sábado, 25 de julio de 2020

LA ESPIRITUALIDAD


La espiritualidad no es cuestión de moralidad, es una cuestión de visión. La espiritualidad no es la práctica de virtudes, porque si practicas una virtud, ésta deja de ser una virtud. Una virtud practicada es una cosa muerta, una carga sin vida. La virtud solamente es virtud cuando es espontánea; la virtud solamente es virtud cuando es natural, cuando no es practicada, cuando brota de tu visión, de tu consciencia, de tu comprensión.

Por lo general, se piensa en la religión como en una práctica. No lo es. Ese es uno de los fundamentales malen­tendidos sobre la religión. Puedes practicar la no-violencia, pero seguirás siendo violento porque tu visión no ha cambiado, cargas aún con los viejos ojos. Una persona codiciosa puede practicar el compartir, pero la codicia seguirá siendo la misma. Incluso el compartir será corrompido por la codicia porque no puedes practicar nada que vaya contra tu comprensión, que esté más allá de tu comprensión. No puedes forzar tu vida según principios, a menos que esos principios formen parte de tu propia experiencia.

Pero la llamada gente religiosa trata de practicar la virtud, por eso son la gente más carente de virtud que existe sobre la Tierra. Tratan de practicar el amor y son la gente menos amorosa de toda la Tierra. Han creado toda clase de maldades: guerras; odio, ira, enemistad, asesinato. Practican la amistad, pero la amistad no ha florecido sobre la Tierra. Siguen hablando de Dios, pero crean más y más conflicto en nombre de Dios. El cristiano está en contra del musulmán, el musulmán está en contra del hindú, el hindú está en contra del
jaina, el jaina está en contra del budista. Eso es todo lo que están haciendo.


Existen trescientas religiones y ellas han fragmentado la mente humana, no han sido una fuerza integradora, no han sanado las heridas del alma humana. Por su culpa, la Huma­nidad está enferma, por ellos la Humanidad está loca; y la locura surge de una cosa. Esto ha de ser entendido tan profundamente como sea posible porque puede que tú también vayas en la dirección equivocada. La dirección equivocada tiene un tremendo atractivo, pues sino no habría habido tanta gente que la siguiera. El atractivo ha de ser grande. La fuerza magnética de la dirección equivocada ha de ser entendida; solamente, entonces podrás evitada.

Puedes tratar de practicar cualquier cosa que te guste y puedes seguir oponiéndote a ella. Puedes forzar sobre ti una clase de quietud, puedes sentarte en silencio, puedes aprender una postura de yoga, puedes aquietar el cuerpo como si no se moviera, puedes hacer del cuerpo una estatua. Y repitiendo un mantra o reprimiendo la mente continuamente durante largo tiempo, puedes forzar una cierta quietud en tu ser, pero éste será el silencio del cementerio; no estará vivo, latiendo, vibrante. Será algo congelado.

Puedes engañar a los demás, pero no puedes engañarte a ti mismo, ni puedes engañar a Dios. Lo obtienes sin comprensión alguna, lo has forzado sobre ti mismo; es un silencio practicado.

El verdadero silencio surge de la comprensión: «¿Por qué no estoy en silencio? ¿Por qué sigo creando en mí tantas ten­siones? ¿Por qué sigo enredándome en modelos miserables? ¿Por qué sostengo mi infierno?» Uno empieza a comprender el «porqué» del infierno de uno, y con esa comprensión, lentamente, sin ninguna práctica de tu parte, empiezas a abandonar esas actitudes que crean el sufrimiento. No es que las abandones; simplemente empiezan a desaparecer.

Cuando surge la comprensión, las cosas empiezan a cambiar a tu alrededor. Amarás, pero no serás posesivo. No es el amor el que causa el problema. Si les preguntas a los llamados santos, te dirán que es el amor el que causa los problemas. Esta es una afirmación absolutamente falsa. Se basa en una profunda incomprensión de la vida y el amor humanos. No es el amor el que crea el sufrimiento; el amor es una de las mayores bendiciones, puro gozo. Es la posesividad la que crea el sufrimiento. Posees a tu amada, a tu amado, a tus niños y sufres. Y cuando vives afligido esa gente religiosa te espera a la vuelta de la esquina. Saltan sobre ti. Te dicen, «Ya te lo dijimos. Nunca ames, pues de lo contrario te meterás en dificultades. Abandona todas las situaciones que impliquen amor; huye del mundo». Y desde luego, esto posee un atractivo, porque tú ya estás viendo que te está sucediendo. ¡Ahora es tu propia experiencia la que confirma que ellos están en lo cierto! y aun así se equivocan, pero no es tu experiencia. Nunca has analizado lo que te ha sucedido, nunca has observado que no es el amor el que te ha engañado y llevado al sufrimiento; es la posesividad. Abandona la posesividad, no el amor.

