sábado, 25 de mayo de 2019

LOS MÈTODOS DE TRASCENDENCIA


Te contaré una historieta de los Upanishads. Un rishi (sabio) está sentado con su mujer y su hijo. Un hombre pasa por ahí, se enamora de la esposa y la invita a acompañarlo a su casa; la esposa le acompaña. El rishi no reclama ni critica, pero el hijo se enoja y le dice a su padre: "Esto es un comportamiento animal, no debe permitirse. Cuando yo haga un código moral, esto será prohibido, porque es actuar como los animales". El padre le responde: "Esto no es actuar como los animales; es tu rabia, tu ira, conducta animal, proyección de violencia moral. Ni siquiera un animal tendría esa actitud: si pelea, pelea y no se queda con la posesión al final".

Esta actitud, la del padre, es realmente una actitud superior, aunque no pueda entenderse. Los animales pelean por su pareja; tienen un sentido de posesión territorial y no permiten a otros en su territorio, por sexo, por alimento, o por lo que sea. Si alguien lo invade, luchan. El padre continúa: "Esto es lo humano: si alguien se enamora de tu madre, nadie tiene la culpa, y si ella acepta. ¿quién soy yo para impedirlo? Yo también así me enamoré de ella, y aceptó ser mi esposa, pero no mi posesión. Conozco la debilidad humana porque me conozco a mí mismo. Nada malo ha sucedido, y yo no soy un animal; no puedo, pues, pelear por esto. Èl es un ser humano como yo, y tu madre es hermosa; se ha enamorado como yo".

Pero esta es una moral muy alta, y sólo puede cultivarse antes de la madurez sexual, no. si has sido educado de otro modo. Después de la madurez sexual no serás capaz de canalizar la energía. Es muy difícil. Pero si los canales están a punto antes, la energía fluirá por ellos tan naturalmente como ahora fluye por el sexo. Este hombre, este padre, este rishi, hubo de haber conocido Kundalini, o no hubiera podido conducirse como lo hizo. Muestra un desarrollo de Kundalini, la energía que asciende. De otro modo su actitud no hubiera sido concebible. La energía descendente conduce a la violencia; hacia arriba, es manifestación de amor, de comprensión, de compasión.

Este método es, pues, indirecto: actúa a través de muchas puertas. Si tu Kundalini puede usarse, el método la pondrá en acción: es flexible absolutamente. Si tu Kundalini no está lista y no puede usarse, si es peligroso, no recurriré a ella; habrá otros canales, otras rutas que carecen de nombres porque ninguna enseñanza antigua las utilizó, pero existen. Mahavir nunca habló de Kundalini; tampoco Buda lo mencionó. Nunca la conoció Cristo; Lao-Tse no oyó hablar de ella. Ellos llegaron por otros caminos.

El sendero de Buda no fue a través de Kundalini: el sexo se había vuelto para él absolutamente aburrido; no le interesaba. Y era lógico: su padre le proporcionaba multitud de muchachas hermosas; toda belleza estaba en su palacio, y él simplemente ya no deseó. A cualquiera le pasaría igual. Quedó tan harto de sexo que no podía concebir que la misma energía pudiera trasmutarse, y nunca lo intentó. Incluso si alguien le hubiera dicho que la energía sexual puede convertirse en divina, no le hubiera hecho caso, pues había conocido mucho el sexo y nada tuvo de divino para él: solo era carnal. Buda recorrió otro camino, habló de otros centros: los chakras, y los puso en acción.

Si tú recurres a Kundalini, entras en un progreso gradual: Kundalini es una continuidad, y como un termómetro, va ascendiendo lenta, muy lentamente. La vía es continua. Buda nunca se sirvió de ella, pero habló de los chakras que funcionan en saltos repentinos: un chakra salta a otro, sin continuidad. Debido a este proceso Buda concibió al mundo de una nueva manera. Dijo que no hay continuidad en el mundo, sino saltos: nada es continuo. La flor no se continúa desde el botón, sino que da un salto. La juventud procede de la infancia, salta. De ahí que los filósofos budistas están ahora muy contentos, pues la ciencia dice también que no hay continuidad, que el proceso es a saltos. Nosotros vemos una continuidad porque no podemos ver los intervalos.

Ves esta luz continuamente, pues no es continua. Los electrones están saltando. Pero el intervalo es tan minúsculo que tus ojos no pueden captarlo. Los saltos se suceden tan rápidamente que cuando una partícula eléctrica muere y otra la sustituye no puede notarse: el salto es repentino. Tú enciendes una luz en la noche y en la mañana cuando la apagas crees estar apagando la misma flama: saltó miles de veces. Una se fue, se evaporó y otra nueva vino, todo en aparente continuidad.

Heráclito dijo que nunca puedes entrar dos veces en el mismo río. Porque el río fluye, y el agua no es la misma. Buda diría que no entras ni una vez, porque al fluir, tan pronto has tocado la superficie, ya se ha ido. Antes de entrar ya no está. Un paso sólo y cuántas fluencias se han ido: siempre en proceso de saltos. Este concepto llegó a Buda porque nunca experimentó Kundalini, sino el proceso de los saltos, de un chakra a otro. Así habla de siete chakras. También eso es posible. Yo puedo llegar a tu casa saltando, tocando sólo algunos puntos: no hay intervalos; no hay continuidad.

