída en el suelo, dispuesta a desaparecer.

La ipomea es un símbolo exacto para la vida. Cuando la ipomea florece, en esa vidita, en ese corto espacio de tiempo, su floración es completa. Es total, y no le falta nada. Esos pocos instantes son suficientes. Es un contacto de eternidad.

Vives durante setenta años, pero no vives realmente. Un acaparador nunca vive, un miserable nunca vive.

Y me preguntas: “¿Puede explicar en pocas palabras cuál es el secreto más básico del zen?”. Soltar, y desapego.

Dogen le dijo a su maestro:

-He experimentado el abandono del cuerpo y la mente.

El maestro Nyojo exclamó:

¿Entonces a qué esperas? Abandona eso también.

Había una pequeña duda por parte de Dogen; no entendió. Así que el maestro le atizó fuerte en la cabeza, y Dogen rió. Lo pilló al vuelo. Hizo una reverencia a su maestro, y éste dijo:

-Eso es abandonar el abandono”… Eso es relajación completa, un completo soltar. Se suelta incluso el nirvana, incluso a Dios, incluso la espiritualidad. Incluso se suelta la meditación. La meditación es perfecta cuando se suelta. Habrás llegado cuando te olvides incluso de la iluminación. Eso es relajación total; eso es soltar.

Justo antes de fallecer, a los sesenta años, Basui se sentó en la postura del loto y dijo a quienes le rodeaban: “No os confundáis. Mirad directamente. ¿Qué es esto?”. Volvió a repetirlo en voz muy alta, una y otra vez, luego se rió, se relajó, cayó al suelo y murió.

Les estaba mostrando a sus discípulos qué era la relajación absoluta, ese soltar. “No os confundáis. Mirad directamente. ¿Qué es esto?”. El maestro estaba muriendo, así que los discípulos debían estar muy atentos. Pensaban que iba a morir, pero de repente se sentó en la postura del loto, algo totalmente inesperado. Puede que estuvieran dormitando, pero ya no pudieron seguir haciéndolo. ¿Qué es lo que estaba haciendo el viejo? Les gritó tres veces: “No os confundáis. Mirad directamente. ¿Qué es esto?”. Y se rió, se relajó, cayó al suelo y murió.

Morir de manera relajada y vivir de manera tan relajada es de lo que se trata el zen. Ése es el secreto, su arte.

La mayoría de nosotros vivimos nuestras vidas en el mundo del tiempo, entre recuerdos del pasado y esperanzas del futuro. Sólo rara vez tocamos la dimensión intemporal del presente, en momentos de belleza repentina, o de peligro repentino, al encontrarnos con una persona amada o con la sorpresa de lo inesperado. Muy pocas personas salen del mundo del tiempo y de la mente, de sus ambiciones y de su competitividad, y se ponen a vivir en el mundo de lo intemporal. Y muy pocas de las que así lo hacen han intentado compartir su experiencia con los demás. Lao Tse, Gautama Buda, Bodhidharma… o, más recientemente, George Gurdjieff, Ramana Maharshi, J. Krishnamurti: sus contemporáneos los toman por excéntricos o por locos; después de su muerte, los llaman “filósofos”. Y con el tiempo se hacen legendarios: dejan de ser seres humanos de carne y hueso para convertirse quizás en representaciones mitológicas de nuestro deseo colectivo de desarrollarnos dejando atrás las cosas pequeñas y lo anecdótico, el absurdo de nuestras vidas diarias.