Si abandonas el amor, desde luego que desaparecerá el sufrimiento, porque abandonando al amor estarás abandonan­do también la posesividad; será abandonada automáticamente. El sufrimiento desaparecerá, pero nunca serás feliz. Ve y observa a tus santos. Son una prueba de lo que te estoy diciendo. Nunca son felices.

No son infelices, eso es cierto, pero tampoco son felices. ¿Qué ocurre pues? Si la felicidad no surge cuando se abandona la infelicidad, entonces es que se ha cometido algún error. Si no, sería algo natural. Dices, «He encendido la luz y la oscuridad aún persiste». O bien te estás engañando a ti mismo o estás soñando, alucinando respecto a la luz. Si no, no es posible. ¿La luz está brillando y la oscuridad persiste? No, la oscuridad es la certeza, la confirmación de que la luz no ha aparecido.

Cuando se abandona la infelicidad, de repente surge la felicidad. ¿Qué es la felicidad? La ausencia de infelicidad es felicidad. ¿Qué es la salud? La ausencia de enfermedad es la salud. Si no eres infeliz, ¿cómo podrás ser feliz? ¿Cómo vas a evitar entonces ser feliz cuando no eres infeliz? Es imposible. No está en la naturaleza de las cosas, está en contra de la aritmética de la vida.

Cuando una persona no es infeliz, repentinamente todos sus recursos están vivos, en su ser surge una danza, en su ser brota alegría. Una risa estalla. El explosiona. Se convierte en un hasida, en un sufí. Se convierte en una personificación del éxtasis divino. Al verle, ves a Dios, un destello, un rayo de luz. Al visitarle estarás visitando un templo, mi lugar sagrado, un tirta. Solamente con estar en su presencia te sentirás inundado por una nueva luz, un nuevo ser; una nueva ola surgirá a tu alrededor y podrás subirte en esa ola y alcanzar la otra orilla.

Siempre que realmente se abandona la infelicidad, queda la felicidad; no puede ocurrir otra cosa. Uno simplemente está feliz, sin razón alguna, sin motivo.

Pero tus santos no son felices, tus santos están tristes, tus santos no viven, tus santos están muertos. ¿Qué ha sucedido?

¿Qué calamidad es ésa? ¿Qué maldición es ésa? Un paso mal dado. Pensaron que el amor debía ser abandonado y que enton­ces desaparecería el sufrimiento. Abandonaron el amor, pero el amor no era el origen del sufrimiento; el sufrimiento existía debido a la posesividad.

¡Abandona la posesividad! Convierte la energía implícita en la posesividad en energía de amor. Pero esto no puede hacerse forzando; se requiere una clara visión; claridad.

Por eso lo primero que me gustaría decirte es: la espiri­tualidad no es la práctica de ninguna virtud; la espiritualidad es la obtención de una nueva visión. La virtud sigue a esta visión, llega por sí misma. Es un subproducto natural. Cuando empiezas a ver, las cosas empiezan a cambiar.

sábado, 18 de julio de 2020

LOS SUEÑOS


Los sueños son irreales pero también lo es tu vida. Los sueños son irreales pero eso es lo que es tu vida. Tu vida es puro sueño porque estas profundamente dormido.

Estas profundamente dormido. Sea lo que sea a lo que llamas tu vida, es simplemente un sueño contemplado con los ojos abiertos. Pero los dos son sueños.

La madre de Mahavira soño con nueve elefantes blancos. En primer lugar, es un sueño, y luego es un sueño sobre nueve elefantes blancos. ¡Un sueño es un sueño! ¿Elefantes blancos? La historia es hermosa; dice que la vida es como una cajita china: una caja dentro de una caja. Es como una cebolla. La pelas, y hay una nueva capa; la pelas, y otra capa. Cajas dentro de cajas.

En primer lugar, el que Mahavira naciera en un sueño. Luego, el que naciera de una madre, es otro sueño. Entonces la madre sueña iY la madre sueña con elefantes blancos! Considera el absurdo de todo esto.. .