Mahavir nunca habla de chakras o saltos, sino de explosiones. Tú eres esto y luego eso otro: una explosión. No hay ni siquiera estaciones para saltar; es otra ruta: explosiones. Tú estallas: no hay continuidad ni saltos; no hay puntos intermedios que se crucen: hay explosión.

En Zen hay dos sectas: una se conoce como la Sudoka School y la otra, la Gradual School. Pero incluso esta última no habla de Kundalini: recorre otra ruta.

¡El cuerpo tiene tantas rutas! Es un gran mundo en sí mismo. Puedes emplear respiraciones y con ellas dar el salto. Puedes recurrir al sexo y a través suyo dar el salto, o emplear el estado de alerta, esto es, directamente a través de la conciencia, y dar entonces el salto.

La acción directa sobre la conciencia ha sido una de las rutas más profundas.

Pero incluso ella puede usarse de muchas maneras: trata de entender la complejidad de esto. Por ejemplo, un camino puede recorrerse de muchos modos: en coche, en carreta, a pie, el camino es el mismo pero distinto el modo de hallarlo. ¿Qué hay en común entre caminar o ir sentado en un coche? Nada. En el coche vas sentado sin hacer nada; pero el que sólo sabe caminar y desconoce que se puede transitar por el camino sentado, negará esta posibilidad, y ambos tienen razón.

He dicho que un mismo camino puede recorrerse en diferentes formas. Por ejemplo, Gurdjieff lo llama "Recordación" y, si bien la ruta es la misma, se apela a la conciencia, no como estado de alerta constante, sino como recordación. ¿Cuál es la diferencia? Recordación significa que estás en la calle y sólo te acuerdas de que tú eres. Detente por un momento, recuerda que tú eres; nunca olvides esto. Si te veo, me olvido de mí mismo al verte. Estoy alerta hacia una dirección.

Gurdjieff dice que pongamos nuestra atención en dos direcciones. Al escuchar un discurso, oír lo que el orador dice, primera dirección, pero ser consciente de ti mismo, de ti, del espectador, la segunda. No te olvides de ti mismo cuando escuchas. Recuerda que estás escuchando. Alguien habla y tú escuchas, ve más allá de ambos, y recuerda. Pon tu atención en doble sentido. La ruta es la misma, pero no el método.

Krishnamurti dirá: "No recuerdes de este modo, esto trae tensión y esfuerzo "Sólo sé consciente de la totalidad, no selecciones. No veas si tú estás aquí y el otro allá, deja todo incluido en la conciencia. No la enfoques, quédate en una atención desenfocada". Te estoy hablando y tú estás sentado, un coche pasa, se oye el silbato, las cosas están, y la conciencia está desenfocada. No la dirijas hacia algo. El método es distinto pero la ruta es la misma.

En la práctica tántrica, si ningún intoxicante funciona contigo y tú permaneces alerta, te comportas conscientemente, algo ha cristalizado en ti. Algo ha trascendido la química de tu cuerpo, de otro modo la química te afectaría. La química sigue funcionando en tu cuerpo, pero tú no estás sometido a ella; no puede afectarte.

Vemos, pues que hay muchas vías y que cada una puede hallarse de modos distintos. Mi método no está directamente vinculado a ruta alguna: es sólo como un vehículo que puede volar, nadar y caminar. Cualquiera que sea la necesidad de tu personalidad, cambiará el método: puedes llamarlo multimétodo; es indirecto, no puede ser directo. Yo te doy el método; y tu cuerpo, tu ser, te dará la ruta, y la energía que despierte, usará cualquier ruta: tántrica, budista, jain, sufi, Gurdjieff: yo puedo seguir una u otra.

Si alguno está siguiendo la línea Kundalini, encuentra ayuda con este método en su línea, y exclama: "Es maravilloso, mi previo método de Kundalini no funcionaba tan intensamente". El método sugerido no es Kundalini en absoluto, pero es flexible: síguelo y todo lo demás se hará por sí mismo.

Para el mundo del porvenir, tanto como para el mundo de hoy, sólo a tales métodos flexibles puede recurrirse, porque hay tantos tipos de gente. No era así en el mundo antiguo. En una religión particular, un tipo particular de método existía. Si eran hinduistas, sólo eran eso, no mahometanos. De hecho, nunca unos oían hablar de los otros. Nunca unos sabían de otras prácticas, y así no se confundían. Eran de un tipo solo. Si eran budistas tibetanos, sólo eran eso, nada sabían de otra cosa.

El condicionamiento de cada uno era igual, se criaron en el mismo medio: sólo un método, pues, se necesitaba. Ahora todo esto es difícil; las mentes están confundidas; de hecho no hay un tipo, cada uno es de tipo múltiple. Hay tantas influencias, y algunas contradictorias. Todas las religiones recomiendan no estudiar las otras, no escuchar a otros maestros. Esto no es un simple dogmatismo, aunque lo parezca; básicamente era para proteger el tipo. Y así condujo a innecesarias confusiones; de otra manera ningún método se hubiera usado de manera total. Ni éste ni aquél. Se trataba de evitar la confusión, pero ahora ya no es posible, pues, confusión es ahora la característica. Todos están confundidos sin remedio. No hay un tipo solo que pueda quedar protegido. Así, necesitamos nuevos métodos que no pertenezcan a nadie en particular y todos puedan usarlos. Por eso, este método es flexible y yo no estoy particularmente empeñado con Kundalini, ni con ningún otro, sino profundamente interesado en todos.