Osho ha descubierto la puerta que le ha dado acceso a vivir su vida en la dimensión intemporal del presente, ha dicho que es “un existencialista verdadero”, y ha dedicado su vida a incitar a los demás a que encuentren esta misma puerta, que salgan de este mundo del pasado y del futuro y que descubran por sí mismos el mundo de la eternidad.

sábado, 21 de marzo de 2020

QUÈ ES LA ILUMINACIÒN


La iluminación es descubrir que no hay nada que descubrir. La iluminación es saber que no hay ningún sitio al que ir. La iluminación es comprender que esto es todo, que esto es perfecto, que esto es ello. La iluminación no es un logro, es comprender que no hay nada que alcanzar, ningún sitio al que ir. Ya estás ahí, nunca te has alejado. No puedes alejarte de ello. Dios nunca ha estado perdido. Tal vez te hayas olvidado, eso es todo. Tal vez te hayas quedado dormido, pero eso es todo. Tal vez te hayas perdido en muchos sueños, pero eso es todo, porque tú estás ahí. Dios es tu propio ser.

Así que lo primero es que no hay que pensar en la iluminación como en un objetivo, porque no lo es. No es un objetivo, no es algo que se pueda desear. Y si la deseas no la lograrás. Al desear mil y una cosas vas comprendiendo, poco a poco, que todo deseo es fútil. Todo deseo te hace aterrizar en la frustración, todo deseo te arroja una y otra vez en una fosa.

Así ha venido sucediendo desde hace millones de años, pero a pesar de ello empiezas a albergar esperanzas, vuelves a creer que este nuevo deseo que surge, que brota en ti, tal vez te conduzca al paraíso. Que te proporcionarà todo aquello que anhelas, que te colmará. La esperanza surge una y otra vez.

La iluminación sucede cuando desaparece toda esperanza. La iluminación es la desaparición de la esperanza.

No te perturbes cuando digo que la iluminación es un estado de desesperanza, porque no es algo negativo. La esperanza deja de surgir, no se crean más deseos. El futuro desaparece. Cuando no hay deseo, no existe esperanza, no hay necesidad de futuro. La tela del futuro es necesaria para el deseo. Pintas tus deseos en la tela del futuro, cuando en realidad no hay nada que pintar. ¿Para qué debes ir cargando con la tela? Abandónala. ¿Para qué cargar con pinceles y pinturas cuando no hay nada que pintar? Todo eso proviene del pasado. La tela proviene del futuro, y el color, los pinceles, la técnica y todo lo demás, proviene del pasado. Cuando no hay que pintar nada, uno se deshace de la tela, del pincel y de los colores. Y de repente está aquí y ahora.
Eso es lo que el Buda denomina chittakshana, un momento de entendimiento, de consciencia. Este momento de consciencia puede suceder en cualquier instante. No requiere de un momento en especial, ni de una postura específica, ni de un lugar particular…

Puede suceder en todo tipo de situaciones. Ha sucedido en todo tipo de situaciones. Todo lo necesario es que durante un instante no haya pensamiento, ni deseo, ni esperanza.

Un día, Chikanzenji segaba las malas hierbas alrededor de un templo en ruinas. Tiró a lo lejos un pedazo de teja y ésta fue a chocar contra un bambú. Y de repente se iluminó. Y por ello cantó:

Al escuchar el ruido de una teja rota
de repente olvidé todo lo que había aprendido.
Corregir mi naturaleza es inútil.
Al vivir mi vida cotidiana
camino a lo largo del antiguo sendero.
No estoy descorazonado, en un vacío absurdo.
Allí donde voy no dejo huellas
pues no moro en el color o el sonido.
Los iluminados de todas partes han dicho:
“Así es la realización”.

Este pobre monje, Chikanzenji, trabajó al menos durante treinta años. Era un buscador auténtico, muy honesto y sincero, un buscador serio. Practicó todo lo que se le dijo que practicase, visitó a muchos maestros, vivió en muchos monasterios. Hizo todo lo humanamente posible. Practicó yoga, zazen, esto y aquello, pero nada le sirvió. No sucedió nada; de hecho, su frustración no hizo más que aumentar. Cuantos más métodos fracasaban, más frustrado se sentía.