Y luego está toda esa gente ingenua que empieza a analizar esos sueños y arma tanto problema con ellos. Los jainos dicen que siempre que un Tirtankara nace, a la madre le vienen una serie de sueños determinados. Y si esos sueños no surgen, entonces el hombre no es un Tirtankara. Por eso todas las madres han de soñar; recuérdalo. En la India nacieron veinticuatro Tirtankaras y todas las madres de los Ti[tankaras tuvieron que repetir el mismo sueño. Es un deber, es una legalidad, no puedes evitarlo! Si no lo sueñas, no puedes ser un Tirtankara. Cuando mi madre comenzó a soñar, le dije, «¡Déjalo! No hay necesidad, No voy a seguir legalidad o formulismo alguno. No hay necesidad de soñar con elefantes blancos. Puedes descansar». ­

Los tontos siguen descubriendo tonterías, pero las decoran muy bien. Preguntas qué significa. No significa nada. Simplemente significa que estás más interesado en sueños que en lo que en realidad eres.

La gente no está interesada en Mahavira como tal. Si la madre de Mahavira se hubiese olvidado de soñar esos sueños, los jainos no lo hubieran aceptado como el vigésimo cuarto Tirtankara. Eso fue una de las cosas más importantes que hubo que decidir. Puede que no lo sepas, pero también hubo otra gente que proclamó que eran Tirtankaras. En los tiempos de Mahavira hubo ocho personas que afirmaban que eran Tirtankaras y fue un gran problema el decidir sobre ello porque no existía criterio alguno. Por eso la gente tuvo que inventarse esos estúpidos criterios. Solamente fue la madre de Mahavira, dice la historia, la que soñó esos sueños. La madre de Goshalak falló. El pobre Goshalak sufrió por ello. La madre de Mahavira debió de haber sido muy inteligente, debió de planearlo todo con sumo detalle. O al menos así lo vieron los astrólogos de Mahavira; la madre murió inmediatamente tras el parto. En realidad no comprendo cómo pudo decírselo a alguien, pues murió inmediatamente. Pero eso también es otro tema. Los jainos dicen que cuando nace, un Tirtankara, la madre muere de inmediato. Le han puesto las cosas muy difíciles a la madre. La muerte de la madre de Mahavira debió de ser una cosa puramente accidental. La madre de Goshalak vivió. Eso no está permitido. Goshalak sufrió porque su madre no murió. La madre de Mahavira, murió. Esos son estúpidos criterios. Esa gente no ve directamente a Mahavira; están buscando otras indicaciones.

Cuando Jesús vivía, los judíos planteaban ciertas preguntas porque él tenía que cumplir con las profecías del Antiguo Testamento. ¿Se cumplieron o no? Jesús estaba allí en realidad, ante ellos, pero a ellos no les importaba Jesús, les preocupaba las profecías del Antiguo Testamento. Si eran cumplidas, entonces él era el hombre; si no eran cumplidas, entonces él no era el hombre. ¡Qué tonta puede ser la Humanidad! Jesús está allí, pero eso no prueba nada; no. Y los judíos renegaron de él porque pensaron que no cumplía con los requisitos. Le crucificaron porque pensaron que era un char­latán, un estafador; no había cumplido con las profecías.

Y los cristianos siguen empeñados en demostrar que sí las cumplió. En la actualidad, esto se ha convertido en un juego verbal, de lógica. La realidad ha sido completamente olvidada.

Mira lo real; Mahavira está ahí, Mahavira está ahí tanto si la madre soñó con elefantes blancos o con elefantes negros. Si soñó o no soñó, no importa; si ella sobrevivió o no, no importa. Eso son cosas irrelevantes. Si Mahavira está ahí, encáralo directamente. Su presencia será suficiente prueba y si no es suficiente prueba, entonces no hay por qué preocuparse por otras pruebas. ¿Qué otras pruebas podrá haber?

Y «¿cuál es la utilidad de contestar los sueños de los que plantean preguntas?» Los que preguntan solamente tienen sueños, carecen de una vida real; por eso, al contestar sus preguntas estoy tirando de ellos para sacarlos del fango de sus sueños. No me interesan sus sueños, estoy interesado en la consciencia que está soñando. Esa consciencia no es un sueño. Está soñando, está en un sueño, pero no es un sueño. Es una realidad y ha de ser sacada del estado de sueño.

Por eso sigo empleando cualquier método que sea necesario. Si a veces siento que analizar el sueño puede ayudarte a salir de él, entonces lo analizó. Pero recuerda siempre y por siempre que no estoy interesado en los sueños; no soy un psicoanalista. Pero si siento que diseccionando el sueño seré capaz de hacer que seas consciente de que tú no eres el sueño, de que tú eres el testigo que lo ve, entonces lo disecciono. La realidad no está en el sueño, la realidad es el soñador. Y el soñador ha de ser despertado.