Usa este método, y el método encontrará la ruta, la ruta que a ti se adapte. Se lo dejo todo al método, porque él encontrará lo mejor y más exactamente de lo que tú pudieras. Pero el encuentro es inconsciente. Simplemente te coloca en una situación, como si hubiera un incendio en la casa; si puedes correr, corres; si puedes saltar, saltas. La situación te empujará a hacer lo conveniente.

La mente inconsciente siempre escoge la ruta de menor resistencia: es una matemática precisa, la economía interna de la mente. Nunca inconscientemente te inclinarás por una ruta larga, siempre por la más corta.

Solamente con la mente consciente escogerás caminos que a ninguna parte te conducen, o que son tan largos que mueres antes de llegar. Pero el inconsciente escoge siempre lo más corto, y el método creará la situación, y tu inconsciente tomará la ruta que sea potencialmente la indicada para ti mismo.

sábado, 18 de mayo de 2019

LA MEMORIA CORPORAL Y LA MENTAL


El sexo, por ejemplo, puede ser memoria corporal, y entonces tiene valor de sobrevivencia; pero puede ser solamente cerebral, mental, o un hábito; entonces no tiene ese valor. Quien se ha dejado atrapar por el patrón del hábito, convertirá el sexo en algo feo; sin amor ni belleza alguna, sin música interior ni honda respuesta. Cuanto más cerebral sea el sexo, menos el cuerpo responderá. Pensarás más en él sin saber lo qué es exactamente, cuál es su profundo misterio. La mente seguirá pensando en torno al sexo, y el cuerpo seguirá a la mente. Y siempre que el cuerpo sigue a la mente es arrastrado sólo como peso muerto.

Puede ser cualquier cosa: sexo, enojo, codicia. . . siempre has la distinción, y si tiene un valor de sobrevivencia, no luches contra ello, pero si es un hábito mental, ponte alerta. La memoria mental de todas nuestras acciones pasadas se ha vuelto condicionamiento. Continúas repitiéndolas, actúas como una máquina: sé consciente de esto.

Te sorprenderá saber, que si el enojo no es mental, sino una total respuesta a una situación con todo tu organismo en él y sin prejuicio, no hay arrepentimiento. Has actuado totalmente en esa circunstancia, como ella lo requería, y no hay necesidad de arrepentirse.

Otra cosa: cuando no hay arrepentimiento, no habrá acumulación psicológica. Nada se volverá hábito; nada necesitas acumular. ¿Por qué la mente acumula? Porque no tiene confianza de poder actuar totalmente en una situación, y se prepara, ensaya mucho, y cuando la situación se presenta, no tiene confianza en su acción. Ha de conocer, todas las posibilidades: sortearlo todo, hacer programas de lo que corresponda, y así acumular memorias, y, cuanto más acumula, menos capacidad tiene de actuar totalmente, y cuanto menos capacidad de acción total, más necesitará de la mente.

Actúa, pues, con el cuerpo, no con la mente, y te parecerá extraño, inesperado el que te lo diga un hombre religioso; pero entonces el acto es inconmensurable, la respuesta es total. No dejes a tu mente intervenir, para que no intervenga la memoria, acumulación mental, arrepentimiento. El acto se cierra: las cosas pasaron así; la situación fue tal; actuaste sin dejar nada atrás; no hay por qué arrepentirse. Estuviste en ello totalmente, no quedó parte alguna afuera para arrepentirse más tarde.

El cuerpo puede actuar totalmente, la mente nunca, porque está siempre dividida; trabaja en dicotomías. Una parte se enoja, la otra simultáneamente se está arrepintiendo o preparándose para el arrepentimiento.

Podrás observar esto: cuando una parte está constantemente contra otra, sabe que estás actuando a través de la mente, pues el cuerpo siempre es total, no puede dividirse. El cuerpo es sólo fluencia, sin divisiones. Cuando te enamoras, es el cuerpo entero quien se ha enamorado. Tú no puedes hacer la distinción entre la cabeza o tus manos que aman. Integro el cuerpo está en eso; en cambio la mente nunca puede estar totalmente en nada. Una parte estará criticando, juzgando, ordenando, preciando; otra estará siempre sentada en una silla para juzgar, y condenar. Por lo tanto, si notas que una parte de tu mente está trabajando contra el acto, sabe que lo has hecho cerebralmente, mentalmente.

Empieza a actuar corporalmente. Cuando comas, hazlo corporalmente: el cuerpo sabe bien cuándo detenerse, no así la mente. Por eso los animales viven más sabiamente que los hombres; por supuesto, no piensan. En el momento en que piensen serán como nosotros. No piensan pero viven sabiamente, y esto es un milagro. Parece absurdo, pues no saben nada.

La sola actividad en la cual el ser humano se ha vuelto eficiente es meterse en todo. Interfieres con tu cuerpo; no lo hagas, deja que trabaje, no te entrometas con él. Así, distinguirás claramente lo que es memoria mental y lo que es memoria corporal. La corporal es una ayuda para sobrevivir, la mente es obstructiva: tiene que destruirse. No quiero decir que no recuerdes nada, de hecho cuando, digo destruir la memoria quiero decir que no te identifiques con ella, no seas uno con ella; no debe perpetuarse a sí misma, como pretende. Te sientas y sigue trabajando; duermes y también sigue; trabajando, y continúa. ¿Qué está haciendo? ¿Qué es lo que la memoria puede hacer? Sólo desear lo mismo para el futuro. No puede hacer otra cosa sino proyectarse y perpetuarse; todo lo que ha vivido debe reproducirse en el futuro.