Leyó todas las escrituras budistas, y eso que hay miles de ellas. De este Chikanzenji se dice que tenía todas esas escrituras en su habitación, y que las leía día y noche. Y su memoria era tan perfecta que incluso podía recitarlas, pero no obstante, no sucedía nada.

Un día quemó toda su biblioteca. Al ver las escrituras ardiendo se rió. Abandonó el monasterio, a su gurú, y se fue a vivir a un templo abandonado y en ruinas. Se olvidó de la meditación, del yoga, de practicar esto o lo otro. Olvidó todo acerca de la virtud, olvidó todo acerca de la disciplina, y nunca entró en el templo para venerar al Buda.

Pero vivía en ese templo en ruinas cuando sucedió. Segaba las malas hierbas de alrededor del templo, una actividad poco religiosa. No hacía nada específico, nada especial, sólo quitar las malas hierbas, cuando miró a lo lejos un pedazo de teja rota y ésta fue a chocar contra un bambú. En ese momento tuvo lugar el instante de chittakshana, de consciencia. En el chocar de la teja contra el bambú tuvo lugar una sacudida, y su mente se detuvo durante un instante. Y en ese momento se iluminó.

¿Cómo puede uno iluminarse en un instante? Es posible porque uno está iluminado, y sólo ha de reconocer el hecho. No es algo que suceda desde fuera, sino que surge desde el interior. Siempre estuvo ahí, pero estabas enturbiado, lleno de pensamientos.

Chikanzenji quemó todas las escrituras. Fue simbólico. Ahora ya no pudo recordar nada. Ahora se había olvidado de toda la búsqueda. Había dejado de importarle. Despreocupado, vivía una vida muy ordinaria, ni siquiera seguía siendo monje. Ya no albergaba pretensión alguna, ni objetivos egoìstas.

Recuérdalo, existen dos tipos de objetivos egoìstas: los mundanos y los ultramundanos. Algunas personas andan a la búsqueda de dinero, otras quieren poder, prestigio, ganar. Otras andan buscando a Dios, moksha, nirvana, iluminación. Pero la búsqueda continúa. ¿Y quién busca? El mismo ego.

En el momento en que abandonas la búsqueda también desechas el ego. En el momento en que no hay búsqueda deja de existir el buscador.

Imagina a ese pobre monje, que ya no era ni monje, viviendo en un templo en ruinas. Sin ningún sito al que ir, sólo limpiando el suelo, tal vez para plantar algunas verduras o cualquier otra cosa. Dio con un trozo de teja, lo tiró lejos, y le pilló desprevenido. La teja chocó contra el bambú y con ese choque repentino, con ese sonido repentino, se iluminó.

Y dijo: “Al escuchar el ruido de una teja rota de repente olvidé todo lo que había aprendido”.

La iluminación es un proceso de desaprendizaje. Es una ignorancia esencial. Pero dicha ignorancia es muy luminosa y tu conocimiento es muy opaco. Esa ignorancia está muy viva y radiante, y tu conocimiento es muy oscuro y está muerto.

Dijo: “De repente olvidé todo lo que había aprendido”. En ese momento no sabía nada. En ese momento no había conocedor, en ese momento no había observador… sólo el sonido. Y uno se despierta de un largo sueño.

Y dijo: “Corregir mi naturaleza es inútil”. Ese día sintió que luchaba innecesariamente. “Corregir mi naturaleza es inútil”. No necesitas corregirte, no necesitas mejorarte ¡Todo eso no son más que bobadas! Ándate con ojo con todos esos que no hacen más que insistir en que te mejores, en que te conviertas en esto o lo otro, en que seas virtuoso. Te dicen que esto está mal y que no lo hagas, que aquello está bien y que lo hagas, que esto te llevará al cielo y aquello al infierno… Quienes te proponen que enmiendes tu naturaleza, que te mejores a ti mismo, son gente muy peligrosa. Son una de las principales causas de que no estés iluminado.