Hay una gran necesidad de que la consciencia dé un giro desde el contenido al continente. En ciertas ocasiones, pueden emplearse los sueños. El revivirlos puede ser de utilidad. Si por la noche has tenido un sueño, el revivirlo por la mañana puede ser de gran ayuda porque por la noche estabas dormido. El sueño estaba allí, el mensaje estaba allí, el mensaje fue entregado por el inconsciente, pero el consciente estaba profundamente dormido. Es como si estuvieras borracho y alguien te llamara y tu descolgaras a duras penas el teléfono y escucharas, pero sin poder recordar exactamente cuál era el mensaje porque estabas borracho. El mensaje fue entregado; el inconsciente entregó un determinado mensaje; esto es lo que es un sueño: un mensaje empaquetado enviado por el incons­ciente diciéndote que estás haciendo algo mal, que estás yendo contra natura, de que vas contra mí, de que vas en contra de ti mismo. Es una advertencia del inconsciente de que ya es suficiente, ¡detente! Regresa a casa, sé natural, sé más espontáneo. No te pierdas en formalidades y moralidades sociales y no seas falso. Sé real.

El mensaje ha sido entregado, pero estabas dormido y por la mañana no puedes recordarlo con exactitud. ¿Te has dado cuenta? Cuando te levantas por la mañana, durante unos segundos algunos fragmentos del sueño flotan en la consciencia; solamente durante unos pocos segundos, no más de treinta segundos o, como máximo, unos sesenta segundos, un minuto. Después desaparecen. Te has lavado la cara, has tomado una taza de café, has acabado con la noche; ahora no recuerdas nada. E incluso, cuando te despiertas por la mañana, solamente quedan algunos restos, pocos. Son retales del sueño. Cuando sueñas, lo haces de determinada forma: empiezas a soñar a las cinco de la madrugada, te sumerges en él, y a las seis te despiertas. Eso es la parte final del sueño, como si hubieras estado mirando una película y solamente hubieras estado despierto en la parte final. De modo que te acuerdas de la parte final del sueño, no del principio, no del medio. Entonces has de ir contracorriente. S¡ quieres recordar el sueño has de ir en orden inverso como si estuvieras leyendo un libro hacia atrás. Es muy difícil.

Por eso, primero revive tus sueños. Será de ayuda, te hará estar más alerta. Y luego, incluso cuando estés soñando, incluso cuando estés reviviéndolo o cuando estés despierto, caminando por la calle en el estado corriente de vigilia, empieza a verte a ti mismo como un testigo, no como un
participante. Como un observador. El espectador, el obser­vador, el que ve, el testigo, es el auténtico paso que te llevará a la realidad. Está más allá del soñar.

Los sueños pueden ser útiles, para que la presa de los sueños sobre tu mente se afloje, pero el verdadero paso solamente se da cuando has empezado a volverte observador. Inténtalo durante todo el día. Hagas, lo que hagas, recuerda que eres el observador. Caminando... recuerda que el cuerpo está caminando; tú eres el observador. Comiendo... recuerda que el cuerpo está comiendo; tú eres el testigo. Si sigues con ello durante todo el día, un día, de pronto veras que en el sueño también el observador tiene, una pequeña posibilidad. Y cuando puedas recordar que «Yo soy solamente el observador» durante el sueño, entonces el sueño desaparece. Entonces, con la desaparición de los sueños, una nueva consciencia surge en ti. Esa consciencia es la que yo llamo la superconsciencia. Y esa consciencia es la meta de la psicología de los Budas.

sábado, 11 de julio de 2020

EL CONOCIMIENTO


Para que exista el conocimiento se necesita realmente una gran división: el conocedor y lo conocido. Entre los dos, surge el conocimiento. Lo conocido es un requisito para que el conocimiento se dé.

El espacio en el que yo estoy, es absolutamente indiviso e indivisible. No es posible el conocimiento. Así que, para ser exactos, yo no sé nada.

Y me gustaría que tú también llegaras a esta inocente ignorancia, a este estado en que no sabes nada. Porque este estado de ausencia de conocimiento es el más alto estado de sabiduría; no de erudición, ¿oyes?, de sabiduría. Y esta sabiduría no posee contenidos. No es que sepas sobre algo; no hay nada que saber. Simplemente eres. Yo soy, pero no sé quién soy. Todas las identidades han desaparecido; solamente queda detrás un tremendo vacío.