La memoria está siempre tramando un patrón para el porvenir alrededor de ti, y así nunca serás libre. Siempre estarás dentro del patrón, el patrón que corresponde a las paredes alrededor del vacío de la Conciencia. Antes de dar un paso hacia el vacío, la memoria ha dado muchos. El camino no está abierto, es una prisión, debido a la memoria. Nos engañamos, pues, pensando que la memoria nos ayuda a vivir mejor el futuro. No nos está ayudando. Sólo te ayuda a hacer el futuro igual que el pasado. La memoria no puede proyectar nada que no haya conocido.

No caigas en la trampa, no dejes a la mente proyectarse en el mañana ni por un momento. Por supuesto tomará tiempo despojarse de ese hábito muerto, y el empezar a darse cuenta de ello, completamente consciente, intensamente alerta, es meditación. La memoria no puede entonces tramar tu futuro, porque ya no vives soñando.

El vivir soñando es condición básica para que la mente trabaje. He ahí porque el dormir, crea ella sueños con apariencia más real que la realidad misma. Cuando estás cómodamente sentado en tu sillón, sueñas despierto. Si dormitas, la memoria empieza a tramar, a proyectar: está alerta, sé cons-ciente, y la memoria dejará de trabajar para el mañana. El estado de alerta, interno y externo, es el comienzo de la meditación.

Este estado puede lograrse de muchos modos. Diciéndotelo no lo alcanzarás. Lo oirías en estado de somnolencia y la memoria proyectaría: "sí, mañana estaré alerta", y quedaría en proyecto. Aunque te diga que la felicidad sigue al estado de alerta y que el júbilo acompaña a ese estado, seguirás en tus ensueños, y la memoria continuará proyectando acontecimientos. Con sólo decírtelo no lograrás ser meditativo. Es por esto que yo invento situaciones en las que no puedas dejar de estar alerta, situaciones en las que el estado de somnolencia es imposible.

Algo voy a aclararte: la somnolencia es fácil si hay más dióxido de carbono a tu alrededor. Por eso en la noche la sientes más que en el día, pues los componentes químicos cambian, hay más dióxido de carbono en el aire y menos oxígeno. Lo contrario es, pues posible; si el oxígeno en ti y a tu alrededor es superior, y el C02 queda expulsado, disminuye la somnolencia. Recomiendo, por lo tanto, respiraciones vigorosas, pu¬ro mecanismo químico: cambiar de atmósfera en ti; que aumente el oxígeno ya que, cuanto más aumenta, menos caerás víctima del sueño, y tus memorias no trabajan sin ayuda de la somnolencia.

En la mañana nos sentimos renovados. ¿Qué sucede con el sol naciente? El componente de CO2 decrece y el oxígeno au¬menta, el mismo cambio químico que te es necesario. La técnica que debemos usar es el más potente método para crear exceso de oxígeno en el cuerpo, asì estaremos cargados de una extraordinaria energía vital que la hace muy alerta. Otro ardid para ponerte alerta es la práctica de Kundalini, transformación de la energía sexual para la meditación y la atención. Pero este sistema es útil para quien pueda fácil y naturalmente canalizar su energía sexual hacia la meditación.

En tiempo de las Vedas y las Upanishads, en la antigua India, la gente era simple y natural, y podían transmutar fácilmente su energía sexual: el sexo no era en ningún sentido problema mental ni de ninguna otra índole. Cuando debido a que en muchos de los casos este problema, es mental.

Hoy día el mundo moderno ha pervertido y enfatizado a tal grado lo sexual que Kundalini, la energía psíquica existente en determinado canal psíquico, se ha vuelto difícil. Pero mediante el método sugerido, algunas veces Kundalini asciende. Sólo con sexo natural, sexo físico, no mental, Kundalini puede trabajar; sólo con mente inocente puede funcionar.

sábado, 11 de mayo de 2019

CÒMO FUNCIONA LA MEDITACIÒN


La meditación es una aventura. Una aventura hacia lo desconocido. La más grande aventura a que la mente humana puede lanzarse. Y por aventura quiero decir que tú no puedes cultivarla. Primero, no puedes saber nada de antemano: hasta conocerla, nada puedes saber. Todo lo dicho no tiene sentido: la verdad queda sin explicar. Mucho se ha hablado y, sin embargo, ni una sola palabra se ha pronunciado.

Hasta que la conozcas, nada puedes saber; sin embargo algo puede indicarse, aunque no sea sobre la esencia: su naturaleza no lo permite. No puedes decir lo que es meditación; simplemente afirmas: esto no es meditación; eso no lo es tampoco, lo que queda, sin manifestarse, sí es meditación.

Hay muchas razones que esta actitud justifican: meditación es algo superior a. la mente. Algo que le sucede a la mente, no en la mente. De otra manera ella podría definirla, conocerla, entenderla. Es como la muerte que sucede a la vida: sucede a la vida, no sucede en la vida. La meditación es como la muerte de la mente, como la muerte lo es a la vida. Pero la meditación es una muerte más profunda, no física sino psíquica, y cuanto más profundo sea lo que se muera, más profundo es la posibilidad de renacer.

