sábado, 28 de septiembre de 2013

EL ESTADO Y LA RELIGION

Definen la democracia como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Pero no es ninguna de esas cosas. No es ni del pueblo, ni por el pueblo ni para el pueblo.

Los poderosos a lo largo de los siglos se las han arreglado para persuadir a la gente de que lo que hacen, lo hacen por ellos. Y la gente se lo ha creído porque está acostumbrada a creer; es una conspiración urdida entre la religión y el estado para explotar al ser humano.

La religión predica creencias y destruye la inteligencia inquisitiva de la gente, les reduce su inteligencia. Y el estado les explota todo lo que puede -arreglándoselas para seguir contando con su apoyo- porque la gente está acostumbrada a creer, no a cuestionar. Cualquier tipo de gobierno, sea una monarquía, una aristocracia, una democracia, sea del tipo que sea... Sólo cambian los nombres, en lo más profundo la realidad sigue siendo la misma.

En el Japón anterior a la segunda Guerra Mundial se creía que el emperador Hiro Hito era un descendiente directo del Dios Sol, y que todo lo que decía no era humano, sino divino; sus ordenes habían de ser cumplidas. Los japoneses han creído durante siglos que era el descendiente del Dios Sol, y han muerto en cientos de guerras, voluntariamente, alegremente, porque estaban muriendo por Dios mismo. ¿Puede uno aspirar a una muerte más dichosa y bella?

Japón es un país pequeño, pero ningún otro ha podido conquistarlo; ni siquiera grandes países, como China, que es el país más grande en lo que se refiere a números y extensión de tierra, pero el pequeño Japón podía derrotar a China porque la gente tenía la creencia fanática de que Dios estaba con ellos y por eso la victoria sería suya. Y la situación ha sido más o menos parecida en todo el mundo.

Sí, uno de mis trabajos ha sido despertar a la gente a la situación real: estáis siendo explotados en nombre de distintos intereses. Los explotadores se llaman servidores públicos y dicen que están a vuestro servicio. Han estado «sirviendo» durante miles de años y la gente, por lo general, sigue viviendo en una miseria enorme, en la ignorancia. No tienen nada en la vida; nacen, van viviendo lo mejor que pueden y mueren. No les ocurre nada que se pueda llamar extático, nada que pueda ser llamado una experiencia.

Vacíos desde el nacimiento hasta la muerte, no florece nada, nada prospera... y tienen un enorme potencial para ser una canción de alegría.

Pero las burocracias religiosas y políticas no lo permiten. Temen tanto a la gente alegre. Poco a poco me he ido dando cuenta de que la alegría tiene muchas implicaciones:

• Una persona alegre no tiene disminuida su inteligencia.
• Una persona alegre es inteligente.
• Una persona alegre conoce el arte de vivir; de otro modo no podría estar alegre. Y una persona alegre es peligrosa para todos los intereses creados que van en contra de la humanidad.

Esos intereses quieren que la humanidad viva en el infierno para siempre. Se las han arreglado de todas las formas posibles para mantenerte en la miseria. Destruyen todo lo que te produce alegría y te dan muchas oportunidades de ser desgraciado. Una persona desgraciada no es un peligro para esta sociedad podrida.

Sí, uno de mis trabajos básicos tiene que ser el de hacer que la gente tome consciencia de que los poderosos -religiosos o políticos- no son sus amigos. Son sus enemigos. Y a menos que el común de los mortales se rebele contra todo tipo de burocracias, el ser humano seguirá estancado, sin evolucionar, no alcanzará las alturas que le pertenecen por derecho de nacimiento.

sábado, 21 de septiembre de 2013

VIVIR POR TI MISMO

Era muy amigo de mi abuelo. Solía llevarme a ver a santos que visitaban la ciudad. Le gustaban mucho mis discusiones con los supuestos santos en las que se creaban situaciones muy vergonzosas para ellos por¬que no podían responderme. Pero cuando volvíamos, solía decirme: «Recuerda que esto está bien como juego, pero no hagas de ello tu vida, en otro caso te quedarás solo en contra de todo el mundo. Y no puedes vencer al mundo entero.»

Lo último que me dijo fue esto mismo. Antes de morir, me llamó a su lado y me dijo: «Recuerda, no luches contra el mundo. No puedes ganar.»