Lo llamo vacío porque tú estás lleno de identidades, si no, sería una absoluta presencia, no una ausencia. Es la presencia de algo, que por su propia naturaleza es un misterio y no puede ser reducido a conocimiento.

Por eso no sé quién soy, pero estoy tremendamente satisfecho de no saberlo. Y todo aquél que ha llegado a la puerta del no-saber, se ha reído de toda la erudición y de toda la estupidez que gira en torno al conocimiento. La erudición, el conocimiento, es algo mediocre. Estar en el estado de ausencia de conocimiento es inteligencia, es consciencia. Y no es acumulativo. A cada momento que aparece, desaparece. No deja ninguna pista tras de sí, ninguna pista existencial. Uno sale de él, puro de nuevo, de nuevo inocente, de nuevo como un niño.

Por esto soy un niño a la orilla del tiempo, coleccionando conchas, piedrecillas de colores. Pero estoy tremendamente satisfecho. No sé quién soy porque yo no soy. Cuando digo que «yo no soy», quiero decir que ese «yo» ha dejado de tener importancia. Empleo la palabra, y obviamente he de usarla y no existe ningún impedimento para ello, pero ha dejado de tener importancia para mi mundo interior. Contigo aún es de utilidad, pero cuando estoy solo, no soy. Cuando estoy contigo, entonces se ha de emplear esa palabra, «yo», como truco para comunicamos, pero cuando estoy solo, «yo» no existo. La soledad está presente, la cualidad de «ser» está presente, pero el «yo» no está ahí. Por eso, ¿quién debería saber? ¿Y qué?

Antes te dije que el contenido había desaparecido, ahora quisiera decirte - pues cuanto más dispuesto y receptivo te encuentras, más cosas puedo decirte - que el continente también ha desaparecido. El continente solamente es significativo en función del contenido; sin el contenido ¿qué significado tiene el continente? Ambos, el contenido y el continente, ya no están ahí. Hay algo, algo tremendo, verdaderamente hay algo, pero no es posible nombrarlo. Sumido en el amor, lo llamas «Bhagwan» y con un profundo respeto yo también lo llamo «Bhagwan».

Yo estoy simplemente aquí, retándote. Si eres suficientemente valeroso como para abrirte a mí, de repente un brote empezará a salir de tu semilla, empezarás a crecer hacia una dimensión desconocida.

Si tú «eres», sigues sufriendo, tu mismo ser es tu aflicción. El infierno no está en ninguna otra parte; el infierno es el estado de confinamiento, el infierno es el estado de aflicción que se da cuando vives en el «yo». Vivir con el ego es vivir en el infierno.

Una vez que decides ser un discípulo, entras en otro mundo, en un mundo totalmente distinto, del corazón, del amor, de la confianza. Entonces es un juego. No eres serio, pero sí eres muy sincero. Nunca confundas seriedad con sinceridad. La sinceridad es muy juguetona, nunca es seria. Es auténtica, verdadera, pero nunca seria. La sinceridad no tiene una cara alargada; está hirviendo de alegría, radiando de gozo interior.

No me interesa si eres un judío, un hindú, un cristiano o un musulmán. Para mí, ese tipo de cosas son pura estupidez. No te estoy enseñando ninguna religión. Todo mi esfuerzo, o todo mi juego aquí, es que te hagas consciente de la realidad tal cual es, es hacerte consciente del hecho, sin proporcionarte ninguna fantasía en torno a ello; el hacerte consciente de la verdad. sin darte teoría alguna sobre ella. No soy un teórico, no soy un teólogo, de hecho, la teología ha acabado con Dios y el que haya tantas religiones ha creado tal confusión en la mente de la gente que, más que ayudar han sido un veneno y un mal. Más que ayudar a la gente a ser religiosa, han creado la mayor política en nombre de la religión. En nombre de la religión se ha generado gran violencia, conflicto, odio.

Para mí, la religión simplemente significa la dimensión del amor. Estoy aquí para mostrarte la belleza de la vida, la grandiosidad que te rodea. Desde esa misma grandeza tendrás los primeros destellos de Dios.


Estoy aquí para seducirte y que te enamores de la vida, para ayudarte a que te vuelvas algo más poético, para ayudarte a morir para lo mundano y lo ordinario de forma que lo extraordinario explosione en tu vida. Pero solamente será posible si decides ser un discípulo.