Con la muerte física, el renacimiento será físico; en lo que concierne a ti nada habrá ocurrido. Permanecerás igual, dentro de la misma continuidad. Si la muerte es más profunda, la resurrección también lo será. Si mueres psicológicamente, si la mente muere, entonces tú renaces, renacimiento que no es como el físico, porque entonces el cuerpo es reemplazado; pero cuando la muerte es mental o psíquica, no hay reemplazo. La conciencia permanece sin la mente.

Meditación es, pues, conciencia sin la mente: un cielo abierto que nada limita. Podemos destruir las paredes de esta casa, pero no el espacio que quedará bajo el cielo abierto. Por supuesto que ya no verás el espacio por haberse confundido con el cielo. Pero el espacio estará ahí, al igual que antes, o tal vez más que antes: sólo las paredes han desaparecido. Si tú piensas en el espacio de la casa, el vacío ya no existe, pero sí el espacio sin las paredes: será mayor, infinito.

Así, cuando la mente muere, es decir, caen las paredes de la mente, queda el espacio vacío mayor todavía: es la Conciencia. Llamo Conciencia al vacío que queda entre las paredes de la mente. O de otro modo: mente, con minúscula, muere; Mente, con mayúscula, sigue viviendo. Pero entonces ya no es tu mente; no puede serlo. Si removemos las paredes, el espacio no puede ser la mente, porque mente solo es limitación, no puede ser el vacío puro: la mente muere y la Mente queda, pero tú no estás ahí, y no te sustituye otra mente. Tú no eres absolutamente reemplazado.

Meditación es, pues, una muerte sutil, una profunda muerte tuya: de tu mente, de tu ego, de todo lo que te define, pero queda lo que está adentro: la Conciencia pura El proceso mental, las paredes de la mente, no es meditación, son el obstáculo. ¿Qué son las paredes de la mente? ¿Cómo la mente se define a sí misma? ¿Cómo ha llegado a ser una cosa limitada? ¿Dónde están los límites, las paredes en virtud de las cuales la mente se ha separado de la mente? Hay tres cosas: la primera es la memoria, la parte mayor, es muy larga, se remonta a todas tus vidas, lo ha acumulado todo, no sólo lo que ha reunido conscientemente. Cuando duermes, la mente va amontonando, incluso cuando estás en estado de coma, inconsciente. Cuando el feto está en el seno materno, su mente acumula; nada se le escapa. La mente inconsciente es una gran muralla china de recuerdos, no sólo parte de tu cerebro, sino de hecho, parte de cada célula de tu ser, de cada partícula de tu cuerpo. He ahí por qué veinticuatro células de varón y veinticuatro de mujer empiezan a crearte: tienen una memoria programada, y algún día, seremos capaces de saber qué tipo de nariz tendremos desde el primer día de estar en el útero. El huevo indicará nuestro tipo de ojos, qué edad se alcanzará, cuánta inteligencia se tendrá, que tanto de ego.

Esa simple célula es tan compleja como tú: contiene la memoria entera de la raza, la mente colectiva, y es en ella que se introduce tu alma, tu ego, tu mente. El cuerpo tiene sus propias memorias y tu mente las suyas; eres una encrucijada, una mente con muchas memorias, recuerdos y un cuerpo con todo el pasado de tu raza, la mente colectiva.

Las memorias corporales son más fuertes que las mentales, y siempre eres víctima de ellas. Cualquier cosa que pienses en su contra, cuando el momento llega, el cuerpo gana. Tu mente no es nada ante ella porque es mente racial. Es por eso que las religiones caen en una trampa cuando empiezan a combatir el cuerpo: no puedes combatirlo, y si tal haces solamente desperdiciarás tu vida. No puedes luchar contra el cuerpo porque, de hecho, es la raza; no sólo eso, sino la historia entera del Ser mismo: todo sigue viviendo en ti.

Es por esto que el niño en el útero materno tiene que pasar por todos los estados que vivió el ser humano en su evolución. Los nueve meses recapitulan toda la evolución: uno empieza a ser como amiba, la célula primitiva, en el seno materno cuyas condiciones químicas son las mismas que el agua marina.

En el útero, la evolución, empieza nuevamente en miniatura, pero el proceso entero se renueva, pues la célula tiene memoria. No puede ser de otro modo, tiene que seguir el mismo proceso, pero en recapitulación, ya que la amiba necesita millones de años para pasar del mar a la tierra. En cambio la célula-huevo necesita sólo una semana, y en siete días completa la misma evolución, resumiendo millones de años en las mismas etapas. Los nueve meses son una evolución concentrada, según el programa de la propia célula.