Yo respondí: «Ahora te estás muriendo. Tú has estado del lado del mundo: ¿Qué has ganado? ¿Cuál es tu victoria? No puedo prometerte lo que me pides. Quiero dejar muy claro contigo que, sea cual sea el coste..., puede que pierda la batalla, pero será mi batalla, y me sentiré muy satisfecho por haber estado a favor de la verdad. ¡No importa! si gano o pierdo, la derrota o la victoria son irrelevantes. Lo importante es defender lo que uno cree que es justo.»

Este coraje está presente en todo el mundo. No es una cualidad que haya de practicarse; es algo que forma parte de la vida, de tu misma respiración. Lo que ocurre es que la sociedad ha creado tantas barreras contra el crecimiento natural que has empezado a pensar: ¿De dónde saco el coraje? ¿De dónde consigo la inteligencia? ¿De dónde obtengo la verdad?

Tú contienes la semilla de todo lo que quieres ser. Date cuenta de esto y mira el otro lado... La gente que vive con la multitud, ¿qué consigue? Lo pierden todo. De hecho no viven en absoluto; sólo mueren. Empiezan a morir desde el momento de su nacimiento y siguen muriendo hasta su último aliento. Toda su vida es una larga serie de muer¬tes. Simplemente mira a la multitud de gente. Puedes estar de su lado, pero entonces correrás su misma suerte.

Si llegas a verlo es muy fácil: la única forma de vivir la vida es vivir por ti mismo. Es un fenómeno individual, es una independencia, es libertad.

Es descargarse constantemente de todo lo que está muerto, para que la vida pueda crecer y no se vea aplastada bajo el peso de lo muerto.

Esta es la cuestión: ver con claridad que todo lo que sabes es del pasado, ya se ha ido. Es parte de una tumba. ¿Quieres estar en una tumba o quieres estar vivo? Y ésta no es sólo la cuestión de hoy, también será la cuestión de mañana, y de pasado mañana. La cuestión seguirá siendo la misma hasta tu último aliento.

La persona que comprende a cada momento muere al pasado y renace al futuro. Su presente siempre es una transformación, un renacimiento, una resurrección. No se trata de coraje en absoluto, esto es lo primero que tiene que entenderse. Es una cuestión de claridad, de ser claro sobre qué es qué.

Y en segundo lugar, si realmente se trata de una cuestión de coraje, nadie puede dártelo. No es algo que se te pueda ofrecer como un regalo. Es algo con lo que naces, simplemente no has permitido que creciera, no has permitido que se reafirme, porque toda la sociedad está en su contra.

La sociedad no quiere leones, quiere una multitud de ovejas. Entonces es fácil esclavizar a la gente, explotar a la gente, hacer lo que uno quiera con ellos.

No tienen alma; casi son robots. Ordenas y ellos obedecen. No son individuos libres.

No puedes luchar contra la totalidad del mundo.

Mi abuelo solía decirme: «Lo que dices es correcto. Aunque soy viejo puedo entender que dices la verdad. Pero te sugiero que no se lo digas a nadie. Te causará problemas. No puedes ir en contra de todo el mundo. Puede que tengas la verdad, pero la verdad no cuenta; lo que cuenta es la multitud, la masa. Alguien puede estar simplemente mintiendo -y todas las religiones lo han estado haciendo, mintiendo sobre Dios, mintiendo sobre el cielo, mintiendo sobre el infierno, mintiendo sobre mil y una cosas-, pero la masa está con ellos. Sus mentiras son apoyadas por la mayoría de la humanidad y su larga tradición. Tú no eres nadie.»

Si llegas a verlo es muy fácil: la única forma de vivir la vida es vivir por ti mismo. Es un fenómeno individual, es una independencia, es libertad.

sábado, 14 de septiembre de 2013

LA INSPIRACION

Nadie puede ser fuente de inspiración, porque la palabra «inspiración» es peligrosa.

Primero es inspiración, luego se convierte en seguimiento, después en imitación, y acabas siendo una copia de calco. No hace falta que nadie te inspire. No sólo no hace falta, sino que es peligroso. Simplemente observando, he visto...; cada individuo es único. No puede seguir a nadie.

Puedes intentarlo, millones de personas lo han intentado durante miles de años. Hay millones de cristianos, millones de hindúes, millones de budistas. ¿Y qué están haciendo? La inspiración de Gautama Buda ha hecho que miles de personas sean budistas, y ahora ellos intentan seguir sus pasos. Pero no están llegando a ninguna parte, no pueden hacerlo.