Este mundo al completo es una broma cósmica. Si tratas de comprenderlo, te lo perderás... por eso los filósofos siempre se lo pierden. Han estado tratando de resolverlo, han estado tratando de buscar pistas. No hay pistas. Es puro misterio. No hay llaves ni cerraduras. Es accesible si tú eres accesible. Pero una mente que anhela comprenderlo se pone tensa y se vuelve inasequible.

No trates de entender la vida. ¡Vívela! No trates de entender el amor. Enamórate. Entonces sabrás, y ese saber surgirá de tu experiencia. Ese saber nunca destruirá el misterio; cuanto más sepas, más sabrás que hay mucho más que está ahí para ser conocido. La vida no es un problema. Considerarla como un problema es dar un paso equivocado. Es un misterio para ser vivido, amado, experimentado.

En realidad, la mente que anda siempre en busca de explicaciones, es una mente asustada. Debido a que tiene mucho miedo quiere que todo tenga una explicación. No puede sumergirse en nada si antes no le ha sido explicado. Con las explicaciones siente que el territorio le es familiar, que ahora conoce su geografía; que ahora puede desplazarse con un mapa y la guía de viaje y un esquema. Nunca se encuentra dispuesta a adentrarse en un territorio desconocido; no cartografiado, sin un mapa, sin una guía. Pero la vida es así. Y los mapas no son posibles porque la vida cambia y cambia. A cada momento es nueva. No hay nada viejo bajo el sol, te lo aseguro. Todo es nuevo. Hay un tremendo dinamismo, un movimiento absoluto. Solamente es permanente el cambio, solamente el cambio nunca cambia; todo lo demás va cambiando.

Por esto no puedes tener un mapa. Cuando tienes el mapa listo, está ya anticuado. Cuando el mapa está listo, ya no sirve. La vida ha cambiado su rumbo. La vida ha empezado a jugar un nuevo juego. No puedes habértelas con la vida con mapas, porque la vida no es medible. Y no puedes habértelas con la vida con guías de viaje porque las guías de viaje solamente son posibles cuando las cosas están estancadas. La vida no está estancada, es un proceso, es una dinámica. No puedes tener un mapa de ella. No es medible; es un misterio inmensurable. No busques explicaciones.

Y a esto yo lo llamo madurez mental: cuando alguien llega al punto de contemplar la vida sin ninguna pregunta. Y simplemente se sumerge en ella con valor y sin miedo.

sábado, 4 de julio de 2020

LA CONSCIENCIA DEL SER Y DEL TENER


La consciencia tiene dos dimensiones: una es la del tener y la otra es la del ser. Y solamente hay dos categorías de seres humanos: la del que se esfuerza al máximo por obtener más y más y la de aquél que ha comprendido la futilidad de eso y que ha encauzado su vida en otra dirección, en la dirección del ser. Esa gente está tratando de saber quiénes son.

En el mundo del tener solamente crees que tienes algo, pero realmente no posees nada. Viniste con las manos vacías y te irás con las manos vacías. Todo lo que suceda en medio es como un sueño. Aparenta ser verdad, mientras dura parece ser verdad, pero una vez se ha ido comprendes que no había nada que realmente estuviera sucediendo. La realidad ha permanecido sin ser afectada por tus sueños. El mundo del poseer no es nada más que un mundo de sueños.

La persona religiosa es aquella que se ha dado cuenta de la futilidad de todo. No puedes poseer nada más que a ti mismo. Y todo lo que tienes, excepto tú mismo, no es más que un engaño. Es una ilusión. Y, de hecho, aquello que posees te posee a ti más que tú a eso. El que posee se convierte formalmente en lo poseído. Crees que posees muchas cosas: riquezas, poder, dinero, pero en lo más profundo tú estás poseído por esas mismas cosas, estás encapsulado, encadenado, encerrado por esas mismas cosas.

Observa a los ricos. No poseen riquezas; son tan pobres como cualquier otro hombre, son tan míseros como cualquier mendigo. En realidad, aquello que poseen, los posee a ellos. Están agobiados con ello.

Por eso lo primero que has de entender son estas dos puertas: el tener y el ser. Si aún estás perdido en el sueño del poseer, todavía estás en el mundo. Puede que estés en una cueva de los Himalayas. Eso no importa. El mundo sigue allí porque el mundo existe en el deseo mismo de poseer. Y nadie nunca ha poseído nada.