La naturaleza no puede corregirse, debe aceptarse. No existe otro modo. Seas quien seas, seas como seas, así es como eres… eso es lo que eres. Es una gran aceptación.

No hay nada ahí que deba cambiarse. ¿Cómo podrías cambiarlo, y quién es el que lo cambiará? ¿Se trata de tu naturaleza y pretendes intentar cambiarla? Será como un perro persiguiéndose la cola. El perro enloquecerá. Pero los perros no son tan tontos como el ser humano. El ser humano no deja de perseguir su propia cola, y cuanto más difícil le resulta, más salta, y cuanto más lo intenta, más y más estrafalario se vuelve.

No hay que cambiar nada, porque todo es una hermosura… eso es la iluminación. Todo es como debe ser, todo es perfecto. Éste es el más perfecto de los mundos, y no carece de nada. Experimentarlo así es la iluminación.

sábado, 14 de marzo de 2020

LA PARADOJA DEL ZEN


El zen es paradòjico porque la vida es paradójica, y el zen es un simple reflejo de la vida.

El zen no es una filosofía. Las filosofías nunca son paradójicas, sino muy lógicas, porque son construcciones mentales. El ser humano las fabrica. Son artificiales, hechas a medida, con una disposición lógica, cómoda, de manera que puedas creer en ellas. Todo lo que va en contra de la construcción se ha abandonado, cercenado, descartado.

Las filosofías no reflejan la vida tal cual; seleccionan entre la vida. No están crudas, sino que son construcciones culturales.

El zen es paradójico porque no es una filosofía. El zen no se ocupa de qué es la vida, sino que sea lo que sea debe reflejarse tal cual es. No hay que elegir, porque desde el momento en que eliges todo se torna falso. La elección causa la falsedad. No elijas. Permanece impasible serás libre.

Pero lo que haces es lo siguiente: te enamoras de una mujer y empiezas a elegir… y al poco tiempo estás metido en grandes problemas. No ves a esa mujer tal cual es, sino que sólo ves lo bueno, pasando por alto lo que no lo es. En ella hay mil y una cosas: unas cuantas buenas y unas cuantas malas, así es como está hecha la gente. Dios nunca hace buenos o buenísimos; serían muy aburridos y espesos, no tendrían fibra, ni sangre en las venas. Dios hace gente viva, y cada persona cuenta con algo que te gusta y con algo que no. ¡Porque no la hacen especialmente para ti! No la han hecho para ti, no ha salido de una cadena de montaje. Es única. Él es él mismo y ella es ella misma.

Cuando te enamoras de una mujer, empiezas a elegir. Pasas por alto muchas cosas. Sí, a veces te das cuenta de que se enfada, pero lo pasas por alto, haces como si ni lo vieses. Sólo ves a la diosa, pero no ves a la bruja. ¡Pero la bruja está ahí! Ninguna diosa puede existir sin la bruja; sino la diosa no tendría ningún valor. Sería demasiado buena para ser disfrutada, para ser amada. Y tú no quieres venerar a una mujer, sino amarla. Quieres que una mujer sea humana, no una diosa.
Pero eso es precisamente lo que haces. Pretendes. No quieres ver los factores negativos; empiezas a elegir. Creas una imagen de la mujer que es falsa, que no es verdadera. Tarde o temprano empezarás a sentirte frustrado porque tarde o temprano a realidad de la mujer entrará en colisión con la imagen que te has creado. Y empezarás a sentir que te han engañado o timado, como si esa mujer te hubiese engañado a propósito.

Pero nadie te ha engañado. Tú has sido el autor de todo tu drama. Tú te las has apañado para auto engañarte porque empezaste a elegir. No viste a la mujer tal cual era, como la reflejaría un espejo. Sí, en ella hay cosas hermosas, pero también horribles, porque la belleza nunca existe sin la fealdad, ni la fealdad sin la belleza. Coexisten. Son dos aspectos de la misma moneda.