Así que, en cierto sentido, tu cuerpo es una evolución completa, y en estado atómico concentrado, el cuerpo tiene su propia memoria. El que aspira a meditar, primero tiene que entender su memoria corporal, la fisiológica. No luches contra ella, pues si lo haces, empezarás mal y sufrirás perturbaciones. Sé cooperativo: no hay otro camino. Deja tu cuerpo completamente a gusto. No produzcas tensión alguna entre tú y él. Tu batalla realmente no es con el cuerpo, no con tu memoria corporal, sino con la memoria de tu ego, tu psique, tu mente, algo completamente diferente. No luches con el cuerpo, pues cuando lo hacemos, eludimos la lucha con la mente, y lucha¬mos contra el cuerpo indefinidamente; es un suicidio, porque el combate se convierte en destructivo, y sólo cosecha las semillas de la propia derrota. Estás condenado al fracaso: una sola célula contra toda la humanidad, contra el ser entero: es imposible. No tomes tus memorias corporales como tus memorias; por ejemplo: el hambre, memoria corporal. Puedes luchar contra ella, y si ganas, será una ardua, experiencia casi imposible, porque implicará tu derrota total. En noventa días llegará la muerte. El cuerpo incluso ya no te indicará la hora de alimentarlo.

Bueno pues, es no triunfar en este caso: entre tú y tus memorias corporales no existiría puente alguno. Hay métodos para romper ese puente entre tú y tu cuerpo: los métodos de Hatha Yoga los sugieren: el cuerpo sigue clamando por alimento, pero uno ya no se da cuenta, se ha vuelto insensible. Por eso nunca practiques algo que te haga o haga a tu cuerpo insensible, pues meditación es plena sensibilidad.

Cuando te tornas meditativo tu cuerpo se vuelve tan sensible como no puedes concebirlo, nunca oyes exactamente, ni ves con exactitud; atraviesas un jardín y pareces verlo, pero sólo miras, no ves. Los órganos se han insensibilizado como tu cuerpo. Toda la cultura está en contra del cuerpo, ya sea la oriental o la occidental, no hay diferencia. La cultura desarrollada en este planeta es una cultura enferma, está en contra del cuerpo, ese cuerpo que es un gran misterio.

Si estás en contra del cuerpo, estás, en cierto modo, en contra del universo, porque él es un universo en miniatura. Tu relación con el universo, tu puente hacia el universo, tu instrumento, es el cuerpo. Tu cuerpo es precisamente una estación a mitad del camino.

Siempre has una distinción entre la memoria corporal y la mental. El hambre es corporal y tú puedes saberlo, pero la mente tiene sus propias memorias también: no son existenciales, no tienen en realidad valor de sobrevivencia, valor que sí existe en las corporales. Y esa distinción es básica. Si niegas las primeras no sobrevivirás, en cambio las psicológiqas no son así, son simple acumulación de basura, algo que debe tirarse, y tú cargas con ella.

Cuando estás enojado puede ser por dos posibilidades: una de memoria corporal, otra de memoria mental; hay que distinguir entre las dos. Si tu enojo tiene valor de sobrevivencia -tú no puedes sobrevivir sin ella- entonces el medio es corporal. Pero si no es así, es sólo un hábito de la mente, repetición mecánica, pura memoria mental: has estado enojado tantas veces, que se ha convertido en un condicionamiento. Cuando alguien te empuja, como si tocaras un botón, te enojas: está alerta. Aquel que nunca se enoja mentalmente, el enojo de su cuerpo tendrá una belleza propia: no será feo, lo que indicará que alguien está viviendo, no está muerto. Pero cuanto más te enojes habitualmente, menos capacidad tendrás de enojarte corporalmente, y tu enojo será feo. Nada te añadirá será sólo una molestia para ti y para los otros.

sábado, 4 de mayo de 2019

LA GRACIA Y LA GRATITUD


Gracia, amor, existencia, no son atributos de Dios, sino su naturaleza divina. Pero no estamos abiertos a ellos. Al abrirse se vuelve uno receptor. Pero no diremos entonces es receptivo, pues el ego es competitivo; diremos que Dios le ha concedido su gracia.

Es bueno decir que Dios concede la gracia porque ahora nada existe, sino Dios. No hay nada sobre lo cual descanse el ego. No se puede decir “yo”, sino: “He merecido su gracia”, porque el “yo”, la barrera no estaba. Así pues, el que transciende su “yo” puede afirmar: “Es por la gracia de Dios”. Él lo puede decir, no nosotros, nos estaríamos engañando, pues no hemos vivido la magna transformación. El ego no nos permitiría. El ego dirá: “Dios le ha concedido su gracia a él y no a mí”. Creamos esta noción errónea que Dios concede su gracia a unos y a otros no.

Él es Gracia, si alguien está listo para recibirla, él siempre la está dando. No es que esté dispuesto a dar, es que la da, aunque tú no la recibas. Aunque esté cerrado; siempre la prodiga: sus bendiciones llueven, ábrete y lo sabrás. Sé consciente y estate abierto para descubrir lo que el amor es, lo que la gracia es, lo que la compasión es: y ellas son una sola y la misma cosa; no hay diferencia.

Sólo entonces puedes saber lo que es la oración, no para pedir algo; no mendicidad, sino acción de gracias. Si la oración es para pedir ahí está la barrera: la mente pedigüeña es la barrera.

Cuando una oración agradece, no algo en particular, sino todo lo que existe, por la gracia que se recibe, florece un sentimiento de gratitud: gratitud, por tu parte; por la parte de Dios, gracia. No podemos conocer la gratitud hasta no conocer la gracia. Pero puede conocerse.

No empieces la búsqueda, la indagación de Dios de la Divinidad, porque esto es metafísico e inútil, aunque sea lo que ha prevalecido por siglos. Los filósofos han estado pensando acerca de los atributos de Dios, y dictaminando cuál atributo es divino, y cuál no. Alguno sustenta que el carece de atributos, que es ninguno. Otro dice que sí los tiene. Pero ¿Cómo saber lo que no nos consta? ¿Y cómo decidir si tiene o no atributos, si es amoroso o no? Pensando nada más ¿Vamos a decidirlo? No es posible.