No eres Gautama Buda, y sus huellas no te encajarán, como tampoco te encajarían sus zapatos; tendrás que encontrar el tamaño exacto de los zapatos que te encajen. Él es muy bello, pero eso no significa que tengas que ser como él. Y ese es el significado de la palabra «inspiración». Significa que estás tan influenciado por esa persona que se convierte en tu ideal, que te gustaría ser como él. Esto ha confundido a toda la humanidad.

La inspiración ha sido una maldición, no una bendición.

Me gustaría que aprendieras de todas las fuentes, que disfrutaras de cada ser único con el que te encuentres. Pero nunca sigas a nadie ni intentes ser exactamente como otra persona; la existencia no lo permite. Sólo puedes ser tú mismo.

Y es un fenómeno extraño: los individuos que han servido de inspiración a millones de personas nunca fueron inspirados por ningún otro. Pero nadie se da cuenta de este hecho. Gautama Buda nunca fue inspirado por nadie, y eso le convirtió en gran fuente de inspiración. Sócrates no fue inspirado por nadie, pero eso es lo que le hace tan extraor-dinario.

Todos aquellos que piensas que son fuente de inspiración no han sido nunca inspirados por algún otro. Esto es algo fundamental que tenemos que entender. Sí, aprendieron; intentaron comprender a todo tipo de gente. Amaban a individuos únicos, pero no tenían que seguir a nadie. Intentaban ser ellos mismos.

Por eso, por favor, no te sientas inspirado por mí; de otra forma nunca te convertirás en una fuente de inspiración. Sólo serás una copia de calco, no tendrás tu auténtico rostro original. Serás un hipócrita: dirás una cosa y harás otra. Mostrarás tu rostro en diferentes ocasiones con diferentes máscaras, y lentamente, lentamente, irás olvidando cuál es tu rostro real; tantas máscaras...

Y esta es la situación de casi todo el mundo, casi todos están jugando cierto papel para el que han sido educados, para el que han sido criados.

Nace un niño -no es cristiano, ni judío, ni mahometano- y entonces le ponemos una máscara. Su rostro inocente desaparece. Y morirá creyendo que es cristiano.

A la gente se le adiestra para ser actores; en todo este gran mundo verás que toda la gente actúa. A todo el mundo se le educa para actuar...; nombres muy bellos -etiqueta, maneras-, pero detrás se oculta una psicología sutil para hacerte olvidar tu originalidad y para que te embebas del papel de actor que los intereses creados te tienen asignado.

Nunca te sientas inspirado por nadie. Permanece abierto.

Cuando veas un hermoso atardecer, disfruta de su belleza; cuando veas a un Buda, disfruta de su belleza, disfruta de su autenticidad, disfruta de su silencio. Disfruta la verdad que ha realizado, pero no te conviertas en su seguidor. Todos los seguidores se pierden.

Sigue siendo tú mismo, porque los hombres como Gautama Buda se encontraron por ser ellos mismos. Todos esos hermosos nombres: Lao Tse, Chuang Tzu, Lieh Tzu, Bodhidharma, Nagarjuna, Pitágoras, Sócrates, Heráclito, Epicuro, todos estos grandes nombres que han sido fuente de inspiración para tanta gente, eran ellos mismos y nunca se sentían inspirados por nadie. Así es como protegían su originalidad y seguían siendo ellos mismos.

Esto es la prueba definitiva: en dos mil años no ha habido otro Jesucristo; en tres mil años no ha habido otro Moisés.

La existencia nunca se repite.

La historia se repite porque pertenece a las masas inconscientes.

La existencia nunca se repite. Es muy creativa e inventiva. Y eso es bueno.

Es bueno que la existencia no se repita. Sólo crea uno de cada clase y así ese ser siempre es especial, escaso.

Tú también eres el único de tu tipo. Sólo tienes que florecer, abrir tus pétalos y derramar tu fragancia.

sábado, 7 de septiembre de 2013

LAS DIMENSIONES DE LA VIDA

La vida tiene dos dimensiones. Una es la horizontal, en la que todos estáis viviendo, en la que todos pedís cada vez más, y más, y más. No es una cuestión de cantidad porque ninguna cantidad os va a satisfacer. La línea horizontal es una línea cuantitativa. Puedes prolongarla indefinidamente. Es como el horizonte, a medida que avanzas, el horizonte retrocede. La distancia entre tú y tu objetivo de más y más, el objetivo de tu deseo, sigue siendo exactamente la misma. Te pasaba lo mismo cuando eras niño, cuando eras joven, y te sigue pasando lo mismo ahora que eres mayor. Seguirá igual hasta tu último suspiro.

