sábado, 26 de febrero de 2011

EL AMOR COMO ESTADO DEL SER

El verdadero amor no es una relación. El verdadero amor es un estado; no tiene nada que ver con nadie más. Uno no se enamora, uno es amor. Por supuesto, si eres amor estás enamorado, pero ése es el resultado, la consecuencia, pero no el origen. El origen es que eres amor.

¿Quién puede ser amor? Evidentemente, si no eres consciente de quién eres, no podrás ser amor. Serás miedo. El miedo es exactamente lo contrario del amor. Recuerda que el odio no es lo contrario del amor, como la gente piensa. El odio es amor al revés, no es lo contrario del amor. Lo contrario del amor realmente es el miedo. Con el amor te expandes, con el miedo te encoges. Con el miedo te cierras, con el amor te abres. Con el miedo dudas, con el amor confías. Con el miedo te quedas en soledad. Con el amor desapareces; se desvanece la cuestión de la soledad. Si no existes, ¿cómo te puedes sentir solo? Entonces, estos árboles, los pájaros, las nubes, el sol y las estrellas están dentro de ti. El amor es cuando conoces tu cielo interno.

Los niños no tienen miedo; los niños nacen sin miedo. Si la sociedad puede ayudarles y apoyarles para que permanezcan sin miedo, y si la sociedad puede provocar una búsqueda en vez de darles creencias muertas entonces, los niños se volverán grandes amantes, amantes de la vida. Ésta es la verdadera religión. No hay mayor religión que el amor.

Medita, baila, canta y profundiza más en ti mismo. Escucha a los pájaros más atentamente. Mira las flores con asombro, con admiración. No te vuelvas erudito, no etiquetes las cosas. Eso es la erudición, el maravilloso arte de etiquetarlo todo, catalogarlo todo. Conoce gente, mézclate con la gente, con toda la gente que puedas, porque cada persona expresa una faceta de Dios distinta. Aprende de las personas. No tengas miedo, la existencia no es tu enemigo. La existencia te cuida, la existencia está dispuesta a apoyarte de todas las formas posibles. Confía y empezarás a sentir un considerable aumento de energía. Esa energía es amor. Esa energía quiere bendecir a toda la existencia, porque cuando estás en esa energía te sientes bendecido. Y cuando uno se siente bendecido, ¿qué otra cosa puede hacer sino bendecir a toda la existencia?

El amor es un profundo deseo de bendecir a toda la existencia.

Sólo hay un vínculo y ya creemos que es amor. Se encuentran nuestras periferias, y creemos que nos hemos encontrado. No eres tu periferia. En realidad, la periferia es el límite donde terminas, es tu valla. Pero ¡no eres tú! La periferia es el lugar donde tú terminas y empieza el mundo.

Incluso los maridos y mujeres que han vivido juntos desde hace muchos años pueden tener nada más que un vínculo. Tal vez no se conozcan. Y cuanto más vives con alguien, más te olvidas absolutamente de que los centros siguen siendo unos desconocidos.

Lo primero que hay que entender es que no se puede confundir el amor con un vínculo. Puedes hacer el amor, puedes tener relaciones sexuales, pero el sexo también es periférico. A menos que se encuentren los centros, el sexo no será más que el encuentro de dos cuerpos. Y el encuentro de dos cuerpos no es vuestro encuentro. El sexo sigue siendo un vínculo, físico, corporal, pero sólo es un vínculo. Sólo puedes permitir que alguien llegue hasta tu centro cuando no tienes miedo, cuando no estás asustado.

El amor es una flor especial. Sólo florece algunas veces. Hay millones y millones de personas que viven con una falsa actitud de enamoramiento. Creen que aman, pero sólo es una creencia.

El amor es una rara flor. Sucede a veces. Es rara porque sólo puede existir cuando no hay miedo, y no de otra forma. Eso quiere decir que el amor sólo le puede suceder a una persona profundamente espiritual, religiosa. El sexo es posible para todo el mundo. Los vínculos son posibles para todo el mundo. El amor no.

Si puedes conseguir que haya amor, la oración no será necesaria, la meditación no será necesaria, las iglesias ni templos no serán necesarios. Si puedes amar podrás olvidarte de Dios completamente, porque por medio del amor te sucederá todo: la meditación, Dios, te sucederá todo. Eso es lo que quiere decir Jesús cuando dice que el amor es Dios.

sábado, 19 de febrero de 2011

LA ORACIÓN

La tercera energía del amor es la oración. Las religiones y las Iglesias organizadas la han destruido. Os han dado oraciones prefabricadas. La oración es un sentimiento espontáneo. Deja que tu oración sea un fenómeno espontáneo. Si ni siquiera tu oración es espontánea, entonces ¿qué más puede ser espontáneo? Si tienes que ser prefabricado incluso con Dios, ¿cuándo vas a ser auténtico, sincero y natural?