La metafísica nos conducirá, pues, al absurdo. Cuando la imaginación humana se vuelve lógica no hace pensar que hemos logrado algo, sin darnos cuenta que la imaginación, lo mismo que la lógica, es nuestra. Nada hemos adelantado. Empieza siempre contigo si quieres escapar de la metafísica, y si no puedes apartarte de ella, no puedes ser religioso. Metafísica y religión son opuestas. Tampoco empieces con Dios, sino con tu mente, donde estás: siempre empieza por ahí. Si empiezas por ella, tu mente, algo es posible, algo se puede saber, algo transformarse: está en tu capacidad, y si recurres a ella para lograr completamente algo contigo mismo, tu capacidad de hacer crecerá, te expandirás; desaparecerá tu barrera tu conciencia se transformará. Sólo entonces puedes empezar por lo Divino.

Cuando hayas entrado en contacto con lo Divino, sabrás que es la gracia, la gratitud. Gracia es lo que sientes derramar sobre ti de todas partes, y gratitud lo que sientes en tu corazón, en el centro de ese espacio interno sobre el cual el todo está prodigando su amor, su compasión, su gracia. Sólo entonces tiene sentido decir: “¡Oh Dios!” o “¡Har Ram!”. De otra manera son nada más que palabras, palabras desconocidas para la existencia, aprendidas a través del lenguaje, encontradas en las escrituras.

Por eso no diré cuáles son los atributos de Dios. En lo que a mí concierne, Dios carece de atributos, lo que no quiere decir que cuando nos pongamos en contacto con él no sintamos su amor y su gracia. Esto solo significa que no son sus atributos, sino que ésta es su naturaleza; así es y no puede ser de otro modo. No importa que estés cerrado, incluso opuesto a Él; de espaldas; Él es el mismo. El es la luz. No se desvanecerá esa luz porque tus ojos estén cerrados. Ábrelos, y contempla. La luz está ahí; siempre ha estado. Empieza, pues, con tus ojos.

Nada puedes pensar acerca de la luz. ¿Qué podrías pensar? Cualquier pensamiento será equivocado, desde su base. No puedes pensar lo que no conoces. Pensar en lo que conoces puede volverse círculo y nunca llegar a lo desconocido; es inconcebible. Lo desconocido no es para ser pensado; por eso los pensadores niegan a Dios, porque para ellos, Él es desconocido. Si alguien dice que Dios no existe, no es que vaya en contra de Dios, simplemente es un hombre que piensa. No está en contra de Dios porque esto significaría haberlo conocido antes. Quien conoce no puede estar en contra. Esto sólo demuestra, no que lo conoce, sino que simplemente piensa. No está en contra de Dios porque esto significaría haberlo conocido antes. Quien conoce no puede estar en contra. Esto sólo demuestra, no que lo conoce, sino que simplemente piensa; y como el pensamiento no puede concebir lo desconocido; lo niega.

No empieces con Dios; falso comienzo que siempre conduce a la tontería. Así, toda la metafísica es tontería; piensa sobre cosas sobre las cuales no se puede pensar, y va sentando afirmaciones sobre la existencia acerca de la cual nada puede afirmarse. Sólo el silencio tiene sentido. En cambio si comienzas contigo, mucho en concreto puedes decir, incluso algo científico. Empieza, pues, contigo: es lo correcto.

La religión significa empezar con uno mismo, y la metafísica con Dios, eso que es locura, pero locura con un método. El loco es un metafísico, pero sin método; todos los metafísicos lo son pero con metodología. Debido a ella parece que hablan con sentido y, sin embargo, continúan diciendo tonterías.

Empieza contigo, no preguntes si Dios existe, sino ¿existo yo? No preguntes si el amor es atributo divino, sino si el amor es atributo del "mí", si el "yo" ama; no preguntes acerca de la gracia, sino si el yo siente gratitud; así partes del polo cerca¬no, a un paso de nosotros. y eso podemos saberlo.

Empieza siempre por el comienzo, no por el final, porque entonces no hay comienzo alguno. El que empieza por el principio llega al final, pero el que empieza por el final ni siquiera alcanza el comienzo, porque el comienzo del fin es imposible. Has de Dios, no una noción metafísica, sino una experiencia religiosa: ahóndate, allí está, El siempre esperándote. Pero algo tienes que hacer contigo, este algo es meditación, yoga. Tal como eres, estás cerrado, muerto; no estás en diálogo con la Divinidad, con la Existencia. Transfórmate, abre las puertas, rompe algunos espacios, has algunas ventanas; salta fuera de tu mente, de tu pasado; y entonces no solamente sabrás, sino que vivirás. Vivirás con la Gracia Divina; vivirás con el amor; serás parte de él, como una ola. Y cuando te hayas convertido en ola de la Divinidad, sólo entonces tú también serás auténticamente divino.