A veces la mujer era realmente dulce y otras muy amarga. Si te has fijado en ambas cosas te habrá resultado difícil, porque te resultó paradójico. Todo eso no encaja en tu lógica aristotélica. Parecía ilógico: ¿cómo es posible que una mujer sea ambas cosas? A veces te amaba y a veces te odiaba; de hecho, cuando más profundo era su amor, más profundo era también su odio. A veces estaba dispuesta a morir por ti, y en ocasiones lo que quería era matarte. Una mujer es una energía feroz, igual que un hombre.

Pero te has fabricado un cuento de hadas. Has elegido unas partes y has desechado otras, y te has creado una imagen, que no durará. Una vez finalice la luna de miel, la realidad se impondrá por sí misma. La realidad no puede ser derrotada por tu imaginación y tus ensoñaciones. Tarde o temprano hay que acabar ocupándose de la realidad. Sí, puede posponerse durante un tiempo, pero no para siempre. Y cuando la realidad se impone…

Se irá imponiendo día a día. Cuando un día conoces a una mujer en la playa, es alguien totalmente distinto. Tú también lo eres. Un encuentro de una hora. Ella está preparada para ello, está lista. Lo ha ensayado, se ha pasado horas frente al espejo. Pero no hallarás a la misma mujer si empiezas a vivir con ella veinticuatro horas al día; le resultará imposible estar lista y acicalada. Poco a poco empezará a olvidarse de ti. Sólo se preparará cuando vayáis al cine, sino ni se molestará.

Entonces empezarás a ver otras cosas, que nunca estuvieron ahí. las pequeñas cosas de la vida, las trivialidades, se irán imponiendo. Ella empezará a discutir por nimiedades, y tú también. Las nimiedades desencadenan rabia, molestias y peleas. Pero en la playa no viste nada de todo eso. En la playa sólo viste la luna llena y las olas. En la playa esa mujer no se puso a discutir contigo; decía amén a todo lo que tú decías, y tú asentías a todo lo que ella decía. Estabas tan dispuesto a decir sí que el “no” no era posible.

Pero el “no” no puede esperar para siempre. Acabará manifestándose, asomando a la superficie. En el momento en que aparece el “no”, tu imagen salta hecha pedazos. Y entonces crees que esa mujer es injusta contigo.

Este ejemplo no sólo puede aplicarse a hombres y mujeres, sino que es toda la historia de la filosofía. Toda filosofía hace lo mismo. Toda filosofía elige unas pocas cosas de la realidad e intenta permanecer ajena al resto. Y por ello, toda filosofía tiene lagunas.

Toda filosofía tiene escapes, toda filosofía puede criticarse, ha de criticarse. Quienes creen en las filosofías pretenden no ver las lagunas, pero quienes no creen sólo ven lagunas, pues eligen desde el otro extremo. Se han criticado todas las filosofías; y la crítica no ha sido errónea; ha sido tan verdadera como la idea del proponente.

Y no sólo ocurre en filosofía, sino también en ciencia. Creamos una cierta teoría y luego nos vamos de luna de miel con ella. Durante unos cuantos años todo marcha estupendamente. Y luego la realidad se impone. La realidad manifiesta unas cuantas cosas y se lo pone difícil a la teoría porque habíamos excluido unos cuantos hechos. Y esos hechos serán los que protesten. Sabotearán la teoría, se impondrán por sí mismos. En el siglo XVIII, la ciencia estaba absolutamente segura, ahora ya no. Ahora ha surgido una nueva teoría, la de la incertidumbre.

Hace unos cientos cincuenta años, Emmanuel Kant dio con ello en Alemania. Dijo que la razón es muy limitada; sólo percibe una cierta parte de la realidad y empieza a tomarla por el todo. Ese ha sido el problema. Tarde o temprano acabamos descubriendo realidades ulteriores, y el viejo todo entra en conflicto con la nueva visión. Emmanuel Kant intentó demostrar que existían límites inevitables para la razón, que la razón es muy limitada. Pero parece que nadie estaba interesado en escuchar, que a nadie le importaba Emmanuel Kant. Nadie tiene muy en cuenta a los filósofos.