La línea horizontal no es más que una ilusión. El horizonte no existe, sólo es una apariencia: allí, a unos kilómetros de distancia, el cielo y la Tierra se juntan. No se juntan en ninguna parte. Y del horizonte sale la línea horizontal; no tiene fin porque el objetivo es ilusorio, no puedes hacerlo realidad. Y tu paciencia es limitada, la duración de tu vida es limitada. Un día te das cuenta de que todo parece inútil, sin sentido: «Estoy esforzándome y torturándome innecesariamente, no llego a ninguna parte.» Entonces, por lo general, surge en ti el polo opuesto: la idea de destruirte. No merece la pena vivir porque la vida promete, pero no cumple sus promesas.

Pero la vida tiene otra línea, la vertical. La línea vertical se mueve en otra dirección completamente diferente.

No estás pidiendo, por eso se te da.

No estás deseando, por eso tienes tantas cosas a tu disposición. No tienes ningún objetivo, por eso estás tan cerca de él.

Como no hay deseo, ni objetivo, ni pregunta, ni petición, no sientes ninguna tensión; estás completamente relajado.
En este estado de relajación uno se encuentra con la existencia. El miedo surge en el momento en que vas a disolver lo último de ti, porque después la situación será irrevocable; no podrás volver.

He contado muchas veces un poema precioso de Rabindranath Tagore. El poeta ha estado buscando a Dios durante millones de vidas. A veces le ha visto, muy lejos, cerca de una estrella, y partía hacia allí; pero para cuando llegaba a la estrella, Dios ya se había ido a otra parte. Pero siguió buscando y buscando, estaba determinado a encontrar el hogar de Dios, y la sorpresa de sorpresas fue que un día llegó a una casa en cuya puerta se leía: «La Casa de Dios.»

Puedes entender el éxtasis que sintió, su alegría. Subió corriendo por las escaleras y en el momento en que iba a llamar a la puerta, de repente, su mano se quedó congelada. Le vino una idea a la cabeza: «Si resulta que ésta es verdaderamente la casa de Dios, entonces se acabó, mi búsqueda se ha terminado. Me he identificado totalmente con mi búsqueda, no sé hacer nada más. Si la puerta se abre y me encuentro frente a Dios, se acabó, la búsqueda habrá terminado. ¿Entonces qué? Me queda por delante una eternidad de aburrimiento, sin diversión, sin descubrimientos, sin nuevos desafíos, porque no puede haber un desafío mayor que Dios.»

Empezó a temblar de miedo, se quitó los zapatos y volvió a bajar los bellos escalones de mármol. Se quitó los zapatos para no hacer ruido, porque temía que si hacía el menor ruido en la escalera..., Dios podría abrir la puerta aunque él no hubiera llamado. A continuación salió disparado, corriendo más deprisa que nunca. Antes pensaba que había estado corriendo todo lo rápido que podía detrás de Dios, pero ese momento, de repente, encontró una energía de la que no disponía anteriormente. Corrió como nunca, sin mirar atrás.

El poema acaba: «Sigo buscando a Dios. Sé donde está su casa, por eso la evito y busco por otros lugares. Es muy divertido, es un gran desafío, y mientras busco, sigo existiendo. Dios es un peligro; yo sería aniquilado. Pero ahora ni siquiera temo a Dios, porque se dónde vive. Por eso, aparte de en su casa, lo busco por todo el Universo. Y en lo profundo se que no busco a Dios; la búsqueda es para nutrir mi ego.»

No es poesía ordinaria, contiene una gran verdad.

Relajado, llega un momento en el que crees que vas a desaparecer y entonces piensas: «quizá esto sea un instinto suicida», y vuelves a tu viejo mundo miserable. Pero el viejo mundo miserable tiene una cosa: protege tu ego, te permite ser.

Las desgracias nutren al ego y por eso se ve tanta gente desgraciada en el mundo. El punto básico y central es el ego.

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