En nada soy yo un metafísico; puedes llamarme anti metafísico. La religión es existencial; comienza contigo, transforma tu mente agresiva; deja que sea receptiva y negativa. Buda trató, por seis años continuamente, de saber lo que era lo divino, y no se puede decir que haya dejado nada por hacer. Llevó a cabo lo humanamente posible; incluso lo que parece imposible. Hizo todo lo que se practicaba entonces. Fue maestro de todos los métodos que conoció. Visitó todos los gurùs, y aprendió y practicó lo que le enseñaron hasta que le decían que ya podía irse, pues le habían dado todo lo que ellos podían darle. Pero Buda insistía: "aún no he conocido lo Divino".

Así sucedió con todo gurù. Entonces les dejó y creó su propio método. Por seis años estuvo en una lucha de vida o muerte; hizo todo lo factible. Y al fin, estaba muy cansado, mortalmente cansado, y cuando fue a tomar su baño en el río Niranjana, cerca de Bodh Gaya, se sintió tan débil que no podía salir del agua. Se agarró entonces de la raíz de un árbol y pensó: "estoy tan débil que ni siquiera puedo, mantenerme en este arroyo; ¿cómo lanzarme al vasto océano del mundo? Todo lo he hecho y no he encontrado a la Divinidad; únicamente he cansado mi cuerpo". Se sintió a las puertas de la muerte, sin poder hacer nada. Se relajó y le invadió una nueva energía: florecía entonces lo reprimido en los años anteriores. Salió del río sintiéndose como una pluma sin peso, y se sentó bajo el árbol Bodhi. La noche era brillante de luna llena. Se le acerca una niña shudra (paria) llamada Sujata. Su nombre indicaba condición shudra, aunque significara "'bien nacida". Ella había prometido al árbol Bódhi una ofrenda, diaria y llegaba con algunos dulces. Buda estaba ahí, cansado, pálido, anémico, pero relajado, absolutamente despreocupado. Persona alguna había en los alrededores. Sujata sintió que la deidad del árbol había venido a recibir su homenaje, homenaje que; en otro tiempo, Buda hubiera rehusado, pues no descansaba en la noche, ni comía alimento alguno. Pero ahora, sintiéndose totalmente relajado, tomó el alimento y quedó dormido. Era la primera noche en seis años qué realmente había logrado el sueño. Relajado, sin nada que hacer, sin preocupaciones, sin ni un mañana siquiera, pues el mañana existe sólo cuando hay acción: bastaba el momento.

Se despertó a las cinco, cuando la última estrella se desvanecía. Vio esa última estrella con mente ausente, porque cuando no aguijonea la acción, la mente se ausenta: la mente es la facultad que tenemos para obrar, la facultad que tenemos para obrar, la facultad técnica. Sin ella, sin nada que hacer; sin esfuerzo de su parte, indiferente Buda a su condición de vivo o muerto, abrió los ojos y empezó a danzar. Había alcanzado aquél conocimiento que fue inasequible a través de tantos esfuerzos.

Cuando alguien le preguntaba cómo alcanzarlo, respondía: "cuanto más traté de lograrlo. más, me sentí perdido. ¿Cómo puedo decir que algo he conquistado? Cuanto más traté y más me preocupé, menos lo alcancé. La mente trataba de transcenderse a sí misma, y eso es imposible: es como tratar de ser el padre de uno mismo, de darse a uno nacimiento. No puedo, pues, decir que alcancé algo, sino tan sólo que lo intenté tanto, que me aniquilé. Ya cualquier esfuerzo era absurdo. Y en el momento de pasividad, cuando ya la mente no respondió, cuando ya no pensé, se desvaneció el futuro, así como el pasado: ambos van siempre juntos, éste atrás, aquél adelante.

Si uno tiene fin, el otro deja de ser simultáneamente y, sin ellos, no hay mente. Yo estaba sin mente, sin «yo». Algo sucedió entonces, y lo único que puedo decir es que eso estaba siempre sucediendo, pero yo no me había dado cuenta. No puedo decir qué sucedía en ese momento, sino que eso ha estado siempre sucediendo, pero que yo estaba cerrado".

Y agregó: "sólo puedo decir que he perdido algo: el ego, la mente; que lo que alcancé ha estado siempre ahí, en toda piedra, en toda flor. . . pero que hasta ahora lo reconozco: estaba ciego. He ahí lo que he perdido: mi ceguera; nada he alcanzado". Cuando empiezas con lo Divino, ya empiezas a alcanzar algo.

Al empezar contigo, algo empiezas a perder, ese algo que va desvaneciéndose y, por fin, desaparece. Y cuando tú ya no estás, la Divinidad es, con toda su gracia, su amor, su compasión; pero únicamente cuando tú ya no estás.

La condición categórica es no existir: no hay excepciones. Esto es absoluto; tú eres la barrera: anúlate y lo sabrás. Y sólo cuando tú sabes, sabes. No lo puedes entender ni yo explicártela. Pero lo que digo no es algo metafísico, sino únicamente mostrarte que has de empezar por ti mismo.

Si así lo haces llegarás a lo Divino, tu otra parte, tu otro polo, pero empieza por esa orilla, no por la otra, por donde no estás. Empieza por el aquí y cuanto más profundices, menos serás tú, y tan pronto como llegues al total entendimiento de ti mismo, entrarás en la inexistencia, serás totalmente negativo, y en esa total negación, conocerás la gracia que siempre está derramándose, siempre proyectándose desde la eternidad. Conocerás el amor que te rodea, ese amor que siempre ha estado ahí. Aniquílate, y de ello serás consciente.

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