Pero la ciencia de este siglo ha alcanzado finalmente a Kant. Ahora Heisenberg, en física, y Gadel, en matemáticas, han demostrado los inevitables límites de la razón humana. Nos han mostrado un vislumbre de una naturaleza que es irracional y paradójica en lo más profundo.

Todo lo que hemos estado diciendo hasta el momento sobre la naturaleza es falso. Todos los principios son erróneos porque naturaleza no es sinónimo de razón; la naturaleza es más grande que la razón.

Y el zen no es una filosofía. El zen es un espejo, un reflejo de lo que es. Tal cual es. No añade una filosofía artificial. No tiene elección. No añade ni borra nada. Por eso dicen que el zen es paradójico, porque la vida misma lo es. Obsérvalo y lo comprenderás.

Amas a un hombre y también odias al mismo hombre. Ahora bien, nuestra mente nos dice que eso no está bien, que no debería ser así. Así que pretendemos no hacerlo. Pero es imposible. Si realmente queremos deshacernos de la parte del odio, también deberemos abandonar la del amor. Pero cuando ambas desaparecen, surge la indiferencia.

Esta paradoja está en la propia naturaleza: noche y día, verano e invierno, Dios y diablo, van juntos. El zen dice que si afirmas que Dios es bueno entonces surge un problema: ¿de dónde viene lo malo, de dónde proviene el mal? Eso es lo que han hecho las religiones –cristianismo, islam, judaísmo-: han separado a Dios del demonio. El mal proviene del demonio y el bien de Dios. Dios significa el bien. Pero ¿de dónde sale este demonio? Entonces empiezan a tener problemas y deben conceder finalmente que Dios también creó al demonio. Pero ¿qué sentido tiene dar tanta vuelta? Si el demonio también es una creación de Dios, entonces Dios es la única referencia existente. Entonces Dios es el único autor, pase lo que pase está sucediendo a través de él y por tanto es paradójico. Eso es lo que dice el zen: que Dios es paradójico y que la existencia misma también lo es. Dios no es más que otro nombre para la existencia, para la totalidad de la existencia.
Una vez se comprende esta paradoja, surge en uno un gran silencio. Entonces no hay elección, no tiene sentido. Las cosas son juntas. No puedes convertirte en santo, porque si quieres ser santo deberás negar tu demonio; deberás partirte en dos. Deberás obligar a tu demonio a que more en el vientre, y el demonio permanecerá allí y no hará más que sabotear tu santidad. El zen aporta salud a la humanidad. Afirma que eres ambos. Acepta ambos. No niegues, no elijas, acepta ambos. Y en esa aceptación reside la trascendencia, y en esa aceptación no eres ni santo ni demonio.

Eso es lo que es un hombre santo, ni bueno ni malo, o ambos. Y cuando una persona es ambos, cuando es ambos conscientemente, entonces los opuestos se anulan entre sí. Intenta comprenderlo, pues es fundamental. Cuando aceptas tanto el bien como el mal y no eliges, ambos se anulan entre sí. Lo negativo y lo positivo se anulan. De repente surge el silencio. No hay ni bien ni mal; sólo existencia, sin discernimiento.

El zen es acrítico, imparcial, neutro. Te proporciona la libertad esencial del ser.

sábado, 7 de marzo de 2020

EL SINSENTIDO


En cierta ocasión alguien observaba a Picasso mientras éste pintaba. Le observó muy de cerca, y cuando la pintura estuvo acabada, preguntó: “¿Qué sentido tiene su pintura?”. Y Picasso se enfadó muchísimo, casi le dio un ataque de rabia, y gritó: “¡Vete a preguntarle a la rosa del jardín qué sentido tiene la rosa! ¡No comprendo por qué hay gente que me pregunta por el sentido! Si la rosa puede estar ahí sin ningún sentido, ¿por qué mi pintura tiene que tener alguno?”.