Solamente se puede poseer una cosa y esa cosa ya la tienes contigo. Es tu propio ser, tu propia consciencia. Pero para alcanzar ese «ser», uno ha de trabajar duro. No puedes alcanzarlo fácilmente. Primero has de separarte del mundo del tener. Eso se asemejará al morir porque con eso es con lo que te has identificado. Tú eres tu coche, tú eres tu casa, tú eres tu cuenta bancaria. Y cuando empiezas a despertar de este sueño empiezas a, sentirte como si desaparecieras porque todas tus viejas, identidades empiezan a desaparecer. Una identidad desaparece, una parte de ti desaparece: solamente deja tras de sí el vacío. Cuando todas tus identidades desaparezcan y simplemente quedes tú, habrá tan sólo puro espacio, tan puro como la vida, tan puro como la muerte. No quedará nada más. Ese es tu ser. Solamente se puede poseer ese ser porque de hecho ya está ahí. Solamente puedes poseer aquello que ya tienes, no puedes poseer nada más. Todo deseo es un desear lo inútil. Solamente conduce a la frustración.

Por lo general, hasta cuando la gente se vuelve religiosa, siguen pensando en términos de tener, de poseer el cielo o de alcanzar los placeres del cielo, pero siguen pensando todavía en función del poseer. Su cielo no es nada más que el deseo proyectado de poseerlo todo. Todo lo que se ha perdido estando aquí desearían poseerlo en el más allá. Pero es el mismo deseo.

La persona auténticamente religiosa es aquella que se vuelve consciente de la futilidad del desear, de la imposibilidad de obtener nada, aquí en este mundo o después en el otro mundo. Solamente te puedes tener a ti mismo. Solamente puedes ser el amo de tu propio ser. Si no estás intentando serlo... Es duro, no hay atajos, no importa lo que Thitndthy Leary diga; no hay atajos. El ácido, las drogas no te servirán de nada. Eso es muy fácil, es muy astuto. Es un engaño químico.

Deseas introducirte en el mundo de tu más recóndito ser sin ningún esfuerzo. Es algo deshonesto. Sin ganártelo deseas poseerlo.

Cuando Mahavira lo posee es porque se ha esforzado duramente por ello; cuando un Baal-Shem lo posee es porque ha trabajado arduamente por ello, ha sacrificado todo su ser por eso. Todo su ser se ha convertido en pura oración, en devoción, en un sacrificio a lo Divino. El no está ahí; simplemente se ha ofrecido totalmente. Entonces él lo posee. O un Kabir, o un Zarathustra... todos han recorrido el duro camino. El camino empinado es el único camino; no hay atajos.

Pero el hombre siempre ha tratado de inventarse atajos de múltiples maneras. El viaje con las drogas es la última invención de la astuta mente humana. Con sólo ingerir una pastilla o inyectarte cierto compuesto químico en el cuerpo crees que te puedes convertir en un Buda, crees que puedes alcanzar el dominio total de tu ser. Simplemente te convertirás en un esclavo de la química, no en un amo de tu ser. Surgirá un ansia por tomar más y más y más, una y otra vez. Necesitarás de mayores y mayores dosis. Rápidamente te convertirás en un náufrago, rápidamente te volverás tierra baldía y te abandonará todo lo bello, todo lo verdadero y todo lo que es divino. Pero el señuelo está ahí. La mente humana cree que puede descubrir atajos.

Puede que recuerdes lo que ocurre en determinados sueños. En los sueños, si vas en tren, puedes saltarte muchas estaciones. Estás en Londres y de repente te encuentras en Tokio. Te saltas todo el trayecto. El inconsciente continuamente anhela atajos. En los sueños, vale, pero en la vida real no es posible, no puedes saltarte las paradas y no puedes saltarte ninguna estación en el camino. Por muy rápido que vayas no puedes saltarte nada. Más lenta o más rápidamente, no importa. Has de recorrer todo el trayecto y has de hacerlo por el camino más difícil.

El ácido y las drogas siempre han deslumbrado al hombre. Es algo tan viejo como el hombre mismo. En los Vedas empleaban soma. En la India han seguido empleando drogas durante siglos, charas y ganja y opio. Lo han probado todo. Ahora esta locura está esparcida por todo el mundo. Ahora la gente trata de encontrar un atajo, un método fácil y sencillo que puedas manejar, que te puedas tragar. El samadhi no puede ser ingerido y Dios no es un fenómeno químico. Te lo has de ganar; solamente entonces puedes tenerlo.