Di las cosas que te gustaría decir. Habla con Dios como si hablaras con un amigo muy sabio. No lo conviertas en algo formal. Una relación formal no es una relación en absoluto. ¿También te has vuelto formal con Dios? No tienes espontaneidad.

Incorpora el amor a tu oración. ¡Entonces podrás decir algo! Es hermoso, es un diálogo con el universo.

Pero ¿te has dado cuenta? Cuando realmente eres espontáneo, la gente cree que estás loco. Si te pones a hablar con un árbol, una flor o una rosa, la gente pensará que estás loco. Si vas a una iglesia y te pones a hablar con la cruz o con una imagen, nadie pensará que estás loco creerán que eres muy piadoso. Estás hablando con una piedra en el templo y todo el mundo cree que eres piadoso, porque ésta es la forma autorizada.

Si hablas con una rosa que está mucho más viva que cualquier imagen de piedra, que es mucho más divina que cualquier imagen de piedra... Si hablas con un árbol que está mucho más enraizado en Dios que cualquier cruz, porque la cruz no tiene raíces, está muerta. Un árbol está vivo, tiene raíces que bajan a las profundidades de la tierra, tiene ramas que surcan los cielos, está conectado con la totalidad, con los rayos del sol, con las estrellas; ¡habla con los árboles! Ése puede ser un punto de contacto con lo divino.

Pero si hablas así, la gente pensará que estás loco. Toman la espontaneidad por locura. Creen que las formalidades son sanas. Y la realidad es justo lo contrario. Si entras en un templo y repites una oración de memoria eres tonto. ¡Ten una conversación de corazón a corazón! La oración es hermosa, a través de ella empezarás a florecer.

La oración es estar enamorado, enamorarse de la totalidad. Es un bello gesto, no estás muerto. A veces dejas totalmente de rezar, porque rezas pero Dios no te escucha. Se trata de una relación en la que estás muy implicado, te enfadas. A veces te sientes muy bien, estás agradecido, das las gracias; a veces te desanimas.

Pero deja que sea una relación viva. Entonces, será una oración sincera. Repetir todos los días— lo mismo como si fueses un gramófono, no es rezar.

La oración debería ser una experiencia viva, un diálogo de corazón a corazón. Y si es de corazón, pronto sentirás que no sólo estás hablando, sino que la respuesta está ahí. Entonces, la oración ha alcanzado su madurez. Cuando sientes la respuesta, cuando sientes que no estás hablando tú solo —si es un monólogo sigue sin ser una oración—, entonces se convierte en un diálogo. No sólo hablas, sino que escuchas.

Y toda la existencia está preparada para responderte. Cuando tu corazón se abre, la totalidad te responde.

sábado, 12 de febrero de 2011

EL ORIGEN DE LA INFELICIDAD

La memoria es una cosa muerta. La memoria no es la verdad ni puede serlo, porque la verdad siempre está viva, la verdad es vida; la memoria es la persistencia de lo que ya no existe. Es vivir en un mundo de fantasmas, pero nos contiene, es nuestra prisión. De hecho, somos nosotros. La memoria origina el problema, ese conjunto que recibe el nombre de «Yo», el ego. Naturalmente, esa falsa entidad llamada «Yo» está constantemente atemorizada de la muerte. Por eso tienes miedo a lo nuevo.

Ese «yo» tiene miedo, pero tú no. El ser no tiene miedo, pero el ego tiene miedo porque tiene mucho miedo a morir. Es artificial, es arbitrario, ha sido construido. Puede desbaratarse en cualquier momento. Cuando entra lo nuevo, surge el miedo.

Hasta que no comprendas que no eres el eco, no serás capaz de recibir lo nuevo. Cuando te des cuenta de que el ego sólo es tu memoria del pasado y nada más, que tú no eres tu memoria, que la memoria es como un biocomputador, una máquina, un aparato, es funcional pero tú estás por encima... Tú eres conciencia y no memoria. La memoria está contenida en la conciencia, pero tú eres la conciencia misma.

Por ejemplo, ves a alguien andar por la carretera. Recuerdas la cara pero no recuerdas su nombre. Si fueses la memoria deberías acordarte también del nombre. Pero dices: «Reconozco esa cara pero no recuerdo el nombre. » Entonces, empiezas a buscar en tu memoria, entras en tu memoria, miras por este lado y por aquel otro y, de repente, aparece el nombre y dices: «Sí, ése es el nombre. » La memoria es tu registro. Tú eres el que mira en el registro, no eres la memoria misma.