¿Por qué toda esa necesidad, esa constante obsesión con el sentido. El sentido pertenece a la mente. Se trata de un juego de la mente. La mente siempre anda preguntando: ¿Cuál es el sentido?”.

Tú no le preguntas a la nube: “¿Por qué has venido a China?”. Ni le preguntas a una estrella: “¿Por qué estás ahí?”. los hombres como Bodhidharma son tan puros que no existen a través del sentido de sus acciones: simplemente existen, sin ningún tipo de sentido. No existen con ningún propósito. No son sistemáticos, sino como flores, son ¡gente floral! Existen sin ningún propósito, simplemente existen. ¿Qué otra cosa se puede hacer? Su existencia no es utilitaria.

Ese es el sentido, que no hay sentido.

Bien, pues este Bodhidharma es uno de los hombres más sinsentido que ha caminado nunca por la superficie de esta tierra. Es imposible pensar en alguien tan sinsentido como este Bodhidharma.

A veces incluso supera al buda Gautama. Es increíble… es fenomenal. Cuando llegó a la China, el emperador salió a recibirle a la frontera porque hacía años que llegaban noticias, rumores: “Llega Bodhidharma. Bodhidharma está al llegar y es un auténtico fenómeno”.

El emperador se sintió muy interesado. Era el emperador Wu. Así que salió a recibirle. Y cuando lo hizo se sintió un tanto embarazado, porque Bodhidharma llegó con un zapato puesto y el otro encima de la cabeza.

Fue demasiado. Sí, el emperador ya había escuchado que ese hombre era un tanto extraño, pero no creía que fuese tan extraño. ¿Qué significaba? Lo primero que le vino a la mente debió ser algo así como: ¿qué sentido tenía que Bodhidharma llevase un zapato en la cabeza? Pero no le pareció adecuado preguntárselo, sobre todo frente a una recepción China, para recibir a ese hombre. Era el heredero de la transmisión del Buda. Había recibido en sus manos aquello que el buda le diera a Mahakashyapa. Era el heredero, el sucesor del buda.

Incluso esos monjes allí reunidos se sintieron un tanto nerviosos… ¿Qué iba a pensar el emperador? Además, aquel hombre iba a destrozar su prestigio. ¡Tan maleducado y loco! ¿Qué era lo que había salido mal? El emperador tenía preparado un discurso, pero le resultaba difícil ofrecérselo a ese hombre. Se había esmerado mucho en su preparación, y los cortesanos lo habían repasado. ¡Y no tenía ningún sentido! Ahí estaba aquel hombre, de pie –ni siquiera sentado-, con un zapato en la cabeza. ¡Imagínatelo!

Finalmente el emperador preguntó: “Señor, puede que os parezca descortés, pero he de preguntároslo. ¿Por qué lleváis ese zapato en la cabeza?”. Y Bodhidharma dijo: “¿Y por qué no? El zapato se cansó mucho de tanto llevarme, así que ¿por qué no iba a llevarlo yo?”.

¿Qué está diciendo? Pues dice: “No te preocupes por el sentido”.

Poco a poco, cuando la gente se fue acostumbrando a sus maneras, empezaron a comprender lo que decía. Se comenta que les dijo a sus discípulos: “Eso fue sólo para que supiera con quién iba a tratar y para que nunca preguntase por el sentido de nada. Las cosas deben dejarse claras desde el principio. Así que tuve que hacer algo absurdo porque soy una persona absurda, tan absurda como una nube”.

Fíjate… la existencia es absurda, carece de sentido. Obsérvalo… en la existencia no radica sentido alguno. El sentido es algo creado por el ser humano. Y como no dejas de buscar el sentido por todas partes, empiezas a sentirte insignificante.