Luego vienen otros, hay también otros métodos. No solamente, son las drogas los atajos. También hay otros métodos. Te garantizan que, con muy poco esfuerzo, de hecho casi sin esfuerzo, podrás alcanzar la meta. Por ejemplo, con sólo entonar un mantra unos pocos minutos cada día. El entonar un mantra solamente puede embotarte la mente, toda repetición supone embotar la mente; te vuelve obtuso y estúpido. Si solamente continuas entonando un mantra, éste acabará con, tu sensibilidad, te aburrirá, adormecerá tu conciencia, te irás volviendo más inconsciente que consciente, empezarás a caer, en la ensoñación. Las madres han sabido desde siempre, que cuando un niño está inquieto y no puede dormir se le han de cantar una nana. Una nana es un mantra. La madre repite algo una y otra vez y el niño se va aburriendo. La repetición constante crea una atmósfera de monotonía. El niño no tiene a donde ir; la madre está sentada junto a su cama repitiendo la nana. El chico no puede escaparse; no puede decir «Cállate!» Ha de escuchar. El único escape posible es dormirse, de modo que lo intenta. Trata de evitar la nana y de evitar esa madre.

El mantra funciona de la misma forma. Empiezas a repetir determinada palabra y luego creas en ti un estado de monotonía. Toda monotonía es mortífera, toda monotonía te adormece, destruye tu agudeza.

Se ha tratado de hacer de múltiples formas. En los antiguos monasterios de todo el mundo, los cristianos, los budistas, los hindúes, en todos los monasterios, han probado con el mismo truco, pero a una escala mayor. La vida en un monasterio es una rutina, está absolutamente fijada. Cada mañana has de levantarte a las tres o a las cinco en punto y empezar luego con el mismo círculo; has de comenzar la misma actividad durante todo el día, durante toda tu vida. Esto es extender un mantra en toda tu vida, convirtiéndola en una rutina.

Poco a poco, haciendo lo mismo una y otra vez una persona se va convirtiendo en un sonámbulo. Tanto si está despierto como si está dormido, no importa, puede seguir haciendo los mismos gestos y los mismos movimientos vacíos. Pierde toda noción de diferencia entre dormir o estar despierto.

Puedes ir a los antiguos monasterios y observar a los monjes caminar en su sueño. Se han convertido en robots. No hay una diferencia entre lo que hacen cuando se despiertan por la mañana y lo que hacen cuando duermen. Los territorios se superponen. Y cada día es exactamente lo mismo. En realidad, la palabra «monótono» y la palabra «monasterio» derivan de la misma raíz. Ambos significan lo mismo.

Puedes crear una vida tan monótona que la inteligencia no sea necesaria. Cuando la inteligencia se vuelve innecesaria te adormeces. Y cuando te adormeces, desde luego, empiezas a sentir una especie de paz, un cierto tipo de silencio, pero no es real, es falso. El verdadero silencio está vivo, latiendo. El verdadero silencio es positivo, contiene energía, es inteligente, está atento, lleno de vida y entusiasmo. Contiene entusiasmo.

El falso silencio, el pseudo silencio, es sencillamente adormecedor. Puedes observarlo. Es el mismo silencio que percibirás en un cementerio. Tiene cierto espacio a su alrededor que es muy adormecedor. Parece ser muy indiferente al mundo, desconectado, sin contacto. Está ahí sentado como una masa de barro. No hay vibración alguna de vida, de energía, a su alrededor, no hay nada que vibre a su alrededor. Este no es el silencio verdadero. Es simplemente una estupidez.

Cuando te aproximas a un Buda, él está en silencio debido a su inteligencia, está en silencio debido a su consciencia, está en silencio no porque se haya obligado a sí mismo a guardar silencio, sino que simplemente está en silencio porque ha comprendido la inutilidad de estar alterado. Está en silencio porque ha comprendido que no hay porqué estar ni preocupado ni tenso. Su silencio nace de la comprensión. Rebosa comprensión. Cuando te aproximas a un Buda percibes una fragancia absolutamente distinta: la fragancia de la consciencia.

Y no solamente descubrirás una frescura, una brisa que le envuelve, sino que sentirás que tú también te has vitalizado, te has inflamado. Con sólo acercarte, tu propio ser se inflama, una luz empieza a arder en tu interior. Cuando te acercas a él, por pura proximidad, por simple afinidad, repentinamente notas que has dejado de estar deprimido. Su presencia tira de ti para sacarte del fango en el cual permanecías confortablemente. Su presencia misma es elevadora. Sentirás amor, vida, compasión, belleza, realidad.

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