Tú no eres tu memoria. Tú eres conciencia, la memoria es el contenido. Pero la memoria es la energía vital del ego. La memoria, por supuesto, es vieja y tiene miedo de lo nuevo. Lo nuevo podría desestabilizarla, podría no asimilarlo. Lo nuevo podría causar problemas. Tendrás que cambiar y volver a adaptarte. Tendrás que reajustarte. Eso es complicado.

Para ser nuevo necesitas desidentificarte del ego. Cuando te has desidentificado del ego ya no te importa si está vivo o muerto. De hecho, tanto si está vivo como si está muerto, sabes que ya está muerto. Sigue siendo un mecanismo. Utilízalo pero que no te utilice. El ego tiene miedo a la muerte porque es inconsistente, por eso surge el temor. No surge del ser; no puede surgir del ser, porque el ser es vida, ¿cómo puede la vida tener miedo a la muerte? La vida no sabe nada de la muerte. Surge de lo arbitrario, de lo artificial, surge de lo que se ha fabricado de algún modo, de lo falso, de lo fingido. Y, sin embargo, ese dejarse ir, esa muerte, es lo que hace estar vivo al hombre. Morir al ego es nacer al ser.

Lo nuevo es un mensajero de Dios, es un nuevo mensaje de Dios. ¡Es un Evangelio! Escucha lo nuevo, adáptate a lo nuevo. Sé que tienes miedo. A pesar de tu miedo, déjate llevar por lo nuevo, tu vida se enriquecerá y un día serás capaz de difundir tu esplendor aprisionado.

Nos perdemos muchas cosas en la vida porque no somos valientes. En realidad, no necesitas hacer ningún esfuerzo para alcanzarlas —sólo ser valiente— y las cosas te empiezan a llegar en lugar de tener que ir a buscarlas... por lo menos, en el mundo interior es así.

Para mí, lo más valiente es ser dichoso. Ser infeliz es muy cobarde. De hecho, no necesitas nada para ser infeliz. Hasta un cobarde puede hacerlo. Todo el mundo es capaz de ser infeliz, pero para ser dichoso se necesita tener mucho coraje, es una ardua tarea.

Normalmente, no pensamos así, sino que pensamos: «¿Qué hace falta para ser feliz? Todo el mundo quiere ser feliz. » Eso es mentira. Digan lo que digan, es muy raro que una persona quiera ser feliz. Es muy raro que una persona esté preparada para ser feliz—, la gente invierte mucho en su infelicidad. Les encanta ser infelices... de hecho, son felices siendo infelices.

Tenéis que entender muchas cosas, si no, es muy difícil salirse del surco de la miseria. Lo primero: nadie te está manteniendo ahí; eres tú el que ha decidido permanecer en esa prisión de miseria. Nadie está reteniendo a nadie. Quien esté preparado para salirse de ahí, lo podrá hacer en este momento. Nadie es responsable. Tú eres el responsable de ser infeliz, pero una persona infeliz nunca aceptará su responsabilidad, y ésa es la manera de seguir siendo infeliz. Dice: «Alguien me está haciendo infeliz. »

Si alguien te está haciendo infeliz, naturalmente, ¿qué puedes hacer? Si te haces infeliz a ti mismo, puedes hacer algo... puedes hacer algo inmediatamente. Está en tus manos el ser infeliz o no. Por eso, la gente sigue echándole la responsabilidad a otro, a veces a la mujer, a veces al marido, a veces a la familia, a veces al condicionamiento, a la infancia, a la madre, al padre... a veces a la sociedad, a la historia, al destino, a Dios, pero se la echan a alguien. Cambian los nombres pero el truco es el mismo.

Un hombre realmente se vuelve un hombre cuando acepta toda la responsabilidad, cuando se hace responsable de lo que es. Éste es el principal coraje, el mayor coraje.

No hay nadie, no hay ninguna otra fuerza que esté haciendo nada. Sólo eres tú y nada más que tú. Tú lo has hecho, y tú lo puedes deshacer. No tienes por qué esperar o retrasarlo. No necesitas tiempo... ¡da un salto y salte de ahí!

Pero nos hemos acostumbrado. Si dejásemos de ser infelices nos sentiríamos muy solos, perderíamos a nuestro compañero más cercano. Se ha convertido en nuestra sombra, nos sigue a todas partes. Cuando no estás con nadie, por lo menos estás con tu infelicidad, estás casado con ella. Y es un matrimonio muy largo; has estado casado con la infelicidad desde hace muchas vidas.

Ahora ha llegado el momento de divorciarte. Eso es lo que llamo la mayor valentía, divorciarte de la infelicidad, perder el hábito más viejo de la mente humana, el compañero más duradero.

domingo, 6 de febrero de 2011

PERMITIR LO NUEVO

Lo nuevo no viene de ti, viene del más allá. No forma parte de ti. Estás arriesgando todo tu pasado. Hay una discontinuidad entre lo nuevo y tú, por eso tienes miedo. Has vivido de una manera y has pensado de otra, has creado una vida cómoda alrededor de tus creencias. Entonces llama algo nuevo a tu puerta. Ahora el patrón de tu pasado se verá perturbado. Si permites que entre lo nuevo nunca volverás a ser el mismo, lo nuevo te transformará.