Constantemente estás buscando el sentido de todo –“¿Qué sentido tiene?”- y tarde o temprano te darás cuenta de que no hay sentido alguno. ¡Una gran calamidad! Y esta calamidad está sucediendo en Occidente. Los más grandes pensadores de Occidente están actualmente muy angustiados. Y su angustia es: ¿cuál es el sentido de la vida? Da la impresión de ser absurda. Lo que ocurre es que les han formado en la creencia de que sólo se puede vivir con sentido.

Deberían escuchar a Bodhidharma. Deberían acercarse al zen. El zen dice que no hay sentido, ni necesidad de buscarlo. Disfruta de este tremendo sinsentido. No hay propósito alguno. La existencia no va a ninguna parte, carece de toda orientación. Simplemente está aquí: es una celebración, una alegría, una broma. Es lo que los hinduistas llaman lila, naturaleza juguetona. Esa palabra es totalmente correcta. Lila significa naturaleza juguetona. En un juego uno no pregunta el sentido. En un juego no hay sentido. El juego en sí mismo es la alegría, el gozo.

Un hombre lucha y lucha con el mismo problema, un día tras otro, un año tras otro. Pasan las estaciones y él sólo está ocupado en una cosa. Pierde toda conciencia del mundo. Toda su conciencia está concentrada en un único problema, que en el fondo sabe que carece de sentido. Pero tiene que trabajar en ello, debe taladrar lo suficiente hasta que alcance el punto de no resistencia.

Sólo se puede aprender cuando se abandona el ego. Sí, existen muchos tipos de aprendizaje. Puedes ir a la universidad, pues allí no es necesario abandonar el ego, porque el ego compite, el ego es ambicioso, el ego es celoso, y el ego lucha contra los demás. Con ego tendrás más éxito. Si eres humilde no tienes posibilidad alguna de alcanzar una buena posición en la universidad. Has de ser implacablemente competitivo, has de ser violentamente agresivo, muy egoísta, has de creerte que eres el mejor del mundo. Sólo entonces te lloverán las medallas de oro.

Sí, cuando ves por primera vez la humildad, surge de ti una gran carcajada… Una carcajada acerca de la ridiculez de tu miseria, una carcajada acerca de la tontería de todos tus problemas, una carcajada acerca de lo absurdo de tu sufrimiento. No era necesario. No tenía ningún sentido sufrir; te hallabas sumergido en una pesadilla que tú mismo habías creado. Eras el autor y el actor; y el director, la pantalla, el proyector, el espectador, y todo lo demás. Tú la habías creado. Sólo era una pesadilla. No era necesario permanecer en ella ni un minuto, pero viviste en ella durante muchos años, y de ahí la carcajada.

Sí, así es. Tu miseria es simple estupidez. Es ridícula. Te aferras a ella, y por eso continúa ahí. Y no dejas de gritar: “No la quiero”, pero no te separas de ella. Cuando llegue el día en que veas–cuando abras los ojos para ver-, no podrás creerte que hayas seguido insistiendo durante tanto tiempo.

¿Cómo has pasado por alto a Dios? Tú eres Dios… ¿Cómo puedes andar en su busca?

Me han contado que…

Cuando un monje le preguntó a Hui-neng: “¿Cómo se alcanza la budeidad?”, éste le propinó una paliza, diciendo: “Si no te pego, todo el mundo se reirá de mí”.

¡Qué quiere decir Hui-neng con eso? Pues está diciendo: “El esfuerzo mismo por querer alcanzar la budeidad es una tontería porque tú eres un buda. Si no te pego, la gente se reirá de mí, al menos quienes saben. No puedo ayudarte a convertirte en un buda. Ya lo eres”.

Ya eres eso que andas buscando…

Medita esta pequeña parábola. Tiene un tremendo significado. Y esfuérzate, taladra, perfora la mente, para que un día seas merecedor de la luz.

Buscar este blog