Es arriesgado. No sabes hasta dónde puedes llegar con lo nuevo. Lo viejo es conocido, familiar; has vivido con ello desde hace mucho tiempo, estás familiarizado con ello. Lo nuevo no te resulta familiar. Puede ser un amigo o un enemigo, ¿quién sabe? ¡Y no hay forma de saberlo! La única forma de saberlo es permitirlo, por eso surge el temor, el miedo.

Tampoco puedes seguir rechazándolo, porque lo viejo sigue sin darte lo que buscas. Lo viejo te promete, pero no cumple su promesa. Lo viejo es conocido pero miserable. Lo nuevo puede ser incómodo pero al menos hay una posibilidad, te puede proporcionar felicidad. De modo que no puedes rechazarlo pero tampoco puedes aceptarlo; por eso vacilas, tienes miedo y surge una gran ansiedad en tu ser. Es natural no pasa nada raro. Siempre ha sido así y siempre será así.

Intenta comprender la llegada de lo nuevo. Todo el mundo quiere volver a ser nuevo, porque nadie está satisfecho con lo viejo. Nadie puede estarlo, porque sea lo que sea, ya lo conoces. En cuanto lo conoces se vuelve repetitivo; en cuanto lo conoces se vuelve aburrido, monótono. Quieres librarte de ello. Quieres explorar, quieres tener aventuras. Quieres volver a ser nuevo, pero, sin embargo, cuando lo nuevo llama a tu puerta te acobardas, te encoges, te escondes en lo viejo. Éste es el dilema.

¿Cómo vuelves a ser nuevo? Todo el mundo quiere ser nuevo. Necesitas tener coraje, y no un coraje ordinario; necesitas tener un coraje extraordinario. El mundo está lleno de cobardes, por eso ha dejado de crecer la gente. ¿Cómo vas a crecer si eres un cobarde? Cuando tienes una oportunidad te acobardas, cierras los ojos. ¿Cómo vas a crecer? ¿Cómo vas a ser? Sólo finges ser.

Ya que no puedes crecer tienes que encontrar crecimientos sustitutos. No puedes crecer pero tu cuenta en el banco sí, es un sustituto. No hace falta tener coraje, se ajusta perfectamente a tu cobardía. Tu cuenta de banco sigue creciendo y crees que estás creciendo tú. Te vuelves más respetable. Tu nombre y tu fama siguen creciendo ¿y piensas que estás creciendo? Sólo te estás engañando. Tú no eres tu nombre, tú no eres tu fama. Tu cuenta de banco no es tu ser. Pero si piensas en el ser empiezas a temblar, porque para crecer tienes que renunciar a la cobardía.

¿Cómo volvemos a ser nuevos? No nos renovamos espontáneamente. La novedad viene del más allá, es decir, de Dios. La novedad viene de la existencia. La mente siempre es vieja. La mente nunca es nueva, es una acumulación del pasado. La novedad viene del más allá, es un regalo de Dios. Viene del más allá y es del más allá.

Lo desconocido y lo incognoscible, el más allá, tienen acceso a ti. Tienen acceso a ti porque no estás sellado ni separado; no eres una isla. Puede que te hayas olvidado del más allá, pero el más allá no se ha olvidado de ti. El niño puede olvidarse de la madre, pero la madre no se olvida del niño. La parte puede empezar a pensar: «Estoy separada», pero la totalidad sabe que no estás separado. La totalidad tiene acceso a ti. Todavía está en contacto contigo. Por eso, aunque tú no le des la bienvenida, lo nuevo sigue llegando. Llega de miles de maneras. Si tienes ojos para ver, te darás cuenta que está llegando constantemente.

La existencia te está colmando de regalos, pero estás anclado a tu pasado. Estás en una especie de tumba. Te has vuelto insensible. Por culpa de tu cobardía has perdido la sensibilidad. Ser sensible quiere decir que sientes lo nuevo, la emoción de lo nuevo; nacerá en ti una pasión por lo nuevo y por la aventura, empezarás a adentrarte en lo desconocido, sin saber adónde vas.

La mente cree que esto es una locura. La mente cree que no es racional abandonar lo viejo. Pero Dios siempre es lo nuevo. Por eso, cuando hablas de Dios, no se puede usar el pasado o el presente. No se puede decir: «Dios era», ni se puede decir: «Dios será. » Sólo se puede usar el presente: «Dios es». Siempre es nuevo, siempre es virgen. Y tiene acceso a ti.

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